Mi regreso a casa
Quise empezar de cero y tras cortar con todo volví a la casa donde había crecido.
Cuando sonó el despertador me levanté enseguida, me dirigí al baño y tras una rápida ducha me vestí y me dirigí a la cocina, desde allí salían ruidos, lo que me indicaba que mi madre también se había levantado ya.
Llevaba tres meses viviendo de nuevo con ella y la verdad estaba funcionando mejor de lo que me esperaba. Tres meses antes había decidido cortar con mi pareja y darle un giro total a mi vida. Llevaba un par de años conviviendo con mi novio, compañero al mismo tiempo de trabajo, pero ambos nos dimos cuenta que nos llevábamos mejor como compañeros de piso que propiamente como pareja y decidimos dejarlo.
Busqué un apartamento más pequeño y los precios me echaban hacia atrás, hasta que mi madre me propuso que volviera a casa, que el piso era suficientemente grande para ambas. Analicé la situación y no encontré nada para rechazar la oferta ya que mis problemas con ella eran como el de cualquier madre, ella siempre estaba muy encima de mí, pero no ahora a los treintaicinco años ya no iba a controlar mis horarios y demás. Pusimos un par de puntos y ambas decidimos que sería buena solución al menos mientras salía algo que me interesara.
-Buenos días mama.
-Hola cariño, he preparado café.
Mientras me ponía el café analice rápidamente a mi madre, pensé que tampoco era tan mayor como para llevar una vida tan comedida, pero ella era así demasiado chapada a la antigua y era feliz con sus cosas y sus amigas.
-Nena hoy regresan Lucia y Javier. –ella era su mejor amiga.
De camino ya al trabajo recordé a Javier, le conocía desde que era una niña, siempre era muy simpático conmigo, pero a mis dieciséis años de repente algo cambio; empezó a evitarme y cuando nos encontrábamos me miraba de manera distinta, así estuvo los últimos dos años y pico que pase en casa. En esos momentos no tenía tiempo para analizar al vecino y ahora catorce años después apenas los recordaba entre otras cosas porque cuando me fui a estudiar fuera volvía en verano y como este pasado ellos pasaban los veranos fuera.
Cuando salí de trabajar, rechacé tomar algo con mis compañeras y regresé pronto a casa. Cuando entre en la misma oí ruidos en el salón y me dirigí hacia allí.
Mi madre me dijo.
-Pasa Ángela mira quien ha llegado
-Hola –dije mirando a la pareja que aunque algo más mayor estaban como mi madre muy bien para su edad-
Lucia seguía siendo extremadamente delgada y su porte tieso lo que la hacía parecer una mujer más rígida incluso de lo que era y poco amigable; nunca habíamos hecho buenas migas. En cambio Javier era distinto, con él siempre me llevé bien. Ahora con más de diez años más su pelo se había blanqueado, su cintura se había ensanchado y alrededor de sus ojos habían aparecido arruguillas, aun así era un hombre de cincuenta y pocos que dejaba entrever que había sido un hombre atractivo de cuerpo atlético.
-Hola Ángela –me saludo lucia con dos besos-
-¿Hola niña que tal? –Me pidió Javier también besando mis mejillas-
Durante unos segundos después de apartarse aun sentí sus labios carnosos y calientes en mi mejilla y sus dedos en mis brazos acariciándolos con sus dedos mientras me besaba.
Minutos después le miré y de nuevo esa mirada triste y algo más que tenía en los últimos tiempos.
Cuando por la noche me acosté recordé aun las cosquillitas que me produjo su beso y no quise analizar la situación, ni el porqué de esas sensaciones que no pasaron desapercibidas por mí.
No pasó nada raro hasta que el sábado por la tarde, me puse mis pantalones de deporte, una camiseta y bajé a un parque cercano, con mi libro electrónico en la mano.
Me senté en un trozo de césped y apoyándome en un árbol empecé a leer.
Un buen rato después y sintiéndome observada, levante la vista y frente a mi saliendo de la hierba sentado en un banco estaba Javier. Este me saludo con la mano y al devolverle el saludo se acercó andando despacio.
-Hola Javier ¿qué haces por aquí?
-Pues andando un poco, he parado a descansar unos minutos, por aquí se está más tranquilo y te he visto.
-Yo también prefiero esto es más tranquilo y me encanta leer al aire libre tranquilamente.
-¿Que lees? –me pregunto mirando el libro y a mí-
Estuvimos hablando cómoda y relajadamente un buen rato, siempre me pareció un hombre muy inteligente y culto. Hablamos de lectura y de libros.
-Tengo muchos si algún día te apetece pásate a por alguno
-Lo haré
Desde ese día empezamos a encontrarnos casi a diario, yo iba a leer y el terminaba sus caminatas allí.
-Siéntate –le dije uno de los días tirando de la toalla que yo llevaba-
-Si me siento igual no me levanto a mi edad no está uno para muchos trotes.
-Exagerado, ni que fueras tan mayor
-Lo soy niña, lo soy
Un par de semanas después ya pasábamos más de media hora discutiendo sobre libros y sobre nuestras cosas. Cada vez me gustaba más hablar con él.
-Se me hizo raro verte de nuevo en casa de tu madre, después de tanto tiempo.
-Me cansé de la vida que llevaba y quise dar un cambio drástico, lo dejé con mi pareja y al decidir empezar de nuevo mi madre me ofreció esta solución
-Se te ve bien
-Lo estoy, mucho más relajada, necesitaba centrarme y dar un paso atrás para coger impulso de nuevo.
-Ojala yo hubiera tenido tus ideas con tu edad
La cosa terminó ahí ese día, pero por la noche tras un par de preguntas mi madre me comentó que incluso que habían estado a punto de separarse, pero al final habían decidido darse otra oportunidad.
Cuando al día siguiente salió el tema a colación comentando un libro no me pude callar.
-A mí me parece muy triste renunciar a una vida a los cincuenta y quedarse en una cárcel por comodidad.
-Niña a los cincuenta y dos la vida se ve diferente que a los treinta, uno está más cansado y tiene pocos alicientes para empezar desde cero. Uno aprende a prescindir de cosas que a tu edad son impensables.
-¿Me hablas de sexo?
-Niña que directa sois la juventud de ahora
-Es algo natural, aunque si te incomoda…
-Si niña, me refería al sexo entre otras cosas.
Esa noche pensé en Javier, cada día me gustaba más, incluso su inteligencia y cultura me parecían sexis y sin importar su edad me ponía cachonda imaginarle acariciándome y dándome placer. Algo había cambiado en mi manera de verle esos días.
Con el paso de los días le esperaba cada uno de ellos para charlar un rato y luego a solas en mi habitación llegue a tocarme imaginándome sus grandes manos sobre mi cuerpo.
Pero nunca paso nada, hasta ese sábado.
Me había apuntado a andar con él, tras una hora de andar paramos algo más arriba de donde nos encontrábamos, yo no podía más y tirando la toalla que saque de mi mochila me senté en ella frotándome las piernas desnudas (llevaba un pantalón corto).
Él se sentó a mi lado y después de beber un poco no sentía las piernas y empecé a golpear el suelo con el pie para que volviera mi circulación que de estar en esa postura tenia calambres.
-Eso es por haber parado y haber cruzado las piernas se para la circulación y por eso dejas de sentirlas.
Se arrodilló ante mí y quitándome las zapatillas empezó a darme un masaje en los pies.
-Hay que empezar desde abajo para activar la circulación.
Volvió al tema del libro del que hablábamos antes de parar sin dejar de masajear con sus dedos mi pierna, sentía el calor de sus dedos recorrer mi piel y me estaba hasta mojando.
-¿Mejor?
-Sí, no pares. Me encanta
Y no paró, mientras hablaba subía sus dedos por mi piel, ahora era más una caricia que un masaje, llego a mis muslos y me miró.
-Sigue –le pedí con los ojos entrecerrados-
Y siguió hasta meter su mano bajo el pantalón, subió un poco más y llegó a mi braga, rozaba mi sexo con los nudillos y sintió la humedad.
-Estas tan húmeda… –dijo con la voz ronca-
Miré y vi el bulto en su entrepierna, el aparto la mano como si se quemara, como di de repente fuera consciente de lo que hacía.
-Lo siento Ángela
Se levantó y se fue antes de que pudiera decir nada, no le vi en dos días en los que no deje de pensar en él.
Al cuarto día me decidí y cuando mi madre dijo que subía a su casa para hacer un pastel con Lucia le dije que la acompañaba para ver si podía prestarme un libro.
Ella abrió y tras decirle mi madre a que iba yo, me dijo.
-Está en su despacho, ve que libros tiene para aburrir.
Ellas se fueron hacia la cocina y yo hacia su despacho; toque a la puerta y entré.
Se sorprendió al verme y se levantó poniéndose ante su mesa pero sin acercarse a mí.
-Ángela sobre lo del otro día…
No le dejé acabar, lentamente fui hacia él y pegué mi cuerpo al suyo, a pesar de ponerse rígido no se movió cuando mis pechos rozaron el suyo.
-Ángela para, no sé adónde nos lleva esto
-¿Nunca has salido a caminar sin rumbo, dejándote llevar y sin saber dónde acabaras?
-No
-Pues ya es hora que lo experimentes, déjate llevar Javier, o ¿es que no te gusto? –Notaba en mi cadera lo contrario-
-Como no vas a gustarme, pero…
Puse dos dedos sobre sus labios y lamí mis dedos separándolos para lamer sus labios. Sus dedos me agarraron de las caderas y me pego a su erección.
-No he dejado de pensar en tus braguitas mojadas
Cogí su mano y la metí en mi pantalón con cinturilla elástica, pero esta vez el objetivo no eran mis bragas, metí su mano bajo estas y la dejé sobre los rizos de mi pubis.
El movió los dedos buscando la humedad de mi vulva, buscando mi clítoris que hinchado ya le dio la bienvenida.
-Que caliente estas y que mojada Ángela
-¿Te gusta?
-Mucho –dijo entre jadeos-
Estaba excitadísima cuando oí a mi madre llamarme por el pasillo, el saco su mano enseguida y yo me recoloque la ropa antes de salir mientras el aun en el mismo sitio movía sus dedos empapados en mis jugos.
Dos días después subimos a cenar y durante la cena ella dijo:
-Podrías enseñarle a mi marido como pasarse libros al libro electrónico y así aligeraremos las estanterías llenas de sus libros
-Claro -le dije mirándole-
Cuando acabamos la cena, ellas se sentaron en el sofá para ver un programa que echaban y nosotros fuimos hacia su despacho donde estaba el ordenador. Yo andaba lentamente ante el que me seguía con la mirada puesta en mi culo.
Me aparté para que el abriera la puerta y se hizo a un lado para que entrara, entró y cerró la puerta, di dos pasos y me abracé a su cuello, subí la cara y bese sus labios, los lamí y succioné presionándolos con mis dientes, un minuto después me abrazo con fuerza y devolvió cada una de mis caricias, su lengua probó cada rincón de mi boca y su mano esta vez sin que yo la llevara se coló en mis pantalones, bajó mis bragas y acarició toda mi rajita hambrienta de sus dedos, de sus caricias que la recorrían suavemente, buscó mi inflamado clítoris y lo pellizcó suavemente haciéndome vibrar, me mojé aún más y arqueando mi espalda deje que recorriera mi sexo con sus dedos, que lamiera mi cuello hasta que me sorprendió el orgasmo, me corrí en silencio.
Cuando notó que me corría juntó dos dedos y me penetró con ellos, entrando y saliendo rápido, una, dos… diez, once…,Dentro y fuera cada vez más rápido, cada vez más adentro hasta que de repente ahí estaba de nuevo, volviendo a sacudir mi cuerpo por segunda vez mientras ambos jadeábamos y su erección presionaba mi cadera.
Cuando me recuperé del orgasmo el aun besaba mi cuello, le cogí la mano y lo llevé de nuevo ante su mesa, donde volvimos a besarnos, pero esta vez mis dedos desabrocharon su pantalón, bajaron la cremallera y los bajé a medio muslo. Me agaché ante él y empecé a lamer sus calzoncillos, mordisquee su carne dura y caliente y ante sus jadeos cada vez más acelerados bajé el calzoncillo y su polla saltó ante mí; me encanto verla tan cerca y sacando la lengua lamí la punta húmeda ya entre mi saliva y su liquido pre seminal. Relamí con deleite antes de colocarla entre mis labios y dejarla entrar en mi boca casi la mitad, volví a sacarla y succioné de nuevo el glande. El jadeaba entregado por completo a mi mamada y yo quería lucirme, quería darle placer.
-¿Te gusta?
-Mucho
Agarré la base mientras lamia el tallo y volví a succionar el capullo, apreté aún más mi mano y subiendo su polla empecé a lamer sus testículos levantándolos con mi lengua para a continuación introducirlos en mi boca dándole pequeñas succiones.
Luego volví a lamer toda su polla y volví a dejarla recorrer mis labios, pero esta vez no paré a la mitad y me la tragué por completo, hasta rozar mi mano en su base con mis labios.
-Ángela para, no puedo más, no recuerdo la última vez que me hicieron esto, que coño jamás me la han chupado así. –dijo con la voz entrecortada-
-¿Te gusta? –le pedí como siempre-
-Mucho –contestó como siempre-
Sabía que estaba a punto, sus jadeos, sus gemidos y su respiración acelerada me decían que estaba al límite, succioné de nuevo sus huevos, lamí de nuevo su estaca y esta vez la dejé resbalar entre mis labios, cuando llegué a la mitad, le agarré los testículos con mi mano libre y le di unos tironcitos, entonces solté la presión de mi mano en la base y casi sentí su semen pasar por su polla y descargar en mi garganta con un terrible rugido que lo habrían oído de no tener la tele a tope.
-Madre mía Ángela que rico –me dijo aun entre jadeos-
No pudimos más ya que habíamos pasado demasiado tiempo solos, regresamos al salón y el resto de la noche nos miramos disimuladamente.
Al día siguiente cuando me iba al trabajo le encontré sentado en la escalera, me sonrió y juntos entramos en el ascensor. Pegándose a mí me beso y yo abrazándome a su cuello le devolví cada caricia que su lengua me regalaba. No hablamos a sabiendas que al llegar abajo no podríamos tocarnos y ni besarnos.
Llegamos y el abrió la puerta para que saliera.
-He pasado toda la noche pensando en ti, no quería ni dormirme –me dijo él alegre, parecía más joven y jovial-
-Yo también en ti.
-¿Vas a trabajar niña?
-Sí. Algunas tenemos que hacerlo –le dije entre risas-
-¿Nos vemos allí esta tarde?
-Claro
Por la tarde llego justo cuando yo, lo cual me hizo sospechar que no era casual, se sentó a mi lado y cogiéndome la mano me dijo.
-Llevo todo el día pensando en lo que me dijiste sobre andar sin rumbo dejándote llevar
-Y ¿qué has decidido?
-Que quiero más Ángela, quiero ir al final me lleve donde me lleve. No me importa, solo se que no quiero envejecer en mi sillón y darme cuenta un día que no subí a este tren cuando paró unos segundos delante de mis narices.
Me ponía a cien su manera lenta y pausada de hacerlo todo, sus reflexiones, sus modales algo pasados de moda. Todo formaba parte de él y todo en él había empezado a parecerme perfecto.
-Javier ¿a qué hora tienes que estar en casa?
-No tengo una hora exacta.
-Estoy sola en casa hasta las nueve y son solo las siete –le dije tras besar sus labios rápidamente antes de levantarme-
Él se levantó y me siguió en silencio, ambos entramos en el edificio y subimos en el ascensor con una vecina. Me bajé en mi piso y el tras despedirse con una sonrisa siguió con ella, entré en casa y espere en la puerta hasta que le oí bajar por la escalera.
Entro y cerré la puerta tras él, le cogí de la mano y le llevé a mi habitación.
El sin saber muy bien que hacer se sentó en mi cama y le noté incomodo, sin saber muy bien que hacer en mi habitación decorada aun como cuando era niña. Sé que se sentía culpable y que de repente era consciente de quien era yo y quien era él.
Me planté ante él y empezando a desabrochar mis pantalones los dejé caer a mis tobillos, mientras le decía.
-Javier, recuerda que vas andando sin mirar donde termina el camino, déjate llevar por mi como si yo fuera el viento que te empuja.
El me miro con orgullo y sin poder esconder el deseo que crecía en el viendo como me desnudaba. Subí mi camiseta quedándome solo en braguitas y sujetador y el suspiro.
-Niña estas… impresionante.
Me acerqué a él y me senté sobre sus muslos, le cogí del pelo con suavidad y lamí sus labios, los mordí dándole tironcitos y volví de nuevo a lamerlos mientras el suspiraba con sus manos en mi trasero y lo apretaba amasando mi carne.
Le empujé para tumbarle en mi cama y aun sobre el empecé a desnudarle despacio le abrí la camisa y bese su pecho, lamí sus pezones y los mordí al endurecerse.
-Ángela, mi niña…
Poniéndome ahora a su lado desabroche su pantalón y con su ayuda se lo quite junto con los calzoncillos. De nuevo su polla capto toda mi atención y la quería dentro, le necesitaba.
Él se movió tumbándose bien en la cama y poniéndome de pie sobre la misma me quité las bragas y me abrí poniendo un pie a cada lado de sus caderas.
Él me miraba embelesado mientras yo agarrada al cabecero empecé a bajar mi sexo, el agarró su mástil y lo paso dos veces por mi raja ya mojada.
-¿De verdad estas ya preparada?
-Sí, Julián quiero tu polla ahora
La llevó a la entrada y mirándome con infinita pasión me dijo:
-Pues es toda tuya cariño, baja lentamente quiero disfrutar cada segundo
Empecé a bajar y sentó como su glande me abría, me agarré más fuerte al cabecero sobre su cabeza y bajé más y más hasta ensartarme con su polla oyendo como Javier clavaba sus dedos en mi cintura jadeando.
-Dios Ángela qué coño más rico mi amor. –Me dijo soltando mis caderas y llevando sus manos a mis pechos tras sacarlos del sujetador-
Bajé más para acercarlos a sus labios y sentí su lengua jugar con mis pezones, sus labios los succionaron y sus dientes se clavaban cada vez más fuerte en mi sensible carne y por encima del dolorcillo sentí un placer indescriptible que se concentraba entre mis piernas, mis músculos vaginales apretaban su sexo y entre jadeos empecé a mover las caderas y mi pelvis.
-Despacio cariño, despacio mi niña
Cuando note que soltaba mis pezones, subí y empecé a mover mis caderas en círculos ahora mientras el resoplaba y yo gemía volvió a cogerme del culo.
-Me vuelves completamente loco Ángela, ni tu sabes las veces que he deseado esto preciosa.
En ese mismo momento apoye mis manos en su pecho y me corrí frotando mi clítoris en él y con su polla dentro.
-Nena como siento tu humedad, tu orgasmo… apriétamela me siento succionado por ti princesa.
Me empujó en la cama y poniéndose de rodillas en el suelo tiro de mi cuerpo desmadejado tras el orgasmo.
-Quiero probar tu sabor y necesito relajarme fuera de ti
Me separó las piernas y colocó su cabeza entre mis muslos, sentí su lengua en mi rajita, lamia con ansia, sin remilgos disfrutando de mi sexo y mis flujos como si fueran el mejor de los manjares. Nadie me lo había hecho así y el calor invadió en minutos mi cuerpo y sentí como un rayo atravesar mi cuerpo y estallar justo bajo su lengua, entre sus labios, o sea en mi clítoris.
Chillé al correrme agarrándole del pelo y él no soltó mi clítoris hasta que acabé y solo lo soltó para seguir lamiendo mi raja, subió mis piernas más y continuo lamiendo hasta mi ano, cuando llego a él lo lamio en círculos y metió su lengua. Sentirle ahí me enloqueció y él al notarlo siguió mojándolo con saliva mientras dos dedos penetraban mi vagina llevándome de nuevo al orgasmo.
-Nunca me habían lamido ahí
-no hay rincón de ti que no adore ya mi cielo, necesito volver a follarte. Date la vuelta.
Me puse como una perrita al borde de la cama por indicación suya y el colocándose entre mis piernas me la clavó desde atrás en la vagina, grité y me retorcí agarrándome a la colcha sintiendo cada envite, cada vez arremetía más duramente dentro de mí y jadeaba, gritaba y gemía cada vez sus huevos chocaban en mí.
-Si no paro me correré
-Lo sé, no pares
Soltó mi cadera y sentí su dedo acariciar mi esfínter, empujando con fuerza sentí como me penetraba con el abriendo ese lugar inexplorado. Me dolía pero su polla me daba tanto placer que no podía dejar se suspirar ni cuando empujó su dedo del todo abriéndome.
Di un grito ahogado y el sacó casi del todo la polla solo para volver con fuerza bien dentro de mi haciendo que estallara el mejor de mis orgasmos y mis espasmos iniciales hicieron que se dejara ir vaciando su semen en mi vagina.
-Dios mío nena… toma mi leche…
Eso incremento mi orgasmo y ambos caímos en la cama, medio inconscientes por la intensidad del orgasmo.
Entonces Javier dijo acariciando mi espalda y besando mi nuca minutos después.
-Ahora entiendo por qué los franceses lo llaman “la petite mort”