Mi puta vida (biográfico 12)

Enterense como la esperanza abre un montón de cosas.

El desánimo estaba generalizado, todo el mundo andaba con cara de culo… pero feo.

El 24 de octubre del 99 fueron las elecciones presidenciales. Se iba el innombrable y se abría una nueva esperanza.

De la Rua venció a Duhalde y la mitad del país explotó de alegría.

Esa noche fuimos con Valeria y Melissa a festejar al obelisco. Todo era joda. Teníamos la sensación que la pesadilla había pasado y estabamos festejando el habernos despertado de un mal sueño.

La gente cantaba, bailaba, había familias con chicos y también mucha gente de edad.

Era tal el despelote que perdí contacto con las chicas. Las busqué pero encontrarlas hubiera sido un milagro.

Ya son grandes, saben volver solas, me dije y seguí participando de la joda general.

En un momento me encontré haciendo una ronda con tres muchachos y una chica. Saltabamos abrazados gritando y puteando al innombrable, nos reiamos, seguiamos gritando y saltando.

Como era un grupito lindo ya no me separé de ellos. A las tres de la mañana todos comenzaron a irse y sólo quedaron alrededor del obelisco unos pocos trasnochados.

Nosotros comenzamos a caminar por Corrientes para encontrar donde tomar algo. Estaban todos los boliches abiertos, nos metimos en el primero en el que había lugar.

Tino, el mayor de los chicos, tendría 30 años, dijo:

–Me parece mentira, dentro de dos meses no lo vamos a tener que aguantar más a este hijo de puta

Fue el disparador para que todos comenzaramos a desplegar las innumerables desgracias que habíamos vivido en los últimos años.

–Tuve que cerrar el negocio –dijo José– me quedé sin laburo y con un montón de deudas.

–Yo me separé, mi marido se quedó sin laburo y empezamos a pelearnos hasta que, antes de matarnos, decidimos separarnos –comentó Letizia, la otra chica.

–A mi me hizo mierda, –dijo Tino– compré una máquina para la fábrica, apostando al futuro, y ahora ni me la puedo meter en el culo porque es inmensa. Y además no se la puedo vender a nadie, el gremio esta en la lona.

–Y yo, me recibí de ingeniero industrial hace tres años y me gano unos mangos manejando el taxi de un amigo. –comentó Nicolás, el más jóven de todos.

Al escuchar todo esto comprendí que lo que me había pasado a mí era una pavada, pero estaba feliz de que terminara una época nefasta.

Seguimos comentando nuestros pesares y en determinado momento Tino dice:

–Después de rajar gente, algunos estaban desde que mi viejo abrió la fábrica, hipotecar todo, deberle a cada santo una vela, me agarró una depre infernal. Psicologos, psiquiatras, antidepresivos, sedantes, que se yo todo lo que me dieron. Despues de un año empiezo a salir del pozo y ¡zas!

–¿Que te pasó? –preguntamos todos casi a coro

–Me quedé impotente, una noche estoy en el telo con una amiga y el fulano no reacciona. –lo contaba con tanta naturalidad y humor que todos nos reíamos de su desgracia.– Me volví loco, decí que mi amiga era de oro y se lo tomó con calma. Zafé como pude, al menos este hijo de puta no me arrancó la lengua.

Nos reimos todos. Nicolás con cierta reticencia, se notaba que no estaba acostumbrado a tener este tipo de charlas tan directas.

–Me mejoré –siguió Tino contestandolé a Letizia que le preguntó como andaba ahora– no estoy diez puntos, andaré por los 8, pero seguro que ahora que se va M…. (el innombrable) empiezo a funcionar a full. No veo el momento de probarme –dijo poniendo una graciosa cara libidinosa– Quizás mañana mismo arregle algo para comprobarlo.

–No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy –me escuché decir.

Me salió inconscientemente incentivada por el rumbo que había tomado la charla y la malaria sexual que venía soportando desde hace tiempo. Desde el amigo de Esteban, a él no lo cuento porque los de él son los no polvos, no había tenido nada sustancioso, esto sumado a la escasez de todo el año y el clima de excitación general vivido esa noche me liberaron la lengua. Si agregamos que Tino estaba bastante bueno, cartón lleno.

Todos, incluso Tino, se quedaron callados por la sorpresa, yo no había hablado mucho y cuando lo hago es para “largarle los galgos” directamente a un tipo.

–¡Se ha formado una pareja! –dijo Letizia imitando a Galán*– ahora me toca elegir a mi –agregó.

Si lo mío cayó como una bomba, lo de Letizia ni les cuento, guerra bacteorológica. Silencio total, incluso yo, la desfachatada.

–A ver, a ver –siguió como si nada hubiera pasado, mirando alternadamente a José y a Nicolás.– José.

–¡Se ha formado otra pareja! –dijo Tino aplaudiendo.

El aire a esta altura se cortaba con cuchillo. Un tufillo a densa calentura circulaba entre nosotros.

–¡Che! ¿Y el pibe? No lo vamos a dejar en banda, estuvo toda la noche con nosotros. –dijo José.

–¿Alguna de ustedes tiene una amiga capaz de levantarse a las cinco para salir con un tipo? –preguntó Tino.

–Yo no –dije– pero no tengo drama si se nos une.

–¡Bien gorda! –dijo Tino– y vos, ¿hay onda? –le preguntó a Letizia.

–Por supuesto, tengo tanta hambre que me los como a los tres. –dijo con intención cargada de lascivia.

Flor de puta había resultado Letizia, a su lado yo me sentía una carmelita descalza.

El clima de fiesta ya estaba planteado, la cosa iba a ser divertida. La cabeza me empezó a funcionar y sentí el efecto en el otro extremo, la concha. Se me humedeció toda.

Sería mucha mala suerte que esa noche no saciara “mis bajos instintos”. Había tres hombres a disposición con que uno sólo funcionara bien, bien, ya me daba por satisfecha. El pensar en tres hombres juntos para disfrutarlos aceleraba el goteo entre las piernas.

–Bueno, vamos a casa, si les parece ­–dijo Tino mientras pagaba la cuenta.

Estuvimos de acuerdo y fuimos hasta Tribunales, donde Tino había dejado el auto estacionado. En 10 minutos, ayudados por las calles desiertas, estuvimos en su departamento en Belgrano.

–Chicos, hay que conseguir forros –dijo Letizia preocupada antes de entrar.

–No te preocupes, tengo montones –la tranquilizó Tino.

Eran las seis de la mañana del lunes 25, día laborable. Como ninguno tenía obligaciones perentorias que cumplir, leasé trabajo fijo, lo declaramos feriado y nos decidimos a disfrutar de una pequeña orgía para inaugurar la nueva etapa que comenzaría en el país a partir del 10 de diciembre.

Paradojicamente al menos algo bueno había hecho el innombrable en sus diez años de cagadas.

Roberto Galán era un animador de televisión que tenía un programa, “Yo me quiero casar… ¿y usted?”* , donde los participantes elegían pareja. Cuando se formaba una, no siempre sucedía, el exclamaba lo dicho por Letizia.