Mi profesora y yo

Ahora si me gustará ver Biología.

El murmullo del laboratorio le quitaba la elegancia a las especies metidas en los frascos de vidrios con alguna clase de líquido viscoso. La nevera deleitaba la más grande pestilencia del frasco de azufre que había abierto uno de los chicos más insoportables de la clase. La bulla se incrementaba, veía fijamente un afiche del órgano sexual femenino mientras esperaba la llegada de la nueva profesora.

-Dicen que es amargada. – Murmuró Jhon.

-Sí a mi también me dijeron lo mismo.

-Al parecer es más ogro que el director.

-Tal vez exageras Jhon.

-Michelle no exagero, todos los chicos están aterrados con ella.

-Si bueno, si tú lo dices…

-¡SILENCIO! – Entró el profesor de la clase de biología para chicos de los primeros cursos. Alto, cabello rapado, barrigón con una sonrisa incrédula. – Ella es Roxanne, la nueva profesora que les dará biología de último año.

Me quedé observándola durante un instante fijamente, estaba tímida, temerosa, le calculaba entre unos veinte muchos y algunos treinta y poco, las pecas salpicadas en su rostro pálido rosáceo le daba un aire angelical, su cabello pelirrojo lo llevaba hasta un poco más debajo de los hombros, su nariz perfectamente perfilada estaba bien proporcionada en torno a sus ojos color negro intenso, su estatura baja hacía buen juego con su delgadez. Ahora si me gustará ver biología. – Pensé.

-Hola. – Sonrió tímida mientras nos miraba a todos.

-Espero que todos ustedes la traten bien y se comporten, se los agradezco. – El profesor de biología salió por la puerta bajando las escaleras del lugar.

-Vamos a comenzar por conocernos a todos, así que díganme sus nombres. – Sonrió tímidamente. ¡Vaya! Tenía los dientes en su lugar, una sonrisa traviesa que formaba hoyuelos en sus mejillas. Si que era linda…

-¿Cómo se llama usted? – Preguntó Jhon atrevidamente.

-Roxanne.

-¿Roxanne qué?

-Iglesias.

-¿Y tiene novio?

-No.

Miré a Jhon con cara de “Apenas la conoces hombre"

-¿Y dónde vive? – Preguntó indiscretamente.

-Jhon apenas la conoces. – No pude contenerme a intervenir.

Roxanne me observó a través de sus pupilas azabaches.

-Me dijeron que usted era amargada.

-¿Si?

-Si me dijo ella. – Señaló a mi dirección.

-¡¿Qué?! ¡Si ni siquiera la conocía!

-Pero tú dijiste.

-Dije que habían dicho eso acerca de ella, no dije que lo era.

-¿Acerca de mí? Seguro se referían a la otra profesora que entró nueva…

-¿Hay otra?

-Si, ella es un poco estricta…

-Probablemente si era ella.

Hizo un gesto de “Quien sabe”.

-Bueno, ustedes van diciendo quienes son acorde vaya pasando la lista.

Mi nombre iba de último, mientras todos decían presente con voz de idiotas embobados por Roxanne yo nuevamente me quedaba observando el afiche del órgano genital femenino que tenía en frente. Era realmente interesante, pero a la vez me repugnaba la foto que aparecía de la gonorrea. ¿Qué le costaba a la gente cuidarse y utilizar un preservativo? ¿Ó qué les costaba a las mujeres creer que el anticonceptivo sólo previene el embarazo y no las enfermedades sexuales? Estas creencias populares hacen que la gente esté cada vez más perdida.

-Michelle.

-¿Qué?

-Que digas presente.

-Presente.

Mantuvimos la mirada por más de 5 segundos, su mirada era severa pero interesada y no estuvo dispuesta a bajarla hasta que tuve que desviarla.

-Bien. – Cerró la carpeta que tenía los nombres y se sentó en la silla que correspondía al profesor anterior sacando un cuaderno en donde tenía todas sus clases.

-¿Hoy no haremos nada? – Preguntó Jhon.

-Pero que vamos a estar haciendo, ¿Acaso no ves que recién se incorpora? Aún no sabe que temas hemos visto. – Tenía ganas de estropearle todo a Jhon.

-Nadie te preguntó. – Jhon contestó irritado.

-No tengo que hablar porque alguien me pregunte.

-¿Qué sugieren para el plan de evaluación? – Preguntó mientras revisaba el libro.

-¿Por qué no lo dejamos para la próxima clase y mejor la conocemos a usted? – Jhon cada vez me irritaba más.

-Bueno, comenzaremos por decirnos las edades.

-¿Qué edad tiene usted? – Jhon estaba pasado.

-25.

-Parece de menos. – Le sonreía.

Yo seguía en mi trance con el afiche.

-Michelle.

-¿Qué?

-Tu edad.

-Ah, 17…

Se me quedó mirando mientras yo nuevamente contemplaba el afiche.

La “clase” continuó fluida mientras me recostaba en mi asiento de laboratorio. Saqué mi móvil para ver la hora, 1:17 PM.

Roxanne extendió su brazo con la mano abierta con un gesto de “Lo siento pero debo hacerlo”.

-El celular.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué hice?

-No puedes sacarlo en clase.

-Pero sólo miraba la hora…

-Reglas son reglas.

-Roxanne por favor… - Toda mi vida le había llamado a los profesores por su nombre.

-Quédate después y yo veo si te lo doy.

-¿Pero qué te cuesta dármelo? Sólo veía la hora.

-Tiene un reloj al frente señorita.

Demonios, tenía razón.

-Pero Roxanne… Eso ni se mueve.

-Yo veo si te lo doy al final de la clase.

-Vale… - Me desanimé, no podía vivir sin celular, a pesar de que estuviera cortado.


Sentía ligeros golpecitos en mi mano con un bolígrafo.

-Párate. – Me encontré con el rostro de una pelirroja sonriente.

-¿Qué? – El laboratorio estaba oscuro, miré a mi alrededor y no había un solo alumno - ¿Por qué no hay nadie?

-Sonó el timbre hace rato.

-¿Y por qué no lo sentí?

-Supongo que te quedaste dormida.

-Ah, si. ¿Y mi celular? ¿Por qué no me despertaste?

-Que sea la última vez… Toma ¿Cómo es que es tu nombre? – Esquivó mi última pregunta.

-Michelle.

-Bueno Michelle, ya sabes, que sea la última vez.

-¿Qué hora es?

-Mira el reloj que tienes al frente.

-No tiene baterías, es un reloj muy viejo.

-Entonces son… las… 2:14 de la tarde.

-¡¿QUÉ?!

-Si, ¿Qué tiene?

-¡Me tengo que ir en mi casa van a matarme!

-¿No te dejan salir ni quedarte por ahí en las tardes?

-Si, pero demonios hoy debía irme temprano…

-Entonces será mejor que se vaya señorita.

-Si.

-¿Quieres que te lleve?

-¿En dónde?

-En mi carro, no vives muy lejos ¿Ó sí?

-Vivo al otro lado de la ciudad en realidad....

-Deja que cierre el laboratorio, sube la silla al mesón. Yo te llevo.

-Vale, gracias.

Subí la desgastada silla al mesón principal del laboratorio y la esperé afuera mientras encendía el móvil. No había ningún mensaje, que extraño.

Roxanne salió del laboratorio con carpetas en mano, una cartera colorida que no hacía conjunto con su ropa oscura, me dedico una mirada tímida mientras la seguía hacia fuera de la escuela.

-¿Cuál es tu carro?

-El negro de allá.

-¿El Toyota?

-No, el Nissan.

-Lindo auto.

-Gracias, - Sonrió.

Del bolsillo de su pantalón de mezclilla negro sacó la llave del auto y me hizo pasar.

-Móntate.

Abrí la puerta negra y me senté en el interior de un auto bastante cómodo en la parte de adelante, los asientos de cuero hacían juego con el tablero computarizado, la parte de atrás no se veía tan cómoda, el auto era un deportivo de dos puertas, pero estaba bien para dos personas.

-Me gusta tu vehículo. – Sonreí con timidez.

-Gracias, aunque me lo gané en un sorteo.

-Ah vaya, que suerte, te debiste haber sentido feliz ¿No?

-Si, fue un peso menos, imagínate yo también vivo lejos...

-¿Y cómo fue que llegaste aquí a trabajar?

-Oh, estoy haciendo mis pasantías de la universidad.

-Entiendo…

-¿Y tú? ¿Cómo te va en los estudios? – Preguntó mientras el motor rugía acorde encendía el auto.

-Muy bien, ya este año me graduaré. - Sonreí.

-¿Qué vas a estudiar?

-Estoy entre Derecho y Medicina.

-Tienes cara de ser buena para las dos. – Sonrió.

-Gracias. – Sonreí.

-¿Cómo son los otros profesores de acá?

-La verdad te sugiero que no te involucres con ninguno de ellos, mantén tu relación de compañerismo nada más.

-Eso lo sé, tranquila.

-Supongo, ¿Puedo preguntarte algo?

-Si, dime.

-¿Por qué no has arrancado?

-Buena pregunta.

Pisó el acelerador mientras salíamos de la escuela, conducía muy bien, mantenía sus ojos fijos en el camino.

-Ponte el cinturón. – Me ordenó.

-¿Respetas las leyes de tránsito?

-Claro, hay que respetar.

El silencio reinó entre nosotras, se me hizo algo incómodo, me quedé observando por el cristal de la ventana como dejábamos cada calle atrás, conducía muy rápido y fluido, me comenzaba a gustar esta mujer, pero por Dios, ¿En qué piensas Michelle? Es 8 años mayor que tú, cuando tú tenías 8 ella tenía 16, estás comenzando a perder la cabeza. Reprimí esos pensamientos de mi mente mientras continuaba viendo el cristal de la ventana.

“Made in Japan” Estaban subrayadas las palabras en una esquina de la ventana.

-¿Cómo te fue en biología el trimestre pasado? – Preguntaba mientras tomaba una curva.

-Me faltaron 2 puntos para llegar a la máxima nota.

-Bastante bien entonces por lo que veo.

-Algo.

-¿Y qué vieron en el primer trimestre?

-Si te digo que no recuerdo ¿Me crees?

-Que severa memoria.

-Si de hecho debería ir a un neurólogo.

-¿Tan grave es?

-Un poco - Me reí.

El silencio volvió a reinar entre nosotras mientras Roxanne conducía por la interminable autopista, a lo lejos se veía el tráfico abarrotado.

-Como que nos agarra la cola aquí… - Dijo con paciencia.

-No te veo tan desesperada.

-No, ¿Qué le vamos a hacer?

-Si tienes razón… La mayoría de la gente que conozco en este momento estaría maldiciendo.

-Que feo.

-No pareces tener una actitud de alguien de 25 años.

-Todavía no estoy tan vieja. – Bromeó.

-Si es cierto, aunque bueno me llevas 8 años y no te comportas tan distinto.

-Hay que mantener el espíritu joven. Veamos que hay en la radio.

La emisora se escuchaba entrecortada, realmente comenzaba a escucharse horrible, las bocinas de los automóviles estaban cada vez más pronunciadas, la gandola volcada interrumpía el paso, era un accidente de tránsito que podía verse a lo lejos.

-Como que hubo un accidente. – Susurró para ella misma, pero yo pude escucharlo.

-¿Tú crees?

-¿Me escuchaste? – Preguntó sorprendida.

-Sí, y al parecer aquí nos vamos a quedar toda la vida.

-¿Por qué no llamas a tu casa?

-Porque mi celular es Post-Pago y digamos que me endeudé un poco el mes pasado y mi mamá no quiso pagarlo hasta que vea mejores notas.

-¿No que tienes notas excelentes?

-Las tengo, pero quiere que las suba un poco en química.

-¿Con cuánto la tienes?

-14 de 20.

-No vas tan mal, aunque sea la tienes aprobada.

-Si lo sé, pero tú sabes… Hay que tener buen promedio.

-Llama a tu mamá desde aquí. – Me entregó su Nokia.

-Ay gracias, debe andar neurótica. - Marqué su número en el Nokia y al paso de dos timbrazos contestó.

-Mamá.

-¿Se puede saber dónde estás?

-Bueno mamá, no sé si sabías que se volcó una gandola en plena autopista.

-¿Y en dónde estás?

-Pues en la autopista.

-No vas en ningún bus porque no oigo ruido, y tampoco en un taxi porque hoy no te di dinero, ¿Dónde estás?

-Estoy con una profesora que se ofreció a darme el aventón.

-Ah, bueno Michelle me avisas cuando llegues, tendré que pagarte el piazo de teléfono para que puedas reportarte. Ya sabes, es la última vez que te endeudas así.

-Gracias mamá. – Sonreí.

-Un beso, cuídate.

Presioné el botón rojo de colgar, mientras le entregaba el celular a Roxanne con una sonrisa, ahora feliz porque mi madre pagaría mis deudas.

-¿Qué pasó? – Me preguntó mientras apagaba el auto. Esto ni de broma iba a moverse.

-Bueno pagará mi celular para que pueda reportarme cuando sea necesario. – Sonreí.

-Si que cambia de opinión. - Se rió. – Tuve que apagar esto, se gasta la gasolina y ni siquiera está avanzando.

-Es entendible.

-Estoy muerta de hambre, ¿Y tú?

-También, ni siquiera desayuné.

-Allá hay un McDonald’s ¿Quieres ir?

-Sabes que es un peligro dejar este deportivo aquí sabiendo como es la delincuencia de acá.

-No había pensado en el carro, tienes razón.

-¿Qué es eso? – Pregunté preocupada señalando a un grupo de gente que corría.

-¿Qué cosa? A ver. – Se acercó a mi asiento, involuntariamente colocando su mano sobre la mía para apoyarse, me estremecí con ese contacto, entrecerraba los ojos intentando ver que era eso.

-La verdad es que sé ve preocupante, ¿Qué estará pasando? – Encendió el auto y bajo la ventanilla.

-Hey, ¿Sabe qué está pasando? – Le preguntó al hombre del auto de al lado.

-Están robando. – Decía con cara pálida y temblando.

En ese momento sentí esa angustia que hacía volcar mi corazón, mi cara se tornó más pálida de lo que ya era, mis labios que solían ser de un rojo intenso se tornaron paliduchos, me quedé observando como la gente corría y salía de sus autos mientras había una pandilla de motociclistas asaltando a los autos de adelante con armas de fuego.

Uno de los sujetos que estaba robando señaló al Nissan.

-Mierda… - Roxanne puso cara de pocos amigos.

-¿Cómo haremos? ¡Arranca de aquí!

-¿A dónde quieres que arranque? No vamos a salir de esta, no hay paso… - A Roxanne se le aguaban los ojos. Sus pómulos rosáceos se volvieron de un blanco cal al igual que sus labios.

-Ahí viene…

-Salte. – Nos quitamos el cinturón saliendo del auto corriendo a toda velocidad.

Escuchaba como ultrajaban a fondo el auto de Roxanne, escuchaba los gritos aclamantes de la gente pidiendo ayuda, escuchaba disparos para aquellos que se resistían. La adrenalina estaba apoderada de mí, tenía suerte de ser alta y contar con piernas largas, mis pasos iban muy rápidos, corría al lado de Roxanne por la lucha de la supervivencia, el más fuerte saldría vivo, corría entre los carros, me rasguñe con algunos espejos retrovisores que estaban rotos y tenían algún filo metálico, mis brazos comenzaban a sangrar, al comienzo de la autopista estaba la escuela, luché contra mi agotamiento e hice fuerzas adicionales para llegar, derribé la puerta entrando y cayendo al suelo junto con Roxanne. El vigilante nos veía con cara de “Qué les sucede”

Mi respiración estaba sumamente agitada, me costaba respirar, mi cara estaba más pálida que lo normal, no podía levantarme, no todavía. Mi brazo sangraba más con la caída al pavimento del suelo, tenía muy feo aspecto. Mis gemidos de dolor se escuchaban a los lejos de la escuela, ó por lo menos eso suponía. No quedaba nadie, ni el director, sólo estaba el vigilante.

-¡ME DUELEEEEEEEEEEEEEEEE! – Gritaba aclamando ayuda.

-Cálmate Michelle, vamos al laboratorio. – A Roxanne se le habían hecho pocos rasguños.

-No puedo levantarme, me duele. – Mis lágrimas de dolor comenzaban a brotar de los ojos, pensé por un momento que perdería el brazo.

-¿Qué sucedió? – El incompetente vigilante se acercó a preguntar.

-No moleste, llamé a la policía y dígales que hubo un robo en la autopista. Michelle por favor pon de tu parte, levántate. – Me tomó de la mano ensangrentada y me ayudó a levantarme. Claro, no sin antes haber exclamado las más grandes blasfemias.

-Ven, con cuidado. - Me miraba preocupada, realmente mi brazo tenía mala pinta. – Sube las escaleras con cuidado. - Me tomaba de la mano.

-Roxanne… – Mi cara era de dolor.

De su bolsillo sacó la llave del laboratorio de biología donde estaban los primeros auxilios y abrió la puerta mientras encendía la luz y bajaba una silla del mesón para que me sentara.

-¿Estás segura que sabes que hacer? – Mi cara de preocupación era anormal.

-Soy bióloga, claro que sé que hacer. – Del estante bajó un maletín plateado de primeros auxilios. Mi brazo estaba ensangrentado y raspado por el pavimento, pero no eran cortaduras profundas. – Bien Michelle, necesito que te quedes quieta y estires el brazo.

Estiré el brazo cuanto pude, no sin antes quejarme del dolor. Del maletín sacó algodón y alcohol.

-¡¿QUÉ?! ¡¿TE VOLVISTE LOCA?! – Mi cara de sorprendida en ese momento no fue normal al ver como pensaba echarme alcohol.

-¿Quieres agarrar una infección? No seas chillona y quédate quieta.

Cerré los ojos sintiendo el dolor de todas mis terminaciones nerviosas del brazo, sentía como el algodón empapado de alcohol se deslizaba por mi ensangrentada piel. Sentía como me iba muriendo del dolor y reprimía mis lágrimas y gemidos, sentía como esa nueva agonía se apoderaba de mí, sentía como la sangre iba siendo absorbida por el algodón. Sentía como mi cuerpo comenzaba a temblar del nerviosismo.

-No te puedo poner vendas, esa herida necesita agarrar aire, pero ya pasó la peor parte, ahora sólo te limpiaré. – Un pañuelo blanco acariciaba mi brazo limpiándolo todo, ya no tenía tan mal aspecto, excepto por el raspón enorme que me ocasione al caerme. Respiré profundo tratando de tranquilizarme.

-Gracias Roxanne… Realmente no sé como agradecértelo todo.

-No agradezcas quédate descansando un momento, si quieres llama a tu madre. – Me dio su teléfono celular.

Con la mano sana marqué al número de mi madre.

-Mamá… - Hablaba débil.

-¿Hija qué pasó?

-Hubo un robo en la autopista, estoy en el colegio.

-¡¿QUÉ?! ¿MICHELLE ESTÁS BIEN?

-Un poco lastimada en el brazo eso es todo, no puedo regresar a casa todavía y tú no puedes venir a buscarme, la autopista es un caos. Estoy con la profesora de biología.

-Quédate ahí Michelle por favor, no salgas. ¿Llamaron a la policía?

-Roxanne le dijo al vigilante que lo hiciera.

-¿Roxanne?

-La profesora.

-Dios, por favor quédate ahí, no te muevas. Ya llamo a la policía, me estaré comunicando contigo por aquí.

-Vale, hablamos.

Le entregué su celular con cara de pocos amigos.

-¿Qué pasó? – Preguntó curiosa mientras se echaba alcohol en los pocos rasguños que logró hacerse en el brazo.

-Nada, llamará a la policía.

-Perdí mi carro. – Inquirió desanimada con ojos aguados.

-¿No lo tienes asegurado?

-Sí, ¿Pero y si no hacen nada?

-Claro que deben hacer algo, quédate tranquila sé que vas a recuperarlo.

-La gente de esta ciudad es muy salvaje.

-Si realmente, ahora el nuevo hobby es robar en las autopistas cuando haya tráfico, había leído un par de meses atrás sobre un evento similar a este.

-Si yo también, pero no le di importancia. – Me miró fijamente. - ¿Cómo está tu herida?

Estiré el brazo sobre el mesón dejando que la blanca luz pudiera iluminarlo.

-Bueno, ya no tiene tan mala pinta.

-Sí, pero me arde espantoso.

-Debe arderte.

Nos miramos fijamente por más de 3 segundos, hasta que nuevamente tuve que desviar la mirada. Pude percatarme que sonrió cuando lo hice, pero simulé no haber notado su sonrisa.

-¿Quieres bajar? – Me preguntó mientras ella era ahora la que veía el afiche de la gonorrea.

-Sabes, siempre me he preguntado por que la gente cree que las pastillas anticonceptivas previenen enfermedades venéreas. – Ignoré su pregunta.

-Ignorancia, falsas creencias populares, mala educación en casa, pero no los culpo, yo también me preguntaba lo mismo siempre.

-Yo tampoco los culpo, pero supongo que ellos también deben tener un poco de inteligencia y leer las indicaciones de las píldoras.

-No toda la gente es así, ¿Qué te puedo decir?

-Lo sé, pero siempre ocurren consecuencias como esas. – Señalé el afiche.

-Te vi mirándolo en la clase. – Sonrió. – Y por un momento me pregunté que estabas pensando.

-Precisamente esto, la gente cree que una píldora resolverá sus problemas, si así fuera, ¿Cuál es el sentido de vender los condones? Se supone que el sexo sin condón es más placentero, ¿Así qué por qué la gente tendría que comprarlos? Es cuestión de lógica, si la píldora previniera, para que existen los condones que a nadie le gusta utilizar.

-No lo había visto desde ese punto de vista. – Sonrió. – Sus hoyuelos eran cada vez más adorables.

-No quiero ni salir de la escuela cuando todo ese embrollo en la autopista termine, creo que quedé un tanto traumatizada. – Cambié el tema.

-Es entendible, pero tranquila. Nada te sucederá.

-Dios te oiga, pero no cambia el hecho de que estoy asustada.

-A mí una vez me robaron un celular, quedé un poco traumatizada después de eso, pero ya lo superé fue cuando tenía tu edad.

-8 años atrás, ¿No?

-Sí, 8 años atrás…

-Menos mal que el director no está aquí.- Cambié de tema.

-¿Por qué?

-No le agrada que los alumnos tengan mucho contacto con los profesores. – Inquirí desanimada.

-¿Y qué pasaría si nos ve?

-Tendríamos un pequeño percance.

-No nos verá. – Sonrió.

Suspiré.

El celular de Roxanne comenzó a sonar con una melodía relativamente divertida.

-¿Alo? – Contestó curiosa.

-¿Mi auto? – Sus ojos se iluminaron.

-¿En la comisaría? – Su sonrisa se ensanchó.

¿Me lo pueden traer? – Preguntó insegura.

-¿De verdad? – Volvió a sonreír.

-Espere un momento. – Sacó de su bolsillo un papel arrugado con letra ilegible y le dio la dirección de la escuela.

-Gracias oficial aquí estaré esperando. – Colgó feliz.

-¿Y bien? – Pregunté curiosa.

-Tienen mi auto en la comisaría, vienen a traerlo. Mis papeles estaban en el asiento trasero. – Sonrió.

-¿Ves? Te dije que lo recuperarías. – Le sonreí.

-Si quieres cuando lo traigan te llevo a tu casa, ¿Quieres?

Puse cara de pocos amigos sin responder su pregunta.


Eran las 7 de la noche cuando Roxanne me trajo hasta mi edificio. Un conjunto de residencias escondida por los árboles, cantos de los grillos y parejas tomadas de la mano caminando en la fría ventisca.

-Y hasta aquí llegamos.

-Gracias por todo Roxanne. – Le sonreí.

-Por nada, debes pagarme con buenas notas.

-Eh… - Torcí los labios creando una media sonrisa.

-Tranquila, pero si espero que saques buen promedio en mi materia. Hasta mañana. – Sonrió.

Me despedí con un beso en la mejilla y al bajarme del auto no me había percatado de que el director estaba parado en uno de los árboles recostado en la corteza. ¿Pero cómo olvidarlo? El director Tomás vivía en mi mismo conjunto residencial, siempre bajaba a fumar un cigarrillo a esta hora. Demonios, tendría problemas.

-¿Michelle? ¿Qué hace usted con una profesora? – Sus ojos denotaban la ira y la curiosidad.

-Eh…

-¿Tomás no se enteró? – Roxanne se bajó del auto.

-¿De qué? ¿Del robo en la autopista? – Aspiró una buena cantidad de humo. - ¿Qué tienen que ver ustedes en eso?

-Me ofrecí llevar a Michelle a su casa porque no podía llegar tan tarde, y aprovechando que vivo cerca quise hacer una buena obra.

-¿No sabía usted que en el reglamento no se permite el contacto de un profesor y un alumno fuera de la escuela? – Tomás se irritó más.

-Sí lo sabía, pero no veo que tiene de malo una buena obra de caridad.

-Usted y yo vamos a hablar, vamos a mi departamento.

-No vayas. – Susurré sin que el director pudiera oírlo mientras tomaba su brazo.

-Todo estará bien. – Roxanne me dejó sola en medio de la calle entrando al edificio con Tomás.


ColdNight. ©