Mi regalo de cumpleaños
Muy pronto sentí sus primeras secreciones. Retiré mi boca y sus líquidos espesos y deliciosos se quedaron pegados a mi lengua y labios, haciendo como un puente de líquido entre la cabeza de su pene y mi boca.
Sentada ante el espejo del tocador de mi recámara, di un último toque de brillo al rouge de mis labios. Quedé satisfecha con el resultado del cuidadoso arreglo de mi cara; el delineado de mis cejas, la combinación de tonos en mis párpados, el tenue color aplicado a mis mejillas, el delineador de mis ojos, el rimel a mis pestañas. Todo hacía destacar de la mejor manera mi rostro de mujer en su plenitud. Tomé el frasco de perfume y me apliqué, con el atomizador, nubes del perfume que me había regalado Pedro meses atrás. Recuerdo que le excitaba la manera como combinaba con el aroma natural de mi cuerpo.
Me puse de pie, desabroché la bata de baño, quedando solo con las pequeñísimas bragas de seda, color azul pálido. Noté que apenas cubrían el vello de mi pubis, el cual, abultaba levemente la fina tela. Poniéndome el sostén, me miré al espejo y recordé el mensaje de Pedro en el móvil: "Hola quesito, estaré en mi departamento a partir de las 8:30, te daré mi regalo de cumpleaños". Entrecerré los ojos y dejé que una leve sensación de placer recorriera mi cuerpo por la expectativa de volver a verlo después de casi cuatro meses. Gemí, "mmmmmmmmm, esta noche te llevaré al paraíso, amor mío" musité con sensualidad.
Me senté en la cama y me puse unas medias que llegaban hasta la parte superior de mis delicados muslos, con un remate de cinco centímetros de fino encaje elástico. Primero la pierna izquierda, la estiré para subir la media hasta el muslo, luego la derecha.
Me puse de pie. La imagen que me devolvió el espejo, me hizo sentir muy satisfecha cuando observé la forma de cada una de las curvas de mi cuerpo. Definitivamente, los cuidados, el ejercicio y mi alimentación me ayudaban a mantenerme en forma.
Caminé semidesnuda hacia el pequeño vestidor. De pié ante el guardarropa, llevándome el dedo índice a mis labios entreabiertos, me dediqué, por un momento, a elegir la prenda que usaría para esa noche. "Ya está, me voy a poner este trajecito blanco", pensé. De pronto descubrí ese vestido azul, que ni siquiera había estrenado. La única vez que me lo probé, Enrique me dijo que estaba exageradamente corto y la tela demasiado delgada. No permitió que me lo pusiera para una cena en la empresa en donde él trabaja. Sonriendo, decidí probármelo...
Me miré al espejo con actitud evaluadora. De verdad, estaba bastante corto y el top se dibujaba debajo de la tela... mmmmmmmmm... decidí quitarme el sostén. Abrí el cierre, tomé las copas entre mis delgadas manos y dejé escapar mis pechos, de los que me siento orgullosa. Durante algunos segundo observé la fina curva de mis tetas en el espejo. Su forma turgente y firme. Su color blanco y las areolas que estéticamente remataban en unos pezones rozados, conformaban esa parte de mi anatomía que volvía locos a los hombres y a algunas mujeres. Así, con mis senos al aire, me sentía hermosa. Me arreglé de nuevo la parte superior del vestido y volví a observar mi imagen ante el espejo. De verdad estaba muy corto, pero mis piernas son largas, delgadas y muy bien formadas. Me quedaba de maravilla. Observé, que la telita no ocultaba los pezones de mis senos. "Perfecto para esta noche" ─murmuré.
Seleccioné unos zapatos de tacón alto, transparentes. Me senté en la cama y me incliné para colocármelos en mis delicados pies. Me di cuenta que sería imposible evitar que el vestido se subiera y dejara al descubierto mis piernas hasta casi las minúsculas braguitas. No pude evitar una sensación de culpa, cuando, evoqué la promesa que le había hecho a Enrique y que esa noche pensaba romper.
Recordé los días en que solía regresar a casa con mi vagina con restos del semen de Pedro después de las maravillosas sesiones de sexo que tenía con él. Mi mente viajó al día en que Enrique me estuvo esperando durante horas para hablar conmigo. Sus palabras, seguían haciendo eco en mi mente. Me dijo:
─ Aria, mi amor, tu sabes que yo te he dado permiso para que disfrutes de tu vida con plenitud y creo que lo has hecho con mucha prudencia y discreción. Y por supuesto, siempre me has dado el lugar como tu esposo y hombre amado. Sin embargo, hace tiempo, tengo la sensación de que no eres la misma... me rehuyes cuando quiero tener sexo, te ausentas mucho de casa y los niños te ven tan poco... Además, reconozco que siento muchos celos con la relación que seguramente estás teniendo con alguien. No quiero saber de qué o quien se trata, solo quiero que sepas que me siento muy mal y tengo la impresión de que te estoy perdiendo. Me siento deprimido tengo dificultades para dormir y concentrarme en mis actividades cotidianas, incluso, en el trabajo. Te amo Aria, me moriría si te alejaras. Se que eres el sueño de muchos, no creas que no me doy cuenta de las miradas de lascivia que despiertas cuando vamos a cualquier parte. Tengo pavor de que me cambies por otro hombre.
Verdaderamente me sorprendió ver a Enrique en tal actitud de baja estima y celos. Nunca me había hecho reclamaciones sobre mi conducta. De hecho había pensado que nuestro matrimonio era perfecto. De cualquier manera, decidí afrontar las cosas con seriedad. Le tomé de la mano y le invité a la recámara. Me paré frente a él y mirándolo a los ojos le dije:
─ Querido, no me gusta verte así. Me duele saber que mi familia percibe que soy una madre ausente . Ustedes son lo que más quiero. Te he sido sincera cuando he tenido relaciones sexuales fuera de casa. Lo he reconocido y tu lo sabes. Pero no te preocupes, a partir de mañana daré por terminada la relación que he mantenido por algún tiempo. No quiero perderlos, querido. Es una promesa, amor.
─Ven acá querido mío ─le dije entreabriendo mis turgentes labios que le fascinaban.
Lo besé con sensualidad y susurrándole al oído que aún estaba caliente, me quité el vestido y me acosté en la cama, ofreciéndole la imagen de mi cuerpo con solo una medias transparentes y unas minúsculas braguitas, que aún conservaban la humedad de mi sesión de sexo con mi amante. ─Te toca follarme, chiquito ─le dije, sin recato, notando la erección de su pene.
Tuvimos una tierna sesión de sexo. Cuando me penetró, sentí que los fluidos de Enrique se mezclaban con los de Pedro dentro de mi vagina. Me encantó.
Despejé esos recuerdos y volví al momento. Terminaba de colocarme los zapatos de tacón alto, cuando escuché que llegaban a casa Enrique y los niños. Me puse tensa. Sin embargo, decidí tomar las cosas con naturalidad evitando hacer notar que había decidido follar de nuevo con Pedro. Aunque, reconocí que sería imposible evitar suspicacias por el atuendo que llevaba.
En un momento, entraron a la recámara y, con alegría, los niños corrieron a abrazarme.
─ Mami, mami, papá nos llevó a la fuente de sodas, mira te traje un cono de chocolate, del que te gusta.
─ Yo también te traje un regalo mamita ─ dijo el más pequeño, dándome una bolsita con dulces.
─ ¿Vas a salir mamita? ─ me preguntó Enriquito ─ ¿por eso te pusiste tan bonita?
─ Solo es una reunión chiquita con las compañeras de la oficina, mi amor ─ le dije, sin evitar la sensación de culpabilidad por la mentira.
Noté que Enrique me observaba serio. No había dicho nada, sin embargo, sentí su mirada cargada de reproche.
─ Solo es una reunión de trabajo, querido, regresaré enseguida ─ le comenté, acariciándole con mi fina y perfumada mano su mejilla.
─ ¿Y por eso te pusiste ese vestido que creí habías desechado? ─dijo con voz gutural y cargada de malicia
─ Pues si,... me lo puse porque de cualquier manera van a ir solo mujeres y ... bueno, creo que me queda bien... además, no le hago daño a nadie si me lo pongo ─expresé con relativa firmeza.
Me despedí de los niños con un beso maternal. Luego, me llevé mi dedo índice a los labios y lo dirigí hacia Enrique, con una seña de besito de despedida.
─ No tardo queridos y por favor, ─dije dirigiéndome a los niños, ─hagan caso de lo que les diga su padre, ¿vale?
Salí de casa, abrí la portezuela del coche y me senté al volante. Mis piernas con el vestido arriba ofrecían un espectáculo impresionante. Encendí el motor y me dirigí al departamento de Pedro.
Me sentía una transgresora, estaba a punto de romper mi promesa de fidelidad... Solo cuatro meses mantuve mi palabra de no follar fuera de casa. Otra vez sentí esa sensación de pecado que solía experimentar cuando me iba a la cama con otro.
Mientras conducía, recapacité en lo mucho que deseaba ver a Pedro. En esos cuatro meses lo había soñado. Me masturbaba con frecuencia pensando en su pene dentro de mi. Cuando hacía el amor con Enrique, fantaseaba imaginando que era Pedro el que me poseía. Sin embargo, no podía sentir de la misma manera. Enrique es tierno y nuestras relaciones son muy satisfactorias, pero, después de conocer a Pedro todo me empezó a parecer de poca intensidad. Comparaba la verga de mi esposo con la de mi amante y me parecía más pequeña y menos apetitosa. Además, extrañaba las cogidas por el ano y las variaciones que inventaba cuando follábamos. Enrique jamás se había atrevido a cogerme por atrás y la posición de misionero era la colocación que solíamos adoptar.
Sonreí al recordar las expresiones terribles de Pedro, cuando me decía:
─¿Ya sabe el cornudo de tu marido que me follo a su puta esposa?
─¿No se ha dado cuenta el maricón de tu marido que eres una pinche putita caliente que le encanta dar las nalgas a cuanto cabrón se las pide?
─Seguro es tan pendejo que no se ha dado cuenta que a su preciosa Aria le encanta que le rompan el culo con la polla parada.
─Un día te voy a coger delante de tu esposo y de tus hijos para que vean como gritas pidiendo que te meta la verga, pinche puta cogelona.
Siempre me había impactado su forma tan soez de expresarse... al principio lo rechazaba y le comentaba que cuando me hablaba así, sentía que me denigraba como mujer. Pero, después, me di cuenta de que me excitaba su forma salvaje de tratarme. Es algo que aun hoy no entiendo...
Tenía ansias de mamar su verga, de sentir su leche en mi cara, de volver a sentir el sabor de su semen. Me encantaba tragarme sus fluidos, ─mmmmmmmm, deliciosoooooo
─murmuré imaginando la sensación que dentro de poco haría realidad.
Eran las 8:25 de la noche cuando llegué al edificio de departamentos en donde vivía Pedro. Había algunos jovencitos jugando al baloncesto en una pequeña cancha iluminada y adaptada para ese fin. Me bajé del auto y les regalé una imagen impresionante con mi vestido hasta las caderas. ─Mamacita!!! ─exclamó uno de los chicos... ─¿ya viste a la tía esa? ─si, está que se deshace de buena!!! ─mamazota!!! ─ aunque seguía escuchando sus expresiones, que para nada me inhibían, caminé con soltura hasta la entrada, dejando boquiabiertos a propios y extraños que en ese momento se cruzaron en mi camino.
Tomé el ascensor hasta el cuarto piso. Al salir al pasillo, una señora madura me miró de arriba abajo. Parecía que con ello me mataría, seguramente le parecí una mujer descarriada e inmoral. No hice caso de tales actitudes y seguí hasta el departamento número 4. Pulsé el timbre y, acto seguido, la puerta se abrió. ─Hooooola, soy tu regalo de cumpleaños ─dije, alargando mi expresión cargada de erotismo.
Pedro se mantuvo sin moverse. Paralizado. Embobado,... y solo alcanzó a balbucear
─Ppaasa... estás divina!!! ─mamacita!!!
Los matices dorados de mi pelo, brillaron con las luces indirectas que decoraban su pequeño, pero acogedor, piso y el aroma de mi perfume inundó sutilmente el ambiente. Levanté mis brazos y rodeando su cuello abrí mis labios y le besé amorosamente en sus labios. Mi lengua se introdujo en su boca como víbora sedienta. No pude reprimir una expresión de excitación cuando me tomó con ambas manos de las curvas de mi cintura y me atrajo hacia él ─ahugmmmmmmmm, amoooooooor. ─continuamos la caricia algunos segundos más, hasta que noté en mi vientre la erección de su pene. Por un momento me permití disfrutar la sensación, adivinando la tremenda excitación que estaba provocando en él. Moví mis caderas hasta que sentí la presión de su verga en mi entrepierna. Me moví circularmente, sin pudor alguno, apretándome contra su pene y cerrando mis ojos para sentir al máximo la caricia.
─Cómo me pones caliente, Aria! ─dijo temblando de excitación y besándome el cuello con pasión ─hueles riquísimo, Aria, me encanta el aroma de tu piel, la tienes tan suave y rica, mamacita, eres una Diosa, me excitas tanto, y lo sabes, cabrona... te aprovechas de mi...
En un momento, me separé lentamente, me dirigí a la salita y, enfriando el arrebato, le dije:
─¿Cómo estás amor mío? Platícame las novedades papacito.
─No cambias amor ─me dijo, con una mirada cargada de lascivia ─tienes un poder temible, para dejarme temblando en el momento más inesperado, anda ven chiquita, déjame seguir.
─Calma, calma, querido. Todo a su tiempo ─le comenté, haciendo un mohín de niña mimada y sentándome despreocupadamente en el sillón. Crucé lentamente mis piernas, sonriéndole con picardía y ofreciéndole sin recato un espectáculo cargado de erotismo.
Sin poder separar sus ojos de mi anatomía, hizo una expresión de conformidad y continuó.
─No hay novedades, solo te he estado extrañando desde que decidiste terminar lo nuestro. Por cierto, aun no encuentro por que, súbitamente llegaste y me mandaste a volar. ¿Algo hice que te molestó? ¿Acaso mi forma de hablar te indignó?
─No, bien sabes que al principio me molestaba pero ya no. Mira, no quisiera profundizar en explicaciones. Solo te diré que soy una mujer casada y pienso seguir así. Cualquier cosa que haga peligrar mi matrimonio tengo que darle de inmediato solución. Y si, ya no quería verte. Pero, me gustas mucho Pedro y he de reconocer que no puedo satisfacer mi apetito sexual con nadie más.
─Ya sabía putita, que después de que probaras mi verga nadie te gustaría más que yo. Pinche puta caliente. Aunque de seguro has andado dando las nalgas por ahí, se te nota lo puta que eres, cochina.
─Si mi amor, quiero que me folles ahora ─Me puse de pié, me dirigí hacia él, levanté mis brazos, le rodee el cuello y lo volví a besar. Como desesperado me empujó hacia la pared y, así de pié, me acarició mis tetas y mis nalgas por encima del vestido.
─Puta de mierda no traes brassier, calenturienta ─balbuceó con voz grave.
Me separé...
─No por favor, no me hagas otra vez esto, sigamos ─expresó suplicante.
Sin decir nada lo tomé de su mano y me dirigí a la recámara. Ahí lo empuje femeninamente a la cama. Yo seguí de pié y empecé a moverme lentamente, al compás de una música imaginaria. El se sacó el pene y empezó a masturbarse viéndome ─sigue, sigue putita, estás bien cachonda, mamazota.
Continué con mis movimientos lentos y sensuales, conciente del efecto que producía en Pedro. Me bajé el cierre y poco a poco, lentamente, me bajé la parte superior del vestido dejando mis tetas desnudas expuestas a su lujuriosa mirada. Las recorrí suavemente con mis manos entrecerrando los ojos y mojando mis labios con mi lengua. Me detenía atrapando mis pezones con mis dedos. ─¿Te gusta lo que ves amor? ─dije coqueta.
─Me fascinan tus pechos, mamacita, los tienes supercachondos. Déjame poner mi verga entre ellos, putita.
─Ahora la regla es no tocar amor, te quiero intensamente excitado antes de que puedas manosearme.
Seguía de pié moviéndome frente a la cama. Dejé caer a mis pies el vestido y solo se dejó oír en la recámara la expresión de Pedro:
─Mamazota!!! Estás super buena, mira nada más, eres una Diosa. Estás que te caes de buena pinche puta y lo sabes cabrona. Por eso me tiene como un pendejo.
Me acerqué lentamente, mi cuerpo cubierto solo con las braguitas azul pálido y las medias de encaje en los muslos, hacían más apetecible mi cuerpo. El ambiente de la habitación estaba impregnado de mi perfume. El sonido que hacían mis pasos acompañaba a la sensualidad de cada estimulo en el lugar. Mis tetas firmes y paraditas, temblaban a cada paso, ofreciendo a Pedro una promesa celestial. Me quité las bragas y se las arrojé a su cara. El las tomó y las acercó a su nariz, oliéndolas con desesperación.
─Qué riquísimo hueles Aria, no me canso de reconocer que tus jugos huelen delicioso, me fascina tocarte para que me dejes penetrado de tu aroma. Me calientas cabrona, eres putísima y eso también me hace temblar de fiebre.
Me acerqué como gata, le desabroché el cinturón y le ayudé a bajarse sus pantalones. Abrí su camisa y pasé mis dedos juguetonamente entre el pelambre de su pecho. Acerqué mis labios, notando un leve y profundo ronquido de placer ─uggggggggmmmmmm, rico
Bajé y bajé, mis labios tocaban cada parte de su pecho y su vientre. Mientras lo hacía, Pedro me acariciaba mi cintura y mis nalgas desnudas y cada vez que gemía, sentía como temblaba de excitación.
Me acariciaba mi pelo rubio, cuando llegué a su pene. Lo tomé con mis femeninas manos. Con la izquierda traté de abarcar sus testículos y con la derecha, lo mantuve en el ángulo ideal para ser atrapado con mi boca. Abrí mis labios y le chupe la cabeza, poniendo mi lengua en la parte posterior, en el área del frenillo. Le pase la lengua de arriba y abajo sin dejar de chupárselo ─sluuupppp, sluuupppp ─me encanta tu verga, amor ─le dije gimiendo de placer.
Dejé por un momento de chupárselo y lo empecé a recorrer de arriba abajo con mi lengua, que con avidez recorría cada milímetro de su fabulosa polla. Él me acariciaba mi pelo metiéndome sus dedos entre mi cabello, temblando de excitación
─Aughmmmmmmmmmmm, ahhhhhhhhhhhhhh, mmmmmmmmmmm ─ no dejaba de gemir al sentir la enorme caricia que le regalaba.
Muy pronto sentí las primeras secreciones. Retiré mi boca y sus líquidos espesos y deliciosos se quedaron pegados a mi lengua y labios, haciendo como un puente de líquido entre la cabeza de su pene y mi boca. La visión era por demás excitante. "Y yo que debo ser una esposa recatada y decente que no tiene el permiso de su marido para andar de puta" ─pensé, tratando de hacer desaparecer de inmediato el sentimiento de culpa que me empezó a invadir.
Se la seguí mamando ─shhllluuuppp ─Cada vez me sentía más excitada, Pedro me agarraba las nalgas y me acariciaba el ano con su dedo medio. Esa sensación es exquisitamente erótica. Sentí que gemía y su respiración se hizo rápida y superficial.
─Putisima estás haciendo que me corra en tu boca. Te voy a llenar de leche pinche puta de mierda. Cualquiera te coge puta cabrona me voy a vaciar en tu boca inundándote toda.
─agmmmmmmffffffff, mmmmmmmmmm, ─ se la seguía mamando con vehemencia.
En un momento sentí que las venas de su polla se le hinchaban increíblemente y que se hacía más y más gruesa y dura y me preparé para gozar de esa terrible corrida. Sentí la explosión en el interior de mi boca, el sabor exquisito de su leche caliente y espesa, me llenó de placer.
─No paresssss Aria, no paaaaaaaaaaares por favor, mássssssssss, Ahugggggggmmmmmmmmm, ahhhhhhhhhhhhhhh, mássssssssssssssssssssssss, gggggggggggggg ─no dejaba de gemir gravemente con la sensación.
Sin dejar de correrse, me la sacó de la boca y me llenó mi párpado derecho y mis mejillas con restos de su leche caliente. Yo no me contuve un momento dejando que los líquidos recorrieran mi cara, hermosamente arreglada. Con mis dedos delgados, finos y delicadamente tersos, femeninos, tomé el semen de mi cara y lo puse en mi boca, entreabriendo mis labios con erotismo y pasión. Después, me volví a meter el falo a mi boca. Se la chupé, deliciosamente, con la intención de limpiársela por completo. No recordaba un orgasmo tan espectacular con una mamada.
─Estás cabrona, nunca me habían calentado como tu, eres una puta. No me he llenado de ti. Ahora te voy a coger por todos los agujeros puta marrana. Estás buenísima mamazota.
Me acostó. Abrí las piernas y sin contemplación y me empezó a dar la mamada más rica que haya sentido en mucho tiempo. Sus labios atraparon mi clítoris, el cual ya estaba dilatado por la excitación. Mis jugos vaginales, hacían brillar los labios de mi sexo y las paredes internas de mis muslos. El vello de mi pubis estaba empapado. Seguía como poseído diciéndome lo mucho que le gustaba el aroma de mi líquido vaginal. Me chupaba de arriba abajo mis labios internos y no podía dejar de gritar con la sensación de placer. En un momento, cuando todo mi cuerpo temblaba y mis caderas subían y bajaban ─ahhhh, ahhh, ahhhh, ahhh. ─Su lengua empezó a penetrar en mi vagina y en ese momento empecé a experimentar una serie de orgasmos que junto con una deliciosa sensación me hicieron temblar sin control. Parecía que se rompían mil burbujas de placer dentro de mi y empecé a sentir como si me orinara en la boca de Pedro. ─le agarré la cabeza y se la apreté contra mi sexo desesperadamente ─mámame, chúpameeeee todo, mi amorrrrrrrrr, me vengooooooooo ─mis orgasmos se multiplicaban y yo sentía cada vez más placer. Estaba profusamente mojada como si me hubiera orinado.
Sentí llegar el orgasmo mayor, el clímax esperado ─Ahgggggggmmmmmm, siiiiiiiiiiiiiiiii, mi amoooooooooooooooor, ricooooooooooo, ahyyyyyyyyyyyyyyyy, mmmmmmmm, ahggggggggggggggggggggggggggggggmmmmmmmmmmm, shhhhlppppppppppp, Métemelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, por favorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, quiero sentirla adentroooooooooo, mmmmmmmmmmmm ─curvaba mi cuerpo con desesperación, sin poder controlar una serie de espasmos que experimentaba y que me hacían fundirme en los brazos de Pedro, quién firme y amorosamente me abrazaba, poniendo sus manos en mis nalgas y cintura.
Disfruté un largo momento ese extraordinario orgasmo. Sin embargo, al cabo de esos instantes, sentí que necesitaba más. Quería más. Necesitaba su pene dentro de mi,,, ─métemela ─le supliqué, mordiéndole el lóbulo de su oreja.
El se colocó sobre mi y yo le ofrecí mi sexo húmedo que ansiaba ser penetrado. Abrí más mis piernas y las coloqué rodeando su espalda. Le ofrecía mis piernas abiertas, mi sexo, mi feminidad total. El me levantó me tomó de mis nalgas y sentí como su pene, impresionantemente erecto, recorría mi conducto vaginal. Hasta adentro,
─papasitooooooooo, ricoooooooo ─sentí que cada parte de mi vagina apretaba como un guante ese tremendo falo. Yo había aprendido hace tiempo a apretar y soltar con mi vagina las vergas, dándoles una caricia extra, que hacía enloquecer a cualquier hombre.
─Aria, putita, qué ricuraaaaaaaaaaa ─lo sentía temblar mientras yo seguía apretando su pene atrapado en mi vagina húmeda.
─Si , amor mío, cógeme rico.
En ese momento, escuché el timbre de mi teléfono móvil. "Madre mía!!! Ha de ser Enrique, quien me anda buscando". Decidí no contestar, sin embargo, la insistencia me hizo cambiar de opinión. Así, sintiendo el pene de Pedro entrar y salir, alargué mi mano y tomé el aparato.
─¿Siiiiiiiii? Ahummmmmmmm ─gemí. ─¿Qué quieres?
─Aria.... soy yo. ¿Pero qué haces? ¿Por qué te vez oyes tan agitada? ─me increpó Enrique.
Pedro, hizo se movió para sacarme la verga, sin embargo, apreté mi vagina, le rodee con mis piernas su espalda y le dije suavemente....
─No me la saques por favor... sigue. ─Enrique alcanzó a oír mi susurro y me increpó
─¿Qué haces Aria? ¿con quién estás?
─No seas celosito amoooor, estoy con Paty y Adrianita, ─ahhhhhhhmmmmm, no pude evitar la expresión cuando sentí la caricia de Pedro en mis nalgas recorriendo con sus dedos los alrededores de mi ano.
─Estamos horneando un rollo de carne para la cena con las amigas ─mmmmmmm, ricoooooo ─ no podía acallar mi gemido cuando sentí el dedo de Pedro penetrarme por el culo. Me estaba cogiendo riquísimo.
─¿qué está rico, Aria? ¿por favor, dime, te estás portando mal? ─me preguntaba
─No mi amor ¿cómo crees? Estoy haciendoooo esfuerzo para levantaaaaar
─mmmmmmmmmmmmm ─ este platón y le digo a las chicas que aún no saquen el rollo de carne. Por cierto está quedando riquísimoooooooooo ─mmmmmmmmmmm, augmmmmmmmmm ─expresé sin pudor.
En ese momento, no pude más y sentí que otro orgasmo llegaría inminentemente. Empecé a temblar, abrí más las piernas para sentir dentro todo el pene y embestí con más fuerza pegando mis tetas desnudas y mi vientre a la verga de Pedro.
Seguí al teléfono. Pero, me empezaba a oír un tanto incoherente.
─qué ricooooo!!!, másssssssss, másssssssss. Muévete... Inúndameeeeee, mmmmmmmm
─¿Qué dices Aria? Pero que.... ¿qué haces? ─escuché a lo lejos la voz de Enrique, mientras me venía en un orgasmo delicioso.
Esperé un momento, en el que me fue imposible hablar... ─Aria respóndeme por favor!!!, decía con insistencia mientras yo disfrutaba de la sensación con el pene adentro.
─Si amoooorrrr, es que estamossssss, bañandoooooo este rollo de carne para que quede ricooooooo. ─muévete amooorrrrr ─ como te decía papitooooooo, eresssssss un amooooooorrrrrrrrrr. Quiero darte un besooooooo.
─Ah vaya, Aria. Gracias por decirme eso... te esperaré para besarte querida. ¿A qué hora vienes?
─Proooooonto querido muy proooooonto, quiero un beeeso. ─susurré
─claro Aria, recíbelo ahora mismo
─Lo recibiiré amoor, no te quepa duuda ─le dije ya un poco más recuperada del orgasmo.
Colgué la comunicación y me dirigía a Pedro.
─Es ti a quien quiero besar, Pedro. Tu si que eres un amor y me quiero venir mucho más durante esta noche. Me encanta darte las nalgas... mmmmmmmmm. ─Al decir esto, me giré y le ofrecí el espectáculo de mis nalgas riquísimas, entregándoselas para que me las acariciara con su pene. Las tomó con ambas manos y me puso su polla entre mis nalgas, acariciando con insistencia el anillo de mi culo.
Seguimos con las caricias, y después de lograr una sorprendente recuperación. Le supliqué que me la metiera por el ano ─métemela por atrás querido, me urge sentir que me rompes la cola papasito.
─Si puta de mierda... eres una cabrona... mira que estar hablando con tu marido mientras te estoy follando... verdaderamente eres una puta descarada, mamazota... estás buenísima, pinche vieja.
Me penetró por el ano. La sensación al principio fue dolorosa. Sin embargo, cerré los ojos, apreté la boca y decidí disfrutar de la deliciosa cogida anal. Mientras me penetraba, me daba leves nalgaditas y me agarraba las tetas, que caían libres, ansiando ser agarradas. Yo seguí en la posición de perrito, dejando que me follara con pasión y energía.
Mis cabellos caían ocultando mi cara, pero mis gritos de placer no los reprimía, a pesar de que los vecinos pudiesen estar atentos a los sucesos en la recámara de mi amante.
Después de varios orgasmos, quedamos rendidos. Yo me sentía llena de jugos e impregnada con el olor de Pedro. Me levanté y así, totalmente desnuda, recorrí la habitación sin pudor alguno. Observando cada detalle, me di cuenta que Pedro, estaba embelesado viendo cada uno de mis movimientos
─Estás hermosa Aria, me fascinas. Mataría por ti. Y lo sabes... dijo muy serio.
No hice caso al comentario... y le dije ─tengo hambre, ¿podemos cenar ahora?
Nos dirigimos a la cocina, yo hice el ademán de vestirme, pero me pidió que siguiera desnuda, que me quería grabar en su mente. Accedí y pasamos a la cocina.
Al terminar de cenar, sin ducharme, me volví a vestir. Pedro quiso que le reglara mis bragas. Accedí, metí mis medias a la bolsa de mano, me puse el minúsculo vestido y arreglé lo mejor que pude mi cara y el pelo.
─Hasta la próxima querido ─Le dije coqueta, acariciándole su mejilla con mi delicada mano y dejándole un breve beso en sus labios. ─Gracias por hacerme sentir tan rico.
─Regresa pronto querida. Sigues estando buenísima, putita. ─Me dijo sin recato.
─Ciao, le quiñé un ojo y me dirigí, lenta y sensualmente, a la puerta de salida. El se quedó así, de pié, sin hablar, observando petrificado mis movimientos al despedirme.
Recuerden que me encanta recibir sus comentarios, ariasen@hotmail.com