Mi profesora y yo 5

-No te preocupes, anótame tu email y yo te escribo esta noche diciéndote lo que lleva el trabajo y tú me lo envías por correo

-¿Te lo quieres comer tú?

-Nada que ver, estoy que reviento. – Bostecé


-¿Tienes pareja, Michelle? –Sonrió preguntándome algo sobre un tema que no tenía nada que ver con lo que estábamos conversando.

-¿Pareja? No, nada que ver, ¿Por qué?

-Es curioso. - Sus ojos negros se clavaban en una servilleta mientras sus manos jugaban con el sorbete del vaso de vidrio.

-¿Por qué lo es?

-Porque pareces ser una chica muy lista para no tener pareja.- Suspiró.

-¿Tú tienes? -Bebí de mi soda de naranja.

-No, ahora sólo me dedico a mi trabajo. – Hablaba con un tono sexy, no muy propio de ella, ya que suele hablar con una seriedad que le quita todo aspecto divertido a todo.

-¿Vas en planes de una?

-Será quien tenga que ser.- Su voz era extraña.

-¿Qué harás después de comer?­­­ - Pregunté curiosa.

-Llevarte a tu casa, y luego irme a la mía a corregir unos trabajos.-Bostezó.

-Suena fastidioso.

-Lo es, hoy tengo muchas cosas que revisar.

-¿Por qué trabajas de gratis en una escuela pública?

-Ocio.-Contestó fatigada.

-Eso es ser apasionado a su trabajo.- Le sonreí.

-Sólo para matar tiempo.- Contestó indiferente.

Observaba cada gesto y cada detalle que expresaba su rostro, desde la mirada más dulce, hasta la mirada más fastidiada, solía sonreír con esa hermosa sonrisa torcida y ese tono de entusiasmo propio de ella misma, en momentos no bajaba la mirada, por lo que yo me tenía que ver obligada a desviar la mía a algún sitio lejos de sus pupilas, era realmente vergonzoso, ya que se daba cuenta de todos y cada uno de mis gestos, que hacían que de cierta manera pudiese descubrirme; su cabello pelirrojo en la penumbra en donde nos encontrábamos la hacía ver más pálida de lo que ya era.

Un mesonero pasó cerca de nuestra mesa al mismo tiempo que Roxanne lo llamaba.

-¿En qué puedo servirle?- Su baja estatura realmente me hacía gracia.

-Tráiganos la cuenta por favor.- Le sonrió angelicalmente.

-Por supuesto.- El mesonero se alejó con paso decidido.

Me le quedé viendo mientras de su cartera, sacaba un monedero no precisamente extravagante, era bien sencillo; sonreí en mis adentros mientras continuaba observándola, se veía realmente linda de esa manera.

-¿Tengo algo?- Preguntó divertida.

-No, ¿Por qué?

-Porque me dio la impresión de que estabas observándome mucho… - Sonrió.

-Tenías una mosca parada en el hombro.- Mentí.

-Que extraño, en este lugar nunca ha habido moscas, sino sanidad los hubiera cerrado.- Sonreía con esa sonrisa torcida propia de ella.

-Juro que tenías una mosca en el hombro.- Puse mi mirada más convincente.

-Si es así, te creo entonces.- Contestó al mismo tiempo en que llegó el mesonero.

Dejó un platillo de plata colocado en la mesa con algo que parecía ser la cubierta del menú de color vinotinto y adentro estaba la factura.

Roxanne puso cara de pocos amigos mientras enarcaba una ceja con gesto confundido, me miró mientras suspiraba.

-¿Pasa algo?- Preguntó el mesonero.

-Voy a pagar con débito.- Contestó perezosa.

-Pase por la caja.

-¿Cuánto fue?- Pregunté cuando el hombre se alejó entrando a la cocina del Restaurante.

-Eso no se dice.- Sonrió mirándome directo a los ojos.

-Quiero saber cuanto fue.- Le puse mala cara.

-No te diré señorita.- Sacó una tarjeta de su monedero.- Espérame aquí.

Suspiré mientras Roxanne se dirigía a la caja y pasaba la tarjeta por uno de los puntos más utilizados por los clientes, la observaba de reojo pero luego me quedaba observando los cuadros del restaurante, que por supuesto para mi gusto me parecía que las personas sonrientes eran falsamente hipócritas ya que no creo que se hayan sentido alegres con sacarse un ojo de la cara para pagar la comida, pero al ver sus ropas y zapatos uno podía darse cuenta que era el típico cliente ricachón capaz de pagar miles de platos y si es posible hasta comprar el restaurante, suspiré volteando nuevamente en dirección de Roxanne quien firmaba su número telefónico y su cédula en el recibo de comprobante de compra.

Terminó de firmar y se acercó hacia la puerta mirándome con un gesto de “Ven”, a lo que obviamente hice caso y la seguí fuera del restaurante.

-¿Paró de llover?- Pregunté curiosa buscando algún espacio sin techo del centro comercial.

-Parece que sí, ¿Me esperas aquí?

-¿A dónde vas?- Pregunté curiosa.

-Al baño, espérame aquí un minuto.

Se alejó elegantemente por el estrello pasillo que conducía directo hacia el baño, sus pasos eran más precisos y calculados que el de una bailarina; poseía una elegancia y perfección al caminar de la que no me había dado cuenta en momentos anteriores cuando caminaba con ella.

Abrió la puerta del baño con una facilidad que no había visto en nadie.- Puesto que es la puerta más pesada y difícil de abrir del centro comercial.- Desapareció al cerrar; suspiré, pensé que quizás tendría algo importante que hacer y no deseaba que yo estuviera presente.

Miré hacia el techo de vidrio que me protegía de la lluvia.- Pues en ese momento comenzó a llover de nuevo.- Me quedé observando los diseños que trazaba el agua al estar en contacto con el cristal.

-¿Lista?- Una voz melodiosa se escuchó en mi oído mientras la miraba con cara de espanto.

-¡¿Qué?!...Pero si acabas de entrar.- Contesté espantada.

-Y también de salir, estaban limpiando el baño.

-No te vi salir.- Contesté realmente confundida, aquella mujer era extraña.

-Pero aquí estoy, aunque ya comenzó a llover de nuevo, ¿Tú que dices? ¿Nos vamos ó nos quedamos?

-Por mí nos quedamos, aunque si tú quieres nos vamos.

-No estoy tan apurada, sólo tengo algunas cosas que corregir, si quieres subimos a la feria y me ayudas.- Me miró con gesto angelical.

-A ordenar nuevamente las notas.- Le sonreí.

-Exacto.- Curvó sus labios.

-Vamos pues.- Caminé hacia las escaleras que conducían hasta la feria mientras ella me seguía, se escuchaba una pesada música infantil que suelen poner para los niños que juegan con recreativos juegos, ó en máquinas realmente ordinarias.- ¿Puedes corregir con todo ese ruido?- Le pregunté interesada.

-La verdad es que no, ¿Prefieres ir a un lugar más solitario?

-¿Qué me dices de la plaza de abajo? Está techada y es un bonito ambiente tranquilo.

-¿La que está toda llena de antorchas?

-Exactamente.

-Me da miedo esa plaza, aunque nunca hay nadie, vamos.

Nos dirigimos al ascensor que nos llevó hasta el nivel C1, lo primero que se veía al salir era la plaza solitaria en la que sonaba una música realmente relajante Pink Floyd – Shine on you crazy diamond. (Escúchenla, se las recomiendo) Los bancos de cristal rojo eran iluminados por las antorchas en cada esquina de la plaza, era una hermosura gótica que por supuesto a Roxanne le daba miedo; en la esquina izquierda había una mesa cristalina que tenía dos sillas vacías que le hacían juego. Nos dirigimos hacia aquella mesa con la relajante música que sonaba de los altos amplificadores del piso de arriba; era espectacular el ambiente.

Al sentarnos en las sillas que acompañaban la cristalina mesa, Roxanne sacó de su cartera una carpeta llena de trabajos que faltaban por corregir, sacó el bolígrafo plateado y lo mordió con los labios mientras leía el trabajo; yo sólo la observaba ó miraba el techo que cubría el centro comercial y toda el agua que deseaba entrar, que por supuesto; no podía cumplir su objetivo.

Suspiré mirando una antorcha encendida mientras escuchaba aquella espectacular canción que relajaba mi cuerpo; era realmente genial. Roxanne terminó de corregir aquel trabajo de tan sólo una página mientras me entregaba un 18 de nota.

-Buena nota, ¿No?

-Sí, a veces suelen salir bien.- Sonrió.

-Éste salió bien, veamos los demás.- Bostecé.

-Espero que los demás también.

-Continúa corrigiendo.- Miré hacia la antorcha encendida nuevamente.

Hizo caso omiso de mis palabras y me observó detenidamente unos largos segundos; directamente a los ojos, a lo que por supuesto desvié la mirada hacia la tienda de música que había arriba que cambió la canción por otra de Pink Floyd llamada Wish you were here

Suspiré por segunda vez cuando Roxanne decidió fijarse nuevamente en otro trabajo, al que frunció el ceño al leerlo mientras cogía nuevamente el trabajo que ya había revisado.

-Hum.- Gruñó molesta.

-¿Qué? – Pregunté curiosa.

-Que hay dos trabajos exactamente iguales y al parecer por lo que estoy viendo todos tienen lo mismo, son de una página, la misma letra, la misma información.- Tenía una ceja enarcada que la hacía ver adorable.

-¿Todos? – Pregunté sorprendida.

-Todos.- Contestó más molesta cuando le echó un vistazo a todos los trabajos.

-Bueno, entonces ese 18, lo divides entre el número de trabajos que hay, y ahí sacas la nota.- Sonreí maliciosa.

-Sí, eso es lo que voy a hacer.- Contestó enfadada.

-Venga, no te enojes, se perjudican ellos.

-Me molesta que la gente no trabaje.

-Relájate.- Sonreí.

-20 trabajos de 30, los 10 que sobraron ni lo entregaron; 18 entre 20…- Calculaba la operación con su teléfono móvil.- 0.9, esa es su nota.

-¿Eso era todo lo que tenías pendiente?

-Pues sí, ahora esperar que escampe; aunque ya no tengo nada que corregir.- Sonrió.

-¿Te gusta esta plaza?

-Me da un poco de vapor, pero está muy original; es relajante la música que ponen.- Sonrió.

-Esa se llama The Swan.

-¿Quién la interpreta?

- Debussy.

-Que raro que sepas de ese tipo de música, te ves toda mala y rockera.

-No juzgues al libro por su portada.- La miré directamente a los ojos dispuesta a que no me iba a intimidar esta vez.

Mantuvo la mirada mientras la música sonaba; por dios, ¿Esta mujer no iba a bajarla nunca? Me miraba fijamente y realmente no podría seguir con mi juego de mantenerle la vista, pero podía; puse mi mirada más penetrante y sonreí para mis adentros triunfante de que ella la desvió esta vez.

-¿Qué música te gusta? – Sonreí.

-Variada, no hay una en específico.

-¿Te divierte estar acá? ¿Ó por lo menos te distrae?

-Sí, aunque sea no estoy en mi casa.

-¿No te gusta estar en tu casa?

-Me aburre.- Puso cara fastidiada.

-Normal…

-Por lo menos no estoy corrigiendo.- Sonrió.

Le sonreí curvando mis labios.

Observé el techo de cristal y por lo visto ya había parado de llover; aunque lo menos que deseaba en ese momento era irme le dije a Roxanne.

-Bueno, entonces creo que es hora de irnos.- Sonrió.

Nos levantamos de las sillas dirigiéndonos nuevamente hacia el ascensor que nos llevó hasta el nivel del estacionamiento, pasamos una parte que no tenía techo y finalmente llegamos al oscuro rincón en donde estacionó Roxanne; la alarma del auto sonó abriendo las puertas y al entrar el ambiente estaba gélido.

-Hace frío.- Me quejé.

-¿Enciendo la calefacción?

-No, no te preocupes. Me gusta el frío.- Sonreí.

Encendió el auto, me ordenó como siempre con ese tono autoritario que suele tener, que me coloque el cinturón de seguridad a lo que obviamente tuve que hacerle caso sin ningún tipo de réplicas porque se pondría a parlotear como siempre, aunque se veía adorable y hermosa de esa forma.

Al poner el auto en marcha y pagar el estacionamiento, subimos por la empinada rampa adentrándonos en la avenida colapsada por el tráfico.

-Vaya, ahora hay cola… - Se quejó.

-Siempre la habrá.

-No es hora pico, que raro.

-Seguro es por las lluvias, sabes que todo suele colapsarse.

-Mejor ni me estreso. – Sonrió con esa sonrisa torcida que tanto me enloquece hasta los huesos con un extraño brillo peculiar en sus ojos.

Se volteó a mirarme y sonrió mientras suspiraba, esos son los momentos donde desearía saber que demonios está pensando, es una mujer sumamente misteriosa; inspiraba misterio, esas sonrisas torcidas eran realmente fascinantes, y la forma en que me miraba a mí, única y exclusivamente a mí…Algo tenía, algo tenía que sentir, sus gestos…Todo lo de ella…

-¡Oh! ¡Arrancó! – Sonrió.

-La paciencia lo retribuye todo.

-Es cierto eso.

-Roxanne, sabes que no tengo tinta, ¿Verdad?

-¿A qué viene eso?

-A que no podré entregarte el trabajo mañana porque el cyber abre a las 8.

-No te preocupes, anótame tu email y yo te escribo esta noche diciéndote lo que lleva el trabajo y tú me lo envías por correo.- Me entregó su bolígrafo que había guardado en el bolsillo de su pantalón y un pequeño papelillo que había en la guantera del copiloto.

Me observó con aquella matadora mirada nuevamente y mi pulso tembloroso anotaba mi email.

Le entregué el papelillo a lo que seguidamente me guiñó el ojo guardándolo en su bolsillo.


¿Quieren más? Disculpen lo poco de verdad, pero he estado apresurando un poco el capítulo y lo he dejado corto, porque he estado full de exámenes esta semana, ¡Mañana acabo clases! Realmente sé que no fue un capítulo tan deslumbrante, pero quería subirles una pequeña continuación de lo que llevaba escrito.

Asimismo aprovecho esta oportunidad para agradecer a mis lectores por darme ideas de soporte técnico con mi barra espaciadora, utilicé la opción de insertar símbolo y blablabla, de verdad los quiero, son grandes personas para mí…

¿Quieren continuación?

Agradezco valoraciones y comentarios.

Coldnight.