Mi querida enemiga
Tengo una amiga con la que no me llevo nada bien, pero un día acabamos discutiendo con nuestros cuerpos.
En la vida no te puedes llevar bien con todo el mundo. Eso lo sabemos todos. Yo hacía tiempo que conocía a Begoña. Era una amiga de mi hermana con quien no podía estar hablando más de cinco minutos seguidos sin que empezásemos a discutir. Política, fútbol o cualquier asunto sin importancia. Cualquier tema de conversación era para nosotros un campo de batalla en el que a veces habíamos estado cerca de acabar a bofetadas, pero como casi todos los fines de semana coincidíamos por los mismos bares, era inevitable mantener una relación si no amistosa, sí por lo menos correcta.
El sábado pasado nos encontramos en un bar al que solemos ir. Resulta que a mi hermana le gusta un amigo mío y en cuanto nos vieron entrar en el bar se acercaron como quien no quiere la cosa y empezaron a hablar. Las amigas de mi hermana, que son unas auténticas víboras, se las arreglaron para arrinconar a mi hermana con mi amigo, sin darme siquiera la oportunidad de saludarla y después cada una de ellas empezó a hablar con mis amigos. En un abrir y cerrar de ojos me encontré solo y arrinconado contra la pared del bar. Como ya sabía de qué iba la cosa me fui a la barra a pedir, para hacer tiempo y ver desde lejos las tácticas envolventes por si alguno caía en la trampa que les estaban tendiendo.
Mirando desde la barra noté cómo varias de las amigas de mi hermana se reían y miraban en mi dirección. Qué graciosas, pensé yo- encima que pasáis de mí, os reís- cuando noté que me tocaban la espalda. Me di la vuelta y allí estaba Begoña. No era nada fea, sobre el metro setenta de altura, morena de ojos verdes y un cuerpo que sin duda merecía la pena conocer más a fondo, pero mis desavenencias con ella siempre se me aparecían cada vez que pensaba en lo firmes que tenía que tener los pezones o en lo liso de su vientre.
Me di cuenta de que esa noche estaba especialmente provocativa. Con una blusa negra a la que se le había olvidado abrochar la mitad de los botones y un sujetador que insinuaba sus encantos pero al mismo tiempo los ocultaba detrás de un cartel invisible que decía "se mira pero no se toca". Ese aire de chulería y prepotencia que era precisamente lo que nos hacía discutir y que me sacaba de mis casillas, fundamentalmente porque es de las personas que si no gana, se las arregla para empatar.
Forzado por la situación, y en vista de que no tenía a nadie mejor con quien hablar, entablamos una conversación amigable y trivial. Yo en realidad no tenía nada en contra de ella, pero éramos un puzzle de dos piezas que nunca habían logrado encajar.
En una de estas se me ocurrió mirar de reojo a la zona donde estaba mi hermana hablando con mi amigo y cual fue mi sorpresa al ver que se estaban enrollando como locos y sin ningún reparo que les viesen todos los allí presentes. Yo ya sabía que a mi hermana le gustaba desde hacía tiempo, pero mi amigo nunca había demostrado interés en tener nada con ella hasta ese momento.
Vaya, vaya, le dije a Begoña, parece que el que la sigue la consigue.
Qué pasa, me respondió ella con su típico aire de suficiencia, que es solo tu hermana la que se lo está pasando bien?
Ya estamos pensé yo, es que con esta no voy a poder cruzar media docena de palabras sin tener que levantar la voz, y como ya llevábamos unos cuantos cubatas en el cuerpo me dispuse a empezar una nueva discusión.
Pues yo no sé si mi amigo estará disfrutando, total, yo también le doy besos a mi hermana.
Ah Si?? O sea que os lo montáis de incesto?? Me respondió ella
Oye guapa- respondí yo secamente-, ten cuidado con lo que dices y ten un poco más de respeto, que es mi hermana. Lo que quiero decir es que darle un muerdo a una tía en un bar no puede producir mucha satisfacción.
Seguro -ella ya había adoptado el tono borde y la expresión de desayunar vinagre todas las mañanas que tan poco le favorecía. Tú seguro que estas pensando que tu amigo ya lo tiene todo hecho y que hoy mismo se la lleva a la cama.
Pues mira, si hoy se van a la cama, eso sí que les producirá satisfacción de verdad y por lo menos podremos decir que en este bar ha pillado alguien de tu cuadrilla.
Yo en este bar he pillado siempre que he querido, me respondió dando un paso hacia delante hasta llevar a rozar sus pechos contra mi brazo.
Lo que tú hagas me trae sin cuidado y no quiero seguir hablando porque vamos a acabar como siempre. Hice ademán de darme la vuelta para irme cuando me agarró del brazo. Y me dijo:
No te vayas, es que no vamos a poder hablar como personas civilizadas?
Por mi no hay ningún problema, pero es que tú me sacas de mis casillas.
Tú a mi también me sacas de mis casillas, me dijo acercando su boca a mi oído, casi en un susurro, a la vez que rozó todo su pecho por mi brazo. Lo noté firme y lleno, como a mi me gustan. Era la primera vez que tenía ese tipo de reacción hacia mi y decidí intentar echar el anzuelo al agua a ver si pescaba algo, o si era todo para bacilar.
Lo que pasa es que te enciendes demasiado cuando discutimos y siempre quieres tener la razón, le dije posando mi mano sobre su cadera. Tenía una cintura estrecha y no me limité a poner la mano, la agarré con cierta firmeza para que se diese cuenta de que ya estábamos hablando de otro tema.
Lo de tu hermana lo teníamos todo planeado, me dijo sin mostrar ninguna atención a mi mano. Estoy sola en casa y antes de salir lo hemos planeado todo. Hoy ella iba a ir a por él, y si hay plan luego ya tienen sitio a donde ir.
Mientras hablábamos yo le había pasado la mano por la cintura y la había acercado más a mi. Ahora notaba todo su cuerpo bajo su ropa. Tenía la palma de la mano abierta en ese sitio indeterminado que nunca se sabe si pertenece a la espalda o al culo y notaba sus muslos largos y finos contra mis pantalones. Estaba claro que la cosa iba hacia delante, ya que ella parecía estar más atenta de mirar cómo mi hermana se liaba de una manera ya totalmente salvaje con mi amigo que de mis claros intentos de provocarla.
De repente me miró con sus grandes ojos verdes y con la boca medio abierta dejando entre ver sus blancos dientes, pero no dijo nada. Tenía el deseo grabado en la mirada, pero parecía estar calculando la situación. Estaría pensando: durante mucho tiempo he discutido un fin de semana sí y otro también con este tío y ahora estoy a un paso de tirarmenlo, es eso de verdad lo que quiero hacer??
Para no darle tiempo a responderse a esa pregunta la cogí de la mano y la saqué del bar.
Que haces me dijo ella sorprendida, como si despertase de un sueño.
Aquí dentro no, vamos fuera. Lo que vamos a hacer no es para todos los públicos.
En la calle me lancé sobre ella y sujetándola la cara con las dos manos le metí la lengua dentro de su boca dándole un beso que me devolvió con igual o mayor fuerza. Ya nada nos podía parar. Toda la agresividad que habíamos generado en esas discusiones la estábamos transformando en lujuria y eso nos excitaba todavía más.
Vamos a mi casa y te vas a enterar de lo que vale un peine, niñato, me dijo.
Lengua para hablar ya tienes, a ver si la sabes utilizar tan bien para otras cosas, el dije dándole un sonoro cachete en el culo con la palma de la mano abierta, para abarcar toda su firme nalga.
Corrimos a su casa que no quedaba lejos de allí besándonos ardientemente y sin ningún rubor. En el portal la arrinconé contra la pared y le hice notar lo caliente que tenía la entrepierna mientras ella hacía que me acercase todavía más apretando con sus dos manos mi culo contra ella.
Después de unos minutos ella paro ese abrazo repleto de deseo, me cogió de la mano y me llevó al ascensor.
En cuanto me dio la espalda le puse el paquete en el culo y empecé a sobarle las tetas con las dos manos mientras le susurraba al oído obscenidades que la ponían todavía más cachonda.
Al entrar en su casa ella ya estaba con la blusa por fuera del pantalón, el pelo más revuelto y algún botón más desabrochado. Venga, me dijo, vamos a ver lo que sabes hacer, no creas que te lo voy a poner todo tan fácil. La excitación se había mezclado con ese todo despectivo que yo tan bien conocía de ella y que en ese momento me di cuenta de lo mucho que me ponía.
No te han follado nunca como te voy a follar yo, le dije de la manera más salvaje que pude y la llevé contra la pared para comenzar a desnudarla. Ella estaba totalmente entregada a mi y parecía que toda la vida se le iba en ese momento de pasión. Al quitarle la blusa, le desabroché los corchetes del sujetador y por fin pude ver en todo su esplendor sus grandes senos y sus pequeños y oscuros pezones duros y erizados, como dos interruptores de una máquina para la lujuria. Bajé mi mano por su vientre plano deteniéndome a acariciar cada milímetro de su piel blanca y suave hasta llegar a sus pantalones. Metí la mano debajo de ellos para palpar su tanga y más abajo su bello púbico, duro como alambre de espino. Le desabroché los botones del pantalón mientras ella me quitaba la camisa y me pasaba la mano por el pecho que gracias a la naturaleza y al gimnasio tengo muy desarrollado.
Estás mucho más bueno de lo que pareces, cabrón, me dijo aprovechando los pocos instantes que nuestras bocas no estaban juntas.
Antes lo habrías descubierto si no hubieses sido tan borde conmigo siempre, le respondí con la voz entrecortada mientras metía la mano por debajo de su tanga para agarrarle la nalga.
Como desde esa postura no podía bajarle los pantalones, la di la vuelta y la puse de cara a la pared. Sin decirle yo nada abrió las piernas y separó sus manos como si quisiese que la sometiese a un intenso cacheo.
Después de bajarla los pantalones, comencé a explorar su cuerpo sin ninguna prisa sobado sus pechos, pero sin tocar los pezones, para excitarla más. Sus piernas redondeadas y firmes como dos columnas de carne que llevaban hasta el centro de su placer, que yo no me apresuré en conquistar.
Por debajo del tanga palpé lo húmedo y caliente de su sexo haciéndola emitir gemidos de placer y ansiedad e introduje dos dedos en su vagina. Ella me acompañó en el movimiento durante un rato, hasta que se dio la vuelta y con la cara desencajada me dijo: no lo haces mal niñato, pero a ver si mejoras esto. Se abalanzó sobre mi tirándome encima de un sofá y comenzó a quitarme los pantalones con las manos, la boca, la lengua. Se notaba que sabía lo que hacía. Yo tenía los bóxer a punto de explotar y se me pasó por la cabeza la idea de que tenía que aguantar lo suficiente para dejarla totalmente satisfecha, cosa que parecí me iba a costar mucho esfuerzo y concentración. Ella no se andaba por las ramas. Me quitó los pantalones y los bóxer y me la empezó a mamar metiéndosela hasta el fondo de la garganta. Yo acariciaba sus rizos morenos y su cara para dirigir sus embestidas y poder frenar antes de que fuese demasiado tarde. No quería correrme tan pronto y cuando ya notaba lo inminente de mi orgasmo la retiré la cara de mi pene, dejando al separarme un hilo de mezcla de semen y saliva entre mi capullo y su boca.
Ahora te toca a ti, la dije poniéndome a cuatro patas encima de ella. Con furia fui besando y pasando mi lengua por todo su cuerpo hasta llegar al monte de Venus, donde la hice el amor con la lengua absorbiendo todos sus jugos y notando su calor. Ella me sujetaba la cabeza con las manos metiendo sus dedos entre mi pelo mientras me pedía que se lo comiese todo entre gemidos y movimientos de pelvis hasta que todo su cuerpo fue recorrido por un espasmo eléctrico que como un fogonazo le hizo dar un alarido de placer que duró varios segundos y después se recostó mientras yo notaba las contracciones de su vagina.
A mi ver cómo había explotado me había excitado todavía más y ya estaba fuera de mí. La di la vuelta y la puse a cuatro patas para penetrarla con facilidad. Amarrándola de la cintura mis envestidas hacían chocar mis muslos contra su culo dándome un visión de toda su espalda como no la había visto hasta ahora. Para no correrme tan pronto se me ocurrió que en una ocasión había oído que la espalda de una mujer es como un contrabajo, por las curvas de sus hombros, su cintura y su culo, cosa que me hizo excitarme aún más, así que tuve que borrar esa imagen de mi mente para poder disfrutar aún más de ese momento.
Déjame a mi encima, me dijo entre jadeos.
De eso nada, monada, la respondí yo, para provocarla te voy a follar como me apetezca. Ese comentario obtuvo la reacción que pretendía y ella aumento ritmo de sus movimientos. Un par de golpes después accedí a sus deseos y me puse dejado de ella.
Tenerla en ese estado de excitación desnuda sobre mi piel era como estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo. Sin perder ni un momento abrió sus piernas y encontró el alojamiento para mi pene dentro de su cuerpo sin ninguna dificultad. Me agarró de las muñecas y empezó a cabalgar sobre mi como nadie lo había hecho antes.
Para dominar la situación yo intentaba que se diese la vuelta, pero ella me tenía bien cogido y con los golpes de pelvis no me resultaba fácil moverla sin su colaboración.
En esos momentos era como si volviésemos a discutir, pero en lugar de con palabras con nuestros cuerpos desnudos y los dos quería ganar esa discusión.
Por fin logré que cayésemos de costado y como en una postura inimaginable del camasutra nos corrimos los dos a la vez en un orgasmo en el que yo me vacié y ella se llenó.
Estuvimos unos momentos en ese abrazo hasta que noté mi pene flácido dentro de su vagina. Separamos nuestros cuerpos y nos quedamos tumbados en el suelo sin decir nada.
Al de unos minutos tocaron el portero automático. Eran mi hermana y mi amigo, que venían a tomarnos el relevo. Ella se puso un bata y yo me fui a su habitación. Esa noche no terminó ahí, no había hecho nada más que comenzar, pero eso lo contaré otro día.