Mi puRísima madre, con T.

Una madre después de muchos años de castidad y engaños de su marido, descubre los placeres en su hijo.

Me llamo Enrique y soy hijo único. Ahora que tengo veintisiete años recuerdo como me crió mi madre. Mi madre siempre fue una mujer piadosa y temerosa de Dios. Todos los domingos me ponían las mejores ropas y juntos íbamos a misa. Hice la comunión y a los dieciséis años la confirmación, más que por creencias propias por imposición de mi madre. Nunca faltó a duelos o misas de difuntos de familiares y el día que faltó su madre (a mi abuelo no lo llegué a conocer) estuvo de luto el tiempo reglamentario. Vamos que era toda una beata.

Mi padre no era como ella. Se pasaba todo el día partiéndose los cuernos trabajando para arrimar dinero a la familia. Bueno, eso decía porque hace unos años me enteré que ellos se habían separado porqué él tenía otra mujer con la que pasaba parte del día, incluso me enteré que yo tenía una hermana dos años más pequeña que yo. En el momento de la separación es donde comenzará mi historia.

Recuerdo que yo tenía diecisiete años, faltaba un mes más o menos para mi mayoría de edad. Llegué a casa por la tarde después de las clases y me encontré a mis padres discutiendo y al poco tiempo él se marchó con una maleta y no volvió. Durante algún tiempo ella se llevaba todo el día llorando, de día y de noche. Mi tía Pilar estuvo algunas semanas con nosotros para ayudar a su hermana. Fue una época mala para mi madre, pero dos meses después, yo ya tenía dieciocho años, se fue de vacaciones con Pilar y su marido todo el mes de Julio.

Sé que se fueron de crucero por el mediterráneo, pero no se lo que le harían que volvió con una nueva actitud ante la vida. Supuse que mi tío Raúl, que era psicólogo y supuse que le habría hecho algún tipo de lavado de cerebro. Lo que hicieron no lo supe hasta más tarde, pero la madre que me devolvieron se convirtió en una verdadera amiga para mí.

Gracias a Dios ella trabajaba y no necesitábamos a mi padre para nada económico. Yo había trabajado un poco en verano y tenía dinero para pasar el invierno sin tener que pedirle a mi madre. Mi madre salía con algunas amigas suyas, todas mujeres de su edad, de cuarenta a cincuenta años. No tengo constancia de que buscaran hombres para follar, salvo dos, todas estaban divorciadas o separadas.

Una noche que volví temprano a casa pude comprobar que calientes estaban todas, hasta las casadas. Era sábado por la noche y como siempre quedé con mis amigos para ir a las discotecas. Estuve un rato con ellos, pero no tenía un día malo y sobre las doce y media decidí volver a casa.

Entré en casa, escuché música y chillidos de mujeres que parecían pasarlo bien. Toda aquella algarabía procedía del salón. Me acerqué sin hacer ruido y busqué un sitio donde poder ver sin ser visto. Había unas cinco mujeres con mi madre. Todas se movían al ritmo de la música y tomaban bebidas, dando gritos para animar a un "boy" que habían alquilado unas horas. Estaban sentadas en un sofá de tres plazas y el chico, de unos veinte años, bailaba para ellas.

Se las veía disfrutar con el espectáculo. Mi madre, más tarde me contó como lo organizaban, era la anfitriona esa noche, con lo que era la reina y la primera en probar el espectáculo. El chico estaba con un taparrabos minúsculo. El juego consistía en que él no podía tocar a la anfitriona hasta que ella no lo tocase primero y las demás mujeres lo tocarían cuando ella se lo permitiera.

Así que allí estaban las seis maduras, mi madre en medio de todas y el chaval provocándola con cada vez menos ropa. Se movía delante de ella y le acercaba su gran paquete a la cara, pero ella no lo tocaba; se volvía y ahora le acercaba su prieto culo, ella impasible; él se quito, de espalda a ella, el tanga que llevaba y se volvió tapando con sus manos sus genitales para acercarlos a mi madre.

Las demás miraban el espectáculo y algunas se relamían los labios, deseosas de tener aquel cacho de carne que ocultaba. Otras admiraban su duro culo imaginándoselo entre sus piernas, con su mástil clavado hasta el fondo y hundiendo sus uñas en el culo de él. Todas ardían en deseos de que mi madre abriera la veda en aquel coto de musculosa carne.

Mi madre agarró las manos de él y las separó. Ante su cara apareció una hermosa polla que aún estando morcillona, era enorme. Movió la pelvis e hizo que botara para provocarla, ella acercó su boca y besó ligeramente su glande y dijo "todo vuestro". Las demás mujeres se lanzaron como lobas a por él tocándolo y besándolo por todas partes. En los primeros momentos parecía que lo fueran a estrujar entre todas, pero un momento después aparecía un cierto orden y todas disfrutaban de él que se defendía tocando, apartando y dejando que le chupara la polla quien el quisiera, haciendo que todas gozaran el máximo.

Yo las veía y me excitaba por momentos. Aquellas calientes maduras se lo sabían montar bien. Pero mi madre no participaba mucho en aquello y de momento se levantó y se dirigió hacia el pasillo donde yo estaba. Sigilosamente y sin hacer ruido me metí en el servicio y la aguarde. Ella entró y encendió la luz. La agarré por detrás, tapé su boca para que no chillara y encendí la luz.

-Soy Enrique. – le dije para que se le pasara el susto. – Tranquila… - y la solté cuando vi que se había relajado algo.

-Pe… Pero ¿Qué haces aquí? – me dijo con la voz temblorosa.

-Me aburría esta noche y decidí volver pronto… perdona el susto, pero no quería estropearte la noche… - y le hice una indicación de lo que pasaba en el salón.

-No tenía que haber hecho la reunión en casa… - dijo algo más tranquila, pero más avergonzada.

-No mamá, has hecho bien. Simplemente me hubieras avisado y me hubiera quedado con alguien tomando unas copas… Me voy a la cama, ustedes seguid disfrutando y ya hablamos mañana.

-Espera que orine. – me dijo ella – Cuando acabe miraré para que no te vean salir… con lo calientes que están son capaces de follarte aunque seas mi hijo.

Lo último que dijo me puso muy caliente y pensé en entrar en el salón y decirles que si querían otra polla que me la cogieran, pero pensé en como se pondría mi madre y, siguiendo las indicaciones de ella subí sin hacer ruido a mi habitación. Ella volvió a entrar en el salón para seguir disfrutando de la noche como otras veces.

La verdad es que en mi habitación escuchaba las risas de las mujeres en el piso de abajo. No pude aguantar mucho. Me puse sólo un bañador y bajé para ver el espectáculo que me ofrecían las seis mujeres. Me coloqué en un sitio estratégico en el pasillo, desde el que podía verlas a todas, incluso a mi madre que se había colocado en un lugar escondido de la puerta, pero que veía por el reflejo en un espejo que hay en la pared de enfrente a donde ella estaba.

Me agazapé y las observé mientras me tocaba la polla. Ya había insertado a una su enorme polla y la envestía por detrás. Era rubia, de unos cincuenta años, entradita en carnes con un carnoso y redondo culo que temblaba con cada golpe de cintura de él. Tenía los ojos cerrados y su boca entreabierta dejaba escapar gemidos de placer.

Aquella noche le habían salido dos para follar, la que penetraba en ese momento y otra que permanecía con el culo en pompa junto a ellos esperando su turno y tocándose. Era morena, de unos cuarenta años o parecía más joven que la otra, sus tetas eran algo pequeñas pero lo compensaba con unos pezones enormes que pellizcaba a la espera de su ración de carne. Su culo era redondo y bien formado, se notaba que esta iba a algún gimnasio.

Mientras la rubia era follada y la morena esperaba, otras dos estaban en un sillón. Ambas de pelos castaños y entraditas en carnes. Imaginé que estas no follarían pues se masturbaban mutuamente, después resultó que eran las casadas. Mientras la más fina de cuerpo y con unas tetas enormes estaba sentada con las piernas abiertas dándole su coño a la otra, algo más entraditas en carnes y con el mismo volumen de tetas, que lo chupaba como una loca mientras su compañera le acariciaba el pelo y la animaba con sus gemidos.

A mi madre la veía reflejada en el espejo, más o menos parecía que estaba abierta de piernas y se metía algún tipo de consolador en el coño. Por último estaba la última, medio vestida y con un lazo rojo en el pelo, con las tetas fuera y sentada en uno de los brazos del sillón, mirando como el chaval penetraba a la rubia de enorme culo mientras tocaba el coño de la morena que lo esperaba. Al poco la rubia no pudo aguantar y se corrió entre gritos con las fuertes envestidas de él.

Cuando ella terminó, le sacó la polla y se puso detrás de la morena, en ese momento la del lazo lo paró y comenzó a chupar la polla de él. Tenía por lo menos veinte centímetros y ella se metía el enorme glande en la boca y chupaba. Él agarraba su cabeza y follaba su boca hasta que a ella le dabas arcadas por llegarle hasta la garganta. Con la mano dirigió la polla hasta el coño de aquella morena que fue penetrada poco a poco.

La rubia salió de la habitación y se metió en el baño para limpiarse un poco y descansar. Él no tuvo que follar mucho a la morena para que se corriera. En menos de cinco minutos gritaba y se retorcía con la polla clavada hasta el fondo de su coño. La sacó y la morena quedó rendida en el sillón. Mi madre seguía masturbándose escondida en su sillón hasta que la oí chillar al correrse excitada al ver como follaban a sus compañeras.

El chaval se dirigió con su polla bien dura hacia donde estaban las dos mujeres dándose placer mutuamente y le hizo señas a la del lazo rojo para que se acercara a ellos. Ésta fue rápidamente y se colocó detrás de él. Las otras dos se pusieron de rodillas delante de él y le empezaron a chupar la polla mientras la del lazo le mordía y tocaba el culo. Volvió la rubia y vio que era el final de la fiesta, el soltaría su leche sobre la que se pusiera a su alcance y no quería perderse ese momento, se sentó al lado de las otras dos mirando como se la chupaban.

Le indicó a la del lazo que se pusiera junto a las otras para descargar. Mi madre y la morena los miraban desde sus asientos cuando él soltó el primer chorro sobre el coño de una de las casadas que lo había levantado para que la otra lo limpiara con la lengua mientras chupaba su coño a la vez. El siguiente chorro lo echó sobre las tetas de la rubia que extendió su semen como si fuera un bálsamo y por último la del lazo se la engulló entera y tragó los retos de semen de la polla.

En ese momento aproveché para subir rápidamente sin hacer ruido y masturbarme en el servicio de arriba. Cuando se recuperaron, el chaval se despidió de todas cobrando las folladas que había dado y ellas siguieron hablando de cómo lo habían pasado. Yo quedé dormido al poco tiempo.

Al día siguiente, mi madre y yo estuvimos hablando de lo que había pasado la noche anterior mientras desayunábamos en la cocina. Me confesó que no había estado a gusto al saber que yo estaba en la casa y le hice comprender que para otras veces me avisara y no la molestaría, que podíamos tener suficiente confianza para hablar de esas cosas; yo comprendí que decirle a un hijo que no volviera temprano que iban a follar con un prostituto era algo fuerte, pero le expliqué que los dos éramos adultos y teníamos nuestras necesidades, con lo cual debíamos organizar nuestras vidas para compartirlas.

Entonces continuamos la conversación y le pregunté por el tiempo que llevaban haciéndolo y como lo hacían. Las muy putonas lo tenían organizado. Se reunían una vez al mes para desfogarse, hablaban con una agencia que tenía una amiga de una de ellas y les proporcionaba un buen chaval, sano, fuerte y educado (les hacía un buen precio). Tenían que poner cuatrocientos euros entre todas para tener derecho a tocarlo y chuparlo por cualquier sitio. La que quisiera podía follar con él pagando al final de la noche ciento veinte euros más y él aseguraba un orgasmo a cada una de las mujeres que penetrara siempre que no fueran más de cinco mujeres por sesión, con lo cual el chaval provocaba a las mujeres hasta que tenía las cinco, ya que si las conseguía se ganaba en una noche seiscientos euros más lo que le pagaba la agencia. Él podía tocarlas hasta donde ellas lo dejaran.

Aunque era mi madre la que me contaba aquello, tengo que reconocer que sus explicaciones me estaban poniendo cardiaco y mi pene crecía ligeramente. Mi madre me comentó que ella nunca lo había hecho con ninguno. Entonces le confesé que le había engañado por la noche, cuando le dije que me iba a dormir me volví para ver el espectáculo y que a ella no la vi en todo el tiempo. Se sonrojó y yo la acaricié para que no se preocupara.

-Desde que salgo con estas compañeras estoy más caliente. – me confesó sin mirarme directamente – Anoche estuve a punto de follar con el chico, pero lo único que hice fue masturbarme en el sillón de detrás de la puerta, excitada al verlos a ellos.

-Y si te dejaras hacer sólo una vez, para probar.

-No me inspiran confianza… no sé qué es, pero no puedo. – su voz sonaba triste y entonces me contó algo con lo que no pude aguantar – ¿Te acuerdas del viaje que hice con tu tía Pili y su marido Raúl? – asentí con la cabeza – Pues los tres últimos días los pasamos follando juntos.

-¿Los tres a la vez?

-Sí.

En ese momento comprendí la razón por la que había vuelto tan cambiada del viaje. Imaginaba que mi tía con el cuerpo que tiene, está muy buena, follaría sin resistírsele nadie, pero pensar que el cabrón de mi tío Raúl tuvo la suerte de follarse a estas dos hembras me hizo llenarme de envidia y excitarme al pensar en mi tía y mi madre desnudas y mi tío clavándoles su polla.

-Pienso que tu problema es que necesitas alguien cercano a ti para hacerlo. – le dije lanzado por la calentura que me producía la conversación.

Sin pensarlo puse una mano en su nuca y la besé en los labios. No intentó separarse. Abrí mi boca y mi lengua no encontró resistencia en su boca que se abrió para mezclar nuestras salivas. Durante un buen rato nos besábamos abrazados. Mi polla creció rápidamente.

-No puedo más, Tengo que hacerte el amor. – le dije a mi madre y la giré hacia mí.

Ella no se oponía a nada de lo que yo le hacía. La cogí de la mano y la llevé al sillón donde la noche anterior habían follado, la senté y le subí el camisón de dormir que llevaba puesto hasta dejar al descubierto sus bragas. Abrí sus piernas y podía ver su coño cubierto por la fina tela de encaje semitransparente. La agarré de las caderas y puse su culo en el filo del sillón, se recostó en él y su sexo quedó con la tela como única defensa. Con un dedo la aparté y apareció su hermoso coño. Me incliné para saborearlo y su mano se posó en mi cabeza para frenarme.

-No me he duchado desde anoche, está sucio.

-Así tendrá más sabor. – le dije y dejó que mi boca tocara los labios de su coño.

Pasé mi lengua por toda su raja para buscar la forma de separar sus labios y entrar en su interior. Encontré su clítoris durísimo por la excitación. Jugué con mi lengua en él y ella se movía al ritmo de mis chupadas. No tardó mucho en gimotear de placer. Me incorporé y le quité las bragas. Automáticamente volvió a abrir las piernas para que siguiera con lo le estaba haciendo.

-¡Dios, nunca hubiera imaginado que mi hijo sería el que me diera el placer que necesito! ¡Ah, que gusto! ¡Sigue, me voy a correr! – decía mientras mi lengua chupaba su clítoris y dos de mis dedos entraban y salían de su vagina. - ¡Necesito chupártela! ¡Quiero tu polla en mi boca!

-Pues subamos a tu habitación.

Nos levantamos y nos volvimos a besar. Me agarró por el brazo y tiró de mí para llevarme a su dormitorio. Por la escalera su culo quedaba a la altura de mi cara. Le subí la ropa que llevaba y veía como su hermoso culo se movía a un lado y otro al cambiar de escalón. Entramos en su habitación y la abracé por la espalda. Ella echo la cabeza hacia atrás y me ofreció su boca con la lengua medio fuera para que la besara, no tarde en corresponderle. Mi mano izquierda rodeo su cuerpo y agarró su pecho izquierdo, era grande y busque por encima de la ropa su pezón que encontré rápido al estar totalmente erecto.

La mano derecha la llevé a su muslo y la fui subiendo hasta llegar a tocar su coño húmedo. Ella llevó su mano izquierda hasta encontrar mi polla, busco la entrada de mi pijama y entró a jugar con ella. Mientras nos besábamos, mis manos acariciaban su sexo y su pecho y ella me masturbaba. Soltó mi polla y apretó su culo contra ella y la frotó. Le quité el camisón que tenía y quedó totalmente desnuda delante de mí. Me quité el pantalón y mi polla erecta la apuntaba como si fuera su único objetivo en la vida.

Me tumbé en medio de la cama entre besos, ella se giró y abrió sus piernas para ofrecerme su coño depilado que comencé a lamer. Ella agarró mi polla y sentí como el calor de su boca la rodeaba, al poco tiempo escuchaba el ruido exagerado que hacía al darme unos fuertes chupetones.

Mi lengua jugaba con su raja y poco tiempo tardó en soltar mi polla y gimotear al sentir que se iba a correr. Dio un grito apagado acompañado de unas pequeñas convulsiones de sus piernas y sentí como una cascada de flujo emanaba de su raja y llenaban mi boca. Seguí lamiendo.

-¡Ah, ah! Para no puedo más, ya me he corrido. ¡Fóllame! ¡Penétrame hasta lo más hondo!

La solté y ella se incorporó, abrió sus maravillosas piernas y se sentó sobre mi polla que dirigía con una mano a la entrada de su vagina. Poco a poco se la fue metiendo. Yo sentía su coño húmedo y caliente que se tragaba mi polla.

-Hijo, no estamos usando preservativo. Ten mucho cuidado de no correrte y cuando estés a punto, dímelo y te masturbaré para que te corras.

-No te preocupes. – le dije agarrando sus caderas y empujándola para que le entrara aún más. Llevaba ya muchas pajas encima y conocía bien los momentos en que mi polla lanzaba la leche.

Ya había entrado en toda su longitud dentro de mi madre. Ya había conquistado el terreno donde sólo mi padre y el cabrón de mi tío Raúl habían estado. Con dieciséis años había echado mi primer polvo a una chica del instituto, después había habido dos o tres más, pero el grado de excitación y la forma de gozar de mi madre nunca lo había visto más que en las actuaciones de las mejores pornostar.

-¡Dios, por qué no descubriría esto antes! – mi madre que había sido tan purísima se convirtió en putísima. - ¡Fóllame más rápido!

Yo aceleré todo lo que pude y mi madre dejó de gemir para empezar a dar gritos. - ¡Sigue cariño! – gritaba y seguro que todo el barrio la estaría escuchado. - ¡Más rápido! – Le paré el culo con las manos y moviendo la pelvis aceleré mis penetraciones a todo lo que podía dar. Con la tenue luz que había en la habitación, pude ver como la cara de ella cambiaba por el placer, sus ojos se cerraron y dejó de gritar durante el tiempo que sentía un gran orgasmo, sin que yo bajara el ritmo de las penetraciones, que la estaba debilitando, hasta que, apretando con mis manos en su culo y mi pelvis moviendo mi polla hacia arriba para clavársela hasta lo más hondo, le dieron el clímax. – ¡Aaah, cabrón, vas a matar a tu madre de gusto! – me dijo y bajé el ritmo de las penetraciones mientras descansaba.

-Me has vuelto loca. Estoy mareada de placer. – me decía acariciándome dulcemente mientras la penetraba muy lentamente para que no se me bajara la polla. – Ahora voy a hacer que te corras. – me dijo después de descansar.

Se incorporó sentada sobre mi polla y comenzó a mover su culo para que la polla le entrara y saliera despacio, hasta que mi glande quedaba justo en la entrada de su vagina y de golpe se sentaba y se la clavaba hasta el fondo. - ¡Ah, que bueno mamá! – Después aprovechaba que la tenía toda dentro y clavándosela todo lo que podía, restregaba su coño contra mí de adelante hacia atrás o haciendo círculos sobre mí, mientras mi polla en su interior me transmitía todo el placer que me daba ella. Yo agarraba sus tetas y a veces me incorporaba para chupar sus enormes pezones. – Quiero correrme – le dije.

Se sacó mi polla y se echó a mi derecha, agarró mi polla con la mano y me masturbó apuntando a su boca entreabierta. Yo acariciaba su culo cuando sentí que me iba a correr, me puse tenso y lancé chorros de leche que dieron en mi madre. Ella se lo tragó todo y lamió lo que cayó sobre mí, me la chupó un poco y después nos abrazamos sudorosos y oliendo a sexo. Nos besábamos dándonos cariño.

-Me has vuelto loca – me dijo – desde hoy tu serás el único macho que entrará en mi coño.

-Nunca me había corrido de semejante forma. – le dije yo.

Después de descansar un rato nos duchamos y pasamos todo el día en casa, medio desnudos y follando cada vez que nos venía en gana.

De mi padre no he querido saber nunca más nada. Hace dos años conocí voluntariamente a mi hermana, una morenaza que reviviría a un muerto, pero esa historia la contaré otro día si quieren.