Mi profesora y yo 3
;)
-Michelle yo tengo que confesarte algo… - Admitió confusa.
-¿Qué?
-Debes estar prevenida. – Suspiró preocupada.
-¿Prevenida de qué?
-Simplemente no estés sola, si puedes mantente acompañada de tus amigos, pero no estés sola. – Miraba fijamente un 18 de calificación.
-No entiendo, o sea, ¿Qué pasa?
-Usted simplemente hágame caso. Pásame ese 10 que tienes ahí.
Le entregué el examen con gesto muy confuso mientras intentaba descifrar porque me había dicho aquello.
-¿Vas al paseo? – Le pregunté curiosa.
-¿A la excursión de la próxima semana? No lo sé, aún no me lo han comunicado, pero pienso que si voy.
-¿Y quieres ir?
-Si me invitan voy. – Hizo un gesto de restarle importancia.
Me quedé en silencio mientras iba reordenando los exámenes de los aplazados, el sonido leve del aire acondicionado era lo único que se escuchaba en aquel laboratorio incómodo. Me acomodé en la silla mientras miraba el reloj de mi muñeca. – 10:10 AM. Bien ahí me decepcioné, no quería que sonara la campana del timbre y tener que irme de aquel lugar en donde a pesar de estar en silencio, estaba con Roxanne.
Cada segundo que pasaba la miraba mientras ella estaba desprevenida. Aprovechaba cada oportunidad para observar sus brazos, sus manos, su rostro salpicado en pecas, su cabello pelirrojo, sus ojos negros… Suspiré, ya me estaba sobrepasando, aquella mujer era una simple profesora y no pasaría a ser más de eso. – Una profesora.
-¿Michelle? – Preguntó divertida.
-¿Qué?
-¿Qué tanto me ves?
Bien en ese momento pasaron 2 cosas: La primera, mi cara se tornó roja hasta más no poder, y la segunda, comencé a tartamudear.
-¿Qu..? ¿Qué? – Pregunté. – No te estaba viendo. – Bajé la mirada.
-Entonces debí haberme equivocado. – Sonrió.
-Listo, ya están en orden.
-Gracias. – Me regaló su mejor sonrisa.
-Una pregunta.
-¿Dime?
-¿Por qué estabas lavando un frasco del laboratorio si estás corrigiendo exámenes?
-Porque primero tuve que ponerme a arreglar ese estante. – Bostezó. – Y seguí con mis exámenes.
-Oh, ya entiendo. – Mi última frase sonó al unísono con el timbre.
-Hora de que te bajes al receso. – Sonrió.
-Me estás botando, que mal. – Me reí.
-No te boto, pero ya váyase señorita. – Estiró el brazo señalando a la puerta.
-Nos vemos. – Subí la silla del laboratorio, mientras salía por la puerta.
-Cierra la puerta al salir. – Me ordenó.
Al bajar las escaleras del laboratorio mi sorpresa no fue muy grata. Andrea en conjunto con Luigi me esperaba al final de estas con una mirada de “Debemos hablar”.
-¿Qué pasó ahora? – Bostecé.
-A ti te está pasando algo. – Andrea se quejó.
-No me está pasando nada, ya deja de meterte, sólo es hoy que no he entrado a matemáticas.
-Sí, pero da la casualidad que estás así desde que Roxanne entró a dar clases.
-¿De qué hablas, Andrea? Ya sitúate en tiempo y espacio. – Los esquivé mientras iba al rincón de la pared en donde me esperaban mis amigos.
-¿Qué onda? – Saludé.
-¿Viniste? No te había visto. – Bryan comía una goma de mascar.
-No, soy una aparición de tu mamá. – Bromeé.
-¿Y eso qué no has entrado a ninguna clase?
-Sólo dejé de entrar a matemática, no me viste en literatura porque supongo que como siempre, no entraste a la primera clase.
-Me dio mucho fastidio, esa señora me cae mal. – Se refirió a la profesora.
-¿A quién no?
-¿Vas al concierto de esta noche?
-Ni de broma, estoy sumamente agotada, voy al baño cuida mi cartera. – Me levanté dirigiéndome a los cubículos para orinar, sentía que la vejiga me reventaba de la presión. Quizás por el frío del laboratorio ó por los nervios encontrados al ver a Roxanne.
Al salir me observé en el espejo desaliñando mi cabello, la verdad es que me veía mejor de forma despeinada. Me quité el sweater y saqué mi blusa por dentro del pantalón. Listo, ya era yo.
Me fui a sentar con mis amigos sin dejar de observar las escaleras que daban hacia el laboratorio.
-¿Por qué no dejas de esperar a Roxanne? – Bryan bromeó.
-¿Qué?
-Andrea nos dijo que tenías tu cuento con la profesora, ándale no te hagas.
-¿Qué? Pero si apenas lleva un día, ¿De qué hablan ustedes?
-Michelle no te hagas la estúpida. – Rieron mis amigos.
-Esto es insólit… - Una mano tocó mi hombro, en ese momento me helé.
-Se te quedó esto en el baño. – Roxanne me sonrió entregándome las llaves que había dejado sobre el tanque del inodoro.
-¿No estabas en laboratorio? – Sonreí. – Gracias.
-Por nada. – Ignoró mi pregunta mientras se iba hacia el despacho de profesores.
El timbre sonó en ese momento anunciándonos la entrada de la próxima clase.
Suspiré, la verdad es que me encantaría quedarme vagueando por el colegio de nuevo con la suerte de encontrármela. Subí las escaleras con desgana entrando al salón. Me situé en el último puesto y me puse en posición de descanso abandonándome al sueño hasta que sonara el timbre de nuevo.
-¿No pensarás dormir verdad, Michelle? – La profesora de historia me habló con mal humor.
-Sí, ¿Por qué?
-Porque si no te gusta la clase te puedes salir. – Sonrió hipócritamente.
-Gracias. – Sonreí recogiendo mis cosas yéndome al baño.
-Te anotaré en carpeta.
-Como quiera, sería la primera nota. – Salí por la puerta.
Bien sentí un alivio tremendo, no tenía que ver historia lo cual hacía mi día mucho menos aburrido. Entré al baño y lancé mi bolso al suelo, recosté la cabeza sobre él y cerré los ojos intentando dormir. Se escuchaba el sonido de las gotas del lavamanos cayendo por el desagüe, los murmullos en el despacho de profesores eran realmente fastidiosos.
-¿Cómo ves a esa tal Roxanne? – Habló el profesor de premilitar.
-A mí me cae bien. – Diego el profesor de psicología respondió su pregunta.
-Yo la veo muy relajada. – Bostezó.
-Sólo lleva un día… ¿Y ya la juzgas?
-No la estoy juzgando, pero me parece que no aplica la suficiente disciplina.
-Tú eres profesor de premilitar, ella es de biología, obviamente no se va a comportar como tú.
-No digo que se comporte como yo, pero si como un profesor normal. Me parece que está muy joven para el cargo.
-Ella está bien para el cargo. Ya me debo ir a dar clases. – Diego salió del despacho.
Bien, en ese momento no entendí por qué la gente es de esa forma, tan criticona, tan envidiosa, tan… En ese momento los términos no vinieron a mi cabeza, lo que más deseaba era encontrarme a Roxanne y hablar con ella de cualquier estupidez. ¿Pero cómo ayer no la aproveché? Estúpida Michelle…
Escuché de nuevo la puerta del despacho de profesores.
-Roxanne, que placer tenerte por aquí. – El profesor de premilitar habló irónicamente.
-Vengo a buscar una cosa.
-¿Te ayudo a buscar?
-No, gracias. Es algo privado. – En ese momento me imaginé el gesto que debió haber empleado con él. Sonreí para mis adentros.
-Ya sabes que cualquier cosa estoy a la orden.
-Gracias. – Roxanne salió del despacho de profesores.
Sentí ligeros pasos encaminarse al baño, en el caso de que alguien entrara no podrían verme porque estaba acostada detrás de la puerta. Por la pequeña rendija pude observar que era Roxanne, entrando a uno de los cubículos del baño que solía ser el más limpio.
Podía ver sus zapatos por debajo del cubículo, ella no podía verme a mí ya que estaba detrás de la puerta. Observé como bajó sus pantalones hasta el suelo, dándome una muy corta vista de sus piernas, -Que por cierto son hermosas-.
Suspiré. – Pero no lo suficientemente alto para que pudiera escucharme.
En cuestión de segundos subió sus pantalones y pude escuchar como subía su cremallera. Vi como la puerta del cubículo se abría al instante en que se lavaba las manos. Todo lo que podía ver, lo observaba por una rendija de la puerta que me cubría. Pude apreciar como sus manos delicadas sacaban el jabón líquido de su depósito, posterior a eso como ambas manos se acariciaban brindándose una limpieza exquisita, que hasta a mí me hubiera gustado.
Cerró la llave del grifo y salió por la puerta no sin antes haber golpeado a la misma con las uñas.
¡Demonios! ¿Será que me vio? ¿Será que pudo verme?
En ese momento el color de mi rostro se volvió un poco más ruborizado, me tapé la cara con las manos mientras me reía de nerviosismo. Bien en ese momento ya se me había quitado el sueño, así que decidí sentarme y recostarme de la pared y no en un suelo donde podría tener más que suficientes bacterias.
Saqué mi móvil dispuesta a escuchar música con los desgastados audífonos. Coloqué Walk de Pantera y cerré los ojos tratando de sacármela de la cabeza.
Al cabo de un largo tiempo sentí como el peso de la puerta ya no presionaba en mi pierna, ¿Alguien habrá cerrado el baño? Al abrir los ojos me encontré con una chica de primer año observándome con ojos desorbitados.
-¿Qué te pasa niña? – Pregunté curiosa.
-¡Guao! ¿A ti te dejan quedarte en el baño?
Bien en ese momento solté una carcajada, la mina era demasiado inocente.
-Sí, ¿Por qué?
-Porque a mi los profesores no me dejan ni ir al baño.
-¿Y cómo es que estás aquí?
-Porque ya es receso.
-¡¿Qué?!
Me levanté del suelo saliendo del baño ignorando a la chiquilla de primer año y me dirigí a donde estaban mis amigos.
-¿Dónde estabas?
-En el baño, me quedé dormida.
-¿Y no volviste a escuchar el timbre?
-No, no sé que me pasa. Ahora me quedo dormida siempre y no lo escucho.
-¿Cómo alguien no escucha ese timbre tan chillón? – Bien tenía razón. Aquel artefacto era tan escandaloso que podría despertar a un ejército de hombres pasando el ratón de la noche anterior.
-Yo no lo escuché.
-Bien, ya nos vamos, historia fue la última clase. – Bryan se levantó del rincón de la pared en conjunto con Katiuska y Antonio.
Me quedé observando el laboratorio de biología desde lo lejos. Tenía la esperanza de que Roxanne apareciera y pudiera por lo menos despedirme de ella. Suspiré, me di cuenta de que sería en vano así que decidí irme con mis amigos.
Al salir del colegio sentí un poco de aire. Volteé a donde estaba aparcado el auto de Roxanne en la mañana, pero ya no estaba. ¡Que extraño! Tomé del brazo a Bryan y así caminamos lentamente dejando cada calle atrás y conversando de temas triviales.
Al llegar a la esquina en donde se toman los taxis, hurgué entre mi cartera buscando el dinero, pero ya no estaba.
-¿Bryan tú agarraste mi dinero? – Pregunté preocupada.
-No, ¿Por qué?
-Porque aquí no está. ¿Tienes que me prestes?
-Sólo tengo mi ticket del subterráneo, hoy vine pobre.
-Mierda, ¿Katiuska tienes que me prestes?
-No, tú sabes que vivo cerca y no traigo dinero casi nunca.
-¿Y tú Antonio?
-No, tuve que pagar todas mis deudas en la cantina.
-¡DEMONIOS! – Grité.
-Ya cálmate, busca bien. Ve donde dejaste tu dinero.
-¡Estoy segura de que por aquí lo dejé!
-Yo te tengo la cartera, búscalo.
Saqué cuaderno por cuaderno y revisé cada rincón, pero mi dinero ya no estaba.
-Nada, lo perdí. Me tocará irme al colegio a que mi mamá me recoja.
-¿Te acompañamos?
-No, tranquilos. Váyanse ustedes.
Me volteé y comencé a caminar calle abajo un tanto molesta porque había perdido mi dinero. Me detuve un momento bajo un kiosco y cerré los ojos intentando sacar la basura que se me había metido. Al abrirlos me encontré con una grata sorpresa.
-¿Te llevo? – Sonrió una de mis pelirrojas favoritas recostada a la puerta de su auto.
-Roxanne, ¿Qué haces aquí? – Una sonrisa se ensanchó en mi rostro.
-Estaba ya saliendo de trabajar y te vi por aquí.
-Si, es que se me perdió mi dinero, y me regresaba al colegio a llamar a mi madre a que me viniera a recoger.
-Móntate. – Sonrió.
Le correspondí la sonrisa abriendo la puerta del asiento del copiloto. La cerré suavemente y me sentí extremadamente cómoda en esos asientos de cuero que esta mañana extrañé.
-¿No sabes dónde se te quedó tu dinero? – Preguntó Roxanne con una mano al volante y la otra fuera de la ventanilla. Se veía sexy de esa manera.
-No tengo la menor idea. – Contesté desanimada.
-¿Le dejaste tu cartera a alguien?
-A un amigo, pero él no es de ese tipo de personas.
-Nunca llegas a conocer a las personas. – Sonrió deteniéndose en un semáforo.
-Quizás es cierto, pero a Bryan lo conozco desde que somos niños.
-Con un buen período de tiempo es que se gana la confianza, si tú lo dices supongo que deberé darte la razón.
-Supongo, ¿A qué hora salías hoy?
-Muy temprano, pero me quedé reordenando ese laboratorio.
-No te corresponde a ti hacer eso. – Contesté irónicamente.
-Si yo estoy consciente, pero si yo no lo hago nadie más lo hará. Además de que no me siento a gusto estando en un área tan desordenada con los vasos precipitados por un lado, las pipetas por otro, los químicos por otro… No me gusta. – Arrancó el auto con el semáforo en verde
Le sonreí.
-¿Cómo llegaste anoche a tu casa? – Pregunté con el deseo de no perder nada de tiempo a su lado, pues la extrañaría cuando llegara a mi casa.
-Un poco cansada, no pude dormir muy bien. Tenía todavía el susto. – Aceleró a 80 al ver el paso despejado.
-¿Tienes hambre? Tienes cara de hambre. – Sonreí.
-¿Quieres pararte en un local?
-Se me perdió mi dinero, ¿Recuerdas?
-No importa, yo te pago. Tú lo haces otro día. – Sonreí para mis adentros con esa esperanza de que habrá otro día.
-Me daría mucha vergüenza… De verdad…
-No seas tonta, anda vamos a Friday’s.
-¿No podías escoger otro más costoso?
-Ahí hacen la comida muy buena. – Tomó una curva yendo hacia el centro comercial en donde estaba Friday’s.
-¿Cuál es tu comida favorita?
-Me gustan mucho las ensaladas. – Eso se le notaba, tenía un cuerpo para matar. – Pero hoy me daré el lujo de comerme algo de carne.
Le sonreí.
-¿Y tu bebida favorita? – Ya me estaba pasando de curiosa.
-Agua.
-¿Agua? – Le sonreí. Esta mujer era única.
-Sí, agua... No lo sé, siempre me ha gustado el agua.
-Hummm… - Sonreí.
-¿Te gusta este centro comercial? – Preguntó entrando al sótano que tenía por estacionamiento.
-¿Te digo la verdad?
Asintió con la cabeza.
-Nunca había venido. – Suspiré.
En sus ojos apareció un rabillo de luz que mostraba cierta fascinación y curiosidad por mí. Esa mirada me gustó.
La oscuridad nos absorbió y no pude seguir apreciando ese rabillo de sus ojos. Manejaba muy bien los espacios reducidos, maniobró para estacionarse entre un Toyota y un Ford hasta que finalmente apagó su auto.
-Pásame esa palanca que está detrás de ti. – Me ordenó.
-¿Para qué la usas?
-Es un seguro para el volante.
-Ya veo. – Sonreí.
-Pásame ese candado.
-Si que aseguras tu auto…
-Nunca se sabe.
-¿Ya?
-Sí, listo. Vete bajando.
Me bajé del auto y el frío gélido del estacionamiento me invadió. Mi cuerpo se escalofrió, por suerte Roxanne no me vio. No quería que viera esas reacciones mías, me daría muchísima vergüenza
Caminamos por el pavimento húmedo dirigiéndonos a los lujosos ascensores del centro comercial. Yo marqué el botón, mientras sonaba una música ambientadora realmente fastidiosa.
Al abrirse las puertas dejé que Roxanne pasara primero. Marcó el piso 3 en donde me supuse que sería un patio de comidas.
El restaurante era realmente bellísimo, era la primera vez que venía a este tipo de locales con gente que no fuera mi familia. Me equivoqué al pensar en un patio de comidas, este centro comercial era lujosísimo, con un ambiente para matar.
Las paredes, ó mejor dicho, las vidrieras del restaurante (Porque en vez de paredes de cemento era vidrio) Tenían un color vinotinto sangre, con un brillo y pulcritud jamás vistos con anterioridad. Las mesas tenían manteles rojo carmesí, con las sillas de madera que le daba un toque hogareño. La barra estaba llena de copas vacías para aquellos que desearan tomar algo, el pequeño viñedo alojado a una esquina del restaurante tenía la más cara colección de vinos y licores jamás vistos en algún otro local.
La anfitriona delgada, de tez amarillenta y cabellos castaños nos acompañó a una mesa un poco lejana al centro de mesas del restaurante. Estaba escondida detrás de una columna en donde nadie podía ver absolutamente nada. Le sacó la silla a Roxanne cordialmente para que se sentara e hizo lo mismo conmigo posteriormente.
-Ya les traigo la carta. – Sonrió. - ¿Desean algo de beber?
-Un agua para mí por favor. – Pidió con amabilidad, Roxanne.
-¿Y para ti?
-Nada, no te preocupes.
-A ella le traes una soda de naranja. – Sonrió.
-¿Cómo sabes qué…?
-¿Nada más? – Me interrumpió la anfitriona.
-No, nada más. Gracias.
La vi alejarse con paso rápido y elegante a la barra de servicio en donde se entregaban las órdenes.
-¿Cómo sabes qué mi soda favorita es la de naranja? – Pregunté con un poco de sospecha.
-No lo sabía, lo dije por decir. – Respondió con tranquilidad.
-¿Y por qué no podíamos ir a un sitio menos caro? Realmente no quiero… Dejarte corta de dinero.
-No es nada, no te preocupes. – Sonrió.
-Para mí si es algo, realmente me da vergüenza.
Hizo un gesto de despreocupación.
-¿Tienes hambre? – Pregunté curiosa.
-Sí bastante, hoy no he comido nada en todo el día.
-Ni yo...
-El próximo miércoles tengo un congreso de biólogos estudiantes de la universidad.
-Vaya, genial, ¿No estarás en la ciudad?
-Sí estaré, pero sólo ese día faltaré a dar clases. – Bostezó.
-Ah, entiendo. – Mi expresión se desanimó y pude ver que ella lo notó.
-Si bueno, tengo que ganarme la vida. – Sonrió.
-Lo comprendo. – Le devolví la sonrisa. - ¿Qué hacen en esos congresos?
-Nada importante, sólo hablar de nuevas enfermedades, medicinas, y ese tipo de cosas.
-Suena interesante.
-Lo es. – Sonrió.
-Aquí están sus bebidas. – La camarera colocó el vaso de vidrio lleno de hielo y abrió mi soda, mientras le entregaba a Roxanne su vaso con hielo y la botella de agua mineral.
-Gracias. – Sonreí.
-Por nada, ¿Qué desean ordenar? – Nos entregó un exclusivo menú elaborado por cuero y letras doradas que indicaban el platillo y su costo que era realmente alto.
-A mí me traes carne a la parrilla con una ensalada. – Sonrió Roxanne.
-¿Y para ti chica?
-A ella le traes una hamburguesa con carne término medio y unas papas fritas. – Le guiñó el ojo.
Muy bien en ese momento mis ojos se salieron de sus órbitas, la miré con incredulidad, con un gesto de “Esto es aterrador”.
¿Qué? – Preguntó curiosa.
-¿Cómo sabes que ese es el tipo de carne que como y era precisamente lo que deseaba ordenar?
-Te lo digo, no lo sé. Sólo respondo al azar.
-Ya les traigo su orden. – La camarera se alejó. Esta vez con torpeza.
-Esto es realmente extraño. – Me burlé.
-No tiene porque serlo. – Alzó una ceja.
Muy bien ese gesto le quedó extremadamente sexy e hizo que me olvidara de mi pequeña sospecha respecto a Roxanne.
-¿Qué te dijeron en tu casa anoche? – Preguntó mientras bebía un sorbo de agua.
-Nada en especial, llegué directo a bañarme y a dormir. ¿Qué hay de ti?
-Te dije que no pude dormir muy bien. – Bostezó. – Quizás por eso ahora pago las consecuencias.
-No tienes mal aspecto. – Me ruboricé levemente.
-Necesitas lentes, hoy vine vuelta loca. – Sonrió.
Suspiré.
-¿Por qué te gusta este restaurante?
-Tengo un pequeño dilema con “Calidad = Precio” Así que alto precio es igual a alta calidad, y por eso me gusta.
-Que burguesa. – Me reí.
-No, no es por burguesía, es porque es así. Lo barato sale caro, ¿No has escuchado ese dicho?
-Siempre lo escucho, pero pienso que quizás un local de comida rápida no estaría tan mal.
-Yo prefiero comer aquí, ya sé como tienen seleccionado los alimentos, el tipo de calidad, y hasta ahora nunca he enfermado. – Sus ojos negros brillaban.
-Siempre hay una primera vez. – Mis labios se curvaron.
-Supongo. – Alzó la ceja de manera picarona. Me estremecí al ver ese gesto tan sexy en sus perfectas facciones. A esa mujer no le encontraba ningún desperfecto físico.
-¿Te gusta el trato que te dan los profesores? – Conteníamos la mirada sin bajarla, me estaba estremeciendo por dentro.
-Me da lo mismo, yo no mantengo una relación tan estrecha como para juzgar a alguno de ellos.
-Good answer. – Respondí en inglés.
-¿Really? – Esa palabra saliendo de sus labios sonó de manera muy sexy.
-Yeah, really. – Sonreí.
-¿What is your favorite color? – Me preguntó algo que no tenía nada que ver con el tema.
-Red. – Sonreí.
-Exotic color.
-Yes, i know.
-Eres buena para el inglés por lo que veo. – Curvó sus labios.
-Nada fuera de lo común.
-A mí se me hace interesante, no todas las personas tienen una buena pronunciación de ese tipo.
Me ruboricé.
-¿Cuál es tu salón preferido para dar clases? – Pregunté mientras bebía mi soda.
-¿Mi salón ó mi curso preferido? Porque si de salones se trata me gusta mucho el de penúltimo año. Es muy ventilado, pero si se trata de cursos, prefiero al último curso, son más maduros de edad. – Sonrió.
-¿Por eso das clases a cursos avanzados?
-Sí, me gusta tratar con personas llegando a su etapa de adultez. Tú no te comportas como alguien de 17 años, pareces ser más madura.
-Si me lo han dicho. – Sonreí.
-¿Lees? – Preguntó apoyando su mentón en la palma de su mano.
-Sí, mucho.
-Se te nota.
-¿Por qué?
-Por tu forma de expresarte, no es igual a la de los demás.
-¿Tú dices?
-Sí, ya lo creo.
Me quedé observándola en silencio. Sus ojos no paraban de ver los míos, ni los míos paraban de ver los suyos. Fue una mirada que estableció una conexión sin igual. Sus pupilas azabaches brillaban como piedras, mientras mis ojos café se mantenían en completa intensidad de color.
-Aquí está su orden. – Un caballero nos entregó los dos platillos.
-Gracias. – Lo miré extrañada.
-Buen provecho. – Sonrió.
En ese momento lo menos que tenía era hambre. Mi estado de nerviosismo me poseía completamente, lo único que deseaba era seguir conversando con aquella mujer que me volvía loca en todo sentido de la palabra.
Tomó el tenedor con su mano izquierda, mientras con la derecha sostenía el cuchillo picando la carne de forma elegante. Un pequeño trozo entró a su boca y en ese momento lo envidié. Continué contemplándola de forma estúpida para ver simplemente como comía con tanta elegancia y lentitud.
ColdNight.©