Mi Profesora Elena

Descubro mi deseo por su ropa interior y me masturbo con sus braguitas.

Hola querido lector.

Antes de nada quisiera decir que este es mi segundo relato sobre la historia que marcó mis gustos y fantasías sexuales. El primero, " El verano que me cambió ", se encuentra en la categoría Voyeur y creo que es de gran importancia, es la introducción a esta historia.

Bueno, como ya sabréis, me llamo Fede soy de Orihuela y esta historia comenzó el verano del 91, cuando mi padre contrató a una profesora para que me impartiera clases particulares durante los meses de Julio y Agosto; tenía que recuperar dos asignaturas.

Aquel año mi cuerpo comenzó a sufrir los cambios que por naturaleza le suceden a todos los adolescentes, comencé a ver las mujeres de una manera muy diferente, y mi profesora Elena, desde que la conocí, multiplicó las consecuencias de estos cambios.

El siguiente año, el 92, cursé 7º de la EGB y para el verano volví a tener dos asignaturas pendientes, estaba deseando volver por las tardes a casa de la mujer que se había convertido en mi deseo, en mi fantasía sexual.

Había pasado casi un año desde la última vez que estuve en aquella casa y mis ansias por volver a presenciar lo del verano anterior y, más aún, el miedo a la posible desilusión, a que algo hubiese cambiado, me hicieron asistir hecho un saco de nervios el primer día. Era tal el deseo hacia Elena que, de no haberse "exhibido", me hubiese hundido en la más grande de las desilusiones, estaba todo un año esperando aquella cita, hasta me atrevo a decir que suspendí las dos asignaturas por ir durante el verano a su casa.

Aquella mujer me había metido en el mundo del voyeur, amaba ver su ropa interior; observarla y poder ver sus bragas o sus tetas me parecía en aquel momento algo indispensable para ser feliz, no soportaba la idea de no poder verle nada ese verano.

Llegué a su portal. El corazón me latía alborotado por la excitación y el miedo; por mi cabeza giraban los mil y un cambios que podían haberse producido. La puerta se abrió y apareció su madre.

  • Hombre, Fede. Cuanto tiempo sin verte por aquí, eh? ¿Qué pasa, otra vez has suspendido, muchacho? Venga pasa, Elena está esperándote en el cuarto.

-Si señora Fina, me toca estudiar otra vez en verano- Le contesté intentando marcar un desagrado por tener que dar clase, desagrado que debía existir pero no era el caso.

Elena al oír la puerta salió a mi encuentro en el salón comedor. Por fin llegó el momento tan deseado, allí la tenía, delante de mi, con un vestido que debía ser de su madre, el estampado era de esos que sólo a la gente mayor le gusta y, lo más llamativo, un par de tallas más grande.

Verla me tranquilizó, de momento su cuerpo seguía siendo el mismo, macizo y generoso. Primera prueba pasada. La ropa, me fijé, no era transparente pero le estaba bastante holgada y podría verse algo en algún descuido. Segunda prueba superada. La tercera era el carácter y, conforme me recibió, quedó más que superada. Me esperaba, pensé, un verano de sueños eróticos, fantasías y muchas pajas, vamos, que iba a pasar bastante calor.

  • Bueno Fede, ¿vamos? Tu padre me ha dicho que te aprete las tuercas, que no haces nada- Dijo Elena sonriendo.

Aquella sonrisa de mujer ingenua me ponía loco y mi mejor respuesta fue inclinar la cabeza un poco, subir los hombros y asentir con la mejor cara de niño bueno que supe poner. El juego había comenzado.

Ese año había un pequeño cambio. El cuarto seguía siendo el mismo, pero habían hecho unas pequeñas reformas. En vez de ser un cuarto libre, el año anterior había una estantería, una mesa y unas sillas; este año habían instalado los electrodomésticos de la cocina vieja, unos sofás, una tele pequeña y una tabla de planchar.

  • vaya cambio, no? Habéis metido aquí toda la cocina, parte del comedor, lavadero… ahora esto es un cuarto multiuso.

  • Sí, la verdad es que íbamos a hacer una pequeña reforma nada más, pero mi madre se empeñó en poner todos los electrodomésticos nuevos y mi padre, por no tirar los viejos, los adecuó aquí. Este año vamos a estar más apretados.

Le sonreí mientras dejaba la cartera sobre la mesa y pensaba que cuanto más apretados, por mi, mejor.

La tele estaba encendida, estaban dando una película de esas que ponían después de comer, de juicios y problemas familiares. Elena se excusó y la apagó. Esa tarde dimos clase de manera normal, y salvo las veces que se me fue la mirada por el canalillo, el traje le estaba algo grande, no hubo nada más interesante. Era el primer día y todo apuntaba a que se iba a parecer mucho al año anterior, me fui a mi casa deseando volver, quería vivir emociones, quería que me calentara.

Yo siempre había fantaseado pensando que Elena era algo exhibicionista, pensé que era demasiado casual tanto descuido, esa ropa tan holgada o corta, aquel cambio de pantalones en mi presencia… todos esos acontecimientos me habían llevado a pensar que ella disfrutaba tanto exhibiéndose como yo mirándola, y eso me ponía muy cachondo. Pensar que ella lo hacia sabiendo que me ponía así; que lo hiciese sabiendo que me iba a pajear a su salud, y encima utilizando como excusa para sus "descuidos" exhibicionistas mi corta edad, mi "inocencia"; era la fuente de mis más deliciosas fantasías.

El caso es que las clases continuaron, y mi ración de escotes, de muslos y bragas fue buena, pero no me conformaba con verla, quería que fuese ella la que me enseñase su cuerpo y su ropa interior de manera "voluntaria", intencionada, que me calentara a conciencia con esa cara de ignorancia disimulada, y lo más importante, comenzaba a querer roce, echaba de menos aquella sensación que me electrizó cuando le limpié los pantalones. Quería volver a sentirla. Y fue por estos deseos por los que comencé a sentirme un poco desilusionado, pues parecía no ser tan calentona como había estado soñando; era yo el que debía ir buscando posturas y situaciones raras para poder llevarme mi dosis de lujuria cuando me enteré que se había echado novio! Justo cuando mi cuerpo me pedía más se echaba novio! Y yo, ingenuo, quería que me calentara como nadie. Todo se vino abajo.

A la semana siguiente, jueves, me dijo que ese fin de semana se iría a la playa, a una casa que había alquilado su nuevo amigo. Esa información supuso, en aquel momento, un poco de celos, de rabia. Aquel tío con el que salía la había cambiado, o por lo menos yo le echaba la culpa de que el verano que llevaba un año entero soñando se me estuviese jodiendo.

El fin de semana pasó y lunes a las cuatro de la tarde estaba otra vez en casa de Elena. Su madre, al abrir, me dijo que pasara y esperase a su hija que había ido a la farmacia a por unas pastillas para el dolor de cabeza. Pasé y me senté a la mesa, saqué mis libretas de deberes y cuando me disponía a comenzar a repasar entró su madre a preguntar si me hacía falta algo; ella iba un momento a casa de la vecina. Le di las gracias por el detalle y le dije que no.

Me quedé mirando lo que tenía a mi alrededor, no tenía muchas ganas de hacer deberes. Miré la televisión apagada, era una Elbe pequeñita, el poyo de la cocina que hacía las veces de estantería para los libros de Elena, el lavaplatos, no mucho más allá una silla junto a la tabla de planchar aguantaba una pila enorme de ropa. Mi vista se quedó parada en un rincón, allí había una lavadora y junto a esta una cesta llena de ropa. Lo que en realidad me llamó la atención a gritos fue un trapito rojo, pequeño, que estaba en el cesto entre un montón de prendas.

Mientras pensaba que no podía ser me levanté y, con mucho cuidado, me acerqué al rincón de la lavadora. Agucé el oído para que nadie me pillase, estaba solo y eso me gustaba, pero podía venir alguien en cualquier momento. Hasta esa tarde nunca había pensado en ver la ropa interior de Elena si no la llevaba puesta, y era ella quien me la enseñaba, pero nada más ver aquel "trapito" rojo mis gustos tomaron una nueva orientación. No sé el por qué, pero el ver aquellas bragas despertó en mi algo que debía estar durmiendo, y de repente me sentí excitado con la idea de poder tocar aquella prenda. Me agaché y miré toda la ropa que había en el cesto por si había más braguitas. El corazón me latía fuerte de la excitación y las manos me temblaban, estaba casi eufórico. Tenía en mis manos la prenda más intima de Elena, siempre en contacto con su sexo, e instintivamente me las lleve a la cara. Las olí. Imaginé su sexo, su coño en contacto con aquella prenda, oliendo como olían las braguitas, cerré los ojos y mi lengua, que se había secado por la excitación, salió en busca de su coño, chupé y metí aquellas bragas en mi boca soñando con su chochito. Estaba a tope. La fuerte olor a sexo me golpeo en el centro de la cabeza y cuando me vine a dar cuenta me estaba masajeando la polla por encima de las bermudas; no podía estar más cachondo, tenía la polla a punto de reventar. Oler y chupar aquella prenda era como estar comiéndome su coño. El deseo corría por todo mi cuerpo y el masaje era cada vez más frenético. En cuestión de un par de minutos llegué a un clímax que jamás antes había soñado, me corrí sin bajarme los calzoncillos. Y sin pensar en las consecuencias. Desde que mis manos cogieron aquellas bragas rojas, con bordaditos en la parte delantera que las hacían casi transparentes y con la parte de atrás de una tela muy suave, mi mente entró en otro mundo, no era consciente de lo que sucedía a mi alrededor.

Una vez pasados los espasmos del orgasmo me retire las bragas de la cara y tomé conciencia de lo sucedido. Nunca antes me había pasado nada parecido, ni lo había imaginado. Dejé las bragas en el cesto y me miré la entrepierna para ver si la mancha se notaba mucho, pero como llevaba la camiseta por fuera no había problema, lo jodido sería el olor. ¿lo notaría Elena? Y de notarlo ¿sabría a qué se debía ese olor? Empecé a pensar en los problemas que lo sucedido me podía causar.

Seguía dándole vueltas a la cabeza pero, a pesar de todo, la excitación seguía presente. Acababa de descubrir una fuente de placer, de lujuria, que en ese momento y aún hoy me parece máxima. Entonces comencé a preguntarme cómo lo haría para poder repetir lo sucedido, estaba dispuesto a repetir todas las veces posibles aquella experiencia, aunque siempre acabara manchando los calzoncillos cuando Elena entró en el cuarto. Había llegado de la farmacia y ni me había enterado.

Las pastillas eran para ella, le dolía mucho la cabeza y me pidió por favor si podía venir al día siguiente, a la misma hora, para recuperar la hora perdida. Por mi, ningún problema, de hecho me alegré, estaba preocupado por la olor a leche que llevaba en la entrepierna.

Al día siguiente a la misma hora, las cuatro de la tarde, estaba yo en casa de Elena dispuesto a dar clase e intentar, por todos los medios, repetir la experiencia del día anterior. Una vez que había olido sus bragas no pensaba en otra cosa, la polla se me ponía dura al recordar el fuerte olor de aquella prenda, de su tacto, la imagen soñada de su coño… Con Elena en casa era algo complicado pero se me ocurrió una idea, pensé en el lugar donde se podía encontrar el cesto de la ropa sucia antes de llegar a aquella habitación, el cuarto de baño! y pensé que debía visitar aquel lugar de la casa de cualquier manera.

Esperé impacientemente hasta la media hora de clase, y cuando nos encontrábamos a mitad de la sesión fingí unas ganas terribles de ir al aseo. La excitación era máxima. ¿Estaría allí el cesto? Pensar en encontrar unas braguitas de Elena y poder hacerme una buena paja encerrado en el aseo, y mientras ella esperaba en la habitación corrigiéndome los deberes me ponía muy cachondo.

Nada más entrar miré en busca del cesto de la ropa sucia, no lo veía. Cerré la puerta y allí estaba, detrás de la puerta! Y tenía ropa!! Me agaché, deseando encontrar alguna prenda íntima de Elena, con una excitación que aún hoy recuerdo como de las más fuertes que he experimentado.

Removí la poca ropa que había y encontré unas braguitas negras! Dios! Que prenda más cachonda. La polla me iba a reventar y la sangre corría por todo mi cuerpo a una presión anormal. Las cogí como si fuese el tesoro más valioso, las llevé a mi cara y su olor me embriagó. Coloqué la parte que debía cubrir su coño sobre mi nariz y luego la restregué por toda mi cara, ya estaba fuera de control, las chupaba, me las metía en la boca, las tocaba, miraba… me bajé los pantalones y me senté en el water, mi polla estaba como nunca la había visto, parecía algo más grande que otras veces, quería reventar. Cogí las bragas y las puse suavemente sobre la punta chorreante y descubierta de mi polla y comencé a restregarlas lentamente a la vez que me hacía una paja. No iba a durar mucho, estaba a punto de explotarme la polla, cada vez estaba más eufórico, fuera de control. Las bragas iban de un lado para otro, de mi polla a mi cara, a mi boca, a mi nariz, a la polla otra vez… y la paja era cada vez más salvaje. Cada vez que me acuerdo de aquellos momentos se me pone la polla dura de golpe.

Cuando comenzaron los espasmos previos al orgasmo, no tardaron mucho en aparecer, me puse las bragas en la punta de la polla y terminé sobre ellas. Después de correrme creo que estuve unos minutos con las bragas encima de la polla y como en otro mundo; no sé decir cuanto tiempo pasó en realidad desde que me corrí hasta que dejé las bragas completamente empapadas en el cesto y salí a continuar la clase con Elena.

Aquella experiencia me marcó. Mi vida se podía dividir en dos partes, en un antes y un después de conocer a Elena. Me acababa de "follar" sus bragas y el éxtasis alcanzado fue tan alto que hoy día sigue estando entre mis mejores orgasmos. Elena se estaba convirtiendo en la mujer más importante de mi juventud abriéndome la puerta de nuevas experiencias, pensamientos y actitudes que aún hoy sigo de una manera devota.

Al salir, Elena se mostró chistosamente interesada en saber si había tenido problemas con el retrete, estaba comenzando a pensar que me había colado; había estado diez minutos en el aseo. En ningún momento se podía imaginar lo que acababa de hacer! Y ella se reía de sus chistes y yo la acompañaba, simulando un poco de vergüenza por mi tardanza. La clase terminó y me fui a casa pensando en el pequeño cambio de planes que estaba sufriendo mi verano; Elena no demostraba ser todo lo exhibicionista que yo había soñado a lo largo de todo el año, su comportamiento provocador parecía haber existido solamente en mi imaginación, pero el haber descubierto mi deseo por su ropa interior, y la relativa facilidad con la que me podía hacer con una de sus más íntimas prendas había avivado mis fantasías sexuales y, aunque seguía añorando y fantaseando con su comportamiento provocador, el disponer de sus braguitas era para mi algo máximo. De ahí que las visitas al aseo se convirtieron en algo asiduo a lo largo de todo el verano, no había día que no me encontrase con unas terribles ganas de orinar o de hacer de vientre.

Fue a los quince días, más o menos, de haber probado por primera vez la ropa interior de Elena cuando, al llegar a su casa para dar clase, la encontré viendo una película de sobremesa, de esas de serie B. La habitación estaba a oscuras, había cerrado las ventanas, y la única iluminación venía de la pantalla de la tele. Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra pude ver que se encontraba tumbada sobre el sofá y su atuendo era uno de esos vestidos cortitos tan típicos en ella, de esos con tirantes y estampado en flores que a la luz del día son casi transparentes. Allí dentro no había luz suficiente para que su vestido trasluciera, pero la escasa tela, junto a su postura en el sofá, tenía las piernas un poco recogidas, elevaba la faldita hasta el límite de lo decente. Fue verla allí recostada, en esa postura y con ese trajecito y mi polla saltó acelerando todas mis reacciones. Quería estar lo más cerca de ella posible, no quería perder detalle de aquellos muslos que tanto deseaba, quería estar cerca para comprobar si había algún rinconcito por el cual poder ver sus braguitas y poder fantasear luego con su cuerpo semidesnudo.

-¿Fede? ¿Qué te pasa? -Me preguntó con una sonrisa que me hacía soñar con su comportamiento provocador.

Sabía que me había quedado embobado mirando sus muslos, el límite de su falda, intentando ver un poco más allá, y a ella lo único que se le ocurría, en vez de reprenderme o taparse, era sonreír y preguntar qué me pasaba!! Como si no lo supiera.

-¿Tienes algo que hacer esta tarde después de clase? Es que me gustaría terminar de ver esta película antes de comenzar la clase, esta muy interesante y nada más que le queda un cuarto de hora.

-Bueno, la verdad es que no tengo nada que hacer hasta las seis, no me importa terminar de ver la peli.

-Venga – dijo encogiendo un poco más las piernas. -Entonces siéntate aquí y vamos a terminar de ver la película juntos- y señaló el sitio del sofá que sus piernas acababan de dejar libre.

La falda ya no se podía recoger más y me di cuenta que desde el lugar desde donde iba a estar, si la luz de la tele no me fallaba, podría tener una perspectiva bastante generosa de sus muslos y entrepierna. Nada más sentarme noté sus pies desnudos rozando mis muslos, y mi cuello, como todo mi cuerpo, se puso completamente rígido mirando el televisor, no me atrevía a moverme lo más mínimo, ni tan siquiera a desviar la mirada, pero Elena hizo el trabajo por mi. Comenzó a explicarme la película, y para ello debía mirar a su cara, la cual, debido a su postura, veía por encima de las rodillas. Esto me facilitó el echar vistazos desde su cara, y pasando por sus rodillas y espinillas, hasta sus tobillos y pies, como el que no quiere la cosa. Pero no podía verle las braguitas, las piernas, al estar completamente flexionadas, hacían de pared. Si acaso podía ver una sombra de lo que sería el principio de su culo, pero imposible ver las braguitas. Mi polla estaba que explotaba, sentir sus pies desnudos en contacto con mis piernas y tener su coño tan cerca, y casi a la vista, me estaba provocando una excitación cercana al orgasmo.

-Ay, se me están durmiendo las piernas. ¿Te importa que las estire?- soltó de repente sacándome de mis cavilaciones, me había vuelto a embobar.

Si la cara que hasta ese momento había tenido era de bobo, cuando hizo esa pregunta y acto seguido, al estirar las piernas, pude ver sus bragas negras, la cara que pude poner tuvo que ser demasiado graciosa, pues ella, con una pequeña pero sonora carcajada se disculpó a la vez que se estiraba la falda y miraba o, mejor dicho, comprobaba cada reacción de mi cara. Yo, avergonzado, intenté hacerla creer, sin demasiada convicción, que no había alcanzado a ver nada.

Ella parecía lejos de darle la más mínima importancia a que le hubiese visto las bragas, como si eso fuese normal, continuó con el argumento de la película volviendo a brindarme la oportunidad de intentar mirar sus piernas, sus muslos y un poco más arriba, pero estaba muy tenso y no me atrevía. En esa posición y ella hablándome directamente me parecía algo demasiado evidente y descarado. Intentaba mirarla fijamente a los ojos pero la vista me pesaba demasiado y los ojos se me caían a su parte baja, donde, a pesar del estirón de falda, asomaban parte de las braguitas negras. Intentaba seguir lo que me contaba pero sus palabras eran el fondo de un sueño tan erótico como inquietante.

Lo que más nervioso me estaba poniendo en aquellos momentos es que mis ojos, ansiosos por ver sus partes mas intimas, iban de un lado para otro, y cada vez que volvían a los ojos de Elena estaban fijos en los míos, estaba siendo consciente de mis intenciones, que a cada momento intentaba ver sus braguitas. Pero ella seguía hablando, como si nada, mientras observaba mi nerviosismo me mantenía la mirada de una manera casi retadora y yo, no pudiendo aguantarla, baje la vista a mi regazo.

Allí encontré las pantorrillas de Elena aprisionando mi polla, y mis manos, aún no sé qué parte de mi les dio la orden, se colocaron sobre sus espinillas. El suave tacto de su piel, y la visión de aquellas piernas sobre mi polla no fue ni mucho menos lo tranquilizadora que yo quería, mi polla estaba al borde del orgasmo, y verme acariciando sus piernas, sentir el movimiento de sus pantorrillas aprisionando a mi exultante polla, y ver los dedos de sus inmaculados pies jugar unos con otros me calentó, si cabe, aún más.

-¿Te gusta? –me preguntó sonriente.

-¿…Perdona? –En un primer momento pensé que se refería a si me gustaba el masaje que me estaba dando con sus pantorrillas sobre la polla, mi mente volaba en esos momentos por el paraíso de la lujuria, y me quedé un poco helado, todo aquello me parecía demasiado surrealista.

Ella viendo la cara de poker que tuve que poner en ese momento, y sabiendo que había mal entendido la pregunta (no tenía más remedio que notar el palo duro que apretaba sus piernas bajo mis bermudas) -¿Digo que si te gusta el tacto de mi piel?

Como si fuese de un acto reflejo levante las manos de golpe y pedí perdón por haberme atrevido a acariciar aquella suave piel.

Ella sonrió y cogiéndome una mano la volvió a colocar sobre sus piernas. –no te he dicho que estés haciendo nada malo, no tienes que disculparte. Esta mañana me hice la cera y solo pretendía saber si mis piernas estaban suaves. Y bueno- dijo mientras dirigía mi mano desde su espinilla hasta la rodilla- ¿tu que opinas, están bien?-la mano siguió hasta casi medio muslo, donde comenzó a temblarme de la excitación, temblor que ella debió notar porque me volvió a mirar de esa manera tan examinadora e insinuadora, como retándome a que hablara o hiciera algo.

-Sí… bueno…. Sí, sí,… están muy suaves y bueno, sí, están muy bien… -las palabras me salían de manera entrecortada, verme debía ser todo un espectáculo, y Elena seguía pareciendo no darse cuenta de mi situación.

Por mi mente rondaba la idea de provocación intencionada y eso me calentaba mucho, era mi sueño para con ella.

-sí, ya veo que te gustan, y bastante, por lo que puedo ver- terminó con una pequeña carcajada, mientras que, mirándome a los ojos, apoyaba sus desnudos pies sobres mi abultado paquete y seguía contándome el argumento de la película, como si nada.

No recuerdo que me decía. El ver aquellos pies desnudos sobre mi polla, sentir el tacto tan suave de sus plantas, la ligera presión que ejercía… estaba apunto de explotar cuando levante la mirada y me encontré con su mirada observadora y con la minifalda subida lo suficiente como para permitirme ver el comienzo de sus bragas, aquellos muslos generosos se entreabrieron y ella sonrió. No aguante más, la sensación fue increíble.

La respiración se me entrecortó y los músculos de la cara se me tensaron. Elena, que me había estado observando, tuvo que ser consciente de ello y, a la vez que se interesaba por lo que me sucedía, (como si no lo supiera) apretó el bulto de mis bermudas entre sus pies. El resultado fue explosivo.

Mi polla explotó en el orgasmo más espectacular que había tenido hasta entonces, y mientras mi cuerpo entero se retorcía y convulsionaba por los tremendos espasmos yo intentaba, de manera ridícula, simular un dolor de barriga frente a la mirada "desconcertada" de Elena.

Cuando mis movimientos se hubieron relajado un poco intentó mostrarse preocupada por lo que me había pasado, pero su sonrisa delataba cierta complicidad consigo misma.

  • No sé qué me ha pasado… ha sido algo muy extraño, durante un momento pensé que me pasaba algo malo…- le contaba esto mientras me seguía mirando con su sonrisa.

  • No te rías, anda. Me he asustado, se me estremeció el cuerpo entero... Pero luego me dio una sensación como de placer, pensé que estaba en las nubes- le dije esto como el que descubre algo verdaderamente maravilloso.

Ella comenzó a reírse más que a sonreír y su cara reflejaba una picardía que me estaba volviendo loco. Ya no sabía cómo seguir haciéndome el tonto.

  • Al principio me he asustado pero luego me ha encantado… lo que pasa es que… creo que me he meado encima.

  • ¿Te has meado? A ver, levanta- dijo riéndose con cara de sorpresa e incredulidad.

  • Mmmmm a mi me parece que no te has meado… esto Fede… tiene toda la pinta de ser… otra cosa.

-¿Y tu qué crees que puede ser esto entonces? –le pregunté como si no supiese de qué iba el tema.

-Hombre pues…. ¿nunca has sentido una sensación como la que acabas de sufrir?

-No, la verdad. Ha sido la primera vez que se me estremece el cuerpo de esa manera.

-Eres un poco joven para todas estas cosas, pero bueno, yo tampoco sé a que edad exactamente comenzáis los hombres a hacer este tipo de cosas. Supongo que es en la gente de tu edad donde será más normal. –mientras me decía esto yo no sabía donde mirar. Ella estaba observando el bulto de mis pantalones y la mancha de humedad que mi leche había provocado en ellos.

  • Pero bueno, tranquilo, no pasa nada. Es normal que los chicos comencéis a interesaros por las chicas, que os excitéis y bueno… eso… que os toquéis

  • ¿Que nos toquemos?- Le pregunté como si no supiese de qué me hablaba.

  • Bueno, si, ya sabes. Cuando los chicos os ponéis duros ahí abajo al pensar en las chicas pues…- dejó la frase sin terminar y movió la mano como si estuviese pajeando una polla.

  • Ah, si, ya… bueno…- dije muerto de vergüenza y excitación por el curso de la conversación.

  • Pero Fede, ya te digo que estés tranquilo, no te apures. Es normal que los chicos andéis todo el día mirando, que os excitéis y os toquéis. Además, a las chicas nos gusta que nos miren, y saber que levantamos vuestro aparato, nos hace sentir bien a la mayoría. Ahora, lo que me gustaría saber es qué te provocó a ti esa reacción, porque… vamos, por la mancha que veo… -terminó exclamando a la vez que me miraba con esa sonrisa ya tan suya -no ha sido una corrida cualquiera.

  • A mi… bueno…. Estooooo, yoo la verdad….

  • Tranquilo Fede. Ya te digo que es natural. Pero lo que quiero que me digas es que has visto que te gustado tanto, qué ha pasado, en qué estabas pensando, porque no habrá sido por mis piernas… o ¿es que si te han gustado? ¿te gustan mis piernas, te ha gustado tocarlas?

  • Sí, digo no, bueno sí, tus piernas me gustan… Son suaves… y muy bonitas, y tus muslos están muy…. Muy bien, son generosos, como a mi me gustan, pero

-Pero… no me digas que he sido yo la causante de este… suceso. ¿Tanto te gustan mis piernas? O viste algo más… ¿me has visto también las braguitas?

Agaché la cabeza, y asentí de la manera más discreta que pude mientras ponía la cara de sentirme culpable que mejor he puesto en mi vida.

-Bueno, no pasa nada, al fin y al cabo sólo me viste las braguitas. Y por lo que veo… te gustaron bastante eh? –dijo mirando mi abultado pantalón. –Así que he sido yo la que te ha provocado esta erupción

Yo que seguía avergonzado, pero con la excitación aún latente en la polla, no daba crédito a cuanto me acababa de suceder y asentí afirmativamente a su insinuación.

-Veo que estás hecho un sinvergüenza… anda que si, en vez de estar estudiando estas mirándome el culo y las braguitas- terminó esto con una sonrisa y me mandó al aseo a que me limpiara un poco.

La clase había terminado, pero comenzaba una aventura que recodaré como los mejores quince días de mi juventud.

Bueno, la última parte de esta historia he pensando contarla en otro momento, entre otras cosas porque ya me estoy alargando mucho. Espero volver pronto con el final.