Mi profesora y yo 2

Disculpen la tardanza.

-Todo estará bien. – Roxanne me dejó sola en medio de la calle entrando al edificio con Tomás.


Me quedé observándola sin quitarle la vista de encima. No podía ir a mi casa sin saber que había sucedido con ella, me recosté en la puerta de su auto con los brazos cruzados decidida a esperar. ¿Pero y si después tenía peores problemas con el director? No podía irme aún, tenía que saber que pasaba, ¿Y si la despedían en su primer día de trabajo? Y todo por mi culpa… Elevé mi rostro contemplando el panorama hacia la ventana del departamento del Tomás, las luces se habían encendido en ese momento. Mi corazón sufrió un vuelco y ahí me quedé plantada esperando unos minutos.

Suspiré, estaba asustada no quería estar en la calle después de lo que me sucedió, pero la espera valdría la pena. Continuaba mirando la ventana del director, no había nada inusual salvo las sombras que proyectaba la lámpara hacia el cristal de la ventana, el frío gélido se posaba entre mis piernas serpenteante entre mis muslos.

Habían pasado diez minutos y Roxanne seguía sin bajar del departamento del asqueroso viejo. Me comenzaba a preocupar, ¿Y si le sucedió algo? Un par de ojos azabaches me miraban a través de la ventana. Mi corazón se aceleró al ver que era ella, me hizo una seña para que me escondiera y así lo hice. Al cabo de 5 minutos bajó sola. Me miró y me susurró que me metiera al auto, que por suerte tenía las ventanas ahumadas, lo que quería decir que era imposible que nos vieran.

-¿Qué pasó Roxanne? – Mi mirada era de angustia.

-Nada importante, simplemente no podemos estar muy cerca…

-¿Por qué? ¿Qué tan cerca? No lo entiendo, sólo me diste el aventón.

-Sí, pero ese hombre es muy prejuicioso, así que sería mejor evitar.

-Está bien supongo…

-Ya debes irte a tu casa.

-Sí tienes razón, te veré mañana.

-Mantén la distancia, buenas noches. – Me sonrió desanimada.

Mis labios se curvaron trazando una sonrisa hipócrita que denotaba el desanimo.

-Buenas noches, Roxanne. – La miré fijamente y me bajé del auto.

Caminé arrastrando los pies hasta la planta baja de mi edificio, ya me había desanimado más que demasiado, ahora ni le puedo hablar a Roxanne… ¿Pero qué me pasa? Si ni llevo 24 horas conociéndola. Entré al ascensor marqué el último piso de arriba, el penthouse y al llegar sólo lancé mi bolso al sofá y fui al cuarto de mi madre.

-Hola mamá. – Bostecé cansada.

-¡Michelle! – Su cara de sorpresa fue más que evidente cuando vio el aspecto de mi brazo.

-¿Qué? – Pregunté como si nada pasara.

-¿Cómo que, qué? ¿No te estás viendo el brazo?

-Ya me echaron alcohol y otras cosas, si me pongo una venda la herida puede sancocharse.

-¿Pero qué pasó Michelle? Cuéntame todo.

-Ay mamá, deja que vaya al baño y me acueste, estoy cansada.

-Pero que pasa chica, si ni te he visto en todo el día, ¿Cuál es esa cara de tristeza que cargas?

-No es tristeza, estoy cansada.

-¿Vas mañana a clases?

-Si tengo que ir…

-Tendré que llevarte yo, anda a bañarte mira como andas, toda asquerosa y raspada.

-Aja. – Salí por la puerta desnudándome mientras me encaminaba al baño.

Al entrar las luces iluminaban más de lo normal las paredes revestidas con porcelana azul marina, el lavamanos estaba brillante y hacía buen juego con el inodoro que parecía recién limpiado. Abrí la llave de la ducha y mientras el agua se calentaba me miré en el espejo de la puerta. Vaya que tenía facha terrible, mi cabello estaba despeinado, aunque por suerte era lacio, pero al estar cortado a tantas capas estilo rocker con un fleco cayendo en mi frente no se notaba mucha diferencia a cuando estaba peinada, mi piel blanca pálida como la nieve estaba decorada con el rojo de mi sangre seca en los brazos. Mis ojos oscuros tenían todo el maquillaje negro chorreado por los pómulos de mi rostro, vaya que si estaba terrible.

Entré a la ducha y al escurrir el jabón por toda mi piel sentí un ardor inhumano, pero se parecía al ardor que sentí con Roxanne, cosa que ahora lo hacía agradable porque fue ella quien me lo provocó. Me relajé un poco al sentir el agua caliente relajar mis músculos, cerré los ojos y me abandoné a una ducha larga.


5:00 AM.

El despertador me levantó anunciando la llegada de un nuevo día, tenía una nueva emoción, pero a la vez un nuevo terror infundido. – El de no hablarle a Roxanne. Perezosamente me levanté de la cama, buscando mi uniforme en el closet de madera que estaba adherido a mi habitación revestida con afiches de bandas de Hardcore, sobre el escritorio estaba la computadora que estaba llenándose cada vez más de polvo, no la había utilizado en un buen tiempo. Me desnudé quitándome el pijama y me coloqué el uniforme. Busqué mis zapatos debajo de la cama, no sin antes haber acomodado la alfombra.

Al vestirme me dirigí al baño a maquillarme e hice todo lo que hago cada mañana al arreglarme.

-¿Michelle estás lista? – Preguntaba mi madre tomando una taza de café.

-Sí ya estoy lista.

-Vamos. – Bebió el último sorbo de su taza de porcelana y tomó las llaves del Toyota.

Al entrar al auto me sentí realmente incómoda, no sabía el motivo, quizás era por el auto de Roxanne que era realmente cómodo con esos asientos de cuero propios de un deportivo. Encendí el aire acondicionado, que helaba más mi piel de lo que ya era y cerré los ojos abandonándome a una banda de Hardcore.

Sentí que había pasado un segundo cuando llegamos a la escuela.

-¡Michelle! – Gritaba mi madre.

-¿Qué? – Pregunté adormecida.

-Ya llegamos, bájate.

-¿Tan rápido?

-¿Rápido? ¡Si nos echamos una hora!

-¿Qué hora es?

-Las 7:02, ya bájate que llegarás tarde.

-Adiós. – Me despedí con un beso en la mejilla.

Mi mirada buscaba una sola cosa: El auto de Roxanne.

Que efectivamente pude encontrar estacionándose en ese momento bajo un árbol que brindara sombra. Al salir su cabello estaba suelto, vestía jeans grises con una camisa a botones negra de estilo muy femenino, la cartera negra esta vez si le hacía juego, me quedé atontada mirándola.

La bocina del auto de mi madre me interrumpió mientras bajaba la ventanilla y  me ordenaba entrar. Le torcí los ojos entrando a la escuela con las mejillas encendidas mientras me acomodaba mi cartera de Jean que hacía conjunto con mi uniforme.

Me volteé y lo primero que vi fue a Roxanne entrando, me quedé observándola y desvió la mirada. No se atrevió a saludarme.

Bien en ese momento me sentí fatal, mi mirada la acechaba hasta que entró al despacho de profesores y mi trance se vio interrumpido.

-¿A dónde te metiste ayer? – Mi amiga Andrea me miraba incrédula.

-¿De qué hablas?

-Que te desapareciste de la tierra y te quedaste con la nueva.

-¿La nueva?

-La profesora nueva.

-Sólo me dio el aventón, no cargaba dinero ayer.

-¿Y por qué no me pediste que te llevara?

-Porque no, Andrea. Me quedé dormida en laboratorio.

-¿Dormida? Ay vamos Michelle… No soy tonta, te conozco. A mí se me hace que la nueva te gusta.

-Déjate de tonterías y ya vamos a entrar a clases de literatura, nos van a terminar expulsando para siempre.

-Ya yo pasé esa materia hace años luz.

-Si, igual yo, pero la idea no es bajar el promedio.

-Andas amargada hoy.

-Si, quizás… Adelántate voy al baño un segundo.

Me dirigí al baño que comunicaba con el despacho de profesores, se podía escuchar claramente lo que fuera que hablaran en las reuniones y demás, así como ellos podían escuchar cualquier conversación en el lavabo de chicas.

-¿Me cuentas que pasó Roxanne? – Se escuchó la voz de Diego el profesor de psicología.

-Ahora no tengo ganas de hablar, tengo que ir a dar clases a etapa básica, hablamos.

Escuché sus pasos encaminarse al primer piso del primer curso del colegio, la zona estaba despejada y sola. Llevaba un montón de carpetas que para mí suerte ó por cosa del destino se le cayeron al subir.

-¿Te ayudo? – Le sonreí mientras le entregaba sus papeles

-Gracias. – Me sonrió.

-¿Cómo te ha ido? – Susurraba.

-Dormí profundo, ¿Y tú?

-También dormí bien. – Sonreí.

-Bueno, tengo que irme a dar una clase. – Curvó sus labios.

-Y yo tengo que entrar a una clase. – La miré fijamente sonriente.

-Anda a estudiar. – Me golpeó juguetona con un papel que llevaba un 10 de calificación.

-Diviértete. – Sonreí mientras bajaba las escaleras en forma danzante. Yo practicaba ballet.

Subí corriendo a la clase de literatura en donde Andrea me miraba enojada con una cierta curiosidad en su mirada.

-Buenos días. – Le sonreí a la profesora.

-¿Te parece que es hora de llegar a estas horas, Michelle?

-Estaba en el baño.

-Para eso están los recesos.

-Sí, supongo. – Me senté al lado de Andrea.

-¿Dónde estabas? ¿Por qué tardaste tanto?

-Ay, mujer pero que te pasa, bájale dos a tu drama.

-No es drama, tú andas toda extraña.

-Lo que digas.

Me acomodé en el pupitre de madera que rechinaba al moverse y coloqué los pies en el pupitre de adelante que iba vacío, me relajé cerrando los ojos poniéndome el cabello en la cara, de esa manera mi mirada no podría verse y podría dormir en paz.

Me iba sumiendo en el sueño, las imágenes se reflejaban en mi mente, imágenes sin sentido, en todas estaba el baboso de Jhon, de repente sentí que me caía y me sobresalté del pupitre. Acababa de tener lo que se conoce como espasmo mioclónico.

Me acomodé el cabello, cuando sentía esos sobresaltos no podía volver a dormir. Bajé los pies del pupitre de adelante y vi que el salón estaba vacío. – Nuevamente…

Dios, ¿En qué momento…?

Me levanté del pupitre tomando mi bolso acomodándome el cabello y los cordones de mis Converse.

Al salir por la puerta una mano me tomó del hombro y me encontré con una pelirroja sonriente, que llevaba carpetas en mano.

-¿Sí? – Le sonreí a Roxanne.

-Me olvidé de decirte que mañana tienes biología conmigo y mandé a hacer un trabajo.

-¿De qué? – Pregunté curiosa.

-Pura genética. – Sonrió.

-Hummm, suena interesante, ¿Qué debo investigar?

-Todo referente a genética.

-Mmm, vale, una pregunta.

-¿Sí?

-¿Por qué cada vez que me duermo tú estás ahí observándome y yo no escucho el timbre?

-No sé, casualidades. – Sonrió. – Me voy a dar una clase.

-¿No es receso?

-El receso ya pasó, y a ti te toca con matemática.

-¡DEMONIOS! Debo irme Roxanne. – Corrí escaleras abajo yendo al piso de la planta baja tocando la puerta.

-No puedes pasar. – El profesor lucía molesto.

-Pero… Pero…

-Mira la hora que es, vete a zona de cantina que no vas a entrar, ya perdiste la evaluación.

-Pero yo sólo estaba…

-A zona de cantina, Michelle.

Resignada arrastré los pies y me senté en el banco observando el panorama tras las rejas del colegio, suspiré acomodándome recostada de la pared blanca. Los minutos parecían eternos, realmente quería presentar mi examen de matemáticas, pues lograba distraerme haciendo ejercicios.

La cantina me estaba fastidiando, no había mucho que ver, así que decidí darme un paseo por la escuela silenciosamente.

Recorrí los laboratorios, los patios, los salones vacíos, y de último el baño.

Al entrar escuché el grifo abierto y mi mirada se posó en alguien obviamente ya conocido. Sonreí para mis adentros, ella aún no me había visto.

Crucé los brazos, estaba parada estática observando como lavaba un frasco pestilente que llevaba seguro alguna sustancia de esas desagradables que siempre hay en el laboratorio.

-¿Día de toparnos, no? – Hablé melodiosamente mientras le sonreía.

Me miró sonriendo sin decir alguna palabra y volvió a dirigir su atención al frasco.

Me acerqué apoyando mi mano extendida en la pared muy cerca de ella.

-¿Por qué no entraste a clases? – El grifo no permitía que pudieran escucharnos al lado en el despacho de profesores.

-Por llegar tarde. – Contesté burlona.

-Espero que mañana no llegues tarde a mi clase. – Cerró el grifo y me miró mientras con un movimiento muy interesante se alejaba de mi lado mientras salía por la puerta.

Me quedé petrificada mientras la veía, esa mujer me iba a volver loca… Pero, Dios Michelle, no, no, compórtate…

-Michelle, ¿Qué está pasándote? – Andrea entró por la puerta del baño.

-Ay, Andrea no empieces…

-Si empiezo, me preocupas.

-Ve a matemáticas.

-Vine al baño un momento, me tienes preocupada.

-Andrea, hablaremos en otro momento. – Salí del baño encaminándome hacia los laboratorios.

-¿Ahora a dónde vas? – Habló en voz alta.

-¡Ve a tu clase!

Ignoré por completo lo que me dijo, la verdad es que ni le entendí. Subí las escaleras que daba hacia los laboratorios y me metí al de computación que estaba vacío. – Como siempre.

Encendí una de las viejas computadoras y comencé a ver videos por YouTube de una serie muy antigua que solían pasar en uno de mis canales favoritos.

Al escuchar las llaves de Juan Carlos abrí rápidamente el WORD y fingí hacer un trabajo.

-¿Qué haces ahí? ¿Pediste permiso? – El profesor de computación se dirigía a su escritorio.

-Estaba haciendo un ensayo que debo entregar la próxima hora…

-Bueno, pero tienes que pedir permiso la próxima vez.

-Okay. - Rápidamente cerré la página de vídeos y el WORD.

-¿Ya terminaste?

-Sí, ya lo guardé en mi correo. – Me levanté de la silla y salí del laboratorio.

Al salir volteé mi cabeza al laboratorio de al lado, que instintivamente como lo presentí, era en donde estaba Roxanne.

-Hey. – Toqué la puerta al entrar.

-¿No te han anotado en carpeta? – Preguntó mientras corregía exámenes de las otras escuelas en donde trabajaba.

-No, de hecho ni siquiera me ha visto el coordinador.

-Siéntate. – Sonrió. – Ayúdame con esto, velos ordenando por orden de notas, las más altas van de último, los aplazados de primero.

-¿Cómo la gente aplaza? – Pregunté tomando una resma de exámenes desordenados.

-No estudian, así de sencillo…

-Bueno yo no puedo hablar mucho. – Sonreí.

-¿Eres mala estudiante? ¿No me habías dicho que…?

-No, no, soy buena estudiante, pero hoy no he entrado a ninguna clase.

-Malo, malo. – Sonrió.

-¿Qué hora es?

-10:04.

-Ya va a sonar el timbre del receso y tendré que entrar a historia.

-Y sería tu primera clase y la última porque hasta donde sé, hoy sales temprano, ¿No?

-Si estás bien informada, realmente me da un poco de fastidio entrar. – Ordenaba los aprobados primero.

-Tienes que entrar, se supone que ni siquiera deberías estar aquí, aunque Tomás no vino.

-¿Me dices que te dijo anoche?

-No debo tener contacto con ningún estudiante. – Respondió irónica.

-Que irónico.

-¿Qué cosa?

-Que él diga eso.

-¿Por qué lo dices? – Me miró curiosa.

-Ese hombre es un pedófilo.

Arrugó las cejas con un gesto que no supe interpretar.

-Michelle yo tengo que confesarte algo… - Admitió confusa.

-¿Qué?


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