Mi relación con Marta y Mario (lll)
Elisa cuenta como empezó el trio con su marido y la niñera.
Mi relación con Marta y Mario (lll)
Me llamo Elisa, si habéis leído los capítulos anteriores (l) y (ll) ya me conocéis un poco. Ahora os voy a dar mi versión de lo sucedido.
Hace unos meses estaba embazada de mi segundo bebe. El embarazo se estaba haciendo muy pesado y mi esposo cada vez se mostraba más impaciente y deseoso de tener relaciones de la forma habitual entre nosotros, esto es de forma intensa y pasional.
A mí solo me apetecía de tarde en tarde y siempre se condujese con mucho cuidado, pero al mismo tiempo sufría porque no podía satisfacerle. Esto me llevó a cavilar para encontrar una solución y lo que encontré precisaba de la ayuda de Marta.
Marta es la hija de los vecinos, la conozco desde que era una niña. Por su dulce y sereno carácter le quise confiar el cuidado de lo que más quiero en este mundo, mi hijo, y ahora la necesitaba para aligerar la presión de mi esposo.
Preparé la situación para que una noche al acostarnos, sus persistentes caricias con intención de conseguir mi aceptación para tener relaciones se convirtiera en el origen de una discusión. Conseguí que el tono fuera subiendo y que él se fuera a dormir al comedor para que “mi endado” no fuera a más.
Marta y yo habíamos preparado la estrategia. Ella aquel día con cualquier excusa debía quedarse a dormir en nuestra casa. En cuando él se durmiese en el comedor, acordamos que Marta debía ir en su búsqueda y sin que Mario pudiera hacer nada por evitarlo debía hacerle una buena mamada que lo dejara bien satisfecho.
Todo iba bien hasta que una tarde volví de la visita del pediatra mucho antes de lo que estaba previsto. Al entrar al apartamento me llamó la atención el inusual silencio ya que en mi ausencia Marta suele poner música. Extrañada me dirigí hacia su habitación y sin llamar abrí la puerta.
Estaba en la cama haciendo el amor con un chico de su edad. Me di media vuelta y cerré con cuidado para no alertarlos de mi presencia. Ya tendría tiempo después para tener una charla con ella.
En cuanto tuve ocasión saque el tema y lo comenté extensamente con ella. En principio me desagradó mucho este exceso de confianza pero enseguida llegamos a un entendimiento. Marta adoptó un papel de joven inexperta con muchas ganas de aprender y yo me convertí en su tutora gracias a mi experiencia y gusto por este tema.
Pronto pasamos del cotilleo sobre los ligues pasados y presentes de Marta a una conversación mas seria entre dos mujeres a las que les gusta el sexo. Quedamos en que iríamos comentando sus próximas experiencias y que bajo mi tutela iria aprendiendo el arte de seducción y como realmente disfrutar de una vida sexual plena.
Una de nuestras primeras travesuras en común la hicimos con un amiguete de Marta que había conocido en el gimnasio. El chico muy bien parecido, de cuerpo atlético vino a casa convencido que iba a echarle un buen polvo a Marta. Él muy grande y orgulloso de su masculinidad creía que iba a encontrar una Marta dubitativa y tímida con la que demostrar su vigor y dominio.
En la habitación de Marta, los primeros minutos los pasaron sobre la cama completamente desnudos acariciándose mutuamente y preparándose para el inminente y típico coito entre dos jóvenes inexpertos.
Tal como habíamos planeado, justo después de entrar en materia, abro la puerta y los “sorprendo” encamados en mi propia casa. Después de montar una pactada escena que ha dejado completamente descolocado al chaval, dirijo la situación hacia otra mas amigable y distendida.
Marta aprovecha para echarle mano a la polla y acariciarla para que recobre el vigor que había perdido de forma repentina. Lo hace de forma que queda a la vista. El joven se muestra orgulloso y pronto recupera su autoestima luciendo una rica erección.
Marta se pone a pajearlo y yo me siento en el borde de la cama muy cerca de los dos observando la escena. El se siente como un rey y se deja hacer todo lo que a Marta se le antoja.
Su excitación sube de nivel cuando tras un rato de sube y baja mas o menos intenso, tomo el relevo y le muestro a Marta y a su amigo como se debe hacer una buena paja. Con la destreza de una mujer bien experimentada en esta tarea, le regalo varios movimientos que arrancan hondos resoplidos. Después de mostrar el camino a Marta, ésta me sustituye para practicar y mostrarme lo bien que ha aprendido la lección.
El chico está prácticamente inmovilizado por lo que le hacemos, solo suspira y contrae los músculos sin control. La maniobra se prolonga un buen rato, en el que Marta y yo intercambiamos los papeles para mantenerlo siempre al borde del orgasmo.
Cuando ya lo vemos “bastante maduro”, le cedo el privilegio de ser ella quien obtenga el premio de su corrida. En medio de severos espasmos y de gemidos se corre sacando leche en varias andanadas. Los tres lo celebramos conjuntamente, a ella se le escapa un “ohhhh”, y a él una risita floja de complacencia.
Antes de que se “desinfle” se la cojo con firmeza, recojo parte de su leche con la mano y la utilizo a modo de lubrificante para untarle la polla. Jugueteo un instante con mis dedos en la punta, agarro los huevos con fuerza y luego me pongo en otro intenso sube y baja. Los movimientos son más barrocos y muy pronto consigo una erección tan potente como la primera.
En medio de fuertes gemidos y bajo la atenta mirada de Marta, tras unos minutos de meneos aparece una segunda corrida de donde parecía que ya había salido todo lo que había dentro. Marta me observa con cierta admiración y el chaval no da crédito a lo que le está sucediendo. Se ha corrido dos veces en menos de cinco minutos y en ambos casos con una intensidad inesperada para él.
Antes de que se relaje, Marta se acomoda con el cojin y se pone de forma que su coño queda perfectamente a la vista y parece gritar: “comeme, cómeme”.
Cojo al chico y lo pongo bien amorrado ante Marta. Se pone a lamerle el chocho como el ternerito lame la ubre de su mamá para que le dé su lechecita, suave, tímidamente. El machote que vino a echarle un polvo a la delicada Marta, se ha convertido en un dulce corderito que siente que su mejor premio es lamerle la rajita a su nueva ama.
Ella, bien despatarrada, recibe con satisfacción las caricias de su manso amante. Yo lo sigo animando tocándole las nalgas y su pene ahora flácido.
Así nos pasamos un buen rato, con solo las interrupciones necesarias para que él tome aire entre una chupada y otra.
Mi joven compañera de juegos llega a su orgasmo mientras sujeta la cabeza de el para que los lametazos no cesen.
Llegado a este punto los dejo a solas y me voy con una gran calentura que tendré que superar esta noche con mi marido Mario.
Espero que hoy tengas muchas ganas pues yo me he puesto a cien.
Deverano.