Mi querida alumna
Un buen profesor es aquel que se esmera en enseñar todas las materias a sus alumnas más aventajadas, sobre todo si éstas están en buena condición física y son muy agradecidas.
Esto que les cuento me sucedió hace unos meses. No tenía trabajo y sí muchos gastos por la universidad. Me costaba mucho acudir a mis clases porque no tenía dinero, así que empecé a buscarlo, encontrando una oportunidad de empleo como profesor en una escuela preparatoria. Inmediatamente obtuve el trabajo y me preparé para dar mi primera clase ese día. Estaba algo nervioso, pero afortunadamente todo salió bien.
Así pasaron los días y tenía más confianza con mis alumnos. A los hombres les contaba algunas cosas y con las chicas también llevaba buena relación, pero siempre respetuosamente, pues no quería que pensaran que quería aprovecharme de ellas.
Noté que siempre me miraban todas y, a veces, se reían conmigo. No soy muy guapo, pero mido 1.80 y por el ejercicio que hago tengo un buen físico, aparte que siempre voy bastante bien vestido. Pero yo no daba pie a que se malentendieran las cosas, pues no quería perder mi empleo, además ninguna me llamaba la atención. Hasta que un día, estando en otra clase, vi pasar a Blanca, una de mis alumnas, vistiendo una minifalda bastante corta y una blusa bastante ajustada; me saludó y se fue por el pasillo. Hasta entonces no me había fijado que estaba muy bien. Ella no es muy bonita, es delgada, morena clara, tiene el cabello castaño, no muy alta, pero tiene unas piernas impresionantes y unas grandes tetas que casi no se le notan con su uniforme, pero lo que más me gustó de ella fueron sus nalgas, enormes, redondas y bien paraditas; aparte, tiene una mirada tierna y unos ojos café oscuro preciosos. Desde ese día me propuse observarla con más atención.
Al día siguiente pensé que no llegaría y ya empezaba a sentirme un poco desilusionado. Empecé la clase y 5 minutos después tocaron la puerta, era ella, se le había hecho tarde y la dejé pasar. Ésta vez llevaba una playera tan ajustada que me permitía admirar sus tetas y un pantalón blanco que me dejó ver su redondo trasero en todo su esplendor. ¡Vaya niña! Pensé. Como siempre se sentó frente a mí, siendo el único que podía apreciar la magnífica vista de sus hermosas tetas. Empezaba a ponerme un poco nervioso, pero de ahí no pasó esa vez, aparte que Blanca es una niña muy tierna y, a la vez muy seria, por eso no pensaba que lo hiciese a propósito.
Pasaron los días y, en secreto, seguía observándola. Trataba de no demostrar alguna preferencia especial con ella y cuando llegaron los exámenes la senté hacia delante y frente a mí, ya que llevaba la falda que me enloquecía, pues me dejaba ver sus hermosas piernas y ella no se sentía incómoda, pues veía que yo no le faltaba al respeto. Todos contestaban sus exámenes en silencio, pero notaba que Blanca estaba algo nerviosa, hasta que me di cuenta de que estaba copiando las respuestas. Cuando le quité sus hojas, ella bajó la mirada. Pensaba romper su examen, pero al ver su cara angustiada no pude hacerlo, le devolví el examen y le dije que no tenía necesidad de hacerlo, que en realidad era una buena estudiante y que sabía que pasaría el examen. Ella sonrió aliviada y siguió con su examen, todo eso se lo dije en voz baja para que no me oyeran los demás.
Cuando terminó el examen pasé al otro grupo y cuando salí me sorprendió verla esperándome en la calle.
-Sólo quería agradecerle que no me reprobara. Sabe, tengo que ayudar a mis papás y no siempre tengo tiempo de estudiar, pero le prometo que no volverá a pasar- me dijo mientras caminábamos.
- Esta bien, no te preocupes, espero que sea la última vez. No quisiera que reprobaras mi curso, pues he visto que eres inteligente - le dije y me despedí de ella.
Pasando los días noté que me miraba fijamente y sonreía al verme, por mi parte me sentía un tanto raro, ¡me estaba enamorando de mi alumna!. Poco a poco, no dejaba de pensar en ella. Ya contaba los días para volver a verla y cuando llegaba al salón ahí estaba esperándome. Poco a poco me fue ganando, pero no podía hacer nada, no antes de que terminara el curso. Así que así siguieron pasando los días, hasta que llegó, muy a mi pesar, el fin del curso, pues eso significaba que ya no la vería; así que si quería decirle lo que sentía tendría que ser pronto o si no la perdería.
Empezaron sus exámenes y empecé a aplicarlos a los demás grupos, a ella sólo la veía cuando salían en el pasillo. Acabé con el grupo que tenía y fui al baño. Saliendo pasé por un salón vacío y vi que estaba sentada leyendo un libro, sus compañeros ya se habían ido, de modo que prácticamente estábamos solos. Me acerqué y al escucharme volteó y me sonrió; le pregunté qué leía y me dijo que estaba estudiando para mi examen y empezamos a platicar un poco de todo. Me preguntó si iba a extrañarlos y le dije que sí, pero más a una persona, mas no le dije a quién; ahí vi mi oportunidad de decirle lo que sentía, ella insistía en saber a quién, hasta que le dije que era una alumna muy especial de la que me había enamorado sin pensarlo, sólo que no le había dicho nada por evitar problemas y ella empezó a nombrar a sus compañeras, mientras yo decía que no, hasta que solamente quedaba ella. Fue entonces cuando le dije que esa alumna era ella y su mirada se hizo más tierna aún. Sin decir ella nada, le dije que me gustaba mucho, que me encantaba su forma de ser (no le dije que también me encantaban sus tetas, sus piernas y, sobre todo, sus enormes y deliciosas nalgas) y que, sin darme cuenta, me había enamorado de ella, que se lo decía pues no quería perderla sin que lo supiera. Se quedó callada y por un momento pensé que iba a molestarse, pero afortunadamente me dijo que también ella sentía lo mismo por mí y que también quería decírmelo. Fue entonces cuando comencé a besarla y a abrazarla. Al principio muy suave y tiernamente, pero después subieron de intensidad las cosas. Por fin mi oportunidad de acariciar su hermoso cuerpo se me presentaba, así que empecé a sobarle las tetas por encima de la ropa (eso fue delicioso, estaban duritas y a la vez muy suaves) e inmediatamente sentí cómo se levantaban sus pezones, podía sentirlos grandes y duros; así seguí hasta que me di cuenta de que podrían vernos, así que le dije que fuéramos a otro lado, ella dijo que no, que tenía ganas de quedarse en la escuela, pues esa era una pequeña fantasía suya. ¿Quién lo diría?. ¡Mi alumna más seria era bastante cachonda! Así que le sugerí ir a la sala de maestros, pues a esa hora no había nadie, todos los demás maestros ya se habían ido y sólo quedaba el de computación, pero estaba al otro lado de la escuela, así que nadie se daría cuenta.
Cerré la puerta e inmediatamente seguimos en lo que nos quedamos. Me encantaba besarla, sentir su lengua acariciando la mía, mis manos apretaban sus tetas y poco a poco las bajé hasta acariciar sus nalgas, eran perfectas, redondas, duras y firmes y así seguí tocándola hasta que le fui quitando la blusa del uniforme; sus enormes tetas parecían reventar su sujetador, sentía su calor, las besé sin desnudarla. Ella gemía y también me empezó a quitar, primero, el saco, después, la corbata y la camisa, después desabrochó mi cinturón y bajó el pantalón, yo estaba bastante excitado y no dejaba de acariciar sus tetas, no me permitía quitarle el sujetador.
-¡Todavía no! -me decía-. Primero déjame a mí y después tú.
Asentí y sacó mi pene, estaba duro y con sus caricias manuales me sentía en la gloria, me acariciaba mis bolas con gran delicadeza, y empezó a masturbarme suavemente. No podía creerlo, mi alumna no era tan inocente cómo creía, pero eso no me importaba, dejé que me pajeara con calma, en verdad ella lo disfrutaba, y cuando le dije que me la chupara inmediatamente obedeció.
-Sí profesor, cómo usted diga.
Y si vieran qué deliciosa mamada me hizo; su lengua recorría todo de arriba a abajo, mis bolas, luego el glande, y chupaba delicioso. Sentía que me iba a venir y no se lo dije. Blanca sólo me miraba a los ojos y me preguntaba si me gustaba, que cómo calificaba eso y que si merecía pasar el curso, yo sólo le decía que sí, no podía pensar nada más.
Seguía chupando con gran deleite, no aguanté más, ya era suficiente, tenía que venirme en su boca y después darle por ese culito tan rico que tenía, bueno, todavía no lo había visto, pero con esas nalgas maravillosas tenía que ser así. Así que jalé su cabeza y le acaricié el cabello, trataba de ser tierno con ella, aunque a mí me hubiera gustado arrancarle la ropa, voltearla boca abajo sobre el escritorio, abrir sus nalgas y sodomizarla hasta que ya no pudiera más, pero no. Lo estaba disfrutando tanto que, cuando llegó el momento de venirme en su boca, le manché toda la boca con mi semen. Le apreté la cabeza contra mí y ella no decía nada, sólo tragaba y tragaba hasta que me quedé inmóvil. La levanté y vi que sonreía y abrazándola me dijo:
-Profesor, ¿no merece un diez una chupada así?.
Nos besamos de nuevo, pero ahora me tocaba a mí; bajé hasta su cuello, después bajé la tira de su sujetador y sus enormes tetas salieron, eran hermosas, firmes, suaves sus pezones grandes, café oscuro, y empecé a lamer alrededor de ellos. Estaba bastante caliente y quería que se los comiera todos, quería sentir mi lengua en sus pezones, quería que se los chupara, y seguí en lo mío, hasta que, al fin, ella, desesperada, me metió un pezón en la boca y empecé a chuparlo. En verdad era delicioso, mientras chupaba empecé a bajar su falda y la dejé sólo en ropa interior, para mi sorpresa era una tanga ajustadísima y le tapaba sólo lo necesario.
Bajé mis manos, mi pene empezaba a resucitar, así que la puse boca arriba en el escritorio y con la boca le quité su última prenda, vi su chochito depilado y se lo empecé a comer, estaba delicioso, caliente, chorreaba sus jugos y su clítoris estaba húmedo; así que con mi lengua le empecé a corresponder por su anterior mamada. Blanca estaba excitadísima, gemía y se retorcía con los ojos cerrados. Sentí poco después su primer orgasmo, estaba demasiado húmeda, no podía dejar de chupar y lamer ese coñito, metía mi lengua, masajeaba su clítoris, y metía mi lengua de nuevo.
A partir de ese momento me hice adicto a ella, sabría que no la podía dejar escapar, ella seguía gimiendo y otro orgasmo más llegó, después otro, estaba cómo loca y me dio miedo de que nos fueran a descubrir, era hora de poseer completamente ese cuerpecito qué me había vuelto loco meses atrás. Me levanté y le abrí las piernas, ella al ver eso me dijo que no, extrañado le pregunté por qué, me dijo que era virgen todavía y que no quería dejar de serlo, me quedé extrañado, pero le dije que, ya que en verdad la quería, respetaría su decisión, así que me aparté un tanto desilusionado, pero ella me abrazó y seguimos besándonos, entonces no le dije nada, sólo me limité a acariciar sus nalgas.
Pero era hora de hacerle el honor a su ano, así que, sin decirle nada, la puse de espaldas a mí, empecé a besar su cuello y luego su espalda, la acomodé boca abajo sobre el escritorio y al fin vi sus nalgas, las besé por encima y después puse mi lengua en medio de sus globos, después poco a poco las seguí abriendo con las manos, hasta que al fin vi lo que tanto había soñado: su ano estaba ahí, a dos centímetros de mi lengua, oscuro, caliente, apretado y totalmente cerrado; no esperé más y le puse la lengua encima. Blanca sólo apretaba su ano, me enloquecía ver ese culito cerrándose más de lo que estaba, abrí más sus nalgas y empecé a meter mi lengua en su ano. Era delicioso, sus pliegues se estremecían al recibir mi lengua y poco a poco se fueron abriendo, así que también decidí chuparlo, era algo exquisito, le estaba comiendo el culito a mi alumna en mi propia oficina y pronto lo haría mío. Cuando estaba más relajada le empecé a meter el dedo índice, ella protestó:
-No por ahí no, me vas a lastimar -gritó, pero yo seguía introduciendo mi dedo; como todavía estaba apretada, saqué el dedo y metí más mi lengua. Para mí era lo máximo, me encantaba y a ella también, nunca pensé sentir tan rico.
-Sigue, me gusta -me decía y aflojaba más su anito.
Luego metí de nuevo el dedo, esta vez no me dijo nada, sólo suspiró y seguí hasta sentir su cálido interior, estaba tan apretado que no quería sacarlo, pero debía meter otro más...
-¡Ay me duele!. Pero síguele, me esta gustando. No creí que se sintiera tan bien tener algo metido por ahí -me decía.
Saqué de nuevo los dedos y la seguí relajando con mi lengua, en verdad no quería dejar de chupar su ano, pero era hora de hacerlo mío.
Me levanté y ella entendió lo que seguía, se quedó boca abajo y le separé las nalgas de nuevo.
-Tengo miedo -me decía-, no me lastimes, mira que nunca se me había ocurrido que se hiciera por ahí.
-No te preocupes, no te lastimaré, te va a gustar.
-Bueno, dime qué hago.
-Primero relájate y abre un poco tus nalgas, así te dolerá menos y entrará mejor.
Y así lo hizo, abrió sus nalgas y me ofreció su ano virgen, le puse la cabeza en la entrada y empecé a empujar.
-¡Ay, me sigue doliendo!.
-Espera, afloja un poco tu culito, sino te dolerá más.
Se relajó y le dejé la cabeza dentro, era algo delicioso e indescriptible; ya cuando se acostumbro le metí más, hasta que estuve dentro de ella totalmente. Me relajé al sentir sus nalgas rodeando mi pene, estaba en la gloria, y Blanca se quedó inmóvil, terminando de acostumbrarse a mi miembro.
-¡Ay, siento riquísimo, tenías razón, esto es lo máximo! -me respondió y empecé a moverme dentro de ella.
-¡No! -me dijo-, quiero sentirte así.
Y no me moví, era delicioso su ano, apretado, estrecho, caliente. Sentía sus palpitaciones, ella se movía muy poco, no dejaba que saliera nada, hasta que al fin el fantástico mete y saca empezó a crecer en intensidad. Seguimos, hasta que ella dejó de moverse y se quedó quieta. Apretaba más el culito y eso me provocó una gran venida dentro de ella, su intestino quedó inundado de semen; ella pegaba más y más sus nalgas hacia mí y se movía en un seductor movimiento de lado a lado. Era suficiente para mí, me quedé encima de ella hasta que salió mi pene. Abrí sus nalgas y miré su ano, estaba un poco rojizo, abierto y dilatado y se cerraba poco a poco, le escurría semen y un poco de sangre y mi pene estaba un tanto irritado también y mojado en un líquido color marrón: era semen mezclado con sangre y un poco de sus heces. Su ano se cerró completamente y le di un último beso por encima, ella volteo y me dio un gran beso.
-Te amo -le dije-, gracias por entregarte a mí.
Y la besé de nuevo. Ella me correspondió y empezamos a vestirnos. Abrí las ventanas y vimos que era hora de salir. Salimos del salón. Ella caminaba con dificultad.
-Me duele un poco y a la vez me arde -se quejó-, pero no me importa, en verdad lo disfruté y ¿tú?.
Sonreí y le dije que también. Salimos de la escuela cada cual por su lado. En la calle nos volvimos a encontrar de nuevo, la subí a mi coche y la dejé en su casa y nos dimos un último beso.
Llegó el día del examen y, después la graduación, mi adorada Blanca salió con honores y, ya al final, me despedí de todos los alumnos. Ya que había terminado todo, Blanca me besó frente a todos y a partir de ese momento no la dejé escapar. Cada día la quiero más y ella a mí, hoy seguimos juntos y pienso casarme con ella, todos sus antiguos compañeros están invitados. Por supuesto que la adoro, por eso quise compartir mi primera experiencia con ella, espero les haya gustado. Les contaré después de otras cosas que hemos pasado juntos.