Mi profesora particular

Mis dificultades en el colegio hicieron que concurriese a una profesora de anatomía que me inició en una deliciosa experiencia. (fotos)

LA PROFESORA PARTICULAR

Estaba con dificultades en el colegio en las materias de Biología y Anatomía por lo que mi madre decidió apuntalar mis estudios para evitar ir a examen a fin de año.

En realidad estaba mal a partir de un desengaño amoroso con un compañero de escuela que sin que nada me hiciese presumir, me había dejado por otra al no acceder a sus requerimientos sexuales.

Nos recomendaron a una profesora, Susana, que vivía cerca de casa. Tuvimos óptimas referencias por conocidos, a quienes Ella había preparado, y en todos los casos habían aprobado las materias.

Cuando la conocí quedé impactada. Tenía alrededor de 38 años. Alta, delgada de un cuerpo casi perfecto y un rostro agraciado de facciones delicadas. Sus ojos pardos, enmarcados por anteojos, sugerían en su mirada, inteligencia y una sensualidad excitante y misteriosa. Su voz cálida y su personalidad avasallante hicieron que rápidamente nos pusiésemos de acuerdo para iniciar las clases, combinando para encontrarnos dos veces a la semana.

Luego de almorzar, a las tres de la tarde del lunes concurrí por primera vez. Las clases eran magníficas y se prolongaban por dos o tres horas sin respetar el horario acordado. A medida que pasaba el tiempo, noté una empatía mutua y comencé a sentir admiración por esa mujer madura que me preguntó por mis relaciones sentimentales, interesándose por mi vida. Confié en ella y le conté lo que me había sucedido con mi ex novio, lo que me había producido un rechazo por los hombres a partir de ese desengaño, y le expresé que pasaría mucho tiempo hasta volver a creer y recuperarme. Con un guiño y pasándome la mano por el hombro, al ver mis lágrimas me consoló diciéndome que solo una mujer sabría entenderme y hacerme superar el momento. Me abrazó y deslizó un beso furtivo que rozó mis labios, y me despidió hasta la clase siguiente.

Quedé confundida y excitada. Me pregunté que me sucedía. Que sentía a partir de esos labios que habían acariciado mis mejillas. Una sensación de humedad se apoderaba de mi vulva, cuando al acostarme por las noches, pensaba en Susana. Instintivamente me encontré acariciando los labios de mi sexo, y al entrecerrar mis ojos la imaginaba, producto de mi calentura y mi fantasía, desnuda y abrazada a mi.

A la clase siguiente concurrí ansiosa y expectante. Sería cierto lo que pensaba, o era todo producto de mi imaginación. Para más intriga me llamó el día previo y me invitó a tomar el té en su propia casa, y me recomendó que preparase la clase del aparato reproductor femenino que iba a ser teórico práctica, ya que correspondía a la lección siguiente.

Durante la sobremesa del té me contó de la decepción por su matrimonio pues su marido la había defraudado al separarse hacía ya muchos años y jamás rehizo su vida al lado de otro hombre. Se sinceró y me dijo resueltamente el impacto que yo le había causado cuando me conoció. Quedé anonadada y no supe que decir. Nos levantamos y me propuso, como habíamos quedado, iniciar con el tema del día.

Estaba hermosa con su traje sastre y su pelo tirante y recogido. Yo con mi uniforme de colegio, me entregué a sus caprichos. Luego de exponer sobre el aparato reproductor. Comenzó con la clase práctica. Me hizo girar y apoyar el torso sobre el escritorio. Levantó mi pollera y sentí como sus manos acariciaban mis nalgas y abrían delicadamente los labios de mi vulva humedecida por los jugos que fluían de mi vagina. Sus labios se apoderaron del clítoris y sus dientes lo mordisquearon con sabiduría. Yo abrí mis piernas para facilitarle las caricias y aún más, con mis manos separé mis glúteos, ofreciéndole mis orificios que lamió con profundo conocimiento de la sensualidad femenina y mi necesidad de hembra en celo. Me colocó sobre su falda y jugó con sus dedos y un vibrador que extrajo del cajón de su escritorio. Tuve varios orgasmos y mis jadeos y gemidos se sentían en toda la habitación. Mi pelvis se agitaba y yo le pedía que no se detuviera. Susana repetía palabras obscenas que me excitaban aún más. Mis flujos salían a raudales de mi concha enfebrecida de placer y Ella los sorbió hasta la última gota.

Después fue mi turno, repetí lo que había aprendido de mi profesora particular y le generé con mi lengua y mis besos un estado de éxtasis y lujuria. Gemía y jadeaba entre orgasmo y orgasmo. Finalmente nos besamos. Luego de enjabonarnos y ducharnos juntas nos vestimos, y al despedirnos nos prometimos no descuidar el estudio pero repetir cada vez que pudiésemos los maravillosos momentos vividos.

Fue una experiencia extraordinaria que continuó por varios años y los resultados de los exámenes dejaron satisfecha a mi madre que me alentaba orgullosa por la responsabilidad con que tomaba las clases sin faltar nunca. Lo nuestro se prolongo luego de mi ingreso a la facultad, disfrutando de una relación profunda y sincera.

Ya con la confianza debida me propuso una experiencia con hombres para disfrutar de todas las variantes de placer que nos ofrece el sexo grupal a lo que me opuse hasta que en unas vacaciones juntas y en un estado de libertinaje y alcohol sucedió lo inesperado que será motivo de otro relato que espero brindarles

Munjol hugolobbe@ciudad.com.ar