Mi rotundo fracaso como prostituta.

La cabeza de su verga estaba literalmente atrapada entre las paredes de mi introito vaginal, cuya musculatura pélvica yo contraía para morder y comprimir dicha verga con gran fuerza, y con unas ganas intensas de mi parte de orinar, lo cual no sucedió, y entre las fuerzas por no dejar escapar la orina, mi vagina se contraía intensamente, exprimiendo su adorable tubo, cuando sentí una explosión pélvica, expulsando lo que yo creí que era orina, y que después me di cuenta que era una eyaculación. No pudiendo más, empecé a llorar y a gritar escandalosamente por la intensidad del orgasmo, suplicando: “Ya amor…ya por favor…culeame…”

Dedicado a las prostitutas de Tijuana y del mundo entero…

Mis más sinceras gracias a los consejos, apoyo moral, simpatía y amistad del MOROCHO, y quien me hiciera el ofrecimiento de ser mi proxeneta en esta aventura y verdadero cuidador, con quien debido a la distancia, lo anterior no fue posible.

Algunas personas aseguran que el llamado “oficio más antiguo del mundo” como es considerada la prostitución, representa la manera más cómoda y fácil de ganarse la vida; catalogando por la misma razón a estas mujeres como cínicas y sinvergüenzas, aparte de ser portadoras de males sociales, enfermedades y vicios, rodeadas de violencia y calamidades.

Responsabilizarlas a ellas o a otros dentro de este duro juego completamente, no resultaría imparcial. Lo que sí es verdadero, es que tal actividad nada de fácil tiene, en donde debido a las circunstancias peligrosas que rodean al comercio sexual, las mujeres como parte innegable de un proceso de explotación son frecuentemente las victimas propicias de los delitos imputados, y también participantes en algunos casos en contra de otros.

Cierta mujer a la que llamare María, asistente a terapia familiar, relacionada con problemas con su pareja, me contaba entre otras cosas, acerca de su vida de varios años como prostituta, la cual se encontraba plagada de acontecimientos, y hechos verdaderamente dramáticos que confirmaban lo arriba expuesto, pero quien habiendo resuelto su problema de pareja, estaba a punto de ser dada de alta.

María contaba a estas alturas con un pequeño bar como producto de sus ahorros en la misma zona de tolerancia donde antes fuese sexo servidora en Tijuana, y antes de retirarse aquella tarde de mi oficina, fue que me atreví no sin ciertas reticencias morales, a pedirle que me ayudara a vivir la experiencia de ser una prostituta.

Mientras su rostro se transformaba llena de incredulidad, y quizá desanimo mientras me escuchaba, debido a que su terapeuta (yo) fuera capaz de tener esas inclinaciones, le expliqué que en parte, se trataba de una fantasía de mi esposo, pero que ahora yo deseaba realizarla porque mi intención era la de escribir un libro, lo que sin embargo la preocupo aun mas, al decirme de las posibles consecuencias de ello, desde que alguien pudiera reconocerme, hasta otro tipo de peligros, algunos de estos graves debido a los grandes intereses que se mueven, tal y como ocurrió después; mas yo le dije que estaba dispuesta a correr dichos riesgos.

Varios detalles se tomaron en cuanta con el fin de eliminar hasta donde fuera posible estos peligros, entre los que se contaban el empleo de una peluca con afianzamiento firme al propio cabello para evitar que se cayera ante un posible jalón, al igual que un maquillaje exagerado, hasta la supuesta protección de un proxeneta con el cual contaba ella como conocido, resultando en este caso, peor el remedio que la enfermedad, según les relatare adelante; y de los policías de la zona quienes pasan por su “mochada”.

María no cejaba en su intento de querer hacerme desistir, y me daba mil recomendaciones que yo acepte agradecida por su cariño y mortificación hacia mí, diciéndole que me interesaba mucho escribir aquel proyecto de mi vida como escritora, tratando de vivir como una de ellas para saber lo que debían soportar en su diario vivir en aquella difícil como peligrosa ocupación.

El padrote a quien María conocía, y en manos de quien me dejaría para mi supuesta mejor protección, no dejaba de observarme con morbosa curiosidad, y una cínica sonrisa, barriéndome de arriba abajo cuando Mary no lo observaba. Era evidente que se encontraba muy divertido ante la incursión de una mujer quien a pesar de su experiencia sexual propia y las contadas por otros, no dejaba de ser alguien perteneciente al “mundo de afuera”, hombre que en repetidas ocasiones me preguntaba que si acaso no era yo algún agente de Estados Unidos encubierta con el fin de descubrir a tratantes de blancas y traficantes de drogas.

Eso era algo que María temía que pudiesen suponer otros sujetos peligrosos de la zona también y me atacaran, pero al fin convenció al proxeneta de que mi pura intención era la de ser prostituta por mera fantasía sexual, a quien aparte le ofrecí su comisión de dinero cuando me decidiera a interactuar sexualmente con algún cliente, y soltando una risotada cuando salimos de la oficina de Mari, me dijo a solas: “Si señora…SI…pero aparte lo que voy a querer es gozar de sus favores…a ver a que sabe una putita voluntaria” y sin responderle yo nada, dimos paso a la aventura; mientras mari suponiendo algo, antes le advirtió que no se atreviera a proponerme ninguna cosa; ambos eran de armas tomar con el fin de estar en condiciones de sobrevivir en ese duro ambiente, como veremos adelante.

La primera noche, vestida de acuerdo a las circunstancias, yo permanecí desde las ocho bajo acuerdo con mari como simple espectadora parada en una esquina a las afueras del bar de ella (debido a eso, en Tijuana las conocen a estas mujeres como las paraditas), quien a cada rato se asomaba a ver cómo me encontraba y quizá igual o más nerviosa que yo.

Mientras tanto, de pie en aquella esquina yo aparentaba seguridad, pero la verdad me encontraba muy nerviosa, a pesar de haber advertido mi supuesto padrote a sus otros colegas, y a las mujeres de aquella esquina, que yo era “su nueva adquisición: Una puta de un estilo diferente” me describía sonriendo cínicamente, y ya en la madrugada, después de haber sido testiga de varias cosas interesantes, cansada de los pies, llego mi padrote, el cual me tomo por sorpresa de una nalga, haciéndome pegar un brinco diciéndome: “Ya te estas tardando mijita eh?...te advierto que si para mañana no me entregas algo de dinero te voy a poner unos chingadazos” mientras mi primera reacción fue enojarme e indignarme, pero luego mi rostro se transformó en total docilidad, y bajando mis ojos antes retadores, con el fin de seguir el juego de la prostituta sumisa le respondí:

“Está bien”…y de nuevo sorpresivamente me tomo de mi barbilla un tanto fuerte, y apretando un poco mis labios con su mano me dijo” “Está bien que chiquita?” “Está bien mi amor” le dije…a la vez que el proxeneta reventaba en una carcajada de triunfo, dándome un beso a la vez que su lengua reptaba como víbora hasta el fondo de mi garganta, tomándome al instante de las dos nalgas, de a cartoncito de cerveza, repagándome su verga a mi pubis me dijo al oído: “así me gusta mi putita de sociedad”, dándome una sonora nalgada…continuo diciéndome: “aquí te voy a quitar lo cabrona que según dice la Mari que eres” y a pesar de repugnarme este sujeto, sentí emoción sexual debido al juego (ya veremos pensé).

Eran las tres de la madrugada, y entre la efervescencia de la zona de Tijuana o la “cagüila” (de Coahuila) como la conocen muchos, la cual parece jamás tener fin, Mary tras la barra de su cantina, y yo sentada en una de las sillas altas en torno a esta, platicábamos entre clientes y pedidos de cerveza y licor además de la música a todo volumen, acerca de mis interesantes observaciones de esa mi primera noche; haciéndome notar la gran preocupación que ella sentía por mi persona, diciéndome que ojala pronto terminara de escribir mi libro para que ya me fuera de aquel peligroso sitio, sobre todo para una mujer como yo, a quien “a leguas se le percibía que no era quien pretendía estar jugando ser”.

Algunos parroquianos se sentaron junto a mí, tratando de invitarme alguna cerveza, a lo que amablemente declinaba, mientras que Mary los corría de ahí a los más pesados e insistentes, diciéndome ella: Así es como se les trata aquí, no con esas palabras educadas que de volada te delatan como a alguien que no pertenece aquí…Ya cerca de las cuatro de la madrugada, cerramos el bar, y procediendo a cambiarme arriba del auto de Mari para no delatarme, porque de acuerdo a ella, en esos lugares todos tienen ojos y oídos, me condujo a casa en espera de vernos a la noche de nuevo.

Llegada la noche, me cambie dentro de la oficinita de Mary, deteniéndome en mi esquina asignada, con una peluca larga de pelo lacio y fleco enfrente, utilizando un vestido de spandex negro, entallado que apenas me cubría las nalgas con bragas rojas y el liguero negro; con las tetas que casi querían saltar como conejos asustados, al pasar de los posibles clientes que me preguntaban cuanto cobraba, y declinando con una sonrisa que indicaba un amable no, en eso sentí una mano que se metió por debajo de mi vestido agarrándome todo el culo y la rajada hasta arriba haciéndome pegar un brinco. Era mi abominable padrote, quien mientras untaba su pito por detrás de mí, me decía: “Recuerda mi putita, ya ocupo dinero…yo vivo bien y como mejor…” Un deseo intenso de golpearlo me invadió, pero rápidamente le dije: “Si mi amor…” y se fue.

Ya estaba por mejor rajarme, mientras suponía que mi esposo según su fantasía que tanto lo emocionaba, también me espiaba por ahí oculto para ver mi desempeño como sexo servidora o mujer publica, cuando llego a mí un hombre alto como de 185 metros, no obeso, de barba de candado, y rodeándome lentamente mientras me observaba deleitándose, se fue detrás de mi persona, y cerca de mi oído, con su aliento que yo sentía provocándome pequeños escalofríos, me pregunto: “Cuanto cobras?” y dando las tarifas de mi parte tragando saliva por la resequedad de boca que sentía en ese instante debido al intenso nerviosismo de una puta bisoña ya entrada en años,  y de acuerdo al menú sugerido por Mary, según lo que el cliente deseara, me rodeo la cintura y beso suavemente mi cuello, lo cual me derrite y enloquece a mas no poder, quedando rendida inesperadamente a su encanto. Perdiendo el control, empuje instintivamente mis nalgas hacia él, sintiendo la enormidad de su verga parada contra mi rajada trasera, hirviendo ganosa como hacía tiempo no sentía con nadie; lo que supuestamente no debe hacer una profesional.

Fuimos al cuarto que me sugiriera Mary y aprobado por mi padrote, quien a lo lejos sonreía gratamente complacido por llegar por fin “su” primer cliente.

Dentro del cuarto, el individuo me besaba el cuello con rara predilección por este, sin saber lo que los besos en ese sitio me vuelven loca, mientras yo me sacudía gimiendo como una inexperta colegiala con todas mis ganas, deseando a aquel hombre mediante movimientos pélvicos ofreciendo la supermojada y suculenta rajada bien afeitada. Me quito el vestido suavemente, quedando solo en pantaletas rojas y brassier rojo, el cual desabotono arrojándolo sobre la cama, procediendo a chupar mis tetas con mis medias negras y liguero negro, sobándole la manguera enhiesta entre mis manos.

El hombre husmeaba como un perro mi cuerpo, diciéndome acerca del aroma de mi perfume; haciéndome notar que no era de los acostumbrados por mis ahora colegas. Yo no le decía nada, no podía ni deseaba hablar, solo deseaba a aquel hombre encima de mi cuerpo, besándolo en donde mejor podía, hasta atrapar su pene con condón entre mis labios, tragándolo todo hasta los huevos ingurgitados sin reparar en el grosor ni lo largo, casi ahogándome y mis ojos con lágrimas por el esfuerzo. El me tiro en la cama con las nalgas para arriba, quitando y oliendo mis calzones rojos, hasta lamer mi culo gritando ya para entonces todo tipo de cosas e improperios dignos de una mujerzuela vulgar de la peor ralea.

Me chupo todo el culo, introduciendo su lengua cual reptil un poco más profundo que otros (o eso suponía yo quizá por la calentura); luego me recostó boca arriba, lengüeteando el clítoris dejándome con las piernas estiradas sobre la cama, como si alguien le hubiese contado de esta predilección mía y que solo unos cuantos conocen, deleitándose antes con el grosor de mis muslos, tocando mis medias, diciéndome quedamente lo que le gustaba. Elevando mis muslos con sus manos, jugo la cabezota en la entrada de mi mojadisimo introito; escurriendo agua pegajosa por mis labios vaginales ingurgitados, mientras olía el hombre el perfume dejado por mis bragas, entremezclado ahora con el olor a vagina.

La cabeza de su verga estaba literalmente atrapada entre las paredes de mi introito vaginal, cuya musculatura pélvica yo contraía para morder y comprimir dicha verga con gran fuerza, y con unas ganas intensas de mi parte de orinar, lo cual no sucedió, y entre las fuerzas por no dejar escapar la orina, mi vagina se contraía intensamente, exprimiendo su adorable tubo, cuando sentí una explosión pélvica, expulsando lo que yo creí que era orina, y que después me di cuenta que era  una eyaculación. No pudiendo más, empecé a llorar y a gritar escandalosamente por la intensidad del orgasmo, suplicando: “Ya amor…ya por favor…culeame…”

¡Sus enormes huevos rebotaron en mi sartén! Me había clavado hasta la empuñadura y empezó a moverse dentro y fuera, a la vez que yo incrustaba mis uñas en su espalda, besándome el hombre en la boca, sofocando mis gritos, y yo mordisqueándolo cual perra cada que yo podía, le decía respirando como asfixiada que lo amaba intensamente, a la vez que lo insultaba diciéndole cabrón…hijo de puta…abusivo…y como para que de verdad dijera que era un abusivo, me volteo con el culo para arriba, cogiéndome de perrito entre sonoras nalgadas, a la vez que yo meneaba el trasero llorando y suplicando por mas castigo.

Saco su verga empapada de mis jugos vaginales, y sin pensarlo me ensarto por el culo, gritando yo aún más fuerte, hasta que el dueño del cuarto, según el mortificado por la intensa gritadera, vino a tocar y a preguntarme que si estaba yo bien, bajo encargo de mi amiga Mari cuando hicimos el convenio, abriendo la puerta y viéndome con todo el culo para arriba, siendo atravesada por el magistral garrote de mi cliente. Supongo que este hombre esta impuesto a ver cuánta nalga pelona cogiendo, pero quizá detenido por algo diferente esta vez, se quedó buen rato observando, hasta que mi cliente le dijo que se fuera y cerrara la puerta; yo en eso note otra presencia detrás del encargado del hotel.

Yo observaba por el espejo del cuarto, para mayor excitación de mi persona, al cliente montado encima de mi culo, con sus fuertes muslos a los lados de mis nalgas como una enorme rana subiendo y bajando para clavar su estoque en mi apretado trasero, sujetándose con sus dos manazas de mi cintura a la cual parecía que iba a quebrar en cualquier instante, mientras yo sudorosa y temblando de tanto placer, le respondía a sus  palabras amorosas con un “te quiero te quiero…”

Ya sin aguantar más tiempo, me la saco de mis revueltas entrañas, de donde yo sentí muy apenada que quizá me hubiese defecado víctima de tan tremenda enculada, volteándome boca arriba, quitándose el condón con el fin de venirse sobre mis tetas jalándosela, hasta eyacular muy fuerte, llegando los primeros chisguetes poderosamente a mi cara, haciéndome cerrar los ojos apretando mi boca, quedando embarrados en una de mis mejillas y parte de mi alborotada peluca, a la vez que yo retiraba con mi mano, unas gotas enormes de semen sobre mis labios para no tragarlas por precaución.

Después de largo tiempo fatigados los dos, él se vino a mi lado besándome en la boca, y chupando su propio semen de mi mejilla, para luego limpiarme con una toallita húmeda, abrazándome me dijo que me amaba, y yo le dije que inexplicablemente yo también a él, hecho que carecía de toda explicación lógica y congruente. De acuerdo a los estudios psicológicos, esos amores son excepcionales, pero cuando se llegan a dar y se cultivan, son para toda la vida; yo sentí que estaba perdiendo gravemente el control de mi misma, y de una mujer que ama a su esposo, pero pues así lo sentía en ese instante.

Entre mimos y arrumacos de su parte, como dos noviecillos ridículamente pero muy placenteramente enamorados a pesar de nuestra edad, él me decía que no me había “hecho del baño” y que si así fuera, no le daba repugnancia tal hecho de mi parte; y recordé lo que decía mi abuela: “Cuando los hombres se enculan, a las mujeres ni los peditos les huelen…” en fin.

Luego me dijo: “Tú no eres de por aquí… sé que no eres prostituta” mientras yo le aseguraba que sí. Luego me dijo: ¿Cuánto cobras por toda la noche? Vamos a mi casa, pero yo le dije que ahora no me era posible, preguntándome: ¿Tienes proxeneta? Y bajando la cabeza le respondí afirmativamente…No es posible me dijo, vente conmigo, vas a vivir bastante mejor; ignorando desde luego que tal no era mi profesión, sino una loca aventura cuyo otro fin era la de escribir un libro y del placer inesperado del que ahora me encontraba disfrutando…

Luego me pregunto cuanto me debía, según la tarifa que le había desglosado antes: incluyendo el sexo oral, genital, anal etc. etc. Y entonces le dije: “NO ME DEBES NADA…estoy agradecida contigo por haberme tocado como muy pocos hombres lo han hecho, descubriendo el misterio de mi punto sexual principal, lo cual me hizo enloquecer de amor por ti sin mayores requisitos…” prometiendo verlo a la siguiente noche, mientras el insistía en pagarme; a lo que yo le dije: “Si me pagas, entonces jamás nos volveremos a ver como amantes…”

Cuando abandonamos la habitación, el encargado de los cuartos se quedó viéndome, y mientras salíamos, se remojo sus labios sacando su lengua por su labio inferior, en señal de una mamada imaginaria para mi…mi cliente me pido que por favor vendría mañana, y que me trajera mi ropa para irme a vivir con él, yo le dije que lo discutiríamos mayormente, pero me dijo: “Vengo por ti y ya”.

Una vez en la calle, le dije que debía irme de inmediato al bar (lo que deseaba era esconderme de mi padrote), y así lo hice depositando antes un cálido beso en su boca, para así despedirme de mi supuesto pero malogrado cliente, cuando observe que desde la esquina, el proxeneta me pegaba tremendo chiflido, abriendo los brazos como preguntando: “Qué onda?” como si el jijo de la …estuviera arriando yeguas, pero lo ignore y me introduje al bar de mari.

Llegue con ella, quien emocionada me preguntaba cómo me había ido, dejando a una de sus trabajadoras a cargo del despacho de bebidas, mientras que sentadas en una mesa, le conté todo lo ocurrido a lujo de detalle.

Mari se encontraba estupefacta, y me dijo: “Esa es una parte de la historia que llega a ocurrir con muchas prostitutas, aunque es raro que el cliente te corresponda como este hombre a usted, al menos de buenas a primeras, aunque se han dado casos de algunas que hasta se unen en matrimonio, pero también hemos conocido de otras a las que luego las golpean severamente y les va muy mal, así como la mayoría de ellas que suponiendo que nadie es capaz de amar a una puta como ellas, no viendo mayores posibilidades al romance, mejor los corren, aunque al tiempo se emborrachan algunas llorando y recordando el amor que no se atrevieron a seguir; pero la verdad, el caso de usted ocurrió a la primera vez, y no recuerdo a nadie similar…”

Así nos encontrábamos, cuando el padrote irrumpió al bar, y sentándose con gran estrepito manoteando en la mesa y jalando la silla, me dijo tronando los dedos: “Mi comisión…oraleee” a lo que mi amiga Mari lo corrió a mentadas de madre, mientras que el chulo en tono burlón y grosero le decía que yo me había ido con aquel cabron idiota (así se refirió a mi cliente) completamente gratis, porque el encargado del hotelucho se lo había contado, dejándome muy sorprendida (como me advirtiera mi amiga: Aquí por dondequiera existen ojos y oídos). Cuando el proxeneta se retiró, Mari sosteniendo mis manos entre las suyas, me imploraba que me cambiara y me fuera, prometiéndole hacerlo a la brevedad posible. Finalmente la convencí de irme de nuevo a la esquina esa noche, para seguir recabando datos para escribir mi libro, platicando con las mujeres, clientes, padrotes, niños de la calle, vendedores diversos y traficantes de drogas al menudeo, de aquel siniestro cual fascinante submundo.

En esas estaba, cuando sentí que me afianzaba una mano fuertemente del culo, y halándome de la falda y bragas ante la sorpresa de los mirones, pero sin atreverse nadie a intervenir por temor al padrote quien me humillantemente, me condujo así tomada del culo a un mal oliente y oscuro callejón, en reversa a rastras por varios metros, y tomándome de la cara apretándome la barbilla me dijo: “¿Crees que te vas a burlar de mi pendeja?”, a lo que respondí con rápido rodillazo a los meros huevos y al doblarse, le propine un fuerte golpe con ambas manos abiertas sobre las orejas con la posibilidad de reventarle los tímpanos, ignorando el cobarde aquel que era cinta negra, mismo que lo aturdió arrojándolo al suelo, a mi merced para rematarlo pero no lo hice, recordando las palabras de mi maestro en defensa personal: el viejo don Fidel, cuando me dijo que la principal causa de muerte de los karatecas, es que estos suponían que la cinta negra detenía las balas…

Conociendo de la peligrosidad del padrote y de la ventaja que le daba estar en su terreno, le dije: “Te voy a pagar tu dinero…” y levantándose trabajosamente, me dijo: “Mira pinche puta…ya tengo un cliente, y ahora te va coger delante de mí, para que no me vengas con tus pinches actos de Madre Teresa conmigo, tu eres mi mercancía, te guste o no, aparte de una puta…date de santos que no te mato”, y hablándole a un chamaco de los que abundan en la zona, le indico: “Vete por el pinche negro…”

El descomunal gigante negro, un ex marino norteamericano, casi me arranco la ropa con desesperación y a grandes manotazos, sin mayores preámbulos ni delicadezas, elevándome luego completamente desnuda sujetándome fuertemente de los tobillos con gran facilidad cual si fuera yo una simple muñeca hasta su cintura, y ya con el condón puesto en su enorme pito, me hizo engullirlo a la vez que me empitonaba  moviendo su cadera fuertemente; su brutalidad parecía asfixiarme, mientras el padrote viéndome sentado con la puerta abierta del cuarto, en donde yo veía también de pie entre las sombras del pasillo al encargado del hotel masturbándose, y a otra figura que no lograba identificar. Todos ellos gozando sexualmente con el brutal y a la vez humillante espectáculo.

De esa forma me recostó el negro en la cama, y sosteniéndome el padrote mis piernas hasta atrás en un acto de puro sometimiento, hasta sentir yo que me sofocaba al comprimir mi abdomen, el negro cayo cual fardo dentro de mi cogiéndome como loco, y con fuerza tal que la cama se desvencijo al eyacular fuertemente –y gracias al cielo, precozmente- el hipopótamo aquel; poniéndose de pie bufando como animal herido; maldiciendo en inglés, quitándose el condón repleto de leche, arrojando varios dólares sobre la cama, sobre los que el proxeneta se arrojó cual perro hambriento contándolos. Mientras el negro se retiraba, mi padrote ya me tenía ensartada alevosamente, antes propinándome un artero y sofocante golpe a la boca del estómago, abarcando la parte baja del esternón para desquitarse y someterme, además de dos fuertes cachetadas.

Mientras me cogía como un energúmeno, me monto arriba de él, elevándome a vergazo limpio y separando mis nalgas, le dijo jadeando al encargado: “orale…éntrale por el culo a esta puta remilgosa…” y así fue…al tiempo en que yo aún no me reponía del tremendo golpe, haciéndome sándwich el par de ventajosos, mientras que el extraño aquel no identificado, nos veía desde las sombras del pasillo, y al final ambos eyacularon quitándose el condón, espesa leche en todo mi rostro y peluca, mientras yo cerraba mis ojos y boca fuertemente.

Nada le dije a Mari al irnos a casa, aunque ella algo intuía observándome preocupada, quizá por mi demacrado y maltrecho estado físico a quien yo le decía esforzándome por sonreír: “Son las cogidas Mari….son las cogidas”, pero sin embargo se debían al maltrato físico recibido y a la tremenda emoción, hasta que en un instante durante el trayecto me hiciera vomitar, diciendo yo a ella que eran unos tacos que me había comido, mientras iba yo mascullado mi desquite de ambos tipos, mismo que cierta noche después hice con mi padrote, aprovechándome de que mi ahora amor fortuito al que no era yo capaz de encontrar razones valederas para que no fuera a verme a la zona, había tenido que salir al sur a ver a un pariente grave, dejándome dinero y pidiéndome que no fuera yo por ningún motivo a la famosa “cagüila” sin darme chanza de responder.

Nadie ni yo misma esperaba lo que hice: Le caí encima al padrote con una rabia inusitada y desconocida en mi persona, con unos chacos propinándole feroz golpiza sin darle tiempo a reponerse, mientras Mari una vez enterada de lo sucedido, se encontraba para evitar que alguien intentara intervenir en favor de este, sin poder dar crédito a lo que ella veía, principalmente debido a que la antes “modosita señora”, ahora estaba convertida en una máquina de tirar golpes, incluyendo a los tiras de la zona que miraban sorprendidos y boquiabiertos la inesperada y feroz putiza al mejor estilo de uno de los films del padrino en donde Sonny Corleone golpeara a su cuñado esposo de su hermana, mismos policías a quienes di una feria como compensación por no intervenir.

Qué diablos me importo exponer a la vista de muchos todas mis nalgas en calzones rositas esa noche con los movimientos de patadas al individuo, mi indignación y coraje eran mayúsculos; sobre todo porque días antes cuando mi pretendiente se apareciera por la zona con el fin de permanecer toda la noche conmigo buscando protegerme, siguiéndome cual sombra sin permitirme entrevistar a nadie y mucho menos aceptar a un posible cliente en caso de aparecerse, aquel miserable padrote hacia comentarios burlones acerca de una puta recatada a la que se habían cogido a huevo entre varios, riendo provocador; preguntándome mi enamorado a que se refería, diciéndole yo que estaba loco, que no hiciera el menor caso.

Nadie se esperaba esta reacción agresiva de mi persona, y ya me esperaba lo que mi propio terapeuta a quien obligadamente debía de ir tarde o temprano tendría que decirme al respecto, pero yo sabía que en esa jungla los animales en control no ceden su terreno, y la prueba está el hecho de haber sobrevivido durante siglos estas bestias en este trabajo a costa de tanta agresividad. De ahora en adelante debía estar siempre pendiente de cualquier cosa de su parte, incluso fuera de la zona también, ya que este abominable ser, era capaz de seguirme o enviar a sus espías los cuales abundan por unos cuantos pesos. Cuentan las malas lenguas del lugar, que este proxeneta fue el responsable de la desaparición de algunas mujeres, mismo que a estas alturas de lo que ocurre en el mundo entero nadie duda, lo cual estaba dispuesta a investigar algún día entrevistándolo sin temor cara a cara para fines de mi libro.

De esta horrenda como denigrante trifulca de la cual fui protagonista principal, obtuve una ventaja para seguir escribiendo mi libro: El respeto de muchos, incluyendo a Linda, la hermosa prostitutita culona hostil hacia mi persona desde un principio y ahora gran amiga, y la distribuidora al menudeo de droga conocida como “Nana la enana” quien mide solamente 135 pero que sin embargo es de armas tomar, el taxista de la zona quien antes me gritaba obscenidades tomándose su parada verga, así como entre otras a doña Lola la de los sabrosos tacos, que hablando en voz alta a cada rato decía: “Con este cebollero, voy a cortar una carita de una puta hipócrita, a la vez que picaba carne, cebolla y tomates al ruido típico de la tabla de madera…” soltando gruesas carcajadas.

Por su parte, el encargado del hotel al enterarse de que íbamos por él también, puso pies en polvorosa, mientras tomábamos toda su ropa ante el coraje de mi parte de no encontrarlo, y metiéndola en un contenedor le prendimos fuego, y más adelante nos lo trajeron a rastras unos indocumentados salvadoreños con quienes había yo trabado cierta amistad, y con la ventaja de parte de ellos que ya se iban de nuevo a Estados Unidos esa noche; mientras que el cobarde encargado del hotelucho negoció conmigo su indulto diciéndome: “¿Quieres saber quién te estaba viendo las veces que te cogieron en el hotel y me daba una feria para dejarlo?” y cuando acepte el trato, quede estupefacta ante la identidad del individuo…

Me dolió mucho el sentirme abandonada para “morir sola” de parte de este individuo ante las agresiones físicas de las que fuera testigo…pero comprendí que eso ocurrió a cambio de quizá algo mayormente grave, cual cobro que me hizo la vida a mi reto de volverme una prostituta, fuera con el fin de escribir el libro o no, al fin debemos comprender que nada es gratis en la vida, excepto como dijo Mari: Los ratos intensos de amor y de placer que le di a mi pretenso solo por querer darlo; aparte de haber fracasado por salir con cero ganancias económicas hasta ese momento al menos, objetivo principal de tan difícil y por lo mismo respetable actividad.