Mi querida vecina

Mi querida vecina, casi como una segunda madre, me despertó a la vida

Hola a todos.

Supongo que todos habéis pasado por los 18 años y habéis tenido esa primera vez, si, ya sé

que para algun@s esa edad es ya demasiado tarde, pero pensar que vivía en un pueblo y que

esto ocurrió en 1992, os hago una pequeña introducción de mis circunstancias.

Pueblo de Castilla, mis padres eran jornaleros no propietarios de las tierras donde trabajaban,

lo hacían de sol a sol, por eso creo que soy hijo único, pueblo pequeño con poco más de dos

mil habitantes, nos conocíamos todos, así que eso de ligar como que no. Mis padres, desde

que me alcanza la memoria, se marchaban a principios de agosto a la vendimia francesa,

estaban como dos meses fuera lo que aligeraba bastante la economía familiar el resto del año.

A mi me dejaban en casa una vecina, Dª Manuela, que vivía sola con su hija, Lolita, un año

mayor que yo y éramos como hermanos, siempre anduvimos los dos juntos desde pequeños.

A Dª Manuela (o Manoli como luego me dijo que la llamara), yo no le conocí marido así que

siempre pensé que era viuda, aunque con la edad me enteré de que no lo era, es lo que hoy

llamaríamos una madre soltera. Según los mentideros del pueblo, se quedó embarazada con

18 años del hijo del propietario de la casa donde su madre la puso a servir de jovencita. Era en

la dehesa cercana al pueblo, un terrateniente de Madrid, miembro de las Cortes de la época de

Franco, así que cuando se retiró forrado, se compro la dehesa y se dedico a los toros y a la

caza.

Y ya sabemos, en aquella época, y siendo el señorito, si te he visto no me acuerdo, y eso la

marco para siempre, nunca encontró marido o no lo busco, que se yo.

Como decía, recién cumplidos los 18 yo medía 1,90, ¿te imaginas como se me distinguía a

distancia?, y en un sitio tan pequeño?, así que siempre fue un buen niño, muy a mi pesar, pues

ya llevaba años con las hormonas revolucionadas y no os creáis eso de que en los pueblos uno

se desfoga con las ovejas, puro mito urbano. Eso sí, ni la altura me dio derecho a que nadie en

el pueblo, salvo mis padres, me llamara el niño de los Martinez.

Ese verano fue especial, no había suspendido ninguna asignatura, así que pude disfrutar sin

estudiar, y lo siguiente era en octubre irme a Madrid al colegio de Peritos Agrícolas, creo que

eso del campo lo llevaba en los genes.

Y llego la hora de que mis padres se fueran a Francia y yo a casa de Dª Manuela, corrijo,

Manoli.

La casa era pequeña, dos habitaciones y un baño, aunque un gran patio trasero, donde, mi

padre, en pago a los cuidados de Manoli hacía mí, le había construido una pseudo piscina de

poco más de dos por dos, pero que ha Lolita y a mi nos servía para remojarnos hasta que se

nos arrugaban los dedos y Manoli nos sacaba casi por las orejas.

No penséis mal, todos los baños con Lolita eran puros y castos.

La casa era pequeña, Manoli tenía su cuarto y para Lolita y para mi el otro, mis padres

compraron una litera, que menos, y nos turnábamos para vestirnos, primero uno y luego el

otro, pero me confesaré, a veces me gustaba expiarla, la cerradura era de esas de llave grande

y se veía bastante bien, era el único desliz que me permitía con ella.

Era un pueblo, eso quiere decir, que la puerta de la calle, aunque se cerrara de noche, nunca

se le echaba el pestillo, y tampoco pasaba dentro, si una puerta estaba cerrada, señal de que

había gente dentro, se pegaba y si te daban permiso entrabas. Puerta cerrada, no pasar,

puerta abierta o entornada, pues para adentro. Así que nunca tuvimos problemas con el baño.

Aunque yo había aprobado todo y no tenía que estudiar, Lolita, que estaba repitiendo COU se

pegaba el día estudiando, en la casa o en casa de Lucía, de su misma edad y tan mala

estudiante como ella.

Así que salvo los baños en la “piscina” de por la tarde, o las charlas nocturnas antes de dormir,

ese verano tuvimos poco contacto, me convertí en el chico IBM, y venme a por el pan, y venme

a por fruta, que si ha venido el pescadero, etc.

Hasta aprendí a cocinar con Manoli, que se deshacía en elogios hacia aptitudes como cocinero

y mi predisposición a hacer todo lo que me pedía sin rechistar. Hasta me ofrecía a algunos

vecinos a ayudarles en las tareas del campo, o a Eustaquio, el paleta del pueblo, con quien

hacía buenas migas.

De todas formas, el día tenía 24 horas, y muchas eran de solemne aburrimiento, así que mi

calenturienta mente empezaba a divagar, y como eso de Internet era una entelequia en mi

pueblo, y como Lolita se pasaba el día en casa de Lucía, pues me quedaba Manoli y la

cerradura del baño.

Y el ojo de la cerradura era grande, hacía mucho calor en verano, por lo que las duchas eran

bastante habituales. Esa cerradura fue mi talón de Aquiles ese verano, y mi frase favorita, que

calor hace, me daría una ducha, a ver si Manoli pensaba en ducharse ella, y ducha que ella se

daba, voyeur que la observaba. Y en cuanto ella salía de la ducha, a mi cuarto a bajar la

calentura, y al menos tenía dos o tres calenturas al día.

Manoli era joven, no llegaba a los cuarenta, no era una mujer de 90 60 90, ni falta que le hacía,

para mi lo tenía todo perfecto, hasta aquel matojo que lucía, aunque eso no entre dentro de

los cánones estéticos actuales.

Una tarde, después de comer, y de la correspondiente siesta, Lolita se marchó, como era

habitual a casa de Lucía a estudiar y le dijo a la madre que se quedaría a cenar y luego

seguirían que ya faltaba poco para los exámenes de septiembre y quería apretar. Así que me

tocaba una larga y somnolienta tarde, haciendo algún recado, o viendo la tele o poco más. Y

me fui a mi cuarto a leer, me había pasado un amigo del instituto un par de libros de La Sonrisa

Vertical, y los leía a escondidas, lo que altera aún más mis calenturas.

Cuando ya estaba aburrido y sudoroso, pensé en darme un bañito en la piscina del patio, pero

antes debía aflojar la vejiga, me estaba meando, me fui al baño, la puerta estaba entornada y

entre sin más. Sorpresa, Manoli se había dado una ducha y estaba secándose. Había visto una

aparición, la Venus de Milo, que imagen que aún perdura en mi retina a pesar de los años

transcurridos.

Ella pegó un grito y se medio tapo con la toalla como pudo, yo como un pasmarote me quede

mirando desde la puerta.

  • Pero que haces, date la vuelta y vete. - Me dijo tranquilamente.

  • Si, si, ya me voy. - Pero no podía dejar de mirarla, con la toalla solo se había medio

tapado y aún podía ver la forma de sus pechos.

  • Que te vayas. - Ordenó ya algo más enérgica.

Y me fui al comedor, me senté en el sofá y puse la tele. Me di cuenta de que tenía una

erección, crucé las piernas y me puse un cojín encima.

Unos minutos después para ella, ya más vestida que antes claro. Se sentó en el otro sillón

frente al mío y me miraba sería, yo quería morirme, la conocía de siempre y había metido la

pata entrando en el baño, pero no era culpa mía la puerta no estaba atrancada. Mi cara era un

poema, serio, nervioso, intranquilo, vamos un flan, pensaba en la bronca que me echarían mis

padres cuando volvieran y ella se lo contara.

Pasaron como diez minutos sin mediar palabra, no me quitaba ojo de encima y yo miraba la

tele sin pestañear.

  • Bueno, no tienes nada que decirme. – Me soltó de golpe.

  • Pu… pu... – Titubeaba como si no supiera hablar. Pues que la puerta no estaba cerrada

y pensé que no había nadie.

  • Vaya, sorpresa, sí que lo había.

  • Si, ya me di cuenta.

  • Pero te tenías que haber dado la vuelta en cuanto me vistes. – En eso tenía razón, pero

no podía hacerlo, nunca había visto a una mujer desnuda, al menos, en persona, lo de

las revistas de Jose Manuel era otra cosa.

  • Ya, ya. – Seguía titubeando.

El silencio se poso en el salón, ya ni escuchaba la tele, entre la erección y los nervios, solo

quería desaparecer.

Me levanté con cuidado de que no se me notara el bulto en los pantalones, manteniendo el

cojín delante disimuladamente.

  • Me voy a mi cuarto si no le importa. - Dije como pude, intentando que no se me notara

que casi no podía hablar.

  • ¿Dónde vas?

  • Le he dicho que a mi cuarto.

  • NO, siéntate, esto tenemos que hablarlo.

Y me senté, siempre manteniendo el cojín estratégicamente colocado.

  • Y deja, ese cojín que me lo vas a arrugar.

Lo dejé a un lado cruzando a la vez las piernas, intentando disimular el bulto. Pero parece que

mis esfuerzos por disimular no fueron suficientes, pantalones cortos de deporte, más

ajustados de lo que debían, así que percibió rápidamente ese bulto sospechoso.

  • Jajajajaja, vaya no me digas que con lo poco que has visto te has puesto así?

  • Bu.., bu.., bueno, verá…

  • Venga ya, seguro que estarás harto de ver mujeres desnudas, no te hagas el

disimulado conmigo.

  • Bueno yo, no.

  • Que… que… yo no he visto ninguna, bueno hasta hoy.

  • Jajajajaja, seguro que no?

  • Se lo juro. Usted es la primera que veo en persona.

  • ¿Pero ni en las revistas guarras esas?

  • Si en esas, sí.

  • Pues la verdad es que ahora no se si sentir mal por lo que ha pasado o halagada y

dejarlo pasar.

  • Yo le agradecería que no le dijera nada a mis padres, no me lo perdonarían nunca.

  • Bueno, vale, no te preocupes, al fin y al cabo, no ha pasado nada, además yo estaba de

espaldas así que creo que solo me has visto el culo, jajajajajaja, y visto uno vistos

todos, jajajajajaja

  • Si, bueno, solo el culo, jejejejej. – Esa risita tonta me delató.

  • ¿Como? Es que se me ha visto algo más.

  • No que va. Nada más. – Intenté poner énfasis tanto en el no como en el nada, pero no

se lo tragó.

  • Vaya con el niño de los Martinez, me parece a mi que me está mintiendo. Venga

Quique, dime la verdad, ¿qué has visto?

No quería decirle lo que ha visto cuando se dio la vuelta y se tapó, que en esa decima de

segundo o poco más, había visto su matojo negro y las dos tetas y que esa imagen me

acompañaría toda la vida.

  • De verdad, solo su cu… digo la parte de atrás. – Cuidado Quique, casi se te escapaba

que le has visto ese tremendo culo.

  • Y tú te crees que yo soy tonta y me chupo el dedo.

De nuevo un silencio que se superponía al ruido de la tele.

  • O me dices la verdad o cuando vuelvan tus padres…

  • No por favor, mis padres no, le diré la verdad. – Y allí estaba yo, sin saber cómo

explicar con palabras lo que había visto, no sabía con qué sinónimo decirle, sin parecer

un poco gilipollas, que había visto un culo, un coño y dos tetas.

  • Pues dale, dime.

  • Pu… pu… - Otra vez lo malditos nervios. Verá es que he visto algo de la parte delantera.

  • ¿A qué parte delantera te refieres?

  • Pues a las dos.

  • ¿A las dos tetas?

  • Bueno si, las dos tetas y lo otro. Pero bueno, lo otro, casi nada. – Pero seré gilipollas, a

que viene dar tantos detalles Quique, la acabarás cagando como siempre.

  • Vamos que me has visto el coño y las tetas, joder.

  • Verá no quería decirlo así pero bueno, ver, lo que se dice ver, solo he visto pelo negro.

– Y dale con la fuente al cántaro, que no seas tan explícito.

  • Bueno y que esperabas, ahora hay otras modas, pero yo no tengo a quien enseñ…. –

Se paró de golpe, ella también estaba dando más explicaciones de la cuenta. Vaya que

cada una lo tiene como lo tiene.

  • Eso digo yo.

Otra vez silencio, no llevaríamos allí ni diez minutos, pero a mi me parecieron horas. Y aquello

seguía duro como una piedra.

Y por si fuera poco, lo que había visto, la conversación que estábamos teniendo, a Manoli s ele

ocurre cruzar las piernas y como el vestido de verano que llevaba era más bien corto, ya no le

vi el pelo negro pero si unas bragas blancas.

Más leña al fuego.

  • Bueno, por esta vez pase, ahora vete a tu cuarto como querías, pero antes pasa por el

baño y te das una ducha fría, así te relajas.

Y eso hice, una ducha fría acompañada de un buen masaje de polla hasta que por fin me corrí,

y después a mi cuarto, aunque aún no podía relajarme y su imagen pasaba por mi cabeza en

bucle.

Ya era mañana, Lolita se pasó el día en casa estudiando y yo matando el tiempo como podía, ni

un comentario ni una mirada de reproche, ni nada de nada, yo solo quería que el tema se

enfriara.

Ya era pasado mañana, después de desayunar Lolita se marcho a casa de la amiga a estudiar y

me volví a quedar solo con Manoli.

Di un par de vueltas por el salón y luego me fui a mi cuarto a leer un rato, no quería que el más

mínimo roce le hiciera recordar la escena de hace dos días y se enfadara.

Lleva un rato leyendo cuando pego a la puerta y entró.

  • ¿Qué haces?

  • Leyendo un poco. – Dado la temática de los libros que me habían dejado, los aparte

disimuladamente.

  • ¿Y cómo se llama el libro?

  • Ni lo sé, es bastante malo. – Y los parte un poco más.

  • Bueno déjame leer un poco, a ver si yo opino igual que tú.

  • Seguro que sí, es bastante malo.

Pero alargo la mano y lo cogió.

  • Erotomanía, vaya título. – Y lo abrió y empezó a leer.

No sabía donde meterme, ahora si que la había cagado definitivamente, estuvo leyendo como

unos cinco minutos, se leyó como tres o cuatro páginas.

  • Vaya, no se si es bueno o malo, pero ahora la que necesita una ducha fría soy yo.

Me devolvió el libro y salió del cuarto. Oí la puerta del baño cerrarse, y empezar a correr el

agua.

Bueno por lo menos sabía que esta vez estaba dentro y la puerta cerrada, pero el agujero de la

cerradura…

Necesitaba mirar, quizás podría ver algo más o al menos lo mismo que la vez anterior.

Reuní fuerzas y me acerqué a la puerta del baño. Escuchaba el agua, pero al mirar no estaba

ella duchándose. Moví un poco la cabeza para localizarla y la vi. Estaba sentada en el baño,

encima de la tapa, recostada sobre la cisterna con los ojos cerrados, me fije bien, tenía las

piernas, aunque desde mi posición no podía verle ese matojo negro, pero tenía una mano

entre los muslos, y esa mano se movía entre sus muslos.

Si mi poca experiencia sexual no me engaña, Manoli se estaba haciendo lo mismo que yo me

hacía varias veces al día, vamos que se estaba haciendo una paja.

Y solo con pensarlo tuve una erección tremenda. No podía dejar de mirar. Y me metí la mano

debajo del pantalón y me empecé a masturbar.

Eso que estaba viendo, era mejor que cualquier porno de hoy en día, mi grado de excitación

era tremendo y por lo que podía ver el de ella también.

Unos minutos después dejó de tocarse y apretó las piernas, yo paré de tocarme también, pero

no deje de mirar.

Se levantó del baño y se metió en la ducha, que espectáculo, aquello era gloria pura, lo dicho,

mucho mejor que una porno de hoy en día, y me fui a mi cuarto a terminar lo que había

empezado.

Comimos solos, Lolita seguía fuera, cuando terminamos y quitamos la mesa, le ayude a fregar

los platos como era mi costumbre y ella los secaba. Me pareció que estaba alegre, no por nada

en especial, solo parecía que tenía una media sonrisa en la cara.

Le di los plazos que coloco en la alacena de arriba y luego le pase las dos cacerolas, y eso fue

todo un martirio. Se agacho para dejarlas en el armarito de abajo y puso el culo en pompa ante

mis ojos, y bien que me fije, aunque no se trasparentaba nada el vestido, no le vía la marca de

las bragas, y eso disparó mi imaginación, resultado, tremenda erección.

  • Quique, yo me voy a tomar un café y me voy a tumbar un poco en el sofá, me pongo la

tele aunque bajita por si me duermo, que nado algo cansada.

  • No se preocupe, yo le llevo enseguida el café, usted túmbese y descanse. – Joder que

educadito que soy.

  • Gracias, majo.

Menos mal que se fue, así no tendría que disimular mi erección y esperar a que se bajara

mientras salía el café. Me relajé un poco y le llevé el café.

Estaba tumbada en el sofá, de lado, con lo que la presión hacía que sus tetas formaran un

buen canalillo, y el vestido no le llegaba a las rodillas.

Me senté, estratégicamente, en el sillón desde donde mejor le veía las piernas y a ella más le

costaba verme la cara.

Se tomo el café, se recostó más cómodamente y cerró los ojos, menuda siesta le esperaba.

Yo disimulaba mirando la tele, y viendo por el rabillo del ojo como dormía.

Tras varios minutos sin moverse, se puso boca arriba, un brazo colgado del sofá, una pierna

estirada y la otra…. creo que Dios se apiadó de mi lado voyeur, la recogió un poco con lo que el

vestido s ele acortó más y me dejaba ver ese matojo negro que me rondaba la cabeza desde

hace dos días.

Mi imaginación había acertado, no llevaba bragas, mi erección cada vez era más brutal, creo

que mis hormonas estaban a punto de escaparse por mis ojos. Lo tenía ante mis ojos, a poco

más de un metro, pero ya no solo era pelo lo que veía. Me fije bien, era color carne, brutal,

ahora si le estaba viendo el coño, la raja, buscar los sinónimos que queráis. Me acerque

levemente para verlo mejor, con cuidado. Y si, aquello era lo que había visto solo en las

revistas.

Se movió un poco y pegue un brinco hacia atrás en el sillón, uff debería tener cuidado, lo único

que me faltaba era que se despertara y me viera mirándole el coño.

Así que me pegue al sillón y miraba sin moverme.

No sabía si irme al cuarto de baño y hacerme una tremenda paja o quedarme y seguir mirando.

Vaya dilema. Mejor me quedo y aprovecho, nunca sabes cuando o vas a volver a ver.

Y seguí mirando, y colocándome la polla bajo los pantalones para que no me hiciera daño. Y

seguí disfrutando de lo que veía.

El tiempo ahora parecía no pasar, no se cuanto estuve mirando, y se empezó a mover, volví

rápidamente la cabeza la tele y me di cuenta de que había pasado bastante tiempo, el

documental había terminado. Se dio la vuelta y se tumbo boca abajo, el vestidito se le subió

aún más, ahora era su tremendo culo lo que veía, bueno pues otra escena de la porno de mi

vida.

Estuve como cinco minutos extasiado pero su voz me bajo de golpe de las nubes.

  • Quique, (se había despertado cuando no se movió), creo que el otro día fui muy dura

contigo (me dijo sin moverme).

  • Bu… bu… bu… .- Repetía sin parar pero no me salían las palabras. Fue culpa mía.

  • No, que va, solo fue un pequeño accidente, pero he estado pensado y he recapacitado.

  • No se preocupe. – Le dije tímidamente mirando fijamente a la tele.

  • Déjame hablar.

  • Lo que usted diga, Dº Manuela. – Solté respetuoso.

  • Vaya, ahora me sales con el título, llámame Manoli como Lolita que me has visto

desnuda.

  • Bu.. bu… Manoli.

  • Eso está mejor, como te decía, eres un chico joven, que estás descubriendo como son

las mujeres, y entiendo que en un pueblo tan pequeño como este es más bien difícil.

  • Y que lo diga.

  • Calla. Verás, en octubre ya te vas a la capital a la Universidad y seguro que lo primero

que haces con el poco dinero que te den tus padres es irte a un sitio de esos donde

hay mujeres que lo hacen con los hombres por dinero.

  • Que va Manoli, yo no soy de esos.

  • Que va, con lo salido que andas, que enseguida te pones caliente, seguro que lo

primero que haces es ir a buscar una, aunque luego no tengas dinero ni para comer.

  • Que no.

  • Calla, te he dicho. Sigo. Como te dije he estado pensado en lo que paso, y sabes que tu

para mi eres como de la familia, y la familia se ayudan unos a otros. Y a mi me gustaría

ayudarte en el tema de que sepas como es el cuerpo de una mujer.

  • ¿A qué se refiere?

  • Que te calles, déjame hablar que estoy nerviosa.

  • Vale. – Punto en boca, no veía donde quería ir, ya he dicho que era joven y algo

gilipollas.

  • Pues… - Ahora era ella la que titubeaba. No estaba dormida, aunque a ti te lo

pareciera.

Madre mía, me ha visto mirarla.

  • Y como te has dado cuenta no llevo bragas. Supongo que esta vez has visto lo mismo

que el otro día, pero mejor.

No sabía si contestar, si callarme, joder que hago, me calle.

  • ¿Dime la verdad, lo has visto bien?

Eso era una pregunta directa, ahora si tenía que contestar.

  • Si Dª Manuela, digo Manoli, lo he visto bien.

  • Me alegro, me he hecho la disimulada para que no te sintieras mal mientras miraba.

Te habrás dado cuenta de que delante no solo hay pelo.

  • Si me he dado cuenta.

Se incorporó y se sentó en el sofá.

  • Ven, siéntate a mi lado, que estoy muy nerviosa aún, como te he dicho solo quería que

fueras descubriendo el cuerpo de una mujer.

Me senté a su lado guardado las distancias.

  • Venga, no seas tímido, pégate a mí, así me tranquilizo un poco que esto no es fácil

pero te tengo mucho aprecio y no quiero que una guarra de Madrid te haga algo que

no es lo que de verdad se hace.

Me pegue a ella, muslo contra muslo, hacía calor, pero me daba igual.

  • Ay, que lindo que eres. – Y me pasó su brazo por la espalda, lo apoyo en mi hombre y

me apretujo contra ella.

Lo dicho, aquello para mí era el séptimo cielo y me daba igual si se me notaba el bulto del

pantalón o no.

Me quito la mano del hombro y se separó levemente.

  • ¿Quieres ver cómo es una mujer desnuda totalmente?

  • Claro. – No dije nada más, lo estaba deseando, y desde tan cerca.

Se bajo las tirantas del vestidito y se lo dejo caer a las caderas, sus tetas emergieron como los

montes de Toledo, sus pezones me parecieron más grandes que los que había visto dos días

antes. Hoy se que los tenía erectos también.

Con dos dedos empezó a bajar un poco más el vestido. Levantando levemente el culo para

dejarlo pasar hasta sus muslos y luego dejarlo caer al suelo.

  • Ves, esto es una mujer desnuda.

Yo doblaba cada vez más mi cabeza para fijarme en todos los detalles. Y se dio cuenta.

  • Espera que me levanto que me verás mejor.

  • Si, si mejor. – Parece que me iba espabilando.

Se puso de pie delante de mí, empujo un poco la mesita del salón, para colocarse a una

distancia propicia para que mis ojos disfrutaran del paisaje que se me mostraba.

Se giro sobre si misma, dejando ver su culo, y se volvió a girar para colocarse de frente a mí.

  • ¿Que te parece?

  • Muy bien.

  • ¿Solo eso? ¿Como decís ahora los jóvenes?

Junté fuerzas.

  • Pues me parece que está usted muy buena, jejejej

  • Jajajajajaja. Eso quería oír, aun me siento joven y me halaga que un chico de tu edad

me diga esas cosas bonitas.

  • Y yo me alegro de decírselas, de verdad.

  • Lo dicho que majo eres.

Y se dio un par de vueltas más. Hice esfuerzos para no levantar mis manos y tocarla enterita.

Pero me contuve.

  • Ahora cuando leas esos libros verdes que lees, por lo menos podrás poner cara y

cuerpo a esas mujeres, jajajajajaja

  • Si, la verdad, ya no tendré que tirar tanto de imaginación.

  • Oye, chico, pero vaya cosas fuertes que decía en lo poco que leí.

  • Bueno, es literatura erótica, vamos de sexo.

  • Si, describía con pelos y señales todo lo que tocaba de esa mujer.

Si, algunos capítulos son puro sexo, por eso intenté que no lo leyera, pero no lo conseguí.

  • Que si le pasaba los dedos por los pezones, que si le tocaba las tetas, que si bajaba la

mano y le tocaba abajo y le metía los dedos, uff que fuerte, jajajajajaja

  • Bueno supongo si, la verdad es que no sé.

  • A se me olvidaba, que soy a la primera que ves desnuda y, por tanto, no has tocado a

ninguna.

  • Eso es.

  • Pues ven. – Me cogió una mano y se la llevo a un pecho, me cogió la otra y se la llevó

sal otro. Tócamelas.

Y eso hice, se las restregué, se las apreté, se las volvía a restregar, se las volví a apretar.

  • Tranquilo Quique, tranquilamente, suavemente, y toca los pezones.

Me tranquilice. Y juguetee con sus pezones que estaban duros. Me pase un buen rato con

ellas. Su piel era muy blanca y sus pezones oscuros lo que hacía un contraste que me pareció

estupendo.

Pero la felicidad siempre tiene un fin. Sonó el teléfono. Ese ring ring que nos sacó de golpe del

lado feliz de la vida.

Era Lolita, estaba cansada de estudiar, quería venir ya y llamaba para que le prepara la

merienda.

Manoli, recogió el vestido del suelo, se fue hacia su cuarto diciéndome que lo arreglara todo y

que me pusiera a preparar un cola cao bien frio que estaba a punto de llegar pero antes me

grito desde la puerta.

  • Oye, de esto ni una palabra a nadie y menos a Lolita, y disimula que ya hablaremos

mañana.

Y eso hice, me fui a la cocina a prepararlo, y noté que aquello se había bajado, supongo que el

sonido del teléfono había matado la excitación.

Esa noche tuvimos palique hasta tarde. Lolita estaba revolucionada, la proximidad d ellos

exámenes la estaban presionando mucho, y tenía ganas de aprobar y marchar a Madrid igual

que yo, y dejar este pueblo agobiante, donde no te podías tirar ni un pedo sin que el olor lo

detectaran al otro lado del pueblo.

Quería ligarse al primer universitario que le hiciera caso y follar como una loca, nunca había

sido tan clarita, yo la escuchaba y asentía dándole la razón y diciéndole que yo quería lo mismo

pero en lo único que pensaba era en su madre y lo que me había enseñado hasta el momento.

  • ¿Y qué vas a hacer mañana? – le pregunté disimuladamente, esperando que me dijera

que se iba a casa de Lucía.

  • Mañana me quedo en casa.

Pero vamos a ver, no me hagas eso, que hoy le he tocado las tetas y me gustaría volver a

hacerlo, me decía internamente.

  • Pero Lolita, aquí estamos tu madre y yo, vamos de un lado a otro, hacemos ruido, en

casa de Lucía, estáis los dos solos, sus padres se van temprano a trabajar y no vuelven

hasta la noche. A mi me parece que es lo mejor, os concentráis y estudiáis más.

  • Pero que razón tienes, como se nota que tu apruebas y yo suspenso jajajajaja

  • Boba, no es por eso, solo que me parece mejor.

Y nos pusimos a dormir, la había convencido.

A la hora del desayuno nos sentamos los tres a la mesa.

  • ¿Nena que vas a hacer hoy, te quedas o te vas? – Le preguntó Manoli.

  • Quique, me convenció anoche, de que mejor me vaya a casa de Lucía que estamos

solas las dos y estudiamos más.

Manoli me miró de soslayo y note una leve sonrisa en sus labios.

  • Este chico siempre pensando en lo mejor para las dos.

Terminamos de desayunar y Lolita salió por la puerta. Y Manoli fue tras ella, cerró la puerta y

puso el pestillo, se volvió hacía mí.

  • Veo que eres un chico listo, ¿quieres seguir donde lo dejamos ayer?

  • Pues claro, tu hija nos desbarató la situación que era muy bonita.

  • Si tienes razón, pero ven. – Me cogió de la mano y nos dirigimos a su cuarto. Mi cama

es más grande que el sofá y estaremos más cómodos.

La seguí encantando, o más mas bien, me arrastraba encantando tras ella.

Entramos al cuarto, me sentó en el borde de la cama sin hacer.

  • ¿Dónde lo dejamos ayer? – Pero no me dejo contestar.

Se quito el vestido, no llevaba sujetador y se quedo en bragas. Me puso las manos sobre sus

tetas.

  • Venga, acarícialas despacito, como ayer.

  • Pero no estamos igual que ayer.

  • ¿Como que no?

  • Ayer, no llevabas bragas.

  • Ay, como sois los hombres. – Y se las bajo quedándose totalmente desnuda.

Sujete sus pechos y los masajee, toque sus pezones y note como se endurecían, y dado que

soy algo, mi cara quedaba a la altura de sus tetas.

  • ¿Puedo besarlas?

  • Claro, ahora son todas para ti, para que aprendas.

Y se las lamí de arriba abajo, de izquierda a derecha, chupe sus pezones. Estaba aprendiendo y

a que ritmo.

Mientras lo hacía baje una mano sobre su vientre y s elo acaricíe, le mire a la cara y tenía los

ojos cerrados y cara de felicidad, le estaba gustando, por fin, hacia algo bien.

Y baje un poco mas mi mano hasta que toque su matojo.

  • Espera, que así será mejor. – Quitó sus manos de mis hombros, se la acerco al sexo y lo

abrió entero. ¿Ves? ¿Ahora lo ves bien?

  • Si, muy bien. – Le brillaba, parecía mojado. Y lo toque, estaba mojado y pegajoso.

  • Suda. – Afirme como experto amante que era, gilipollas.

  • No es sudor, es líquido que tenemos las mujeres dentro y que sirve para que se moje

todo por dentro y por fuera y luego asea mejor cuando te la me… - Y ahí se paró.

Yo aún no había pillado el trasfondo de la frase, pero se lo empecé a tocar.

Aquello me parecía en no va más, todo era nuevo, todo estaba por aprender, pero me estaba

encantando.

  • Tócame aquí. – Era la parte de arriba y era un pequeño bulto, si ya se, era el clítoris,

pero, aunque lo había oído nombrar nunca había visto ninguno.

Y así lo hice, y aquello reacciono, me pareció que lo hacía como sus pezones, se endureció y

noté que le gustaba, se le escapaban gemidos cada vez más alto lo que me envalentonaba más

y mas.

Aquel liquido pegajoso le salía cada vez más abundantemente.

  • Espera que me tiemblan las piernas.

Se tumbo en la cama boca arriba y se abrió bien de piernas.

  • Sigue tocándomelo. – Y recordé lo que había visto por el ojo de la cerradura, como se

metía la mano enrte los muslos y la movia de arriba abajo y algo parecido hice.

Se movía en la cama de un lado a otro, gimiendo, riendo, apretaba mis manos contra su coño,

me la sujetaba y la movía ella con más felicidad.

Yo no podía aguantar más, con la otra mano me la metí bajo los pantalones y me la empecé a

tocar esperando que ella no se diera cuenta pero como cada vez lo hacía con mas ganas, abrió

lo ojos y me miró.

  • Vaya, veo que estas disfrutando tanto como yo, no te preocupes tocate todo lo que

quieras.

Y mientras con una mano jugaba con su clítoris con la otra me masturbaba auqnue, por un

estupido pudor, no me la saque de los pantalones.

Y de pronto, se incorporo de golpe, me agarro la mano y se la apretó contra el coño

fuertemente. Se estaba corriendo. Yo ya hacía rato que lo había hecho.

Y se volvió a tumbar como si hubiera descargado un camión de patatas del tio Raimundo, que

teníoa hectáreas de ellas.

Yo me tumbe a su lado y la observaba, no la tocaba.

Se dio la vuelta y se tumbo boca abajo.

  • Deberías de aprender a dar un buen masaje, a las mujeres nos encanta.

  • Bueno, a cada momento aprendo algo nuevo, ¿cómo lo hago?

  • Siéntate sobre mis muslos, con una pierna a cada lado.

Y eso hice, vaya, si antes me gustaba su culo, ahora, en esa posición aún más.

  • Ahora me acaricias la espalda de arriba abajo, bueno y si quieres, puedes bajar más

abajo de la espalda.

  • Claro que sí, lo estoy deseando.

  • Venga empieza, no, espera.

  • Ve al baño y en el armarito hay un bote de plástico que pone aceite de almendras,

tráelo.

Salte de la cama de golpe y lo vi sobre la marcha, siempre pensé que era champú, pero ahora

había descubierto que servía para dar masajes.

Le puse bastante aceite ne la espalda y empecé a hacerlo como me había dicho, aquello se

deslizaba muy biuen, subia y bajaba, aún no me había atrevido a bajar más allá de donde la

espalda cambia de nombre.

Y seguí y seguí.

Como me estaba poniendo de enfermo, ya estaba casi de UVI.

  • Sabes, que hay algo más abajo que aún no has masajeado? – Y ese fue el vºbº para

pasar el límite.

  • Te refieres a esto? – Y empecé a masajear sus cachetes.

Mer lo estaba pasando en grande, hasta me estaba gustando eso de dar masajes, aunque mi

entrepierna me dolia horrores.

Pasrece que me adivino el pensmaiento.

  • No me parece que estemos en igualdad de condiciones.

  • A que se refiere. – Mi entrada y salida en el tuteo aún me costaba.

  • Pues que yo estoy desnuda y tu no, y hace calor.

Me quité la camiseta pero me deje el pantalón corto.

  • Sigo estando en desventaja.

  • Es que… - Y sin dejarme terminar.

  • Si, ya sé, la tieses tiesa, jajajajajajajaja, y es lo normal, jajajajajajaja

Con lo que me puse de pie, el baje el pantalón y el slip y aquello me mostro libre y erguida. Me

puse nuevamente sobre sus muslos y segui dando el masaje, desde los hombros a los cahctges

y vicerversa.

Pronto me di cuenta que al subir hasta los hombros mi polla se posaba entre sus cachetes, y el

calor que me trasmitían me ponía aún más a cien.

Y ella también se dio cuenta del roce eventual de aquella cosa dura en su culo.

  • Vaya, parece que a tu amiga le esta gustando lo que me haces.

  • Pues claro, le está encantando.

  • Y que caliente la tienes. Pero mejor será que no este dando golpecitos. Colócala aquí. –

Y se abrió los muslos con las manos.

Y enseguida note como mi polla dura tocaba su sexo húmedo y seguí subiendo y bajando, y

cuando subía notaba que la punta de mi polla se acomodaba más a su sexo, y seguía subiendo

y bajando y cada vez subía más para que se ajustara más, tenía la sensación de que tenía parte

dentro de ella, pero aquello era nuevo para mí.

Mis subidas siempre iban acompañadas de su profundo gemido de ella.

No quería preguntarle a ella y quedar como lo que era, joven, inexperto y gilipollas. Pero me

atreví.

  • Manoli, esto es follar?

  • Bueno, casi.

  • ¿Casi?

  • Si casi, solo están metiendo la punta.

Guau, casi estaba follando, eso me subió la moral.

Y seguimos así un buen rato.

  • Oye Quique.

  • Digame?

  • Verás es que ya sabes que esto lo estoy haciendo para que cuando vayas a Madrid

sepas algo de las mujeres.

  • Si eso me dijo.

  • Y no lo sabes, pero a las mujeres, además de que nos tiuen, nos beses, nos hagan

masajes, nos gusta alguna cosa más.

  • Bueno, no lo sabía, pero digame que necesita.

  • Pero es que no quería abusar de tu buena voluntad, al fin y al cabo, esto es como si yo

fuera tu profesora de matemáticas o de literatura y tu mi alumno.

  • Que va, ni loco, usted no se parece ni a Dª Juana ni a Dª Luisa, y aunque no las he visto

desnudas no creo que tengan un cuerpo así.

  • Jajajajaja, gracias, pero no me has entendido.

  • Pues no sé.

  • Verás, como ya te he dicho, la smujeres necesitamos algo más y no se si puedo

pedírtelo sin que te resulte raro.

  • Más raro que esto, hace una semana ni lo habría soñado.

  • Bueno si, algo raro es, pero es por tu bien.

  • Pues digame que necesita.

  • Que no solo sea la puntita.

  • A que se refiere. – Lo dicho gilipollas.

  • A que, si no te importa, y ahora es por mi, que si la puedes meter entera.

  • Ah, bien, entonces ya no sería casi, sería follar.

  • Jajajajaja, si claro.

  • Pero es que en esta posición que tropiezo con su culo y no entra más.

  • Eso lo arreglo yo.

Se puso despacio de rodillas, evitando que lo poco que le había entrado se saliera, arqueo la

espalda y ahora note que podía seguir empujando.

  • Venga, ahora sigue como antes, hacia delante y hacia atrás.

Y eso hice, me sujete a sus caderas y empecé a seguir sus oprdenes.

  • Si así, así. Sigue, sigue. Más rápido, más rápido.

Estaba concentrado en hacer todo lo que me decía, la verdad es que estaba superconcentrado

siguiendo sus pautas.

Le iba a decir que ya no podía más, cuando hecho los brazos hacía atrás, me sujeto del culo y

me apretó contra ella. Y empezó con una especie de gritos contenidos, se le aceleró la

respiración y yo pegado a ella como una lapa me corrí dentro de aquello tan húmedo y

caliente.

Se tumbó boca abajo.

  • No la saques. - Y obedecí, me tumbe sobre ella, aun con mi polla dentro, hasta que

poco a poco fue perdiendo fuelle y acabo saliendo.

Estuvimos un buen rato en esa posición. No se cuanto, pero yo estaba encantando, notaba el

calor de su cuerpo, lo blandito de su culo y como, de vez en cuando, apretaba sus cachetes

sujetando mi polla flácida.

  • Tumbate a mi lado.

Me tumbe boca arriba al lado de ella.

  • Gracias Quique.

  • Y por que me da las gracias.

  • Cosas mías.

Y se calló también un buen rato.

  • La verdad que, a pesar de que eres muy joven, con la altura que tienes das la

apariencia de ser más mayor. Vamos que tienes a todas las jóvenes del pueblo locas,

bueno a jóvenes y no tan jóvenes, que alguna madre se de buena tinta que también.

  • Pero Manoli que dice, yo no se nada de eso.

  • Si esto fuera una capital de provincia o un pueblo mucho más grande, cada día

tendrías a una mujer diferente en tu cama, pero de todas las edades.

  • Pero que cosas me dice, si usted es la primera mujer que veo desnuda.

  • Por que aquí somos cuatro gatos y nos conocemos todos, pero alguna ya me ha

preguntado directamente si con eso de que estas en mi casa siempre en verano yo…

bueno ya sabes.

  • Ya, imagino, le han preguntado si hacemos esto de follar, jajajajajaj

  • Si ha eso me refiero y te seré sincera…

  • Dígame…

  • No sabes la de veces que antes de ducharme me he tocado pensando en esto.

  • Como el otro día. – Hostias se me escapo. Nene espabila.

  • ¿Como que el otro día?

  • Nada, nada.

  • Venga cuéntame, si ya pocas cosas te quedan por verme.

  • Tiene razón jejeje, bueno que el otro día pasé por el baño y miré por la cerradura y

estaba sentada en el baño, y cuando terminó se metió en la ducha.

  • Jajajaja, pues en ti pensaba, seguro, además no sabes los años que hacía que yo no

tenía un orgasmo. Bueno me refiero con un hombre, sola muchos.

  • Como el que yo tuve después de mirar, jajajajaja

Parece que estábamos de confesión.

  • Y dime una cosa.

  • ¿Qué?

  • Te ha gustado follar conmigo a pesar de que te doblo la edad.

  • Cuando lo hacía yo no pensaba en su edad, solo en hacerlo bien y que le gustará, ya

sabe que nunca lo había hecho. Pero no entiendo como la gente no se pasa el día

follando, con lo que se disfruta.

  • En eso te doy la razón, ya sé por qué apruebas tu siempre, eres listo, jajajajaja

  • Le diré que yo me masturbo mucho.

  • ¿Sí? Cuantas veces al día.

  • Mínimo seis, siete veces, a veces más y algunas veces dos o tres seguidas.

Sin mediar palabra, se dio la vuelta, me tumbo boca arriba y se subió a horcajadas sobre mí,

restregando su sexo húmedo conta mi polla, que reaccionó al instante.

  • A ver si es verdad que vamos a por otro.

Y siguió restregando sexo con sexo, a lo que mi endurecida polla, respondía intentando

penetrarla de nuevo, pero no me dejaba.

Y siguió y siguió, hasta que se la coloco a la entrada y se sentó encima de ella, entrando dentro

de ella sin el más mínimo esfuerzo.

Y tuvimos otro polvo que me seguía parecido lo mejor del mundo, nada que ver con eso que

había visto en las revistas y a lo más que me llevaba era a una masturbación nocturna cuando

Lolita se había dormido.

Y así trascurrió lo que quedaba de agosto y gran parte de septiembre, aprovechando cualquier

descuido, cualquier momento de soledad de ambos, para tener sexo. Mis padres volvieron de

Francia y yo seguía pasando gran parte del tiempo en casa de Manoli, cosa que no les agrava

en demasía, pero como yo les decía, la costumbre, más de dos meses allí y su casa es más

fresquita, cosa que era cierta, pero también era por que me pasaba el tiempo desnudo sin

ropa que me acalorase.

Pero todo lo bueno se acaba, llego la época de irse a la universidad, Lolita había aprobado y

también se venía, ella a casa de unos parientes lejanos yo a una residencia de estudiantes.

Mi gozo en un pozo, ¿hasta cuándo no vería a Manoli? ¿No volvería a tener sexo con ella?

Gracias a su inteligencia solo tuve que esperar hasta mediados de noviembre, aprovecho un

par de días libres y se vino a ver a su hija, pero como en la casa d ellos parientes no había sitio

se cogió una pensión, estratégicamente cerca de mi residencia.

Eso de pasar una noche completa pegado a una mujer fue algo maravilloso y si, además, te

despierta a media noche con ganas de subirse encima de ti, pues mucho mejor.

Lastima que la carrera no hubiera durado diez años, aunque entre sus visitas y las vacaciones,

no perdíamos el tiempo.

Y esta es mi experiencia, espero que os guste.