Mi relato de presentación
Me doy a conocer. Y al mismo tiempo cuento mi primer encuentro con Salva, un compañero de oficina con el cual a nivel sexual nos entendemos de maravilla.
El día despertaba de forma espléndida. El sol
anunciaba
un día primaveral de temperatura muy agradable. Llegaba a la oficina de muy buen humor, con ganas de comerme el mundo.
Trabajo en una multinacional que tiene su sede cerca del centro de la ciudad pero ya en un sitio donde predominan los edificios de nueva construcción y el verde que alegra el entorno.
Es un edificio cuadrado de cinco plantas con chaflanes. Dos de los laterales tienen enfrente otras oficinas, separadas de la nuestra por parterres. El tercer tiene un aparcamiento privado para los trabajadores de nuestra empresa. No muy concurrido ya que la zona está muy bien comunicada y el metropolitano tienen una parada muy cercana. La fachada está presidida por una plaza jardín de grandes dimensiones. Las zonas ajardinadas se mezclan con arboledas.
Tenemos un horario bastante flexible así que frente a las máquinas de fichar no debemos hacer grandes colas. Ese día coincidimos con Salva, un chico alto que pasaba del metro noventa y muy atractivo.
-
No te olvides de meter el dedo - le dije con una sonrisa y
guiñáldole
el ojo.
-
Ahora lo pongo. Que la máquina escanee mi huella - respondió. ¿O quizás ibas con segundas?
-
Bueno, ¿no estaría mal, no? A mi me apetecería.
Salva hacía unos pocos meses que había roto con su chica de los últimos años. Y llevaba un tiempo observando que se me acercaba bastante. Creía que me estaba tirando los tejos. No tenía porqué perder el tiempo y la primavera es buena época para echar una canita al aire.
-
Si quieres quedamos un día de esos - me dijo susurrando al oído.
-
Pues no lo demoremos. ¿Te apetece quedar mañana?
-
Genial -me respondió-. Me gustaría llevarte al spa. ¿Compras mi idea? Te invito yo.
-
Pero Salva, esto es un planazo. No puedo decirte que no.
Le di un beso en la mejilla.
-
¿Y eso? -me preguntó-.
-
Me apetece -le respondí-. Y sólo es un anticipo.
Quedamos
para el día siguiente. Por la tarde. Para poder pasar por casa después de salir del trabajo.
- * *
Habíamos quedado directamente en la puerta del spa. Y en cuanto giré la esquina vi que ya me estaba esperando. Llegué puntual pero él había llegado algo más pronto. Bonito detalle. Allí estaba muy elegante: vestía una camisa azul celeste con cuello tipo mao, con pantalones y americana gris oscuro a juego. Estaba realmente guapo.
Yo no me quedaba atrás. Blusa blanca con ribetes negros. Falda de tubo negra. Y un cinturón muy ancho, de unos 15 centímetros, con una hebilla con cristales de Swarovski que dibujaban una mariposa. Y unos zapatos negros.
Entramos y después de atendernos en el mostrador nos dirigimos cada uno a su vestuario. Nos reencontramos ya en la zona de baño. Salva llevaba un bañador surf de tonos azules. Yo un bañador de una sola pieza, asimétrico. Solamente pasaba un tirante por mi hombro izquierdo quedando el derecho completamente al aire. Por los laterales era bastante alto quedando abierto hasta la cadera. Y por detrás dejaba mis nalgas visibles y parecía un tanga. El color azul eléctrico resaltaba mi cuerpo que sin ser moreno de verano tiene un buen tono todo el año, de forma natural.
Disfrutamos de los distintos baños: agua templada, agua salada donde flotas mucho, de contraste de agua muy caliente y muy fría, vapor con eucalipto… y como se estaba tranquilos pero había otros usuarios, no hubo más que algún toque inocente entre nuestros cuerpos. El ambiente relajado invitaba más al silencio que a mucha charla. La música ambiental relajante también lo propiciaba. Y carteles que había por todas partes pedían silencio.
En un momento dado se acercaron dos terapeutas y nos acompañaron a la piscina donde daban el masaje acuático. Salva ya lo había practicado con María quien había sido su pareja durante unos años. Era realmente preciosa. Habíamos compartido una excursión a la playa con otros del trabajo y parejas. Aquel día llevaba un biquini diminuto que le dejaba casi todo expuesto a la vista. El masaje que me practicó el terapeuta a mi y la terapeuta a Salva fue genial. Casi indescriptible. Suave. El tiempo se paró. Y la gravedad parecía que también. Al salir ya había pasado el tiempo y debíamos abandonar el spa.
- * * *
Ya en la calle hicimos planes. Estábamos tan relajados que apenas podíamos dar unos pasos. A pesar de no haberlo hablado los dos teníamos claro que terminaríamos en la cama. Tomé la iniciativa.
-
Salva, estamos molidos. Ahora mismo… no estamos por grandes esfuerzos -le dije sin rodeos-.
-
Tienes razón -contestó-.
Y me dió un pico. Quizás para recordarme que había algo pendiente.
-
Qué te parece si vamos a cenar algo -le propuse-. Así recuperamos fuerzas y nos da por terminar el día como se merece.
-
Eres un cielo. ¿Quién puede negarse?
-
Además, yo te puse de una forma u otra en este envite. Así que pago yo la cena.
-
No te lo voy a negar -respondió Salva-.
-
Mira. Muy cerca hay un sitio encantador. ¿Te gustan los frutos del mar?
-
Me encantan, Claudia. Y ¿son afrodisíacos, no? De esta forma al mismo tiempo que cenamos un poco recargamos energía y nos ponemos a tono.
En pocos minutos llegamos al restaurante. Estaba muy cerca. La decoración es marinera. Pero aquello que caracteriza el lugar es la pescadería que encuentras sólo entrar. Allí escoges lo que quieres tomar. Te lo cocinan en una zona anexa. Y te lo sirven en la mesa.
Nos pusimos las botas. Mientras, charlabamos de un montón de cosas. Lo que más me interesó fué el cotilleo, lo que me comentó de Maria. Habían empezado la relación cuando ella era muy joven. Y además su situación personal era complicada. Jugaba al fútbol. Era muy buena. Y rápidamente llegó al primer equipo del club local, llegando a capitana y ser seleccionada a nivel nacional. Por esto pasaba mucho tiempo lejos de Salva. Y no quería renunciar a nada por su proyección deportiva.
Al salir tomamos un taxi y fuimos a mi casa.
- * *
Vivo en un cuarto piso. Y en el ascensor ya no nos conformamos con un pico. Nuestras bocas se buscaron. Las lenguas entrelazaron. Cada uno exploró la boca del otro… Hasta que llegamos al piso. Al entrar en el recibidor hay un gran espejo donde nos pudimos contemplar. Otro morreo nos hizo entrar más en calor. Y cuando Salva ya buscaba los botones de mi blusa le paré la mano. De entrada se descolocó.
-
Pssss, poco a poco que esto se debe saborear -le dije-.
Me guiñó el ojo y me dió un beso en los labios, separándose un poco de mi. Nos sacamos los zapatos. Allí mismo hay un zapatero para dejarlos. No me gusta que los zapatos de salir a la calle vayan pisando el suelo de todo el apartamento.
-
Deja que vaya a cambiarme
y ponerme
más
cómoda. Mientras tu pasa al salón. Relájate y ponte cómodo. Lo más cómodo que quieras. Lo tienes permitido todo. Sólo
tardaré unos minutos.
En mi habitación estaba todo preparado. La ropa interior y el kimono encima de la cama. Y a un lado el gran armario con todas las puertas cubiertas de espejos y una banqueta donde depositar la ropa sucia.
Me
desabroché
el cinturón que guardé en un cajón. La blusa, la falda, el sostén y las bragas directas al interior de la banqueta. No era plan de salir en pelotas a buscar a Salva. Seguro que lo que me iba a poner no estaría mucho tiempo en contacto con mi piel, pero quería
excitarle.
El conjunto de ropa interior era de lo más sexy y provocativo. Todo de color rojo. El sujetador sólo tenía de convencional la sujección trasera de dos ganchos. Por delante cada pecho quedaba cubierto en su mitad más próximo a la axila por una tela prácticamente transparente con algún pequeño bordado. La otra mitad con algunos cordones que tras encontrarse entre las dos tetas se unían al otro lado del sujetador. El tanga tapaba justo la zona de mi rajita con una rejilla muy transparente. El resto una decoración de cordones con la única función de sujetar la rejilla y hacer el conjunto más provocativo.
Y por encima un kimono negro. Que en la mitad inferior tenía unas flores muy grandes de colores rojos, blancos y naranjas. Cruzado y atado por un cinturón cosido en el mismo kimono. Me tapaba lo mínimo para no ver la poca ropa que llevaba debajo.
Salva realmente se había puesto cómodo en el salón. Recostado en un sofá se había desabrochado la camisa. Y la llevaba bien abierta. Y se había quitado el resto, quedando con sólo un slip que marcaba un paquete interesante.
-
Te has tomado en serio de ponerte cómodo Salva - dije mientras me acercaba a él.
-
Tu no te quedas atrás. Estás como un bombón. Que piernas tienes, cariño. Sin ser delgaducha no te sobra ni un gramo de peso.
Cuando llegué frente a él me senté sobre sus piernas.
-
Claudia, mmmmmm. Noto tu piel sedosa. ¿No llevas nada debajo del kimono?
-
Eso descúbrelo tu. Esta vez no ofreceré resistencia a que
desabroches
todo lo que quieras.
En un periquete deshizo el lazo del kimono y cayó al suelo. Su cara era un poema. Quedó alucinado con mi conjuntito rojo.
-
Ay Claudia. Estaba seguro de que
tenías
una gran figura. Pero esto…. quizás es insuperable. Tienes un buen pecho, mediano, que ganas de comerte. Vientre liso. Y un sexo que invita a las mejores lujurias.
Como le había dado permiso también me quitó el sujetador. La medida de los pechos ya la había valorado. Las aureolas rosadas y los pezones claros y apetecibles enseguida fueron
sobados
. Le
seguirian
caricias dulces y suaves que activaron los pezones. Haciendo círculos. Pellizcando.
-
Ven. Levanta que te pueda sacar la camisa.
Con la camisa en el suelo y solo con el slip que parecía una tienda de campaña le cogí de la mano y lo llevé a mi habitación.
-
Claudia, eres un saco de sorpresas. Esto es una pasada.
La situación era más que morbosa. Ya conté que el gran armario que cubre toda una pared lateral está cubierto por espejos. Pero es que la otra pared lateral es un gran espejo. Como el cabezal de la cama también lo es. Y por si no hubiera bastante en el techo también había otro gran espejo. Nos veíamos casi totalmente desnudos por todas partes.
Le eché sobre la cama boca arriba. Le saqué el slip y empecé a hacerle una mamada. Me gustan muy salivadas y sin ayudarme apenas de la mano. La lengua jugando con su glande. Lamiendo arriba y abajo toda su verga. Comiendo sus huevos. Salva se estremecía de placer mientras su polla entraba y salía de mi boca.
Me tocaba a mí gozar. Me encanta que me practiquen sexo oral. Salva me sacó el tanga. Comió mi coño con gusto. Lo chupaba por completo, incluso lo mordisqueaba con habilidad. Lamía la zona del clitoris, los labios vaginanes y su lengua entraba con facilidad en la vagina.
Seguimos a cuatro patas.
Cabalgándole
yo a él mirándole de frente o dándole la espalda. Nos corrimos ambos y varias veces. El espectáculo de los espejos era muy morboso. Pasamos horas así.
Por fin fuimos a ducharnos juntos.
-
Salva, he gozado como pocas veces -le dije-. Habrá que repetirlo.
-
Claudia -me dijo-. No te lo tomes a mal, pero yo no busco una relación estable. Creo que llevo bastante bien mi ruptura con María. Pero después de más de cuatro años con ella me apetece no tener compromisos.
-
No, no, por supuesto. Yo tampoco lo busco. Creo que sabes de mi bisexualidad. E incluso con quién hay más semejanza a una pareja, con Carolina, nuestra relación es muy abierta. Quiero tener sexo cuando y con quien yo quiera.
El sello de estar de acuerdo se rubricó con una follada bajo el agua.
Debíamos descansar un poco. Al día siguiente debíamos acudir a la oficina. Nos acostamos completamente desnudos y caímos exhaustos. Dormimos hasta que sonó el despertador. Nos duchamos, esta vez por separado, y nos arreglamos para salir. Salva sólo disponía de la ropa con que había llegado a mi casa. Yo me puse la ropa interior roja que tanto le había alucinado la noche anterior. Y por encima un vestido de punto de manga corta que se ajustaba a mi silueta. De color fucsia y con un
-
Estás preciosa, Claudia.
-
Y el secreto de la ropa interior que llevo solamente lo sabes tú -le respondí-. Creo que estarás todo el día empinado imaginando lo que hay debajo del vestido.