Mi puta vida (biográfico 14)

De como conozco a un hombre importante.

Nunca abusé de mi físico para conseguir un trabajo. La fotógrafa es una alemanota seria que cumple con su obligación y a ninguno de los tipos con los que tengo trato se le ocurriría avanzar sobre el límite impuesto.

Tampoco nunca tuve que coimear a nadie ni con plata ni con sexo.

Pero el trabajo de Tino era tan importante que al otro día fuí a la consultora a tratar, dispuesta a cualquier cosa con tal de conseguirlo. Si me tenía que encamar con alguien, me encamaba.

Para mí ese trabajo era muy importante desde muchos puntos de vista.

El primero y principal era sacarme a Esteban de encima. Otro era que con lo que podía ganar se me estabilizaban las finanzas y dejaba descansar mi fondo de reserva, ultimamente bastante toqueteado.

En la consultora me atendió una mujer bastante atractiva, muy amable y que denotaba cierta categoría. Si hay que hacer la torta la hago me dije.

Me presenté, le entregue una muestra de mis fotos, que miró atentamente.

–Perfecto, sos una excelente profesional –dijo y me entregó una carpeta– Ofelia, aquí tenés un detalle completo de las tomas que hay que hacer. Estudialo bien y pasame un costo estimado del trabajo completo.

Me acompañó hasta una pequeña salita de reuniones, me hizo tomar asiento.

–¿Deseas algo para tomar, café, te… o una gaseosa?

–Un café está bien.

Lo estudie concienzudamente y a medida que avanzaba mi entusiamo iba en aumento. Era mucho más importante de lo que yo pensé, de acuerdo a lo que me había dicho Tino.

Calculé un precio que me dejaba buen margen y no era exagerado.

Volvi a verla

–¿Ya está? ¿calculaste bien?

–Perfectamente –le conteste y le dí mi presupuesto.

–¿En cuanto tiempo lo entregarías? Pensá bien antes de decirmelo porque en el contrato hay una cláusula que te multa por cada día de atraso.

Yo había pensado en un mes pero por las dudas le dije cuarenta y cinco días.

–Bueno dame tus datos que vuelco todo en la preforma y te doy una copia para que leas y si estas de acuerdo, lo firmes.

Tecleo con habilidad, imprimió y me pasó la copia. La leí estaba todo correcto salvo que en el plazo de entrega había puesto 60 días y el costo que yo le había pasado lo incrementó en un 20%.

Lo firme y al entregarselo le agradecí la gentileza. Me dió una copia y me dijo:

–No tenés nada que agradecerme , agradeceseló a Tino.

Me sonó medio extraño que lo llamara por el apodo y no dijera el Sr. Peirano. Enseguida caí, era una de las minas que Tino se garchaba.

Cuando salí lo llamé y me invitó a cenar

–Pago yo –le dije

–Dejate de joder gorda.

Fuimos a comer y luego lo invité a casa a tomar café. Entre polvos y charla nos pasamos toda la noche. Realmente era un tipo macanudo que, como tantos otros, no se merecía lo que le estaba sucediendo.

Me metí de lleno en el trabajo porque, a pesar de tener dos meses, yo no había calculado imprevistos y estos siempre suceden. Además los dos meses se cumplían muy sobre fin de año y en esa época la mayoría de la gente esta de joda o pensando en ella y si necesitas algo te lleva más tiempo que en épocas normales.

El 10 de diciembre nos juntamos los cinco y fuimos a Plaza de Mayo a festejar el cambio de gobierno.

Después terminamos en lo de Tino reeditando la festichola del día de las elecciones. Todos calientes y llenos de esperanza quedamos de cama como consecuencia de los desaforados y entusiastas polvos que nos echamos.

Formabamos un grupo lindo. Nos encontramos varias veces y hubo también encuentros individuales.

Nico paso un fin de semana en casa, practicamente en la cama, sólo se levantaba para comer e ir al baño.

Con José pasamos una noche en un hotel y llegué a la conclusión de que era totalmente anormal, ¡¡no podía ser que un hombre largara tanta leche!!. En una mamada me llenó la boca, le saqué la pija porque me ahogaba y me siguió acabando en las tetas, y en todo el resto del cuerpo. Me fuí directamente a la ducha.

Con Letizia salí una vez pero era muy zarpada y ante el temor de reeditar la experiencia vivida con Patricia, no volví a salir. Sólo la veía cuando se reunía el grupo.

Con Tino fué con quien más tiempo pasé por el trabajo y porque realmente teníamos una buena química y nos echabamos unos hermosos, realmente hermosos polvos.

El grupo se fué diluyendo como se diluyeron las esperanzas creadas por el cambio de gobierno. De la Rua siguió en la misma tónica que el innombrable, en lugar de cumplir todo lo que había prometido y por lo que el 50% del país lo votamos.

Tino liquidó todo, logró vender la fábrica y no aceptó el cargo de gerente que le ofrecieron sus compradores, prefirió irse a vivir a las sierras de Córdaba y poner una pequeña hostería.

Nico se fué al exterior contratado como ingeniero y a Letizia y José les perdí el rastro.

Según Nico estaban viviendo juntos. Si así es, les deseo toda la felicidad del mundo, sinceramente.

En otros aspectos de mi vida, con la situación económica más estabilizada, volví a estudiar.

Estaba haciendo un seminario de Iluminación muy interesante con un tipo que es muy buen fotógrafo y que había sido profesor de Quico.

Un día, después de clase me dijo:

–Ofelia, tengo un amigo que esta buscando un asistente, porque no lo vas a ver. Quizás te interese.

En ese momento estaba tranquila, aunque el trabajo con los médicos no era totalmente brillante, el trabajo de laboratorio había repuntado bastante. Como ya había sufrído la inestabilidad  propia de todo trabajo independiente, me dije: más vale prevenir que curar y fuí a ver al amigo de mi profesor.

Resultó ser Alfredo Rodrigo Marin, yo lo conocía de vista y por que asistí a algunas charlas que dió en la escuela.

Cuando lo conocí, en principio me había impactado la pinta y cuando pude apartar el efecto que causó en mis partes íntimas y sensibles, valoré la vertiente profesional. Realmente sus charlas me sirvieron de mucho, ampliando mis conocimientos.

El me conocía de nombre porque yo le copiaba a muchos amigos de él que, según sus palabras, se deshacían en elogios hacia mi persona y sobre todo hacía mis valores profesionales como laboratorista.

Arreglamos un sueldo y puse como condición la posibilidad de seguir con mis cosas.

–Pero por supuesto Ofelia, podés disponer del estudio, de los equipos, lo que necesites.

Estaba realmente contenta, con esa entrada fija espantaba el fantasma de la inseguridad. Además a medida que lo iba tratando y conociendo, Alfredo me gustaba más, como persona y como hombre.

Como se imaginarán pasó lo que tenía que pasar.

Un día estabamos en el laboratorio terminando un trabajo y él, para ir hasta la pileta tuvo que pasar detrás mio. Como el espacio era poco involuntariamente, creo aunque no estoy muy segura, me tuvo que rozar.

Como electrizada largué la copia que estaba fijando y me dí vuelta estampandolé un chupón en la boca que lo dejó sin aliento.

Cuando se repuso, me lo devolvió metiendomé su lengua hasta el fondo de la boca buscando chocarse con la mía. Estuvimos así pegados por un rato largo.

Yo no me animaba, por lo que podía llegar a pensar (¡¡quien diría Ofelia!!), a estirar la mano para agarrarle la verga que ya sentía dura y potente contra mis piernas. Ganas no me faltaban y me esforcé en aguantar.

El solucionó mi conflicto sacandolá afuera del pantalón y guiandomé la mano para que se la agarre.

¡Guau! Pensé, realmente tiene una buena poronga. (Con el tiempo, muy poco después por cierto, se la medí y marcó 22 cm reales, reales, de largo y casí siete de circunferencia. Era la poronga más grande que había tenído en mis manos, a excepción de aquella que en Mar del Plata me dejó una semana sentanda de costado.)

Me incitó a que me bajara a chuparsela y no me hice esperar. Me llenaba la boca y era un placer sentirla adentro y pasarle la lengua  por la cabeza humedeciendola con mi saliva y sus primeros líquidos.

Buscamos un lugar más comodo en el estudio. Nos hicimos un 69.

Alfredo, y él lo sabe bien, no es un buen mamador de concha pero hizo lo necesario para que acabara  intensamente.

Sus acciones comenzaron a subir cuando me la metió profundamente en la concha causandomé dos orgasmos fantásticos, con su suave ir y venir adentro mío.

Donde alcanzó limites increibles fue cuando me hizo el culo. Alfredo, y él también lo sabe de sobra, es el mejor culeador del mundo, al menos de mi mundo. Nunca conocí a otro como él. Quizás, para los lectores, peque de exageración pero les aseguro que Alfredo me hace sentir sensaciones que parecen verdaderos orgasmos anales. Estoy segura que alguna de las lectoras sabe de que hablo.

Luego de transportarme por los cielos del placer, depositó en mis entrañas una deliciosa carga de semen que retuve todo el tiempo que me fue posible, no me quería separar de ella porque pensaba que con ella se iría todo el placer sentido. Cuando lo evacue en el bidet me quedé mirandolo arrobada y agradecida por el gozo infimito que me causó sentirlo dentro mio.

Cuando salí del baño estaba totalmente enamorada de ese hombrazo, es alto como yo, que me había mostrado una nueva e impensada faceta del sexo.

Lo abracé fuertemente besandoló en la boca y por primera vez le dije a un hombre:

–Te amo, te amo, te amo