Mi recién estrenada mujer...¡qué puta es! (2)

Tras ser fuertemente humillado por su nueva esposa decido vengarme a mi manera...

Hola soy Martín de nuevo y vuelvo a escribir para contaros como continuaba la historia anterior. Esa en la que fui fuertemente humillado viendo a mi mujer follando con un macarra mientras me hacía a mi sentir cupable. Si no habéis leído la primera parte, os aconsejo que lo hagáis antes de seguir leyendo esta historia, y si la habéis leído hace varios días ya, que la releáis para repasar y centraros de nuevo en mi situación:

http://www.todorelatos.com/relato/69304/

Todavía no me explicaba mi situación. Cómo podía estar consintiendo que mi mujer se acotase con su ex novio y yo no hiciese nada por impedirlo. Lo normal sería cortar con la situación pero eran tantos los años que había vivido junto a ella... no me imaginaba tener que empezar una vida nueva, separando todas nuestras cosas, dando explicaciones a unos y a otros, y además el bochorno de ser un cornudo... Era más fácil dejarlo estar, además, quizá mereciese lo que me estaba pasando por haberme yo portado mal primero. Quizá era el castigo que merecía, pero eso no hacía que me sintiera mejor.

Después de muchos días pensando, de dar muchas vueltas a las cosas, decidí como debería actuar a partir de ahora. Sería capaz de aguantar que mi esposa se siguiera follando a su chulo hijo de puta, rezando para que tuviera cabeza y no se dejase preñar (sería el golpe definitivo para mi moral... el era un tipo muy racial, con rasgos muy marcados y seguramente con unos genes muy fuertes que harían que todo el mundo se diera cuenta cuando naciera el bebé que alguien, que no era yo, había preñado a mi mujer... ufff, que vergüenza...). A cambio me daría la licencia para intentar hacer cosas que antes me prohibía por respeto a mi pareja y a mi matrimonio.

Como comentaba anteriormente, a pesar de mis relaciones matrimoniales, me gustaba masturbarme cada cierto tiempo. Como muchas veces le expliqué a mi mujer eso no significaba que no me sintiese satisfecho sexualmente, si no que era una parte de mi sexualidad que no sustituía ni competía con el sexo de pareja. Simplemente lo completaba y era una manera de liberar tensiones. Le comentaba a veces entre bromas que debería verlo como un alivio, ya que si me masturbaba no andaría tan salido y la dejaría a ella descansar más a menudo (que confundido estaba pensando que a ella no le gustaba follar muy a menudo... no le gustaba follar a menudo ¡conmigo!...). Siempre utilicé a personas de mi entorno cercano para imaginarme en mis fantasías: amigas de mi mujer, alguna prima suya, una tía mía del pueblo, una vecina, ... la verdad es que no parece muy adecuado utilizar a estas personas para protagonizar mis fantasías, pero era la mejor manera de conseguir excitarme, ya que como dije, me parece más real una historia erótica protagonizada por alguien cercano, que veo a menudo, que no por una actriz, modelo o persona que solo veo en la tele y que probablemente nunca vea en la realidad... Pensé pues, que la mejor manera de aliviar mi magullada autoestima, era intentando hacer realidad alguna de mis fantasías, cosa que nunca me hubiera atrevido a hacer de no haber sido por el pequeño 'gran empujón' que había recibido por parte de mi mujer...

Mi vecina era mayor que yo. Tenía 34 años y un físico bien normal. Para nada parecía una modelo, sino más bien una mujer digna de su edad de las que se pueden ver a diario por la calle. Su cara no pasaba de atrayente y sus grandes tetas puntiagudas era lo que más resaltaba en su cuerpo. Aunque no estaba entrada en carnes, su cuerpo no era de gimnasio, con lo que ello representa: tetas ligeramente caídas, culo más bien blando y generoso, ...  Desde que por casualidad me la había encontrado un par de veces vestida de andar por casa, sin sujetador, con los pezones apuntando al infinito y los pelos revueltos, cuando había salido a recoger el periódico de la puerta, había pasado a protagonizar alguna de mis masturbaciones. La historia era que iba a pedirle sal a su casa y como no le quedaba tampoco a ella, me recompensaba dejandose follar... si, una cosa muy típica pero que me servía para excitarme.

Mi mujer, Eva, todavía no llegaba del trabajo. Hoy, como otros tantos días últimamente, le tocaba quedarse hasta más tarde. Ya ni ella misma se lo creía y cada vez se molestaba menos en inventarse excusas. Era mi ocasión. Me presenté en casa de mi vecina con la historia bien pensada y, a sabiendas de que su marido no estaría en casa hasta bastante más tarde, me decidí empezar con mi hazaña.

  • Hola Ana. ¿Qué tal?

  • Hola Martín, muy bien, por aquí por casa

Estaba como muchas veces me había imaginado en mis masturbantes historias. Tenía puesta una camiseta suelta de andar por casa y unos pantalones de deporte. Estaba cómoda y por eso no llevaba sujetador. Aunque sus pezones no eran visibles a priori fueron apareciendo poco a poco cuando sintió el frío de la calle. Fueron floreciendo dejando claro que no llevaba sujetador  y cuando llegaron a su punto álgido yo ya había comenzado con mi guión.

  • ¿Has oído las nuevas normativas sobre el comportamiento de los vecinos de la comunidad?

  • No... ¿qué ha pasado?

  • La verdad es que hay bastantes cambios con muchos detalles pero todavía creo que no se han hecho oficiales. Yo me he enterado por uno de los que trabaja en la administración de la finca que es conocido mío... eeehhh... Jose Luis se llama creo... Son varias cosas, ¿puedo pasar y te cuento?

  • Bueno, la verdad es que me pillas sin arreglar ni nada y mi marido ahora no está en casa. Quizá el debiera enterarse...

  • No te preocupes mujer, luego se lo cuentas tú. Y por lo demás no te inquietes, que somos vecinos y ya hay cierta confianza...

No podía dejar de mirar sus abultados pezones y me costaba centrar la mirada fuera de la zona de sus pechos, y mucho menos de seguir con la conversación normalmente. Mi palo empezó a endurecerse y ella se percató enseguia:

  • Creo que voy a pasar a cambiarme un momento... no me parece adecuado recibirte así...

Se dio la vuelta y se dirigió a su dormitorio. El borde de sus bragas se marcaba a través de los pantalones de deporte y el vaivén de su culo hizo que me entraran unas ganas locas de abalanzarme sobre ella. La seguí con mucho sigilo hacia su dormitorio. Había dejado la puerta medio entornada y estaba empezando a ponerse el sujetador cuando abrí la puerta. Al notarme, ella se tapó sus grandes pechos como pudo. Solo alcanzó a taparse la zona de los pezones, dejando el resto de esas maravillas que tenía por tetas al aire.

  • Perdona por asustarte pero, ¿puedo ayudarte?

  • ¡¡No!!, ¡¡Sal de aquí ahora mismo!!

A pesar de su contundente invitación a que saliera de su habitación decidí forzar un poco más la situación. Al fin y al cabo no me sentía culpable de intentar realizar una de mis fantasías después de lo que mi mujer me estaba haciendo y decidí echar el resto. Me acerqué a ella e intenté tocarle las tetas como pude.

  • Si me dejas ayudarte seguro que te va a gustar.

De repente ella me dio un gran bofetón.

  • Mira, no se que has pensado de mi pero soy una mujer decente y fiel a su marido. No sé si de alguna manera has pensado que me estaba insinuando pero  no es así, así que te pido que te vayas ahora mismo de mi casa y que nada de esto vuelva a ocurrir si no quieres que se lo cuente a mi marido y quieras tener problemas.

  • Lo siento Ana. No volverá a ocurrir nunca más y para mi, desde este momento, esto jamás habrá ocurrido. Perdona.

Salí de casa de mi vecina con el rabo entre las piernas y me metí a casa avergonzado. Cuando mi mujer llegó a casa mi autoestima cayó por debajo del límite que nunca pensé que podría estar. Venía con el pelo y la ropa desarreglados e intentando ocultar torpemente un chupetón que el hijo de puta de su ex le había hecho.

  • Hola cariño, ya estoy en casa. La reunión ha ido fenomenal. Vengo muy satisfecha.

Encima se cachondeaba de mi y me restregaba con su sonrisa de fulana satisfecha lo bien que la follaba Roberto. Estaba hundido.

A la mañana siguiente, me levanté descansado. Mi estado depresivo me había hecho caer en un profundo sueño que me reconfortó y me hizo descansar. Mi mente estaba despejada y estaba dispuesto a vivir el día con energía para no venirme abajo. Entonces fue cuando mi mujer me dio el primer mazazo del día.

  • Cariño, otro día más me toca quedarme más tarde en el curro.

  • Si quieres te paso a buscar a la hora que me digas.

  • ¡No, no! No hace falta... ya... vengo yo si eso... así aprovechas tu a hacer tus cosas. Mira, por ejemplo puedes ir a casa de mis padres a traerte el edredón que nos han recogido de la tintorería...

  • Bueno, esta bien, cuando salga del trabajo me paso por allí.

Otra vez comencé a dar vueltas a la cabeza y a pensar que debía hacer algo para levantar mi ánimo. Así decidí que debía seguir intentando realizar alguna de mis fantasías sexuales. La verdad que la experiencia del día anterior con mi vecina no fue nada satisfactoria y pensé que a pesar de esto tendría que seguir intentándolo. La verdad es que había sido un poco torpe a la hora de intentar seducir a mi vecina y mis ganas por hacer realidad mi fantasía unido a la falta de práctica para la seducción habían hecho que mi aventura estuviese avocada al fracaso desde un principio. De los errores se aprende y decidí que debería seguir practicando.

Cuando salí del trabajo me dirigí a casa de mis suegros. Eran una familia conservadora y nunca les gustó que un chico de barrio de las afueras se acabara casando con su hija. A pesar de que nuestra relación era cordial no acababan de acogerme como yerno. Mi suegro era un poco arrogante y nunca le caí bien puesto que en su opinión, su hija merecía algo mejor que yo. Decía que era un poco parado y que no tenía demasiada sangre en el cuerpo por lo que siempre me miraba por encima del hombro, como si fuera de una categoría inferior a la de su querida hija. Mi suegra, era un poco más considerada pero no por ello menos clasista. Aunque tenía la misma opinión sobre mi, se esforzaba porque no se le notase, intentando ser lo más cordial que su ego le permitía. Probablemente esta actitud servicial viniese dada por su condición de esposa sumisa al conservadurismo de su pareja. Él era un machista de los de pro, y ella debía ser siempre servicial para con los hombres, a pesar de que como en mi caso, no fuera de su agrado.

Cuando llegué a casa de mis suegros toqué el timbre.

  • Hola Martín, ¿qué tal? Me avisó Eva de que vendrías a buscar el edredón del tinte. Pero... pasa, pasa... no que quedes en la puerta.

Pasé al vestíbulo de su casa y me aproximé a mi suegra, Pilar, para darle dos besos en la cara a modo de saludo. Mi suegra era una mujer muy normal para su edad. Ella tenía 56 años y en su estilo de vida no estaba presente el cuidado extremo de su cuerpo. No iba al gimnasio aunque si se preocupaba de no coger peso. Mediría 1'64 o 1'65 y para su edad no estaba demasiado gorda aunque las arrugas hacían mella en gran parte de su cuerpo. Los grandes pechos de Eva eran un fiel reflejo de lo que habían sido lo pechos de mi suegra. En alguna foto suya que pude ver de cuando era joven, comprobé que la principal arma de mi suegra eran sus grandes tetas, que parecían obuses a punto de estallar. Pero la edad no perdona y ahora, esos grandes pechos se habían descolgado. En algunas ocasiones en las que Pilar se ponía cómoda se quitaba el sujetador y sus grandes obuses quedaban colgando hasta casi su ombligo. Sus grandes tetas iban acompañadas de un buen culo al que le habían crecido cartucheras típicas de su edad.

Me aproximé a ella para darle los dos besos del saludo y me agache. La verdad es que no sé como pasó pero tras el primer beso en la mejilla pasamos nuestras bocas demasiado cerca la una de la otra. Pude sentir su aliento perfectamente en mis labios y seguro que ella sintió también el mío. El segundo beso se lo dí prácticamente en la boca. En la comisura de los labios y tras esta acción nos separamos un poco sorprendidos. Mi suegra enseguida se fue hacia la cocina y a mi un escalofrío me atravesó el cuerpo. De repente se me ocurrió una idea. Podría practicar el arte de la seducción y el tonteo con mi suegra Pilar para ir entrenado a mi siguiente conquista...

Era perfecto. Ella era una mujer conservadora que no se dejaría adular así como así; yo no le caía muy bien y siempre habíamos guardado las distancias... era la situación, la persona y la ocasión perfecta para practicar. Sería una prueba bastante dura y podría intentar abordarla de varias maneras a ver cual era la mejor táctica a seguir con los futuros intentos de seducción a otras candidatas. La verdad es que nunca me había imaginado a mi suegra en ninguna de mis fantasías pero... ¿qué demonios?... ¿por qué no divertirme un rato? Dada la situación todo me daba un poco igual. Peor no podría ir mi matrimonio, y quizá con un poco de suerte podría molestar un poco a mi suegro que era un pedazo de cabrón. Tontearía un poco con mi suegra hasta donde llegase, que no creo que fuese muy lejos, a modo de práctica...

Tras el episodio incómodo del saludo de los besos, Pilar se puso a hacer cosas en la cocina como para quitar hierro al asunto y normalizar la situación.

  • ¿Quieres que te prepare algo de merendar? Seguro que vienes con hambre...

  • Vale, por mi encantado. ¿Aviso a Vicente (mi suegro) para que venga a merendar también?

  • No hijo, Vicente como de costumbre está en el trabajo. Pasa más tiempo allí que en ningún otro sitio. Parece que la empresa es suya y se deja la vida allí.

Perfecto, así tendría vía libre para jugar todo lo que quisiera.

  • Espera Pilar, que te ayudo a prepararlo.

Entré en la cocina y ella estaba de espaldas a mi, calentando la leche y el café en el fuego. Vestía ropa cómoda de andar por casa: un batín fresco de verano que le llegaba por debajo de las rodillas. Era de una tela caída con lo cual dibujaba las curvas de su cuerpo: sus grandes y caída tetas, unos pequeños michelines formando un poco de barriga, su culo ancho con cartucheras, ... No era Claudia Schiffer, pero tenía el morbo de las maduras experimentadas que unido al más que probable rechazo hacia mí, hacía que me empezase a poner cachondo.

Primer asalto:

  • Te queda muy bien esta bata Pilar. La verdad es que te favorece a la cara este color.

  • Muchas gracias, pero dudo mucho que algo le haga bien a mi cara llena de arrugas.

  • Para nada, estás fenomenal. De hecho siempre te echado menos años de los que tienes y hasta que tu hija no me dijo tu edad siempre creí que eras bastantes años más joven y que habías tenido a Eva muy joven...

  • No, tuve a Eva con 28 años, pero muchas gracias por el cumplido.

  • No es ningún cumplido es la verdad. Sabes... algunas veces te miro y la verdad es que tu hija es clavada a ti. De joven seguro que eras un bellezón  que tenía que apartarse a los jóvenes pretendientes...

  • Bueno... la verdad es que si que era bastante atractiva y atraía a muchos hombres, pero todas esas cosas ya son del pasado...

  • Pero, ¿qué dices? Yo ahora mismo te miro y veo a toda una mujer capaz de levantar muchas pasiones. Es más, espero que Eva con tu edad sea la mitad de mujer que tú porque la verdad es que estas realmente bien. Estás preciosa...

  • Anda, no digas tonterías...

Le había gustado la serie de piropos que le había dicho. Era un buen comienzo y empezaba a comprender que para llegar a algo con una mujer debería ser más halagador y sutil y no ser ansioso. Ella me dio la espalda se y se puso a mirar de nuevo el cazo que calentaba la leche. Encima suyo estaba el armario donde guardaba las tazas de leche. Vi una buena ocasión para acercarme un poco a ella.

  • Voy a coger las tazas.

Me pegué a ella y abrí el armario que estaba encima de su cabeza para sacar las tazas. Ella quedó atrapada con mi cuerpo y no pudo liberarse de la leve presión que con mis caderas ejercía sobre ella. Se quedó quieta delante del cazo esperando a que yo acabara de coger las tazas para el café. Con las excusa de no alcanzar bien las tazas pegué más bruscamente mi cuerpo al suyo. Bajé la primera taza a la encimera y con el movimiento descendiente froté mi paquete por toda su espalda y principio del generoso culo. Después me alcé de nuevo sobre las puntillas de mis pies para alcanzar la segunda taza. Esta vez, para ayudarme a alcanzarla, apoyé mi mano sobre su hombro. Estaba teniendo contacto físico con mi suegra. Eso pasaba rara vez y solo se limitaban a los besos de saludo y de despedida cuando nos veíamos. Me regocijé un rato más largo para coger la segunda taza, pegando mi paquete al cuerpo de mi suegra. Ella permanecía inmóvil durante los segundos que alargué la acción, no sé si porque le estaba gustando o más bien porque intententaba normalizar una situación incómoda de la que no podía escapar. Imaginé que una mujer conservadora que se debe a su marido no estaría muy cómoda con este tipo de acciones por lo que de momento y ante el miedo de que otra vez acabara el juego antes de lo debido me aparté. Cogí las tazas y las llevé a la sala de estar donde íbamos a merendar.

Cuando volví a la cocina ella estaba frente a la pila de cacharros y me pidió que cogiera el azúcar, que, curiosamente, estaba en el armario que se encontraba justo encima de su cabeza. Comprendí que la acción anterior no había incomodado a mi suegra y que según parecía quería otra ración de contacto físico. Al acercarme a coger el azúcar hacia su posición ella no se movió, esperando que juntara mi cuerpo contra el suyo como antes. Esto me envalentonó y no dudé ni un instante en pegar mi paquete que ya empezaba a estar abultado contra su cuerpo. Apoyé una mano en su hombro y me alcé de puntillas para alcanzar el azúcar. Al bajar el azúcar restregué de nuevo mi paquete por toda su espalda. Esta vez no paré en el comienzo de su culito, sino que seguí mi frotamiento por toda la raja de su trasero. Pude notar perfectamente como ella hacía ademán de ponerlo en pompa para que el contacto fuera más profundo y no desaproveché la ocasión para refrotarme contra ella. Yo también ayudaba a la presión haciendo fuerza con la mano que tenía apoyada en su hombro hacía mi. La presión era exagerada y no dejaba lugar a dudas de que era de todo menos fortuito.

La verdad es que me resultó chocante ya que nunca me imaginé que podía haber llegado tan lejos en mis tonteos con mi suegra y más viniendo de una mujer tan recatada como ella. Dejé el azúcar sobre la encimera y con la mano que me quedó libre empecé a acariciarla el hombro. Aunque me moría de ganas  por cogerle una de sus grandes ubres decidí que sería mejor ir despacio para no forzar la situación. Ella pareció acoger mis caricias con gusto ya que ni se movía ni hablaba. Únicamente se limitaba a emitir ruidos de aceptación:

  • Uissss...mmmm... me gusta. Que relax...

Estaba consiguiendo lo que nunca había pensado: Seducir a mi distante y altiva suegra poco a poco. No me había planteado llegar tan lejos en el flirteo, pero a estas alturas no rechazaría cualquier cosa que pudiera pasar. Quizá ella solo quisiera un masaje o un poco de relax, pero yo estaba decidido a llegar hasta donde pudiera y, si finalmente tuviera que forzar un poco pues... lo haría. Al fin y al cabo era una buena manera de contrarrestar los golpes que mi mujer y su amante de daban de continuo: seduciendo a mi suegra...

Las caricias de mi mano pronto se tornaron en pequeños besos por su cuello y hombros. Su piel olía muy bien, a recién duchada, y su piel era suve a pesar de las arrugas de la edad. Ella parecía aceptar cada uno de los pasos que iba dando y apoyó los brazos en el fregadero y bajó su cabeza para dejarme más piel de su cuello a la vista. Los besitos se conviertieron en besos más húmedos y contundentes e incluso los primeros chupetones comenzaron a aparecer. Casi por reflejo, comencé a bajar mis manos acariciando sus brazos. Repartí mis caricias entre la parte externa e interna de sus extremidades superiores para pasar depués a acariciar sus costados. En un ejercicio de habilidad por mi parte conseguí desabrocharle el sujetador por encima de la bata. Sus grandes obuses se liberaron bruscamente hasta llegar a quedar casi completamente colganderos. Ella seguía con el sujetador semi-suelto agarrado a los brazos lo que evitó que sus tetas quedaran colgando como los péndulos de los grandes relojes. Ella se extremeció al notar mis manos bajando de nuevo por sus costados, pero tras ese primer respingo su cuerpo volvió a relajarse en estado de aceptación. Cuando alcancé la cintura hice un movimiento ascendente de nuevo y agarré sus grandes ubres, una con cada mano masajeándoselas y acariciándoselas firmemente. Ella se dejaba hacer. Conseguí algo inimaginable, acariciar las tetas a mi suegra. Estaba realmente cachondo pensando como una mujer tan formal se estaba dejando sobar las tetas por un  chico de clase baja como yo. Empezaba a tener unas ganas locas de ensartar a esa altiva mujer en mi polla y máxime cuando era la madre de mi mujer. La situación era morbo puro y si de mi instinto animal hubiera dependido la hubiera degarrado las bragas y lee hubiera metido mi barra de carne hasta que se desmayara, pero... probablemente ella solo quisiera pasar un rato agradable y de reláx. Por eso seguí poco a poco. Llevé una de mis manos hacia su escote, y la metí por dentro de la bata. Volvía a agarrar y acariciar el pecho que había soltado y comencé a aumentar la presión de mi paquete contra su cuerpo. Como ella era bastante más bajita que yo tenía que agacharme para que mi polla quedara a la altura de la rajita de su culo, pero la postura un tanto incómoda no evitaba que yo dejara de frotarme. Aumenté la intensidad de mis besos y finalmente los llevé hasta su cara, entonces en un acto que me sorprendió, mi suegra giró la cabeza y comenzó a besarme en la boca. Nuestras lenguas comenzaron a mezclarse. Podía sentir el delicioso sabor de su saliva y el sueve tacto de su lengua  contra mis labios. Daba unos besos bastante húmedos y nunca imaginé que mi recatada suegra podría comerme la boca de esa manera.

No podía más. Mi estado de excitación había crecido considerablemente y quería follarme como fuera a mi suegra. Mi objetivo había cambiado de tontear un poco con Pilar a intentar follármela lo más brutalmente que pudiese. Era una venganza ideal para hacer a la zorra de mi esposa. Follarme a su madre, una señora recatada y protocolaria que siempre había sido un ejemplo de saber estar y dedicación. No sé si algún día se lo diría, pero estaba demostrando a mi mujer que su modelo de persona, mi suegra, no era más que otra sucia puta que perdía los papeles por un buen pollazo.

Con una mano acariciando la suave piel de su pecho y con mi lengua ocupada en lamer la boca de mi suegra, comencé con mi siguiente reto: el chochete. Bajé la otra mano y empecé a acariciar sus piernas. A medida que subía las manos la bata iba subiendo. A ella no parecío gustarle mucho este movimiento así que cuando intenté subir por la cara interior de sus muslos apretó las piernas para cortarme el camino hacia su preciado tesoro. Parece ser que su sentimiento de mujer recatada comenzaba a aflorar y de repente se había vuelto más estrecha de lo que la línea de seducción que habíamos llevado hasta este momento demostraba.

  • Eso no sé si debería...

  • Tranquila Pilar, si es solo parte del masaje para que te relajes...

Cambié la estrategia y le empecé a acariciar por la parte trasera de sus muslos hasta culminar en su grandioso culo. Tenía un poco de celulitis lo cual me permitió agarrar con más afán sus cachas del culo. Diossssss, me encantaba coger esa carnaza y estrujarla. Poco a poco iba apartando la goma de sus bragas y antes de darme cuenta me encontraba acariciando la rajita de su culo. Ésto hizo que se fuera relajando y la tensión que mantenía sus piernas apretadas se fue soltando poco a poco. Mis caricias por su raja del culo fueron haciéndose cada vez más profundas hasta el punto de que empecé a palpar con la yema de mis dedos su palpitante agujero del culo. La flojera de piernas comenzó a apoderarse de mi suegra cuando presionaba con mi dedo índice su ojete. Tuve que cogerla practicamente en brazos para que no cayera al suelo. Entonces decidí que había llegado el momento de llevármela a la cama y dar rienda suelta a mi imaginación.

Aparecí delante del dormitorio de mis suegros con Pilar prácticamente en brazos, besándonos y sobándonos cuanto podíamos por el pasillo. La idea de cepillarme a mi suegra en la cama que compartía con su marido hizo que la líbido se me subiera por las nubes. No sabía hasta donde podía llegar con mi suegra pero mi idea era hacerla una puta en su propia cama. Quería que a partir de entonces mi suegra durmiera con mi suegro en la cama en la que me la había follado. Cuando llegamos a los pies de su cama la tumbé con delicadeza. Ella se tumbó bocarriba y yo me tumbé a su lado y seguí comiéndole la boca con pasión. Su condición de mujer recatada le hacía estar completamente quieta y no tomaba la iniciativa en nada. Ella a mi no me tocaba ni forzaba la situación, simplemente se dedicaba a recibir mis magreos y lengüetazos. Comencé entonces a meter de nuevo mi mano entre sus muslos, que esta vez ya no apretaba, y conseguí por fin acceder al preciado tesoro. Empecé introduciendo mi dedo índice por la gomita de sus braguitas. Eran negras con encajes y hacían que la entrepierna de mi suegra fuera más sexy si cabe. Acaricié su vello del coñito haciendo cosquillitas y ella cada vez se relajaba más con mi mano, que ya empezaba a dar verdadero placer a su deseos. Metí el dedo en su rajita del chochete y de inmediato noté surgir el flujo vaginal que delataba su deleite. Sus pezones empezaron a endurecerse bajo la bata emergiendo en forma de dos pequeños monticulos que coronaban su grandes tetas. Quería chupárselos pero no quería distraer por el momento mi dedicación a su chochete. Mi dedo pronto empezó a colarse por su cavidad vaginal y los suspiros de mi suegra comenzaron a hacerse totalmente audibles. La acción de mi mano, masturbando el coño de mi suegra había hecho que la braga se hubiera deplazado hacia un lado y se hubiesen dado un poco de sí. Levanté sus piernas y comencé a quitárselas. Ante mi apareció un gran coño peludito y sonrojado deseoso de ser devorado por mi polla que ya estaba como una roca. Cogí las bragas con la mano y me las acerqué a la nariz. Las olí y quedé embriagado por el rico olor a coño que desprendía mi suegra. Me las guardé en un bosillo del pantalón. Este sería un recuerdo delicioso del día que le hice una paja a mi suegra...

Como un acto automático, mi suegra se quitó de repente ella sola la bata de verano y el sujetador que tenía desabrochado. Se volvió a tumbar bocarriba, momento en el cual sus grandes tetas cayeron desparramadas hacia los lados.  Ella estaba esperando que yo comenzara con la faena y por eso entreabrió las piernas. No quería darle el premio tan pronto así que primero me puse a su altura, cara con cara, y comencé a comerle la boca con pasión. Follar es follar y como tal es un acto más primitivo, pero el hecho de que mi suegra estuviera dandome algo tan personal como un beso me demostraba que probablemente quizá ella quisiese algo más que un polvo de un día. ¿Querría quizá que me pasara a hacerla este tipo de visitas de vez en cuando?

Rápidamente bajé a comerle las tetas. Las devoraba con pasión y no me dejé ni un solo rincón por lamer. Primero succioné y masajeé sus abultados pezones. Tenía una aureola marcada y abultada que resaltaba por encima del pecho. Solo su gran pezón rugoso era capaz de coronar estas aureolas. A continuación recorrí el contorno de sus tetas para acabar pasando mi lengua por los pliegues que se le hacían por debajo de las mismas. Era una zona más húmeda pero para nada desagradable. Lamí todo el contorno desde el centro de su pecho hasta acabar en sus axilas donde me regocijé un buen rato. Me encantaba lamer las zonas íntimas (pliegues de las tetas y axilas) porque me daba mucho morbo. Son zonas que son muy personales que en muy contados casos dejaría que nadie las lamiera. Por eso me sentía privilegiado. Realmente mi suegra no tenía un calentón sino que deseaba que me la follara de arriba abajo y por eso me dejaba explorar todo su cuerpo. Lo tenía completamente entregado a mi sin reservas.

Ahora sí quería hacerle su esperado regalo y por eso fui recorriendo con mi lengua hacía abajo todo el camino que separaba sus tetas de su peludito pubis. Lamí sus blancos y pequeños michelines, pasando por su ombligo, bajovientre hasta llegar al principio de sus pelos del chochete. Todo este recorrido con mi lengua hizo que ella se estremeciera y su piel ahora se había erizado. Decidí hacerla sufrir un poco más y rodeé con mi lengua su pubis. Lamía la cara interior de sus muslos pero siempre sin llegar a tocar su sonrojado chochete que pedía ser devorado. Se notaba que estaba deseando que le diera su regalo pero quería oír de su boca que le comiera el coño, asíque para hacerla sufrir un poco más tras lamerle las ingles le soplé por toda su rajita.

  • ¡¡Por favor empieza ya!!- Decía entre susurros y suspiros...

  • ¿Qué quieres que haga?

  • ¡¡Que me comas el coño por Dios!!

Nunca había oído hablar mal a mi esposa y, oírla pidiéndome que le comiera el coño y encima blasfemando, me lanzó con ansia a comérselo. Pasé mi lengua por toda su rajita chupando sus labios vaginales completamente. Su piel se erizaba más si cabía y sus pezones parecía que estaban a punto de estallar. Quería matarla del gusto así que introduje con fuerza mi lengua en todo el coño. Con esta acción arranqué un pequeño gemido de mi suegra que pedía más y más cuando volvía a lamerle labios del chochete.

  • Follame con tu lengua que no puedo esperar más.

Los lamentones de coño se convirtieron entonces en penetraciones en toda regla. Tal y como me había pedido me la estaba follando con la lengua. Sus flujos vaginales empapaban ya toda mi cara y su sabor especial hacían que mi verga estuviera a punto de reventar.

Para hacer más creativa mi comida de coño varié el movimiento. Ahora introducía mi lengua en su coño lo más profundo posible y después la arrastraba hacia arriba hasta llegar a su clítoris donde me entretenía unos segundos hasta que conseguía sacar un gemidito a Pilar. Tras repetir este proceso varias veces, mi suegra comenzó a ponerse cochinota.

  • ¡¡Lámeme el culo también por favor que me quiero correr del gusto!!

Yo nunca había comido el culo a nadie pero la idea de chupar una zona tan íntima como era su ojete me hizo que no dudara ni un instante así que levanté sus piernas todo lo que pude para dejar su culo a la vista y metí mi lengua hasta lo más profundo de su agujerito trasero. Constaté que mi suegra era una mujer muy limpia y aseada y en ningún momento me dio ningún olor fuerte ni me dio asco alguno. Al contrario, lamía su agujero del culo como si fuera un helado de fresa.

Mi suegra estaba que no podía más y su agujero del culo lo delataba. Palpitaba rápidamente y con violencia. Parecía que comerle el culo le llevaba a los placeres más profundos de su ser y despertaba sus instintos más cerdos. La verdad es que nunca me pude imaginar que mi recatada suegra pudiera tener estos instintos tan sucios.

Realicé de nuevo una variante y empecé a lamerle desde el culo hasta el clítoris como si del lengüetazo de una vaca se tratara. Esto la hizo correrse por fin y mientras yo seguia lamiendo, sus piernas comenzaron a dar espasmos al igual que su pubis. Me lleno la cara y parte del pelo de su corrida, ya que con las convulsiones me retregó el coño por toda la cara.

Tras una larga corrida mi suegra cayó exhausta en la cama, intentando recuperar el aliento. Su respiración volvía a su estado normal y su anterior estado extremadamente tenso por el orgasmo se tornaba ahora relajado y blando de nuevo. Sus tetas caídas por debajo de las axilas eran blandas de nuevo.

  • Pilar, ahora quiero follarte y metértela hasta las entrañas...

Ella ya había satisfecho sus ganas de follar y estaba muy relajada,... como drogada. Casi no podía ni articular palabra y el sueño empezaba a apoderarse de ella. El gran orgasmo la había dejado KO. Entre susurros me dijo:

  • Es que no sé si deberíamos hacerlo. La penetración es una cosa muy seria y bueno... yo soy tu suegra... no estaría bonito que me hicieras eso... y si se entera mi hija no creo qu le gustara...

Con la relajación que tenía, Pilar cayó en un sueño absoluto y profundo...

Me quedé pasmado. ¡Será puta! O sea, que primero me pide que me la folle el culo con la lengua y ahora se vuelve recatada... Y para colmo me dice que si se entera su hija... como que si Eva se enterara de que la había comido el coño a su madre le iba a gustar... no te jode. De tal palo tal astilla. Si la hija es una puta cerda egoísta es porque ha salido a la madre...

Me quedé con cara de gilipollas, pero esta vez decidí no serlo. Me desnudé completamente y me tumbé de nuevo en la cama. Mi suegra seguia desnuda y dormida así que decidí que haría lo que me diera la gana. Empecé a frotar mi polla por todo su cuerpo. Le pasé mi cipote por el pelo, por la cara y bajé por todo su cuerpo. Imagino que ella notaría lo que estaba haciendo pero mientras no intentara ninguna cosa rara ella se dejaba hacer. Seguí por sus tetas, por su barriga y michelines y finalmente  llegué al coño. Separé sus piernas y coloqué entonces mi herramienta que ya estaba dura en la entrada de su coño. Sí o sí me la iba a follar allí y ahora. Cuando ella notó que yo me preparaba para metérsela hizo intención de quitarse pero rápidamente sujete sus brazos e hice fuerza. Introduje mi falo de carne de un solo golpe hasta lo más profundo de su coño y comencé a follármela sin miramientos mientras ella se intentaba revolver con cada vez menos convicción. No sabía si ella se estaba resignando a que me la follara o que  le empezaba a gustar pero de repente ella aceptó mi polla hasta el punto de abrazarme con sus piernas y restregar su pubis contra mi. Sus flujos aparecieron de nuevo lo que me hizo comprender que le estaba gustando y que verdaderamente si quería que me la follara. No sabía exactamente porque se hizo de rogar pero finalmente yo estaba consiguiendo mi objetivo: follarme a mi suegra.

Sus gemidos se mezclaban con mis bramidos y el mete-saca cogió un ritmo endiablado y constante, como una bomba para sacar petróleo de la tierra.

  • Antes de correrte salte de mi, que no quiero que te corras dentro, esta feo...

  • Intentaré acordarme...

Mentira. Pensaba correrme dentro de ella como un animal en celo y rellenarla de mi semen, más sabiendo que mi suegra ya había pasado la menopausia y no había peligro de embarazos...

  • Por favor, prométemelo...

Entre embestida y embestida le contesté como pude...

  • Sí, si... lo que tu digas.

Subí sus piernas en mis hombros para conseguir unas penetraciones más profundas y tras varias fuertes embestidas me vino el amago de orgasmo. Apenas unos segundos después, me corrí como animal dentro de su coño. Llené todo su agujero con mi corrida y la embestí hasta que solté el último chorro de semen que quedaba en mis huevos.

Extrañamente ella me dejó correrme dentro suya y cuando acabé tumbado encima de ella no me dijo nada al respecto. Esto me hizo entender que mi suegra es una mujer de palabras pero no de acciones. Diciendo estas cosas se sentía recatada pero la realidad era que le gustaba ser una verdadera ramera. La doble moral...

Permanecí un rato tumbado encima suyo relajado, con mi polla flácida todavía dentro de ella. Esto hacía que el semen almacenado en su chocho no se saliera.

Cuando creí oportuno me levanté y me fui a limpiarme. Mi semen cayó entonces de dentro de su coño y empapó las sábanas. No sé si lo limpiaría pero me gustaba la idea de que esta noche, despues de rezar religiosamente, mis suegros se metieran en la cama envueltos en mi corrida.

Como no vi nada a mano me limpié los restos de flujo y semen de la polla con lo priimero que ví. Cogí el pijama de mi suegra y me esmeré en dejar mi cipote limpio de fluidos. Volví a dejar el pijama en su sitio y ante la atónita mirada de mi suegra le dije:

  • Así te acuerdas de mi esta noche cuando te pongas el pijama y te excitas.

Me vestí, cogí el edredón por el que había ido y me fui.

De camino a casa me encontré raro por lo que acababa de pasar... mis sentimientos estaban encontrados: por una parte estaba eufórico por el polvazo que acababa de echarle a mi suegra, pero por otro me sentía mal, por mi colaboración para que mi matrimonio se fuera por la taza del váter... hasta que llegué a casa. Eva todavía no había llegado a casa y enseguida me imaginé que estaría haciendo: dejandose inseminizar por su ex novio. Esto me hizo pensar que lo que acababa de hacer estaba bien hecho y que por fin sentía algo de alivio en mi vida. Se puede decir que follándome a mi suegra había empatado el partido y que la carrera por ganarlo había comenzado...