Mi profesor y yo

Una adolescente de 16 años se enamora de su profesor de Música, un hombre que casi le dobla la edad. La adolescente comenzará a entrar a un mundo que no conoce: La sexualidad.

Nota: He de aclarar que los relatos que escribo -este es el primero- los escribo como fantasias o ideas que me vienen a la cabeza. Nada tienen que ver con mi vida real y cotidiana.

Aclarado esto. Disfruten de la historia.

MI PROFESOR Y YO

Apenas habia cumplido los 16 años; me encontraba en mi ultimo curso de secundaria. Pronto entraria a Bachiller, estaba ansiosa de abandonar ese maldito colegio, que más que un colegio parecia una puta carcel. Mi colegio en sí, era lo que se suele decir "un hogar de pijos", pues sí, de pequeña solia ser algo problematica, debido a mi falta de interes en los estudios. Mis padres como son tan buenos (nótese el sarcasmo) me metieron en ese colegio, a ver si el espiritu santo me iluminaba y me volvia una tragalibros.

He de decir que me considero una chica muy normal; no tengo ni un impresionante cuerpo, ni unos ojos que quitan el hipo. Pero tenia algo especial, mi padre, el verdadero era un marinero oriental que se enamoró de mi madre locamente, y me tuvieron a mí, lamentablemente 11 meses después de mi nacimiento, él se desnuncó en alta mar por culpa de un desvanecimiento por un corte de indigestión y calló al agua. Cuando lo encontraron, no tenia ni una gota de agua en sus pulmones... En definitiva, adquirí varios rasgos de la raza oriental. Tengo los ojos achinados y de piel blanquisima, como lo fué él. No heredé ni la figura, ni parte de mis rasgos faciales tan caracteristicos. Soy de caderas bastante pronunciadas, cosa que aprovecho, como buena mujer que soy, senos ni grandes ni pequeños, simplemente medianos, pero vistosos, y alta.

Desde que cumplí 14 años, los chicos me veían como una especie de algo muy exotico a lo que admirar inocentemente (la edad, es la edad), me confundian con una Hawaïana, a decir verdad por mis rasgos exoticos, comencé a salir de noche, y me dejaban entrar en las discotecas para adultos por ese motivo.

Ya que conocen un poco de mí, vayamos a mi vida escolar, en aquella reclusión que tenia como escuela. Mi familia es de un estatus medios, así que cuando entré en aquel colegio me sentí un cero a la izquierda, las chicas eran unas ricachonas, yo era muy normalita, nada escandalosa. Recuerdo que Fany, la que al cabo de unas semanas se convirtió en mi mejor amiga, estaba llena de cadenas de oro, y pulseritas. Todo iba bien en lo que cabe, yo esforzando mi cerebro a estudiar, para que mis padres no se pusieran como chacales hambrientos conmigo, y sobretodo disfrutando un poquito de mis nuevos compañeros (en el buen sentido). Recuerdo que los chicos eran atractivos, aunque ninguno me atrajo amorosamente, ni siquiera el tipico chulo putas que se tiraba a una cada semana.

Pero todo cambió. Mi vida se volvió mas divertida, cuando gracias a Fany, descubrí una actividad extra-escolar. Por las tardes el colegio se llenaba de alumnos que jugaban al voley, al futbol, hockey, natación y un largo etc. Mis padres me obligaban a que me mantuviera ocupada por las tardes y que lo eliguiera yo, o ellos se encargarian de meterme en algo, y conociendolos, me meterian en clases de matematicas, y nadie odia tanto las matematicas como yo jeje.

Así que descubrí mi salvación; clases de música. He sido siempre buena en música, de hecho aprendí a tocar la guitarra española a los 13 años, y solia practicar en mi casa a solas, por eso cuando se me presentó la oportunidad de perfeccionar mi hobbie gracias a Fany quien me lo insinuó sabiendo los reclamos de mi padre, no me lo pensé dos veces.

Fuí bastante nerviosa, a la primera clase, con la funda de mi guitarra a cuestas y un nudo en la garganta, no he sido amante de las presentaciones, me cuesta bastante a pesar de que soy bastante simpatica con todo el mundo una vez me siento comoda. Cuando toqué en el aula indicada, jamás me esperé que detrás de esa puerta, mi vida, mi mundo y todo lo que me rodeaba y en lo que yo creía fuera a cambiar.

  • Pase -oí una voz masculina que me concedia la entrada.

Abrí la puerta un poco ruborizada, y al entrar me quedé practicamente de piedra.

¿La razón? 40 ojos escudriñandome. Pero esos cuarenta ojos perdieron importancia cuando una sonrisa resplandeciente se me cruzó en el campo de visión.

Marcos Rodriguez; así bautizaron al dueño de aquella sonrisa que me volvió las piernas de gelatina.

Marcos tenia 30 años, aunque parecia un adolescente, tenia el pelo castaño cenizo y unos preciosos ojos azul oscuros que de lejos se veían muy negros, sin embargo lo que más impactaba era su sonrisa. Nada creida, muy simple, simpatica, sin dobles intenciones y que te hacia sentir comoda, como si estuvieras en tu propia casa.

Comprendí porqué la mayoria de aquellos cuarenta ojos que me fulminaban mientras duró la clase pertenecian a jovenes, algunas iban a mi clase, otras de cursos incluso más bajos. Pero todas vestidas como si al salir de allí fueran a salir de fiesta nocturna, yo me sentí poquita cosa, vestida con unos jeans desgastados, zapatillas de deporte y un sweeter de verano.

Pero pronto descubrí que no solo la sonrisa de Marcos era seductora; su voz... parecia un gato, ronco y remarcaba las "r" con un enfasis que casi parecia que ronroneaba como un felino. Yo sabia que mi cara estaba hermosamente sonrojada, la sentia arder.

  • Señorita Navarro. -dijo sonriendome tan encantador como solo sabia hacerlo él.- La directora me dijo que tiene conocimientos en guitarra. ¿Le importaria mostrarmelo?

Fué como si me lanzaran de un piso abajo, no solo porque odiaba ponerme frente al público, sino que mi público en especial me lanzaban miradas de recelo y desconfianza.

"Vaya viboras" pense molesta.

  • Claro -sonreí nerviosamente y acudí junto a mi fiel guitarra, un soporte que apretar hasta la silla que él me indicaba, allí pude captar su perfume. Olia tan bien, yo practicamente babeaba a la Homer Simpson.

Toqué unas simples notas, para demostrar que yo SÍ merecia estar en esa clase.

Él sonrió.

Esa sonrisa, fué como un chispazo ardiente en mi interior. Y así la clase de una hora pasó volando. La sirena sonó, y todas las chicas fueron abandonando la clase deshaciendose en halagos con el profesor, mientras yo me mordia la lengua hirviendo en celos. No haciendolo adrede quedé la ultima, mientras cerraba la funda negra de mi guitarra, él después de terminar de borrar el pentagrama de la pizarra, se volteó para mirarme a la vez que comenzó a hablar:

  • ¿Así que te gusta mucho la música?

  • Sí, la odoro, es la mejor forma de expresión que existe.

  • ¿Que gustos musicales tienes?

  • Llamame anticuada, pero que conste que es culpa de mi madre; adoro a Dire Straits. -dije inflando el pecho con orgullo.

  • ¡No jodas! -rió bastante sorprendido.- Yo también, son grupos que nunca moriran... el tema Romeo & Juliet me encanta, es precioso.

  • Sí, sí -dije exaltada de emoción.- Adoro también Walk of life, y ya ni te cuento de los Pink Floyd.

Una sonrisa sorprendida se dibujó en aquellos labios que no podia, aunque quisiera dejar de mirar.

  • Vaya, vaya, parece que tenemos mucho en común.

Sé que no lo hizo adrede, pero mi mente adolescente construyó rapidamente un segundo significado a esa expresión que pretendia ser inocente, y me ruboricé furiosamente.

  • ¿Calor?

  • ¿Eh? -atiné a decir, avergonzada por las emociones reveldes de mi cuerpo.- Un-Un poco -balbuceé.

Su risa era preciosa.

  • Vamos, antes de que la directora, me saque a escobazos del aula. -dijo en tono burlón- Por cierto, llamame Marcos, eso de que me llamen profesor aun no me acabo de acostumbrar.

  • ¿Ah no? -pregunté ansiosa por saber más cosillas de él.

  • ¡Que va! Estoy dando clases de musica por pura suerte, no estoy licenciado ni nada por el estilo. El dueño del colegio es mi padre. -hizo una mueca- Necesitaba dinerillo extra... y surgió la ocasión.

  • Ohh, entonces ¿eres un niño rico? -pestañeé con fingida inocencia.

  • ¡Oye! -exclamó dandome una palmadita en la espalda, en roce me derritió, se encendió un cigarro y lanzó una espesa nube de humo a su alrededor- No en serio, realmente mi padre está un poco jodido con esto de que no quiera estudiar carrera, y que me quiera dedicar a la vida Bohemia, creo que me insinua con estas clases que si quiero llegar a algo mejor en la vida más vale que haga de una vez una carrera, pero que quieres que te diga, no me veo entrando con 30 años en la Universidad, definitivamente los estudios y yo no somos ni seremos nunca compatibles. -lanzó unas carcajadas.

  • Yo no soy muy buena en los estudios. -confesé, creyendome comoda a expresarme con sinceridad en alguien que parecia compartir parte del amor a la vida muy igual al mio, definitivamente me estaba volviendo loca.- mis padres me metieron en el colegio de tu padre porque aquí la educación es muy severa... tienen la esperanza de que consiga volverme alguien respetable... bahh, nunca seré una aburrida como ellos. -bufé despectiva.

  • ¡Bien dicho! -el triunfo brilló en sus ojos.- Oye... -pareció que de pronto se arrepintió de algo- en clases no me trates de tú, no te lo digo de mal rollo, solo que tengo que guardar la compostura. -rió- Me gusta en serio que haya alguien que realmente me entienda, pero si mi padre me pilla haciendo amistad con una alumna me corta los huevos.

  • Su secreto profesor Rodriguez está a salvo conmigo. -alcé la mano derecha en señal de juramento.

Él carraspeó y se puso fingidamente serio:

  • Lo tendré en cuenta señorita Navarro.

Los dos reimos alegremente.

Yo me sentía en el cielo.


Un ligero sopor me sumió aquella noche en mi fantasía más secreta, mientras el viento feroz soplaba al otro lado de las ventanas de su dormitorio helando mi desnuda espalda. En mi sueño bajo el calor abrasador de la consumida chimenea se encontraban en una habitación: Marcos y yo.

De rodillas frente a él, le acariciaba las piernas y besaba su firme vientre, sintiendo el tacto de sus muslos musculosos y sus esbeltas caderas como si de acero caliente se tratase, mientras las grandes manos de él me acariciaban los hombros y enredaba alrededor de su dedo índice un mechón travieso de mi oscura melena. Yo sentía como el misterio de su hombría me rozaba la piel de mi cuello. Una dura protuberancia destacaba bajo sus ceñidos pantalones vaqueros desgastados. Me necesitaba, yo lo sabía y la idea me derretía. El único sonido que se oía en su sueño era el urgente susurro de él: <>

"Sí" pensé arqueando el cuerpo "sí."

No llevaba nada debajo del uniforme y estaba terriblemente excitada, intensamente sensible al roce de la lana áspera contra mi piel. Deseaba librarme de ella, pero esperé pacientemente, mientras depositaba un beso tras otro alrededor de su ombligo, pues sabia que él me satisfacería en su momento. Cuando él me tocó en la cara y me levantó con delicadeza la barbilla, lo miró a los ojos.

Y fue la intensidad de sus ojos azules, tan feroz, tan exigente, la que me despertó de repente. Me incorporé de golpe en la cama jadeando sobresaltada. La habitación estaba a oscuras. Me ardía la piel, y la zona virginal entre mis muslos palpitaba de deseo. Tragé saliva y regresé a la realidad entre temblores. "Oh, Dios mío" pensé, cubriéndose la cara, llena de vergüenza. Todos los lujuriosos detalles vividamente por su cabeza. Se alisó el pelo y se esforzó por recuperar el control sobre su cuerpo.

  • Soy una degenerada. -murmuré con los ojos entrecerrados de rabia conmigo misma, un leve atisbo de llanto en el fondo de mis orbes avellana.

Rapidamente me metí en el baño a darme una ducha, estaba transpirada, excitada y me sentia muy incomoda. No era muy experta en el sexo, ni siquiera en el solitario.

Pero esa noche fué totalmente diferente. Cuando salí de la ducha me miré al espejo y me admiré con algo de vanidad femenina mi figura curvilinea al espejo, sentia como el centro de mi cuerpo aún no paraba de arder y palpitarme. Con temor a por el nuevo universo, me acaricié el abdomen, hasta tocar los oscuros rizos de mi vagina, la sentí humeda, babosa y pegajosa por algo que no era agua, era mi virginal lujuria, el fruto de mi deseo que pronto iba a ser saciado. Sentí mi orificio, por donde me introducia el tampax, y mis dedos juguetones se movieron por todo aquel lugar hasta localizar algo que hizo que mi vista se me nublara ante el más leve de los roces.

Lo froté iluminada por el velo de placer que hacia segundos habia alzado. Me froté una y otra vez, mientras me sujetaba con la otra mano al labamanos, la vista fija en el espejo. Los minutos pasaron como segundos, mientras me frotaba casi con rabia, mis caderas iniciaron un frenetico y lascivo vaivén inconcientemente valanceandome y moviendome el circulos.

  • Santo cielo... -quise gritar, pero gemí mordiendome los labios.

Pronto fuí arrastrada por el placer nuevo y desconocido que me ahogó en un pozo oscuro. Mis dedos se engarfiaron contra el borde del labamanos mientras mi otra mano inmovil recogia el liquido abundante que manaba a chorros de mi interior. Me asusté. ¡Creí que me habia orinado encima!

Pero en ese momento de ignorancia pensé que incluso orinandome encima valia la pena si era capaz de llegar nuevamente a aquel final, pensé mientras me aseaba en el bidel.

Sin una gota de remordimiento y saciada me metí desnuda en la cama, cerrando la puerta por dentro. Mañana seria otro dia, y yo volveria a ver a mi querido profesor.

(Continuará. . .)