Mi querido amante... ¿real?
Llegué al hotel a eso de las diez y aún faltaban dos horas para que mi ciberamante se pudiera dedicar a mí por completo.
Trabajo en una oficina de mala muerte en la cual, por cuatro perras al mes, paso casi todo el día. Mi vida familiar es un desastre. A mis 18 años me quedé embarazada y como era costumbre en esa época, me casé con el padre de mis hijas. Me dejé llevar por los consejos familiares y ahora me veo con 35 años y encerrada en una vida que no es la mía. Estoy segura de ello. He intentado miles de veces que lo nuestro funcione sin conseguir ningún resultado satisfactorio. Tengo el mal de muchas mujeres de hoy. Lo hemos dado todo por la familia, hemos vivido para ellos sacrificando nuestras ilusiones. Lo que en un principio se hace por amor, desinteresadamente, llega un momento en el que se te atribuye como una obligación y entonces es cuando te sientes un despojo.
Hace dos años, una noche de verano, conocí a un hombre en el chat. Era una sala dedicada al sexo, en la que entré buscando un poco de emoción. Considero que la gente que frecuenta estos sitios, en su inmensa mayoría son personas que se encuentran solas o les falta algo en su vida real. Me saludó educadamente y me preguntó acerca de mis fantasías sexuales. Le conté una de ellas y entre los dos le dimos forma. Nunca pensé que me pudiese llegar a excitar tanto como aquella noche. Soy bastante tímida en la vida real, pero aquel día ni yo misma me reconocía. Le hablaba de lo que me gustaría hacerle si estuviera a mi lado, sin sentir vergüenza alguna de mis palabras.
El me describía todo lo que sentía. Sus palabras llenaban aquella maravillosa ventana del Messenger. Me hablaba de como lamería mis pezones, como apretaría mis pechos y como introduciría su lengua en mis partes más íntimas. Yo le respondía diciendo lo mojada que me sentía y que deseaba por encima de todo tener su pene en mis manos poder lamerle entero desde principio a fin para finalmente culminar el acto y sentirle dentro de mí. Decidimos esperarnos para corrernos a la vez, y así lo hicimos. Ese día nos quedamos largas horas hablando de la vida de cada uno. Ya amaneciendo nos despedimos, no sin antes planear una cita para la noche siguiente. Cuando me metí en la cama estuve pensando, como en una noche había podido contar y hacer con un extraño, lo que en tantos años no conseguí con mi marido. Sentía como si le conociera de toda la vida. La confianza que llegamos a coger fue total. Era un medio de desahogo pleno tanto psíquico como físico. Poco a poco fue sustituyendo a mi marido en todo. Vivía para el y me tenía el día entero deseando que llegase el momento de poder "estar" con el en mi pc. La habitación dónde tengo el ordenador era como un santuario para mi. Cada vez que pasaba a limpiarla, me sentía mojada y no podía evitar el tener que masturbarme.
El tampoco era feliz y en múltiples ocasiones me intentó convencer para dejarlo todo y compartir nuestras vidas. Ambos sabíamos que eso era imposible por nuestros hijos y le convencí para que jamás cayésemos en la tentación de tener un encuentro real.¡Qué ironía! No había nada que me pareciese más real que esto. Con el tiempo quedamos en comprarnos una cam para poder vernos. Nunca mostraríamos nuestra cara, solo el cuerpo. Eso mejoró como no imagináis nuestras conversaciones. Los dos nos desnudábamos y tocábamos según las exigencias de cada uno. Teníamos pleno conocimiento el uno del otro, de cómo era nuestro cuerpo. Era muy extraño, pues sin habernos visto la cara jamás sentíamos como si nos conociésemos de toda la vida.
La relación con mi marido empeoró y tuve una crisis de ansiedad. Estuve una semana ingresada en el hospital y cuando por fin me dieron el alta, hablé con mi marido. Le comenté que necesitaba hacer un viaje. Me dijo que arreglaría el tema en el trabajo para poder salir cuanto antes. Le dije que me había malinterpretado, que necesitaba irme sola al menos una semana. No le gustó nada la idea, pero no tuvo más remedio que aceptar.
Esa noche, cuando me conecté en el Messenger, mi amigo me esperaba. Me dijo que estaba como loco. Llevaba una semana sin saber nada de mí y temía que me hubiera pasado algo. Ese era el inconveniente de nuestra relación. No teníamos manera alguna de comunicarnos si algo iba mal. Le conté lo ocurrido y le hablé de mis planes. El por su trabajo, hacía numerosos viajes por toda España y siempre buscaba hoteles donde hubiese servicio de internet para no faltar a nuestras citas. Me habló de uno en un pueblecito del pirineo catalán. Cada habitación tenía un ordenador conectado a la red. Era fantástico porque así podríamos seguir con nuestras maravillosas noches de deseo.
Llegué al hotel a eso de las diez y aún faltaban dos horas para que mi ciberamante se pudiera dedicar a mí por completo. Deshice la maleta, me di una ducha y me dispuse a bajar a cenar. Me sentía liberada y tranquila como hacía tiempo. Me recogí el pelo con una pinza y elegí un vestido marrón que me llegaba hasta la mitad de mis muslos. Tenía algo de escote y quedaba ajustado a mi pecho y cintura. Bajé al restaurante del hotel y me senté en una mesa situada en un rincón. Era un sitio bastante acogedor. Todo era de madera, suelo, techo y paredes y al fondo había una chimenea encendida. La iluminación era tenue y en cada mesa había una vela encendida. El lugar era bonito de verdad. Empecé a pensar en mi amor. El había estado allí. Posiblemente se había sentado en esa mesa y había dormido en la misma cama en la que yo iba a dormir. De repente empecé a sentir una nostalgia increíble. Me arrepentía como nunca de no haberle pedido que me acompañara. Había sido una estúpida pues la ocasión era ideal. Deseaba, cada día más, a ese a la vez anónimo pero íntimo amigo.
Pedí una ensalada que comí sin muchas ganas y después tomé un café bien cargado. Eso me ayudaría a mantenerme despierta para la noche que me esperaba a solas con mi amante virtual. Cuando llegué a la habitación eran las doce en punto y ya había dejado el ordenador encendido antes de bajar. Ahí estaba él esperando, esperando para un día más darme un placer infinito.
Hola, qué tal estás? Has llegado bien? Te gusta el lugar?
Contesté a todas sus preguntas y de repente volvió a invadirme esa sensación
de soledad. Le hablé de ello y le dije que había sido una estúpida, que debería haberme dejado llevar por la corriente y haber consentido en tener un encuentro real tantas veces como me lo había solicitado. Era lo más bonito que tenía y, como siempre, lo estaba sacrificando para bien de los demás. Me tranquilizó con sus palabras y me dijo que le sintiese allí, que su alma estaba conmigo, más cerca que nunca. Así lo hice. Ponme la cam, quiero verte. Enséñame tu cara. Me recordó que no debía ser, que ya lo habíamos hablado y me sentí muy desgraciada. Mi corazón me pedía más. Me pedía un conocimiento total de él. Quería tenerle en mis brazos, besarle, abrazarle y hacer el amor volcando todo mi cuerpo en ello. Eso le excitó bastante y así me lo dijo. Me preguntaba si realmente estaba segura de mis palabras o simplemente las decía dejándome llevar por el momento. Le respondí que en mi vida había estado más convencida de algo.
Cariño, he de confesarte algo. No quiero que ahora pongas una sola palabra. Limítate a leer lo que te escribo. Te conozco, te he visto infinidad de veces escondido en el interior de mi coche. Te he visto cuando salías de trabajar y cuando te ibas a comprar al centro. Conozco tu cara, tus gestos, tus movimientos ..He sentido unos celos enormes al verte pasear al lado de tu marido. Conozco los gestos que acompañan a tus emociones. Te he podido observar riendo con un vecino, bendita su suerte, enfadada por algo que te debían comentar en la puerta del colegio, llorando a escondidas en la entrada de tu portal Siempre escondido para que no repararas en mi presencia. Perdóname por ello, se que no era lo acordado, pero no lo pude evitar. Eres como una droga. Estoy llegando a necesitar de ti hasta tal punto que me da miedo. Ya no puedo evitarlo por más tiempo y he de confesarte algo más. Dentro de unos minutos van a llamar a tu puerta, soy yo. Te he visto cenando en el restaurante con tu vestido marrón y me has puesto al límite. Ya no puedo soportarlo más. He notado tu cara de nostalgia y sabía perfectamente que pensabas en mí. Tu también me deseas y hoy nos vamos a tener mutuamente. Voy a tu encuentro.
No podía creer lo que leía. Los minutos se me hacían horas. El estaba allí y venía a mi encuentro. De repente me sentí excitada como nunca y no conseguía ponerme de pie. Las piernas me temblaban como no lo habían hecho nunca. Respiré hondo y me intenté tranquilizar aunque no lo conseguí. Sonaron dos suaves golpes en la madera de la puerta y esta se abrió. Una figura apareció en la habitación. Tenía una espesa mata de cabello negro con algunas canas en las sienes. Su piel era morena, como ya imaginaba, y sus facciones duras.
Lentamente se acercó y me agarró la mano. Era el primer contacto que teníamos y me estremecí perdiendo por completo el control sobre mis piernas. Tiró lentamente de mi brazo hasta que me levante de la silla. Inclinándose sobre la pantalla del pc, la apagó y me dijo: hoy no nos va a hacer falta. Me besó en la boca muy suavemente primero, pero cada vez sus labios se apretaban más contra los míos. Su lengua empezó a abrirse camino entre ellos llegando a unirse con la mía. Abrí mi boca un poco más buscándole pero ya no estaba allí. Descendía por mi cuello hasta llegar a mi escote. Introdujo su mano en el hasta que consiguió sacar uno de mis pechos, besándolo primero para más tarde comenzar a lamer mi pezón y a succionarlo como un hambriento bebé. Sus manos buscaban hacerse camino bajo mi vestido y yo por fin reaccioné. Le aparté como pude y le dije .espera hay tiempo. Me solté la pinza del pelo y me quité el vestido, quedándome solamente con las ya empapadas bragas.
El me miraba como un niño mira un escaparate de golosinas y entonces me volví a acercar y le desabroché uno a uno los botones de su camisa. Me dejé caer lentamente hasta quedar sentada en la cama, recorriendo a medida que descendía con mis labios y mi lengua, todo su torso. Pude observar lo abultado de su pantalón y desabroché también aquel botón y aquella cremallera que me privaban de su sexo. El pantalón cayó al suelo y el se lo terminó de quitar, levantando primero un pie y después otro para mas tarde y de una patada, apartarlo a un lado. Yo a su vez había bajado sus slips de punto y ya tenía su miembro en mis manos. Estaba agradablemente suave y caliente. Lo acerqué a mis labios y humedeciéndolos antes abrí mi boca.
El echó la cabeza para detrás y dio un gemido de placer lo cual me excitó despertando en mi una pasión incontrolable. Saqué mi lengua y recorrí aquello en su totalidad.Volví a introducir la punta en mi boca mientras lamía alrededor de ella. Mis labios la atrapaban introduciéndola de nuevo dentro y succionando suavemente al sacarla. Mi boca cada vez era más rápida y de repente el me paró.
Espera mi niña, no quiero que esto termine todavía y si sigues me temo que va a ser así. Me empujó hacia detrás y el se agachó entre mis piernas, las cuales agarró pasándolas por encima de sus hombros. Yo le abracé con ellas y hundió su cabeza entre mis labios mayores. Estaba como un loco y directamente empezó a lamerme por todos sitios. Su lengua iba de mi clítoris a mi vagina sin control. Se introducía en ella y volvía al punto de origen succionando y mordisqueándolo. Mientras, sus manos agarraban mis pechos fuertemente como si tuviera miedo de que me fuese a escapar. No pude evitar correrme entre gemidos de placer y felicidad. Cuánto tiempo habíamos deseado poder estar juntos y cuántas veces soñamos este momento.
Vamos, ponte más arriba, quiero echarme contigo. Así lo hizo apoyé mi cabeza en la almohada y se tumbó sobre mi. De nuevo comenzó a lamer y mordisquear mis pezones y volví a estar a cien. Lentamente y como pude me giré quedando encima de el . Agarré su pene y poco a poco introduje la cabeza dentro de mi vagina. Luego, tras moverme un poco para sentirle mejor, me dejé caer hasta que se hundió por completo en mi interior. Seguí con mis movimientos, mientras el alternaba caricias y apretones en mis pechos. Finalmente los dos llegamos al unísono, a un orgasmo tremendo como yo antes había tenido. Fue maravilloso y tras darnos una ducha juntos, volvimos a repetir durante toda la noche.
La semana pasó sin darme cuenta pero no la iba a olvidar jamás. Ya de regreso a casa, me encontré con que en mi ausencia habían metido a otra chica en mi oficina y no pensaban dejar que me reincorporase a mi puesto de trabajo. Esto hizo que me sintiese aún peor, pues pasaría más tiempo al lado de mi marido. Un día de los muchos que dediqué a buscar empleo, llegué a casa explicando que me habían ofrecido algo. Era una oferta en una gran empresa. Mi puesto sería de secretaria personal de uno de los directivos y eso conllevaba frecuentes viajes por toda la geografía española. En el sueldo venían incluidas las dietas y gastos de hotel, por lo que era bastante elevado. Mi marido estaba como loco y casi me obligó a aceptarlo.
Esa noche al hablar con mi querido amante le di las gracias por pensar en mí. El me contestó que cuando su secretaria entregó la renuncia al empleo, vio una oportunidad de oro para nosotros. Era perfecto, ya que así no tendría que dejar a mis hijos y tendríamos la excusa perfecta para pasar, de vez en cuando, varios días juntos. Me dijo que me esperaría siempre, que tenía la esperanza de que alguna vez abriese los ojos y cuando mis hijos creciesen, me fuese definitivamente con el. Así lo haré.