Mi Querida y Fiel Esposa. Mi Versión.

Andrea da su versión.

Querida y fiel esposa. Mi versión.

Queridos amigos, en agradecimiento a sus comentarios cuando mi esposo publicó este relato, les cuento mi versión de los hechos. Me costó mucho animarme a plasmar en papel esta experiencia y espero que sus comentarios sean el soporte para continuar con mis dotes de escritora. Soy Andrea, esposa de Glen y esta es mi versión de cuando nuestro matrimonio se abrió a un hermoso mundo de experiencias increíbles.

Me acuerdo que cuando era más joven siempre acababa antes que yo pero continuaba moviéndose y con el pene erecto hasta que yo terminaba. Ahora eso ya no sucede, así que me siento bastante desconsolada. No me gusta masturbarme, prefiero que sea el hombre el que me haga gozar y él ni con los dedos lo hace ya. Tampoco me la chupa con frecuencia pero sí le gusta que yo se lo haga a él y casi siempre, si me descuido, me acaba en la boca. Antes me agradaba hacérselo y no dejaba que la sacara hasta exprimírsela bien, pero ahora no sé si es que estoy más vieja o desganada, pero no siempre.

Así que cuando insistió una vez más en meter a otro tipo a nuestra cama le sonreí y de dije que lo creía incapaz de dejarme coger con otro aunque fuera delante de él porque siempre fue y es muy celoso. Le volví a reiterar que la idea no me gustaba pero que si él pensaba que la iba a pasar bien me sacrificaba y que lo haría solamente por complacerlo.

Realmente yo quiero mucho a mi marido, jamás pensé en ponerle los cuernos y eso que oportunidades no me faltan si quisiera engañarlo. Por mi actividad conozco mucha gente y a muchos hombres los tuve que frenar porque se estaban insinuando demasiado y eso que yo no les doy lugar a pensar que tengo el "sí" fácil y rápidamente me abro de piernas. Le soy fiel y punto. Esa es mi manera de ser.

Como seguía con su insistencia al final le dije que aceptaba. El sólo hecho de pensar que iba a estar culeando con otro tipo me producía una sensación rara en la boca, como si tuviera náuseas, pero de a poco los ratones me fueron ganando. Pensé que si él lo aceptaba tan normalmente y el tipo que me trajera resultaba de mi agrado podía probar. Por ahí realmente la pasaba bien, el temor era calentarme de tal modo con ese hombre que me enamorara y tuviera luego que separarme. No era mi intención hacerlo porque el sexo no era todo en nuestra pareja. Dentro y fuera de la cama la pasábamos realmente bien y ahora porque otro me haga gozar mas, no tenía por qué alejarme de él.

Puse como condición que la persona que trajera tenía que ser un tipo sano, no fuera que metiera a un loco o degenerado en la cama y fuera una experiencia terrible. Le pedí también que no fuera un Adonis pero que tampoco fuera un contrahecho y que, sobre todo, fuera discreto.

Me dijo que había pensado en un conocido nuestro y dudé un poco. No fuera que después éste desparramara el chismecito entre nuestros amigos y quedara yo como una puta barata. Me estaba empezando a gustar la idea de coger con otro que no fuera mi marido ya que siempre tuve sexo solamente con él y fue él quien me desvirgó, así que sería toda una experiencia para mí, pero tampoco quería que se llegara a saber que culeaba con otro que no era mi marido. Sería terrible. Yo soy una profesional y me desprestigiaría mucho si llegara a oídos de alguien lo que andaba haciendo. Así que preferiría a un extraño que no supiera nada de mí.

Pero la duda acerca del nombre fue más fuerte que yo y le pregunté en quién había pensado. Cuando me dijo el nombre de Rodrigo, que era el marido de una de mis mejores amigas, y que era realmente buen mozo ya empecé a cambiar de idea. Me acordé que en el club contaban las mujeres, cuando su esposa no estaba presente, que éste era un pillo, que no dejaba títere con cabeza y que sí sabía hacer gozar a las hembras. Además, sabía por mi marido, quien lo veía en el vestuario cuando se duchaban después de algún partido de tenis que Rodrigo tenía bien puesto el apodo de "tres piernas" con que lo molestaban a veces, porque tenía una verga grande, gruesa y descomunal. Siempre pensé que algún día se la podría llegar a ver accidentalmente pero nunca de esta forma como pensaba mi esposo.

Me había agarrado tal curiosidad por verlo y hasta me da vergüenza contarlo, que un fin de semana que pasamos juntos los cuatro en una casa de campo aproveché que tanto su mujer como mi marido estaban charlando con unos vecinos para disimuladamente entrar en el cuarto a buscar algo luego de que él había salido de la ducha. No sé qué pasaba por mi mente en ese momento pero tuve tanta mala suerte que cuando entré de golpe en el cuarto se sorprendió y se tapó raudamente sin poder verle nada. Qué desilusión, me la jugué como una muchachita calentona y al final no pude ver nada. Así que acepté la propuesta de mi marido y le volví a repetir que tenía que hacerle prometer discreción y un silencio total. Me gustaba la idea de acostarme con Rodrigo pero no quería que se supiera. Si mi amiga se enteraba iba a arder Troya y se iría al diablo nuestra amistad de tantos años, al margen de quedar muy mal con el resto de nuestras amistades al saberse las razones.

El día llegó. Sin haberlo yo programado, un jueves recibí una llamada de mi esposo en la que me indicaba que esa noche cenaríamos con Rodrigo en su casa, que como su esposa con sus hijos se encontraban fuera de la ciudad visitando a sus padres, él no quería estar solo por lo que nos había invitado a pasar la velada en su casa, la excusa fue que iban con mi marido a ver un partido de fútbol que pasaban esa noche en la tv. La coartada perfecta. Le respondí riendo que si estaba seguro de lo que quería hacer, ante su respuesta afirmativa le dije que tomaría una ducha y que me pesen recogiendo en mas o menos una hora.

Me vestí entre discreta y sensual, con lycra y vividí. Una blusa larga sobre todo y en el interior con un terno de encaje negro que deja muy poco a la imaginación. Cuando pasaron por mí, al saludar Rodrigo me dijo que estaba "muy rica" lo que me puso la piel de gallina, yo estaba recién bañada, perfumada y con el cabello húmedo, me sentía sexy.

Al llegar nos invitó a tomar un par de copas y pasamos a cenar. Después de la cena se retiró el personal de servicio y nosotros nos dispusimos a jugar unas cartas mientras veíamos el partido. Hasta ese momento ya habíamos tomado algunos vinos y como no soy buena para tomar ya me encontraba algo mareada y totalmente desinhibida. Comenzamos a jugar, sugerí que apostáramos verdades, al fin de cada mano el perdedor debía responder la verdad a una pregunta del ganador, caso contrario entregaría una prenda. El primero en entregar prenda fue Rodrigo, puso en la mesa su reloj, luego tendría que cumplir una penitencia para poder recuperarlo. Luego perdí yo y entregué mis anillos y así sucesivamente continuamos entregando prendas y consumiendo vino con los efectos correspondientes, en cierto momento del juego yo había perdido todo excepto la ropa que llevaba puesta, no tenía ni zapatos, Rodrigo había perdido ya sus zapatos, suéter y medias, la mano siguiente Rodrigo perdió, y entrego su camisa, él es muy velludo, eso me gusta, esto sumado al juego y al vino, me traía ya excitada. Perdí las siguientes dos manos, entregando en la primera mano mi blusa, y en la segunda la lycra, pues ahí estaba ante los atónitos ojos de Rodrigo, solo en ropa interior, el sostén y tanga negros.

Rodrigo me veía con ojos intensos de deseo. Seguimos jugando y Rodrigo perdió la siguiente ronda, no tuvo otro remedio que entregar sus pantalones y oh sorpresa, no traía calzoncillos. No podía apartar mi mirada de ese grueso y descomunal pene que por la erección que mantenía demostraba estar sumamente excitado. A continuación, no se si por mala o buena suerte, perdí las siguientes manos, por lo que tuve que entregar mi ropa interior, quedando totalmente desnuda, el efecto que causaba se notaba en la erección de Rodrigo.

Rodrigo ya no dio tiempo a mas, se me acercó bruscamente y me abrazó, cuando me besó en la boca sentí que el fuego me subía. Me empezó a acariciar muy suave y cuando llegó a mi entrepierna sentí que desfallecía, hacía tanto que quería esas caricias. Aprovechando mi desnudes me acariciaba mientras mi marido observaba todo. No me animaba a tocarlo y él me llevó la mano hacia su miembro, noté que era más grande que lo que me había parecido al mirarlo, que realmente no me habían mentido. Me dejé estar y empezó a besarme desde los pies a la cabeza mientras sus manos se aferraban a mis pechos, no me tocaba mi cuevita para nada, cuando llegaba al lugar pasaba de largo y eso me calentaba cada vez más. Mis pezones parecían reventar. Estaban tan duros y excitados que el solo roce de sus dedos me llevaba al borde del clímax. Comencé a temblar como loca. Él finalmente llevó sus dedos a mi sexo y me introdujo dos en la vagina al tiempo que con el pulgar comenzaba a masajear mi botoncito delicadamente. Su lengua y sus dedos parecían multiplicarse para estimular mis centros más sensibles.

En un momento dado apoyó su cabeza sobre mi entre pierna y me prodigó varias lamidas sobre el clítoris hasta que, finalmente, me penetró con su lengua y allí exploté sin contenerme y tuve mi primer orgasmo. Nunca había sentido nada igual. Mi marido solo me miraba. Me dieron ganas de chupar la verga de Rodrigo, así que fui girando suavemente hasta quedar en un perfecto 69. Acerqué mi cara al glande agarrando decididamente su pene por el tronco mientras le acariciaba sus grandes testículos con la otra mano. Rocé la cabeza con los labios y vi aparecer en la boquita de la verga el líquido pre-eyaculatorio que tenía todo el olor a macho y a sexo. Yo estaba lanzada e inicié mi felación tragándome esa deliciosa verga descomunal, chupándosela con vigor y estremeciéndome cada vez que él bombeaba lentamente con su boca en busca de los jugos de mi sexo. Rodrigo me separó las piernas y comenzó a lamerme. Se lengua se metía en todos los rincones de mi vagina. Me rodeaba el clítoris con sus labios y pretendía succionármelo.

Yo estaba excitadísima y le pedí por favor que me la metiera. Mi chucha estaba bien expuesta y con los labios hinchados. El los separó y hundió un dedo en mi cavidad caliente y súper mojada. No podía dejar de gemir y movía las caderas incitándolo a que me la metiera de una vez. A esta altura su miembro parecía cada vez más grande. Era descomunal, nunca había tenido nada igual. Me puso debajo de él y me penetró suavemente. Pensé que no iba a poder aceptarla por sus dimensiones y hasta sentí cierto temor.

Su verga se deslizaba lentamente hacia mi interior, sentía como su grosor me dilataba hasta las caderas y cuando estuvo bien adentro comenzó a entrar y salir de mi chucha, avanzando con cada acometida varios centímetros hacia el fondo de mi canal, nos estábamos acercando al orgasmo. Él continuaba bombeando y el ritmo violento de sus embestidas me resultaba ya insoportable.

Me olvidé de quién estaba encima de mí y de que mi esposo estaba observando todo. Cerré mis ojos y me dejé flotar en mi orgasmo que fue algo maravilloso. Cuando terminó me inundó con su abundante leche, se recostó a mi lado y mientras tanto mi marido se acercó, semi desnudo y masturbándose, trató de penetrarme pero no me dejé, sentí que lo había lastimado, noté el reclamo con la mirada. En su lugar me viré sobre Rodrigo y empecé a acariciarlo suavemente y noté que su enorme miembro se ponía duro nuevamente. Yo quería gozar más y me subí arriba de él. Fue un momento glorioso porque me detuvo con una mano en el ombligo mientras me acariciaba con la otra mi seno rozando suavemente el pezón. Detenida así, bajé la vista y pude observar su verga parada y brillosa y yo misma tuve que tomar la iniciativa, me acosté sobre su velludo pecho me elevé sobre la rodilla, le agarré la verga del tronco, me la ubiqué a la entrada de mi vagina y me dejé caer suavemente sintiendo la entrada de cada centímetro de esa lanza de carne caliente en mi ávida vagina, gozando como no había gozado jamás, mirándonos la cara y sonriendo en un movimiento que siguió hasta el paroxismo. ¡Qué manera de coger! Mi marido nos miraba con cara de sorprendido y continuaba con su verga erecta a pesar de que lo había rechazado. Pronto estallamos en intensos orgasmos simultáneos y quedamos rendidos, recostados sin decir palabra.

Recapacitando sobre mis actos y con el cargo de conciencia de haber herido a mi esposo, me incorporé, rezumaba leche por todo mi sexo, me arrodille ante él y no sé si por lo que estaba viendo o porque tenía que suceder a mi esposo se le había parado de una manera como nunca había visto y sentido. Me la metió hasta el fondo de mi conchita y comenzó a moverse a un ritmo descomunal. Pensé que iba a desfallecer. ¡Qué zaranda me dio! Nunca lo hubiera imaginado. Me cogía de vuelta como en los mejores días, por suerte estaba sumamente lubricada con la leche de Rodrigo. Jamás lo hubiera imaginado. Me estaba deshaciendo, pensaba que no iba a poder coger por un buen tiempo pero cómo lo gozaba hasta que se tenso y juntó su semen con el de mi amante en lo más recóndito de mi vagina.

Ahí sí, cuando acabamos quedamos los tres extenuados y tendidos sobre la alfombra.

Esa velada resultó ser un momento decisivo en nuestra relación. Nunca antes habíamos compartido un secreto tan especial.

Luego de un buen rato. Al retirarnos Rodrigo prometió guardar silencio de todo ello, no sin antes decirnos que cuando quisiéramos podíamos contar con él. Que la había pasado muy bien y esperaba que nosotros también. Por la mirada que le eché en esos momentos supongo que adivinó que yo la había pasado excelente y creo que notó que yo estaba muy dispuesta a repetirlo.

Ya en el auto y de regreso a nuestra casa mi marido me comentó que a pesar de haber cogido con Rodrigo en realidad le había hecho el amor a él y dijo que esa era la fórmula y por eso su insistencia durante tanto tiempo. Yo no se si realmente fue así porque yo gocé realmente con el otro y con la forma en que me penetraba, pero si él quedó conforme con la experiencia yo no tengo por qué sacarle esa idea de su cabeza.

Al llegar a casa me acerque a mi esposo, le besé apasionadamente y le agradecí por haberme brindado esta experiencia que me ha hecho crecer como mujer, le dije que esa era una razón mas para amarlo inmensamente.

En realidad me convertí en una mujer completa, dama en el salón y una gran zorra en la cama, las experiencias continuaron, lo repetimos algunas veces con Rodrigo, con y sin la participación y conocimiento de mi esposo.

A la fecha son años que ya no nos vemos con este querido amigo, el se fue a vivir en otro país, aunque si en algún momento nos vemos esténse seguros de lo que haremos.

Han pasado algunos años de esta experiencia, he estado con otros hombres, delante de mi marido y a sus espaldas, pero jamás he vuelto a experimentar las emociones de esa noche.

Gracias por sus comentarios. Andrea

glenseg@yahoo.com