Mi rutina, mi ilusión 2.

Pasaron varias semanas hasta poder correr. Estaba aterrada, no sabia qué hacer. Lo único que pensaba era en pedirle perdón, pero ¿por qué?, ¿por hacer algo que quería hacer hacía mucho?

Pasaron varias semanas hasta poder correr. Estaba aterrada, no sabia qué hacer. Lo único que pensaba era en pedirle perdón, pero ¿por qué?, ¿por hacer algo que quería hacer hacía mucho?

Salí de mi casa haciendo footing y dirigiéndome hacia el parque, aquel parque en el que sucedió todo y nada, un simple beso, tan simple que aún no lo he olvidado. Al pensar

en ello me acobardé, y cuando llegué al parque pasé de largo. No era capaz de enfrentarme a ella, de verla y que su mirada no fuera de alegría, sino más bien de odio, o peor aún, de indiferencia. El odio lo puedo soportar porque al fin y al cabo es un sentimiento, y si me esforzara podría hacerlo cambiar de alguna manera, pero la indiferencia no. ¿Cómo se puede combatir? No lo sé.

Así que simplemente me alejé del parque, corriendo lo máximo posible para dejar atrás ese beso, a la chica de ese beso. Todo iba bien, o al menos todo lo bien que podía ir. Corría muy rápido, más rápido de lo habitual, esquivando ancianos, árboles, pasando entre niños jugando a la pelota, y lo más duro, personas paseando a su perro que me recordaban una y otra vez lo sucedido. Seguía corriendo tanto como podía. Y al llegar a la esquina de la avenida una persona se me cruzó y sin poderla esquivar la atropellé. Caímos al suelo y yo, muy avergonzada, me levanté como pude y pidiéndole perdón la ayudé a levantarse. - ¡Cuánto lo siento! No la he visto aparecer. Perdóneme - Y justo al decir esto levanté la cabeza. Era una mujer, pero no una mujer cualquiera, era ESA mujer, la mujer de mis sueños, la mujer de mi beso, mi mujer en mi mundo.

Me quedé muda, parada delante de ella sin saber qué decir ni qué hacer. No me lo podía creer. Allí no es donde debería estar, sino en el parque con su perro. Pero no, estaba en aquella esquina de la avenida, sin mascota.

Nos quedamos mirando lo que para mí fue una vida entera. Supongo que yo esperaba una bronca, gritos echándome en cara todo, desde el beso hasta el tropi

ezo. Yo mientras estaba inmóvil sin creerme lo que pasaba. ¿Es que no hay mujeres en el mundo para cruzarme y atropellar? Parece ser que no.

Después de una eternidad ahí paradas las dos, hizo un intento de moverse, y se movió. Su cara era un poema. Estaba seria, parecía desorientada y no articulaba palabra. De repente reaccionó, se lanzó sobre mí, me dio de mi propia medicina, me besó y se fue.

...Fin...