Mi querida Miriam

Empecé a sentir sus manos por mis hombros, las frotaba con unos aceites y con una delicadeza enorme se deslizaba suavemente por mi espalda. La verdad se sentía muy bonito.

MI QUERIDA MIRIAM

Hace un par de años rentaba yo un piso bastante amplio. Por cuestiones económicas y también porque vivir sola nunca fue para mi una buena idea, decidí buscar alguien que quisiera compartir la renta. De inmediato se presentó Miriam, una chica muy bonita y sumamente simpática. Era kinesióloga, parecía muy desenvuelta y sobre todo me inspiró muchísima confianza. Se mudó sin más. Por aquel entonces yo trabaja por mi cuenta y aunque tenía establecido mi estudio solía traerme trabajo a casa. Soy abogada y suelo dejarme absorber por mi trabajo.

Pasado unos meses de convivir con Miriam me sentía satisfecha con ella. Se manejaba libremente y los momentos que compartíamos solían ser agradables. Podíamos conversar horas y acordar cuestiones domésticas sin ninguna dificultad. Por lo general nos encontrábamos por las noches pues cada una durante el día lo pasábamos fuera de casa.

Una tarde, estando en mi estudio decidí ir a casa a trabajar porque me dolía terriblemente la cabeza y aunque no podía posponer mi tarea creí que estaría más cómoda en mi hogar. Cuando llegó Miriam me percaté del tiempo que había pasado sentada sin moverme de mi computadora. Me sentía terrible, cuestión que ella confirmó al verme pues me dijo: "Por dios mujer!! Que cara tienes…!! Me levanté de inmediato y fui a verme al espejo del baño, realmente estaba hecha un desastre, con unas ojeras enormes y el cuello y la espalda completamente rígidos. Ella apareció por detrás y mirándonos en el reflejo del espejo apoyó su mano en mi cuello y me ofreció unos masajes. Me pareció una idea maravillosa. Acepté con gusto y ella tomándome de la mano me llevó hasta mi dormitorio. Con un cansancio increíble me deje caer boca abajo sobre la cama. – Así no mujer!! Siendo esta mi ciencia lo vamos a hacer como corresponde….ponte cómoda...Vamos! desvístete que yo me encargo.

Me pareció lógico, se suponía que el objetivo era relajarme y siendo ella la kinesióloga, obviamente sabía lo que hacia. Me desvestí mientras ella iba en busca de cremas según me dijo. Quedé en ropa interior, me recosté y cerré mis ojos. No daba más del cansancio.

Se sentó a un costado y me desabrochó el sujetador, - Quítatelo, que sino no puedo trabajar. Aunque nunca me había desnudado frente a ella no me pareció nada inapropiado hacerlo en aquella ocasión. Lo único que esperaba eran esos benditos masajes.

Empecé a sentir sus manos por mis hombros, las frotaba con unos aceites y con una delicadeza enorme se deslizaba suavemente por mi espalda. La verdad se sentía muy bonito. Ejercía la presión necesaria, relajándome pero sin sentir dolor. Me fui relajando y mi respiración se fue haciendo cada vez más pausada. Realmente se manejaba muy bien. Se desplaza por mi columna, llegaba a mis hombros y continuaba por mis brazos. Dedicaba todo el tiempo del mundo llegaba hasta la punta de mis dedos y yo me sentía sumamente reconfortada. Después se dedico más a mi espalda, y haciendo movimientos cada vez mas amplios sentía que sus dedos rozaban casi accidentalmente el borde mis senos, eso me producía cierto cosquilleo que no dejaba de ser agradable. Ninguna decía palabra alguna, ella estaba al comando y yo me dejaba hacer. Se fue deslizando más abajo por mi espalda y detenida en mi cintura fui sintiendo que eran unos masajes maravillosos. A medida que deslizaba sus dedos por mi cintura y mis caderas desplazaba unos centímetros mis bragas. Eso realmente me causaba un poco de escozor. Aunque me hacia bien me ponía un poco nerviosa, pero no quería dejar de sentir esas manos que tan bien me hacían. Me fui entregando cada vez más y ella empezó a bajarme las bragas, sentía como las deslizaba cada vez y sólo atiné a levantar un poco mis caderas para facilitarle la tarea. Me las quito muy lentamente. Quedé completamente desnuda y entregada a sus masajes milagrosos. Continúo frotando mis glúteos, no eran caricias eran verdaderos masajes y me hacían sentir estupenda. Fue bajando por mis muslos, llegando a mis pantorrillas y descendiendo hasta mis pies. Me encontraba completamente embadurnada en sus aceites e increíblemente relajada. Cuando terminó con mis pies deje de sentir sus manos y estando yo con mis ojos cerrados la escuchaba moverse en el cuarto y pensé que ya había terminado y me creía dormida.

De pronto la sentí acercarse, y montarse en mí. Me sobresaltó sentir su piel desnuda sobre mi cuerpo. Sentía los vellos de sus vagina sobre mi cola y sin sobrecargarse demasiado continuó haciéndome masajes en mi espalda. – ¿Como se siente? Me pregunto. Le respondí que muy bien. Movía sus caderas suavemente y yo a lo único que atiné, fue a seguir su ritmo con las mías. No dejaba de masajearme los hombros, de rozarme los senos y era una mezcla extraña de relajación y excitación. Se mantuvo así por unos minutos y luego volvió a sentarse a mi lado y sentí sus manos descender por mi cola pera esta vez fue metiendo sus dedos por la cara interna de mis muslos. Estaba sentada ella a mi costado y con los pies sobre mi cama. Podía sentir sus piernas flexionadas, una de ella muy pegada a mi muslo. Sus dedos se abrían paso entre mis piernas y decidí facilitarle la tarea abriéndolas mas para ella. Apenas rozaba mis labios vaginales con sus dedos. No podía dejar de moverme, aunque suavemente. Quería sentirla, que no dejara de manosearme. Se fue metiendo mas, supe que estaba húmeda cuando sus dedos fueron recogiendo mi flujo y se mezclaba con su aceite, acariciaba toda mi concha haciéndome sentir exquisitamente bien. Mientras, fue acomodándose de manera que una de mis manos extendidas a mi costado sintió su sexo. Mis dedos comenzaron a moverse por su concha. Mi dedo mayor sintió su humedad y comencé a recorrerla de arriba abajo tal como ella me lo hacia a mí. Disfrutamos de nuestras caricias hasta que fue imposible contenernos y empezamos a movernos mas rápido. Ambas nos dedicamos al clítoris de la otra con absoluta maestría. Yo sentía el suyo completamente congestionado con la paja que le estaba haciendo y sabía que el mío estaba igual, sentía su dedo deslizarse magníficamente sobre él. Nos frotamos sin parar y empezamos a gemir. Me ponía a mil sentir sus gemidos entrecortados y yo quería a esa altura gritar. Nos movíamos como dos yeguas en celos, no quería que esto terminara nunca. Así, así, seguí así, no pares por favor!!!, no paro mi amor no paro, me decía. Sentía que estaba mojando las sabanas con mis flujos y lo que era ella, ni hablar. Estábamos a punto de estallar hasta que nos corrimos las dos juntas en un orgasmo espectacular. Estaba sintiendo los espasmos aún cuando de inmediato ella hizo una tijera genial conmigo. Nos continuamos frotando así, mi concha sentía la suya y eso hizo que me volviera a excitar. Sentía que éramos un charco, nuestra conchas se deslizaban increíblemente hasta que tomándonos de las manos para así ejercer mas presión, volvimos acabar. Mi cuerpo apenas podía responder, estaba realmente exhausta. Pero ella no parecía querer que eso terminara, se acomodó sobre mí haciendo un 69 y empezó a besar mis labios vaginales. Yo no pude dejar de hacer lo mismo. Fue increíblemente hermoso. No nos chapábamos sino que nos besábamos las conchas. Yo apoyaba mi boca sobre sus labios mayores y con mi lengua la recorría por dentro. Ella hacía lo mismo conmigo y solo se escuchaba el chasquido de nuestras salivas mezclándose con nuestros jugos. Así nos mantuvimos hasta que nos recostamos, y nos dormimos, una oliendo la concha de la otra.

Por la mañana me despertó su lengua en mi concha, abrí mis ojos y su pubis me invito a besarlo. Levante mi cabeza para verla a los ojos y ella se acomodo a mi lado, me sonrió y nos besamos. Podía sentir el olor de mi sexo en su boca. Sentía su boca suave, hermosa, nuestras lenguas se reconocieron y nos abrazamos. Me encantaba sentir su cuerpo. Nuestras piernas entrelazadas, nuestros pechos pegados. Sus manos en mi espalda y las mías en la suya. – Creo que te amo, me dijo. Y yo creó que me enamoraste le dije. Me confeso que desde que me había conocido se moría por cojerme, - no voy a dejar que andes perdiendo el tiempo nunca mas le dije.

Llevamos dos años viviendo esta vez como pareja y sexualmente no dejamos de ser tan calientes como la primera vez. Realmente es la mujer de mi vida y yo la de la suya.