Mi querida Sonia 2

Continúan las aventuras de Sonia

Mi querida Sonia 2

Nos encontrábamos en esa especie de fiesta privada con las cuatro mujeres. Después de presentarme, las miradas lujuriosas se centraron en Sonia.

-¿Así que esta es la comedora de coñitos?

Las cuatro rodearon a Sonia y comenzaron a acariciarla. En unos instantes, Sonia se encontró totalmente desnuda, mientras las cuatro mujeres se dedicaban a darle placer: besos en la boca, caricias y mordiscos en los pechos, las manos de las cuatro se alternaban dentro de su vagina… Sonia gemía mientras sus orgasmos se multiplicaban. Al cabo de unos quince minutos, la dejaron en el suelo, nos sentamos alrededor de una mesita baja y nos servimos unas bebidas.

-Niña, te toca.

Sonia obedeció y se arrodilló frente a la primera mujer, la dueña del local. Empezó a retorcerse de placer mientras las demás observábamos y charlábamos acerca de cotilleos y noticias.

Cuando tuvo el orgasmo, Sonia se acercó a la segunda, y comenzó de nuevo. Realmente no sé cuántas vueltas dio Sonia alrededor de nosotras (podría contarlas, claro, ya que toda la sesión se grabó).

Una de las veces, Lucía, que se encontraba a mi lado, estaba disfrutando de la lamida, cuando, sin pensármelo, le desabroché la camisa y empecé a mordisquear sus pechos estupendos. Cuando Sonia terminó, comencé a acariciarle el clítoris y a introducirle hasta tres dedos en su vagina. Tuvo tres orgasmos seguidos y se quedó desmadejada.

-¡Yo también quiero! –gritó María, la dueña del local.

-Lo he hecho porque quería –repliqué.

-Házmelo a mí… -suplicó.

Como me veía reacia, continuó:

-Te doy 200… 300.

-¿Crees que soy una puta? Vale, seré una puta, pero me tienes que dar por adelantado 500 euros.

Incomprensiblemente, no sólo aceptó, sino que sus otras dos amigas consiguieron que les prestara a cada una la misma cantidad. Conté el dinero y lo guardé, y ya que iba a ser una puta durante un rato, me desnudé totalmente antes de acercarme a María.

Debo reconocer que todas disfrutaron de mis servicios, aunque la que más contenta estaba era Lucía, que lo consiguió gratis.

Al final, y con el calentón, todas terminaron follando entre ellas.

Dos horas después, nos despedimos. Sonia estaba empapada en toda la cara y el pelo. La llevé a su casa. Antes de dejarla, le entregué un objeto y le di instrucciones precisas para el día siguiente.

El objeto en cuestión era un pequeño consolador que tenía que llevar dentro durante las clases. Era un juguetito que había encontrado en una tienda: un pequeño vibrador con Bluethoot. La primera vez que lo encendí en clase con mi móvil, se le cayó el bolígrafo de la impresión. Fue una delicia jugar a encender y apagar el aparatito durante la clase y observar los esfuerzos que hacía Sonia para disimular.

Una tarde, decidí ponerle otra prueba, y debo confesar que, esta vez, no dudó.

Llamaron a la puerta. Era el portero de la casa.

-Pase, Ramón. Me gustaría que mirara a ver qué le pasa a la calefacción, me parece que no funciona bien.

(Gracias a los servicios de un amigo entendido y, aprovechando que el frío no había llegado, cambié una pieza del calefactor por otra estropeada).

Me disculpé con Ramón, ya que tenía que salir.

-Pero no se preocupe. Sonia le ayudará.

Cuando se quedaron a solas, Sonia condujo al portero hasta el aparato y, por descontado, no supo ponerlo en marcha. En ese momento, Sonia colocó su mano en la bragueta. Ramón retrocedió asustado, pero Sonia siguió acariciándolo.

-Me ponen los señores machotes como tú.

En un instante, Sonia había sacado su polla y se la había metido en la boca. A pesar de tener poca experiencia, la felación que le hizo Sonia fue espectacular, aunque el pobre duró poco y se corrió en su boca. Sonia no desperdició ni una sola gota.

Las cámaras que había colocado grabaron toda la escena, y yo lo vi en directo a través de mi tablet, sentada cómodamente en mi coche, en el garaje. Cuando terminaron, llamé a Sonia.

-Ya vuelvo.

Al entrar en casa, los dos se encontraban de pie, y perfectamente vestidos, como si nada especial hubiera ocurrido, aunque a Ramón se le veía nervioso. Ramón me aseguró que llamaría él mismo al servicio técnico para que lo arreglaran.

Una semana después, se presentó el técnico en compañía del portero.

Nuevamente (¡qué casualidad!) tenía que ausentarme, pero Sonia volvió a ofrecerse a permanecer en la casa mientras duraba el arreglo. Ramón, por descontado, también se ofreció a vigilar el trabajo.

Al marcharme, Sonia llevó a Ramón hasta mi cama, se desnudó completamente y comenzaron a follar. Entonces ocurrió algo que no habíamos previsto…

El técnico encontró rápidamente la pieza defectuosa, la cambió en un momento y, cuando fue a avisar que ya estaba arreglado, se encontró a Sonia, desnuda y a cuatro patas en la cama, mientras Ramón le metía su polla en el coño con fiereza.

Ramón y el técnico se quedaron cortados, pero Sonia hizo un gesto al técnico para que se uniera a la fiesta. Y así ocurrió que Sonia se encontraba siendo follada por el portero, mientras le comía el rabo al técnico. Eyacularon casi al mismo tiempo.

Ramón jadeaba con esfuerzo, pero el técnico quería más.

-Ayúdale a recuperarse.

Sonia obedeció y empezó a chuparle la polla a Ramón y, en unos minutos consiguió que enarbolara un instrumento duro y a punto.

El técnico, como si de un maestro de ceremonia se tratara, lo organizó todo. Ramón se tumbó en la cama, Sonia se sentó encima de su polla y él tomó un tarro de crema de manos, embadurnó su culo y por ahí la metió.

Sonia chilló de placer al notar las dos pollas en sus agujeros. Más tarde me confesó que había experimentado varios orgasmos. También, en esta ocasión los dos hombres acabaron casi al instante.

Mientras eso ocurría, yo me masturbaba en mi automóvil observando la pantalla. Poco después de que terminaran, avisé a Sonia para que pudieran arreglarse “y yo no me enterara de nada”.