Mi puta vida (biográfico 06)

Regreso a Buenos Aires y conozco a Patricia “una mala influencia”.

¡De vuelta en Buenos Aires!

Volví muy tostada, con unos kilitos de más, bien cogida y aunque les parezca extraño, con las ideas más claras de lo que iba a hacer con mi vida.

En los momentos libres, hasta que conocí a Andrés, había diseñado una especie de “planificación de mis futuros pasos”.

Escribí en una hoja todas las cosas que me gustaría hacer. Luego analicé detenida y profundamente una por una, e iba descartando la que menos puntos a favor o más puntos en contra tenía.

Luego de dos semanas de minuciosos examenes quedó sólo un tema, la fotografía. Ahora debía encontrar la forma de que lo que era sólo un pasatiempo, se convirtiera en algo rentable que me permitiera ganar el sustento.

Lo primero debía sistematizar mis conocimientos. Yo era una aficionada autodidácta y me tenía que convertir en una profesional instruida.

Busqué y encontré una escuela que colmaba mis expectativas.

Comencé a estudiar con mucho entusiasmo y aplicación.

Como verán de algo servía la rigurosidad alemana que corría por mis venas.

Estaría totalmente felíz si no fuera por el síndrome de abstinencia que sentía por Andrés.

Extrañaba esas intensas e interminables cogidas que teníamos, extrañaba sus besos, sus mamadas, su pija dentro mío.

Lo llamé a Córdoba, me dijo que no tenía previsto viajar a Buenos Aires. Le dije que yo viajaba para verlo, pero me contestó que no era buen momento. A buen entendedor, pocas palabras. Chau Andrés.

Busqué ansiosamente a alguien que lo reemplazara en mis pensamientos y en mis entrañas pero era casi imposible de lograrlo. Andrés fué único.

En esa búsqueda llamé a un tipo que era cliente de Carl. Era muy atrayente, cuando trabajaba en la oficina siempre me invitaba a salir a pesar de mis continuos rechazos.

Se extrañó por mi llamado. Lo pasé a buscar por su negocio.

–¡¡Ofelia, que alegrón de diste!! Desde que no estás vos la oficina de Carl es un cementerio. Además la chica que te reemplaza no es muy despierta y los trámites que vos sacabas en un rato a ella le llevan semanas, yo trato de ir lo menos posible. Pero que alegrón volver a verte.

Era de esas personas preocupadas por quedar siempre bien y para ello no ahorraban elogios. Yo sabía que lo único que le interesaba de mí era echarme unos polvos.

–Acompañame a casa que me cambio y vamos a cenar.

¡¡Alerta naranja!! Típica estrategia de cazador, llevar a la presa a un terreno conocído para poder apresarla con mayor facilidad, me dije. Perfecto, después de todo mis intenciones eran ser cazada… y cojida.

Fuimos a su departamento.

–Preparate algo para tomar mientras me visto. En la cocina vas a encontrar de todo.

Y si que encontré… Una chica jovencita y muy vistosa comía un sanguche comodamente sentada.

Al ver mi cara de sorpresa, dijo:

–Tranquila gorda, todo bien. Yo soy Patricia, la de anoche, un poco retrasada, termino esto y me voy.

Si yo me sorprendí al verla más se sorprendió él cuando entró en la cocina.

Estaba prolijamente semi desnudo, cuestión de que al verlo una dijera subyugada, ¡¡¡quedemonos aquí papito, al verte así se me fueron todas las ganas de comer… comida, sólo quiero comerte a vos. Todito empezando por la pija!!!! Me resultó patético.

–Hola Patricia, ¿que hacés? –dijo molesto. Esa figurita no entraba en la escenografía que había planeado.

–Nada, ya me iba, estaba comiendo algo.

–Come tranquila, igual nosotros enseguida nos vamos –dije yo que a esta altura ya había decidido cerrar las piernas antes que ese ridículo tocara mi piel.

–Pero… que… –empezó a balbucear sin saber que decir.

–Andá, termina de vestirte así salimos, que tengo mucha hambre. –lo apuré.

Cuando salió de la cocina le dije a Patricia:

–¿Te quedás? Yo me voy ya mismo.

–Vamos –me dijo y salimos por la puerta de servicio.

En la calle nos reimos pensando como se pondría cuando viera la cocina vacía.

–¿Hace mucho que lo conocés? –le pregunté

–No, una semana. Es un flor de pelotudo, pura pinta. No sabe cojer, tiene una pijita chiquitita y además estúpida. Lo único bueno es que siempre tiene la heladera  llena de cosas ricas. –dijo riendosé– La verdad que me tenés que agradecer, te salve de un flor de chasco. Te imaginas que si a mi, con lo chiquita que soy, me hace cosquillas, no se como podría con tu cuerpazo. ¡¡Que audacia, pobre tipo!!

Patricia era una chica totalmente desenfadada , tremendamente putita, simpática y divertida. Me cayó bien.

–¿Querés acción?

–Si es posible, algo no vendría mal. –le contesté. A esta altura tenía un nivel de calentura que no podría saciar con una paja.

Fuimos al centro, a una confitería muy paqueta. Era un lugar de levante donde había de todo. Desde la “profesional” de cierto nivel hasta la honorable señora ansiosa de encontrar un momento de esparcimiento a su rutinaria vida conyugal.

Enseguida de sentarnos aparecieron dos tipos elegantes que nos pidieron permiso para compartir la mesa.

Tomamos un café y salimos. Terminamos en un hotel de la zona, pero en habitaciones separadas. Yo aclaré que no quería fiesta y los demás estuvieron de acuerdo.

–¿Cuanto es? –me dijo el tipo cuando estuvimos solos en la habitación.

–Nada, soy vocacional.

El tipo cumplió, era bastante hábil mamando la cajeta. Tenía una buena verga y me hizo gozar echandomé dos polvos, en los que sentí varios orgasmos antes de que él me llenara, en uno la concha y el culo en el otro, con el producto de sus huevos. Estuvo bueno pero nada sensacional, sobre todo con el fantasma de Andrés metido en la cama.

Calmó mis ansiedades mejor de lo que lo hubiera hecho yo. Supongo que no lo satisfice completamente porque no intentó volver a verme. Quizás era uno de esos hombres para los que el sexo no es completo si no pagan por él.

Con Patricia nos hicimos medio amigotas. No teníamos mucho en común, salvo el gusto por la verga y en consecuencia sólo saliamos de joda.

En ese período, corto por suerte, yo hice varias barbaridades, de las que si bien no me arrepiento, no volvería a repetir.

Patricia era, como dirían las “mentes morales” o las buenas amigas como Valeria y Melissa, una mala influencia.

Pero era funcional a las necesidades “pecaminosas” que tenía en ese momento.

Algunas de esas historias merecen un capitulo aparte por lo locas y las desarrollaré en otros relatos.

Al cabo de unos meses de conocernos, una noche salimos con dos tipos que se había levantado en una disco. Cuando los ví no me gustaron nada, estaban pasados de droga. Enseguida se sumaron otros dos que no estaban en mejores condiciones.

–Vamonos Patricia, estos tipos son jodidos, estan dados vuelta, y esto puede terminar mal. –le dije en el baño.

–Dejate de joder, gorda. Son cuatro machos con todas las pilas puestas. Sabes la fiesta que nos podemos hacer. –me contestó. Estoy segura que ella también había tomado algo.

–Mira que tengo cierto olfato. Estos son unos hijos de puta que lo menos que quieren hacer es echarse un polvo.

–Sos una gorda cagona, tomatelás si querés, yo me quedo.

Insistí e insistí pero no logré convencerla, agotada me fuí.

Al otro día me llamó desesperada la madre de Patricia. Estaba en el hospital, esos hijos de puta la habían golpeado hasta casi matarla.

Fuí a verla y no la reconocí. No entendía como se puede ser tan mal parido como para hacer una cosa así.

Fuí a la comisaría donde habían hecho la denuncia y dije que podía reconocer perfectamente a los agresores.

Los describí puntillosamente uno por uno.

A la semana me llamaron para que reconociera en una rueda de presos si estaba alguno de ellos.

Había dos. A los tres días los dejaron libres. Los otros dos nunca aparecieron.

Tampoco pusieron mucho empeño en encontrarlos, después de todo sólo era una paliza a una putita que seguramente se la había buscado.

Me dió un tremendo odio. Lamentaba no haberme quedado con Patricia y cuando esos hijos de puta se empezaran a hacer los locos, rememorar mi infancia y agarrarme a trompadas, aunque posiblemente esta vez, ellos me trompearan a mí.

Patricia se repuso pero no la ví nunca más, todas las veces que lo intenté, se negó rotundamente, ni siquiera quiso darme una razón de su actitud.