Mi profesora y yo 11

Cállate esta vez. – aferró sus dedos y los entrelazó a los mechones de mi cabello.

Mi móvil sonó avisándome la entrada de un nuevo mensaje, lo saqué del bolsillo de mi pantalón y por torpeza se me cayó en algún sitió del mesón que no alcanzaba a ver puesto que aún no podía pararme porque me ardía el brazo.

-Creo que se cayó al suelo. – Se agachó mientras yo me levantaba del mesón haciendo un esfuerzo sobrehumano por sentarme en el mismo, asomé la cara por debajo para ver si conseguía ver mi teléfono celular en el piso, Roxanne se levantó al mismo tiempo que yo subía mi cara al ver que no estaba ahí.

Nuestros rostros se encontraron prácticamente juntos, mi corazón se detuvo, Roxanne terminó de levantarse sin separar su frente de la mía, puso mi cabello detrás de mi oreja derecha mientras que con la otra mano me acariciaba el rostro y posaba sus dedos en mi labio inferior.

-Ya terminé. – Abrí los ojos al darme cuenta de que me había quedado dormida viendo las luces del laboratorio mientras ella me curaba, había sido… Un sueño muy real.


-   ¿Qué? – pregunté confundida mientras Roxanne colocaba el botiquín de primeros auxilios sobre el estante metálico.

-   Ya te curé, Michelle. – me guiñó el ojo animándome a levantarme.

-   Creo que me dormí. – bostecé.

-   ¿Te dolió? ¿Te ardió? – preguntó con curiosidad.

-   No, gracias. – me puse de pie mientras me llevaba la mochila al hombro.

-   ¿Necesitas que te lleve a casa?

Me quedé pensando por un instante, ¿llevarme a casa? Tomás había despedido al profesor de Educación Física por haber sobrepasado el contacto normal con Andrea, quien sabía que yo estaba saliendo bastante con Roxanne, aunque ésta fuese bastante joven y solo me llevase un par de años.

-   Sí, ¿tienes tiempo de llevarme a casa? – balbuceé mientras traté de no parecer incómoda.

-   Bueno, tengo tiempo, te llevo y así me vas ayudando en el camino con las preguntas que tengo que poner en el examen del otro colegio, ¿aunque no tienes clases ahorita?

-   No, mi última clase era Química, ya estoy libre.

-   Vamos entonces. – apagó las luces del laboratorio mientras cogía su portafolios y cerraba la puerta con llave. Bajamos las escaleras del laboratorio de Biología y me despedía de José, el carpintero.

Caminamos entre la bulliciosa gente que reía, saltaba, escuchaba música y parecía ni existir. El chico que me empujó mientras huía de una carrera que hizo que me lastimara con el filo de la reja, me miró avergonzado y caminó en dirección opuesta a la mía.

-   ¿Se disculpó al menos? – Roxanne caminaba entre el tumulto de gente de receso.

-   ¿Aquel tipo? No, qué va a estarse disculpando.

Roxanne negó con la cabeza.

-   Hagamos algo, Michelle. – me miró con complicidad - ¿Crees que puedes caminar hasta la esquina y yo te recojo ahí?

-   Lo pillo, tranquila, adelántate. – la animé.

-   Vale, te espero. – me tocó el hombro y salió por la puerta del colegio mientras yo esperaba unos minutos para que ella se montara en su vehículo y yo pudiera salir en dirección opuesta.

-   ¿Te vas? – preguntó Bryan.

-   Sí, me siento un poco mal.

-   Tenemos matemáticas, ¿no te importa?

La verdad es que yo no recordaba que teníamos matemáticas, había tenido biología y química ese día, pero ni siquiera había pensado en la posibilidad de que tendría números a la tercera hora, sin embargo, Roxanne ya había salido y estaba esperándome en su carro, así que decidí no entrar a la clase de matemáticas.

-   Sí, sé que tenemos matemáticas, Bryan, pero tengo que irme a casa, creo que me voy a desmayar o algo. – mentí.

-   ¿Quieres que te acompañe a coger el bus? – su pregunta me puso nerviosa.

-   ¿Qué? No, no, mamá me está esperando en la esquina.

-   ¿Tu madre? Así te sentirás.

-   Sí. – sonreí falsamente mientras salía por la puerta y caminaba lo más rápido que podía para que Tomás no me pillara escabulléndome.

Roxanne, Roxanne, ¿dónde estás? Comenzaba a zapatear nerviosamente en la esquina de la calle esperando divisar al Nissan desde lejos –o preferiblemente desde cerca-. Fui caminando calle abajo para esperar encontrármela accidentada en la acera donde se había estacionado.

-   Oh, adivinaste que algo pasaba. – inquirió Roxanne con estrés.

-   ¿Qué sucede?

-   La batería, está muerta.

-   ¿De la nada? ¿Es vieja?

-   No, no es vieja. – se puso las manos en la cintura mientras miraba con severidad hacia el motor.

-   ¿Será esto? – apreté una tuerca que se situaba sobre la tapa del motor que se veía un poco floja.

-   Déjame probar. – Roxanne entró a su vehículo, pero no encendió. – No, nada.

-   ¿Tienes alguna tela vieja?

-   ¿Para qué? – Roxanne se confundió.

-   Permítemela.

-   Toma. – me entregó una tela desgastada y manchada de aceite.

-   No lo prendas aún hasta que te diga. – apreté el borne positivo y negativo de la batería. El positivo estaba flojo. Se escuchó electricidad.

-   ¿Qué hiciste? – Roxanne no salía de su asombro, tenía los ojos como platos y se había emocionado.

-   Apretar los bornes nada más. – abrí la puerta del copiloto mientras le entregaba la tela sucia. – vámonos.

-   ¿Ya habías hecho eso antes? – Roxanne aún no había arrancado el vehículo, lo estaba calentando.

-   Frecuentemente con el de mamá.

-   Es bueno saberlo, si no te doy la cola no me entero nunca y seguramente le pago a alguien. – encendió la radio mientras la sexy voz de la locutora transmitía un programa radial. – A tu casa, ¿no?

-   Sí. – curvé una media sonrisa mientras abría la rendija del aire acondicionado y la direccionaba hacia mi cara.

El suave Nissan avanzó despacio procurando adentrarse en la autopista, Roxanne me entregó una hoja en blanco y un bolígrafo negro para ayudarla a elaborar las preguntas del examen que haría a los chicos del otro colegio.

-   ¿Qué preguntas se te ocurre? – sus ojos estaban clavados en el camino.

-   Pues, definición de circulación mayor, definición de circulación menor, diferencias, nombrar todas las arterias y decir su ubicación, definir sístole y diástole.

-   ¿Sístole y diástole? – sonrió - ¿quieres que me quemen el carro con ese examen?

-   O podrías ser considerada y hacer una sola pregunta de definición general del sistema circulatorio, aunque eso sería mediocre. – me reí.

-   Me pensaré eso de sístole y diástole. – sonrió.

-   Bueno, igual les haces un examen semanal, ¿no?

-   Sí. – giró el vehículo hacia la derecha.

-   Entonces no tiene que ser tan complejo, igual la definición de sístole y diástole es sencilla.

-   El examen debe ser sencillo, pero también tengo que exigirles.- en ese momento entramos en el infernal tráfico de la avenida principal.

-   ¿No te da miedo que Tomás te vea conmigo? – cambié de tema.

-   ¿Estamos haciendo algo malo? -  se volvió para mirarme.

-   No… - susurré casi inaudiblemente mientras la miraba a los ojos.

-   Lo malo es que Tomás vive prácticamente a tu lado.

-   Sí, pero ni lo veo casi.

-   Espero tampoco verlo yo. – hizo un gesto cansón.

-   ¿No te cae bien?

-   ¿A quién le cae bien? – rió.

-   ¿A la señora de la cantina? – bromeé.

-   Esa señora ama a todo el mundo, hace unos pastelitos celestiales. – se le iluminó el rostro.

-   Los de hojaldre son bastante buenos.

-   ¿Cómo tienes el brazo? – preguntó Roxanne mientras palpaba con sus gélidos dedos mi herida. Me estremecí. – perdón. – se disculpó por mi piel de gallina.

-   Es que estás fría, el aire está fuerte.

-   ¿Lo apago? – me miró.

-   No, no es necesario, así es agradable.

-   Bueno, ¿cómo tienes el brazo?

-   Aparte de empavado, se pondrá mejor.

-   ¿Por qué empavado? – se rió.

-   Primero la herida del robo y después el filo de la reja.

-   Te vas a poner bien, quejosa. – sonrió mientras le daba una palmada a mi rodilla. Me helé.

-   ¿No tienes hambre?

-   ¿Tú sí? – se preocupó. - ¿Quieres una hamburguesa?

-   No, te preguntaba a ver si querías comer en mi casa. – pronunciar esas palabras fue casi tan difícil como disculparse con tus padres.

-   Ah, ¿sabes cocinar? – sonrió.

-   ¿Yo? Yo no, pero tú sí, ¿verdad? – pregunté con cinismo.

Se rió fuerte.

-   ¿Me estás invitando a comer pero yo tengo que cocinar? – le bajaba el volumen a la radio.

-   O podrías comprarte un McDonald’s y gastar dinero.

-   Suena bien eso de cocinar, ¿tienes pasta en casa?

-   ¿Pasta? Sí, ¿qué más necesitamos?

-   ¿Tomates en lata? ¿Pimiento? ¿Cebolla? ¿Carne o pollo?

-   Todo eso lo tengo.

-   Bueno haremos pasta con salsa y pollo desmechado.

-   Me comenzó a dar hambre.

-   Acá a la izquierda, ¿no?

-   Sí. Te voy a abrir la puerta del estacionamiento, si te estacionas fuera no quiero que luego te encuentres al orco. – me bajé del vehículo y me acerqué al sistema de contacto que abría la puerta eléctrica. Roxanne avanzó y se estacionó donde le indiqué.

-   Sígueme. – la conduje a los ascensores y estaban tres vecinos esperando.

-   Hola, Michelle, ¿qué tal? – preguntó el señor Domingo.

-   Bien, ¿y usted?

-   Acá, molesto. Se dañó el ascensor que llega a nuestro piso.

-   Así que solo sirve el impar, ¿no?

-   Así es.

-   Debe estar colapsado.

-   El ascensor tiene retraso, papi, como el metro. – inquirió el hijo de Domingo al unísono que las puertas del ascensor se abrían.

-   Primero las damas. – hizo un gesto de educación dejándonos pasar primero a Roxanne y a mí, luego entró él y sus dos hijos. Quedamos totalmente apretados.

La mano derecha de Roxanne se tocaba con mi mano izquierda, ni ella la separaba ni yo tampoco. Movía el dedo meñique con suavidad intentando tocar el suyo, pero la fuerte embestida que dio el ascensor mientras se apagaban sus luces, nos hizo paralizarnos a todos. Roxanne se cogió de mi espalda enseguida, en un ademán de abrazo.

-   Maldición, ¿este se va a dañar también? – Domingo golpeó fuertemente el tablero de botones del ascensor. Su hijo comenzó a lloriquear.

-   Lo que me faltaba. – suspiré.

Roxanne no hablaba, de hecho estaba helada, seguía cogiéndose de mi espalda. Me volteé con cuidado y con total oscuridad, le pregunté si estaba bien.

-   No, odio los ascensores. – rodeó sus brazos en mi cintura. Nadie podía ver.

-   ¿Claustrofóbica?

-   No, ascensorfóbica, aunque no sé si eso existe. – sus manos iban ascendiendo por mi cintura y se fijaron detrás de mi espalda.

-   Dios, háganme sitio, a ver. – Domingo nos apartó a Roxanne y a mí para quedar frente a la puerta e intentar abrirla.

El ascensor era tan pequeño que quedé frente a Roxanne, apoyando mis dos manos en la pared sobre su cabeza, con mi rostro a centímetros del suyo. Sentía la misma sensación que sentí en el cine. La calidez de su aliento me volvía a desorientar.

-   Esta mierda no cede. – Domingo comenzó a perder la paciencia.

Estar tan cerca de Roxanne me desorientaba, deslizó sus manos desde detrás de mi espalda hasta mi abdomen, luego ascendió por mi pecho y rodeó mi cuello con sus muñecas.

-   Michelle. – suspiró en mis labios mientras ella me abrazaba el cuello y yo continuaba con mis manos por encima de su cabeza. La oscuridad era plena.

-   ¿Qué? – susurré.

-   ¿Esto está bien? – susurró mientras su labio superior rozó mi labio inferior. Sentí taquicardia y me helé. Comencé a respirar aceleradamente.

-   ¿Qué cosa está bien?

Se rió y me soltó. Adquirió una postura profesional que de repente no comprendí. La luz llegó al ascensor y nos iluminó los rostros, ella tenía un ligero rubor en las mejillas, y por mi reflejo en el espejo, yo parecía una suerte de harina cruda. Evitó mi mirada.

El ascensor se abrió de golpe y extrañamente nos dejó en mi piso, Domingo parecía maldecir demasiado y me despedí sin hacer mucho énfasis en aquello porque el vecino estaba sumamente enojado.

Abrí la puerta de mi casa y no había nadie, como de costumbre. Invité a pasar a Roxanne, quien seguía sin mirarme después de lo que había hecho, ¿se había arrepentido? ¿En serio me había besado? ¿O semi besado?

-   Mira, Roxanne, con respecto a lo de hac… - sus labios dieron una estampida sobre los míos, nuestras bocas se movían con precisión y con desespero, ¿en serio esto estaba ocurriendo? ¿No estaba soñando? ¿Iba a despertarme esta vez? ¿Estaba besándome de verdad esta vez?

Sus manos arrugaron mi camiseta cerrándola en su puño, sentía a Roxanne inmersa en desesperación, quería poseerme, yo estaba tan ensimismada que no me daba cuenta de qué estaba sucediendo, solo dejaba a mi cuerpo actuar, a mis manos actuar, me gustaba tanto mi profesora de Biología que no me estaba dando cuenta de que me estaba devorando.

Metió mis manos por dentro de mi camiseta y apretó su cuerpo contra el mío atrayéndome por la cintura.

Cállate esta vez. – aferró sus dedos y los entrelazó a los mechones de mi cabello.

Nos interrumpió el sonido insistente del timbre, ¿quién sería?


Hola, mis estimados lectores. Aquí estoy, después de cuatro años de ausencia, después de dejar a muchos esperando la continuación de este relato, acá la tienen. Nunca es tarde, ¿verdad?

Nunca tuve inspiración para seguir escribiendo “Mi profesora y yo”, pasaron tantas cosas en mi vida que realmente cortaban todo atisbo de imaginación. Espero que, después de estos cuatro años, ustedes sepan valorar aún mis escritos y la comunidad de TodoRelatos siga siendo la misma.

Les dejo mi Twitter para que me contacten por allí @Coldnight_01 y puedan comunicarme alguna inquietud, nuevamente, les ofrezco mis disculpas y toda la tardanza de estos años.

Espero que este capítulo valga la pena, y si continúa con el mismo recibimiento que tuve hace años atrás, con gusto continuaré.

Un saludo.