Mi profesora y yo 4
:(
Tomó el tenedor con su mano izquierda, mientras con la derecha sostenía el cuchillo picando la carne de forma elegante. Un pequeño trozo entró a su boca y en ese momento lo envidié. Continué contemplándola de forma estúpida para ver simplemente como comía con tanta elegancia y lentitud.
Me quedé mirándola con un aire de admiración, rápidamente desvié mi mirada a un cuadro que tenía Friday’s en donde salían algunas personas sonrientes comiendo en los restaurantes que tienen a nivel mundial. Suspiré, esperaba que no se diera cuenta de mi pequeña observación.
-¿No vas a comer? – Me preguntó entrecerrando la vista.
-Oh, si. Gracias – Comencé a comer mis papas fritas con un tenedor.
-¿Gracias?
-Sí, gracias por la comida.
-A ti te toca la próxima vez. – Bebió un sorbo de agua mientras le sonreí en respuesta.
-La comida aquí es muy buena, las papas están excelentes. – Le guiñé un ojo.
-Sí, las papas son lo mejor, sólo que esta vez me provocó otra cosa.
-¿Desde cuando no venías?
-Hace como un mes con mi abuela.
-¿Y tu mamá? – Comí un trozo de hamburguesa.
-Fallecida.
En ese momento deseé no haber preguntado.
-Lo siento, si no quieres hablar del tema no hay problema. – Me incomodé.
-Tranquila ya me acostumbré a eso. Se murió de cáncer de pulmón.
-Fumaba mucho.
-Demasiado. – Bebió agua.
-Mi madre solía fumar. – Comí una papa frita con el tenedor. – Pero lo dejó.
-La felicito, no es un vicio fácil y no precisamente barato.
-Si, lo sé. Ella era de esas mujeres que se fumaban dos cajas grandes diarias.
-Hay personas que se extralimitan, mi mamá se fumaba 3 diarias.
-Realmente lo siento, ¿A qué edad fue eso? – Pregunté mirándola a los ojos.
-Cuando tenía 14.
-No debió haber sido fácil. – Me compadecí.
-No lo fue. – Comió un trozo de carne. – Yo estoy colaborando con una campaña en contra del cigarrillo.
-El 60% de la población te odiará.
-Que me odien, les estoy haciendo un favor.
-¿Nunca has fumado?
-Soy bióloga, sería el colmo si lo hiciera, en la facultad me matarían. Y mi abuela aún más.
Le sonreí con admiración pero disimuladamente.
Comí otro trozo de hamburguesa. – Que de por si estaba excelente. – Y escuché un extraño ruido que parecía proceder del aguacero que estaba cayendo fuera del centro comercial.
-¿Tienes paraguas? – Observé a través del cristal de la ventana los diseños de lluvia desdibujados.
-Está en el carro. – Su mirada se desvió a la ventana.
-Y para ir al estacionamiento obligatoriamente hay que pasar por una parte sin techo para llegar.
-No pensé en eso. – Bebió agua. – No te preocupes, nos iremos cuando escampe. – En ese momento deseé que no escampara nunca.
-¿Te gusta la lluvia? – Comí una papa frita.
-Sólo cuando estoy en casa. De resto me fastidia, y aún más con mi paraguas que a cada rato se daña.
Le sonreí.
-A mí me gusta la lluvia bajo un lugar techado, no me agrada mucho el sol ni el calor.
-¿Por qué?
-No lo sé, me siento más cómoda con la lluvia. Detesto ir a la playa.
-Yo vivía en una isla.
-¿Qué? – La miré absorta.
-Me refiero a que vivía en una costa. Era muy lindo por allá.
-Ah, me imaginé otra cosa. – Sonreí.
-¿Qué te imaginaste?
-A ti en una isla sobreviviendo de bananas, cocos y frutas.
-¡No! – Chupó el diente.
-¿Con quién vives? – Me entró curiosidad.
Me contestó con quien vivía, una familia numerosa.
-Interesante. – Le sonreí.
-¿Tienes tarea?
-No que yo sepa.
-¿Y el trabajo que mandé no cuenta como tarea?
-Eh… - Miré a otro lado.
-Debes hacerlo.
-Si lo sé. – Mordí mi hamburguesa. - ¿Qué te gusta hacer?
-Descansar. – Miraba la pecera.
-Supongo que tu vida ha de ser atareada, entre el otro colegio, la universidad y este colegio…
-Lo es, no tengo tiempo de nada, aunque esta semana estoy un poco libre. Ya corregí todos los exámenes y de la universidad no tengo trabajos pendientes, aunque la próxima semana me voy de congreso. – Bebió agua.
-¿Por un día, no?
-Sí. – Comió un trozo de carne. – Aunque a veces son fastidiosos. Te traeré un brownie.
-¿Un brownie? - Sonreí
-Sí, ahí regalan. – Sonrió divertida.
-Me gustan los brownies, sobretodo si tienen nevazúcar.
-Esos son divinos . – Sus ojos se esperanzaron. – Me dio antojo de uno.
Casualmente un camarero pasó cerca de nuestra mesa, parecía apurado.
-¡Hey, disculpe! – Roxanne llamó al alto hombre.
-¿Qué se le ofrece? – Sus ojos azules eran realmente hermosos, si fuera heterosexual capaz me hubiera gustado. Le sonrió seductoramente a Roxanne dando a notar una hilera de dientes casi perfectos.
-¿Puede traerme un brownie con helado? – Roxanne no parecía deslumbrada con aquel hombre.
-Con gusto, ¿A la señorita también? – Se refirió a mí.
-No se preocupe, ni he terminado de comer esto. – Sonreí.
-Ya se lo traigo, ¿Desea algo de beber? – Miró el agua casi vacía de Roxanne.
-Si, gracias. – No parecía prestarle mucha atención al hombre que se veía interesado en ella con aquella mirada doble sentido que cualquier chica es capaz de interpretar.
Se alejó con paso torpe entre las mesas hasta llegar a la barra y pedir la orden. Suspiré, continué comiendo mis papas fritas y bebiendo mi soda de naranja.
-Parece que disfrutas tu almuerzo. – Sonrió.
Me ruboricé en aquel instante, sus oscuros ojos daban a entrever misterio, no parecía nadie de 25 años, si la viera en la calle podría jurar que tendría unos 20 ó 19. No bajó la mirada, la mantenía fija en mis ojos. Por suerte yo era una persona que sabía disimular, y la miraba como si estuviera pensando en otra cosa y no me percatara del asunto. Continué con ese trance, vaya que tenía ojos penetrantes. En cuestión de segundos la desvió a su plateado reloj para fijarse en la hora.
-¿Muy tarde? – Pregunté curiosa.
-No, todavía no.
-¿Qué hora es?
-Las 2:01 PM.
-Vaya, ¿Ya se nos fueron dos horas?
-Contando que tuve que buscarte, llegamos al centro comercial, pedimos la comida, la trajeron y comimos, nada más debemos de llevar aquí como 40 minutos. – Se fijó en su reloj nuevamente.
-¿Tú crees?
-Sí, más o menos por ese aproximado. – Sonrió.
Me quedé observándola con ojos entrecerrados, su mirada correspondió la mía y se volvió aún más penetrante de lo que ya era, sentí algo florecer en mi pecho que me dejó aturdida y me hizo tener que voltear a otro lado.
-¿Te sientes bien? – Preguntó con la misma intensidad de mirada.
-Sí, ¿Por qué? – Ni por asomo volvería a mirarla a los ojos en un buen rato. Me quedaba observando el mantel.
-No sé, te pusiste extraña. – La miré a la cara y tenía una ceja erguida.
-¿Sí? – Pregunté haciéndola pasar por loca.
-Tal vez lo imaginé. – Sonrió con una de esas sonrisas torcidas que tanto me fascinan.
Tragué saliva mientras miraba el vaso de vidrio empañado por el hielo.
-Aquí está su brownie y su agua. – El mesero volvió esta vez con su sonrisa más pícara.
-Gracias, ponlo por ahí. – Le señaló un lugar de la mesa sin deslumbrarse con él.
-Disculpe… - Esta vez aquel hombre se agachó susurrándole al oído algo a Roxanne uniendo sus labios al lóbulo de su oreja con una sonrisa poco usual.
-Puede retirarse, gracias. – Sonrió hipócritamente.
-Piénselo. – Le sonrió alejándose.
Enarqué una ceja.
-¿Y bien? – Pregunté aún con la ceja levantada.
-Quería mi número. – Suspiró con cara de “estoy acostumbrada”.
-¿Y no se lo darás? No se ve tan mal partido. – Bien, no sé porque no podía bajar la ceja.
-No. – Chupó el diente. – Que sabes tú si después es un loco…
-Es cierto. – Suspiré esta vez bajando la ceja. – Disfruta tu brownie.
-Si supieras que hasta el hambre se me quitó. – Sonrió bebiendo agua.
-¿Por qué? – Pregunté divertida.
-No lo sé, se me quitó y ya. – Contestó confundida.
-¿No te vas a comer el brownie? – Le sonreí.
-¿Te lo quieres comer tú?
-Nada que ver, estoy que reviento. – Bostecé.
A..partir..de..aquí...Mi..teclado..está.. dañado..Sólo..Puedo..separar..con..puntos..mi..barra..espaciadora..no..funciona…espero..que.. no..sea..una..molestia…para..ustedes … Hasta..aquí..dejé…escrito..mi.. relato..hace..dos..días..que..mi..tecla..si.. funcionaba…Desearía..saber..si….. les..molesta..que..el..próximo..relato..sea.. publicado..con..las.. separaciones..por..medio..de.. puntos..ya..que..no..podré..comprar..un... teclado..hasta..nuevo..aviso…
ColdNight.