Mi puta vida (biográfico 15)

Comienza mi relación amorosa con Alfredo, mi actual hombre.

Empecé a “noviar” con Alfredo en abril de 2000, en junio decidimos vivir juntos. Yo me sentía muy bien porque Alfie reunía muchas de las condiciones que siempre soñé en un hombre. Era mayor que yo, tenía 38 años. Era pintón, simpático, comprensivo, buen cojedor y maduro emocionalmente. Justo el ancla que necesitaba mi espíritu para aquietar sus locos vaivenes.

Cuando les conté a Valeria y Melissa que me iba a vivir con Alfie, se enloquecieron de alegría.

–¡¡¡Bien, gorda!!!! Hay que hacerte una despedida de soltera –dijo Valeria– Yo la organizo.

La organización fue muy sencilla. Eramos nosotras tres y nos ibamos a reunir para cenar en el departamento de Melissa. Por supuesto ibamos a pedir comida hecha. Así que lo único que tuvo que hacer es llamar a la rotisería y comprar el vino.

La organización fue perfecta, la comida llegó en hora y el vino estaba bien frío.

Comimos y tomamos, en realidad tomamos y comimos. A los postres estabamos bien achispadas y nos reíamos de cualquier cosa.

–Bueno, yo inicié el camino. Ahora les toca a ustedes. –dije con la intención de poner, si era posible, un poco de seriedad en la conversación.

–Estas equivocada, vos seguiste nuestros pasos. –dijo Valeria.

–¿Como? ¿No me digas que ustedes ya tienen macho estable? ¿Como no me dijeron nada? ¿yo los conozco?

–Seguro, ella es mi macho y yo soy el macho de ella, nos conoces desde hace mucho. –dijo Valeria y le estampo un beso en la boca a Melissa que lo recibió y lo respondió con avidez.

Me quedé congelada. Por un instante se me pasó el mareo producido por el tanto vino tomado.

–Hace un mes que estamos juntas. –dijo Melissa– Vos sos la primera en enterarte, aparte de Cristina.

–Y Cristina ¿que dijo? –pregunté mucho más confundida que antes.

–Mi vieja, ahora, esta chocha. Al principio pataleo un poco pero enseguida aflojó, al vernos bien juntas. –me contestó Valeria– Aparte siempre la adoró a Melissa, con más razón ahora que es mi pareja.

Me quedé pensativa.

–¿Pero si ustedes salían con tipos?, se encamaban se comieron cada choto.

–¡Ay! No seas vulgar –se quejó Melissa.

–¿Que paso? –insistí.

–Nos dimos cuenta que nos gustabamos sexualmente, nos llevamos bien, nos entendemos, compartimos muchas cosas y punto, ¿que más se necesita?. Además que te extraña, ¿acaso a vos no te gusta chuparte una rica conchita?

–Si, claro, pero de vez en cuando, para uso diario prefiero una buena pija. –dije sonriendo

–Y bueno, la diferencia es que a nosotras también nos gusta una buena pija, pero de vez en cuando, para diario preferimos una buena concha. Digamos que somos bi, en stand by. –contestó Melissa riendosé.

Ahora entiendía lo que Ricardo me había dicho en la cena del quinto aniversario.

Por un lado me sentía con bronca por ser tan boluda y no haber, ni siquiera, percibido algo. Yo, como la esposa cornuda, era la última en enterarme a pesar de ser una protagonista cercana. Viví un año en lo de Valeria y las tres nos veíamos varias veces en la semana… ¡que boluda! me decía.

Pero por otro, estaba contenta, eran mis mejores amigas, las quería mucho y si ellas estaban felices, ¿por que no lo iba a estar yo también?.

–¿Y, nos vas a desear felicidades? –preguntó Valeria

–Claro que sí, les deseo lo mejor, las adoro, y espero que sean todo lo felices que se merecen. –las abrace y las besé. Nos hicimos caricias y nos dimos besamos llenas de ternura.

No se que paso pero luego de un rato de besarnos y abrazarnos, el clima cambió rápidamente y sin ninguna proponérselo, terminamos desnudas torteando las tres con las conchas húmedas de flujo y saliva.

La verdad es que todo fue muy lindo y muy excitante,  en determinado momento les dije:

–Las amo –era la primera vez en mi vida que le decía eso a  una mujer, en este caso a dos.

El encuentro con ellas fue muchisimo más allá del placer producido por el intercambio sexual.

Con ellas me pasó lo mismo que con Alfie. Era sexo placentero con algo muy importante más. Ese encuentro físico y espiritual fortaleció nuestra amistad. No los repetimos habitualmente. Sólo dos veces, en bastante tiempo y por circunstancias especiales, ya lo narraré en otro momento.

Las cosas parecían encaminarse en lo personal, me casaba, mis mejores amigas estaban juntas y felices. En lo general cada vez iban peor. El gobierno seguía haciendo macana tras macana y las expectativas que todos nosotros habiamos depositado en él, pasaron a mejor vida.

Me prometí que nada enturbiaría ese momento extraño de felicidad y egoistamente me metí dentro de una caparazón.

Cuando le conté la despedida a Alfie se puso como loco.

–¿Como lesbianas? Si Valeria me “largó los galgos”* muchas veces.

–Dale fanfarrón, a vos todas las mujeres te persiguen, sos un paranoico sexual –le dije riendomé.

En parte era verdad, Alfie tiene mucho éxito con las mujeres. Es un conquistador nato de tiempo completo y eso le valió que su ex mujer lo sacara volando de su casa.

El tenía sus aventuritas con otras mujeres, y se venía salvando por la ignorancia de su esposa, aunque esta tenía sus sospechas. El problema vino cuando pasó la raya cojiendosé a su suegra, mejor dicho a la nueva esposa de su suegro que era bastante más joven. Se armó tal revuelo en la familia que terminó mudandosé al estudio, solo aunque intentó que su “suegra” se fuera con él.

Quizás por esa razón cuando empezamos a tener relaciones lo primero en que hizo hincapié fue en la mutua libertad de la pareja.

–Ofelia, lo nuestro está todo bien, hay piel, nos queremos, por eso te propongo que tengamos una relación más bien abierta. Vos sabes que a mi me gustan las mujeres, como a vos los hombres, entonces te pido que seamos comprensivos y si alguno quiere tener un fatito extra, macanudo, pero de frente. Si yo me quiero encamar con fulana, vengo y te lo digo. Lo mismo vos ¿que te parece?

A mi me pareció bien, porque en principio no quería, al menos por ahora, perder mi encuentro anual con Ricardo y además ¿a que golosa, por más gorda que sea, no le gusta comerse un bomboncito de vez en cuando?

No me estaba proponiendo que fueramos swingers, que por otro lado no hubiera tenido nada de malo, simplemente permitirnos alguna escapadita “extra concubinal”.

–¿En serio Valeria se tiró con vos? Por que si es verdad la mato –le pregunté con exagerado dramatismo simulado porque en el fondo me encantaba y me daba morbo que otras mujeres desearan comerse la pija de mi hombre, aunque fuese mi mejor amiga.

–No directamente, sólo insinuaciones –me contestó con falsa modestia– y contame, ¿estuvo bueno? –preguntó sin poder ocultar el morbo que le salía impetuosamente por los ojos.

–¿Querés saber si me gustó? Si. Me encantó, pero no es la primera vez que transó con una mujer –agregue malévola e intencionadamente sabiendo que hacía subir la temperatura de su termómetro.

Le conté algunos detalles, me preguntó cositas y terminamos abrazados y echandonos un polvo feroz, ahí nomás sobre la mesa de la cocina que terminó hecha trizas por nuestro peso y movimientos. Nosotros acabamos como locos tirados en el piso entre los restos de madera.

–¿Sabés una cosa? –me dijo más calmo después de eyacular.– me encantaría verte tortear con otra mina.

–¿En serio? Si te portas bien algún día quizás te doy el gusto.

–Por ejemplo, ¿si te compro una mesa nueva más resistente que esta?

–No. Por eso sólo te hago una paja. –le contesté y riendonós nos abrazamos, camino a la cama a seguir más comodamente con la historia que habíamos empezado tan arrolladoramente.

*Largar los galgos es más o menos, tirarse lances, hacer insinuaciones de tipo amoroso.