Mi profesor me descubrió

Una alumna es pillada in fraganti en un examen

Mi profesor siempre me pareció un hombre muy atractivo. También es cierto que me ponen muchísimo los hombres mayores.

En el examen de historia, mi asignatura favorita, pude haber terminado antes que cualquiera en la clase, porque a medida que íbamos acabando, podíamos irnos a casa.

Yo, en cambio, preferí, titubear al responder y tardar mucho…

Llevaba muchas noches tocándome pensando en este momento en el cual me quedaba a solas con este profesor. Sin darme cuenta, mientras fantaseaba, abrí los ojos y solo quedábamos dos en la clase. Al minuto mi compañera se levantó, entregó su examen y se fue a casa.

A la vez que esto iba sucediendo, mi líbido comenzó a subir y mis piernas empezaron a cruzarse presionado mi vagina mientras me lo imaginaba a él también fantaseando conmigo.

El profesor me miraba de reojo mientras revisaba los exámenes y a los pocos minutos, con esa voz tan grave y sensual que tenía, me pidió:

—   Señorita, póngase delante, en primera fila, por favor. Si necesita ayuda me lo dice.

Yo a duras penas, intenté decir “está bien”, pero estaba tan cachonda que mi voz se quebró en un jadeo.

Entonces, con la cara roja por la vergüenza y la excitación, cogí mis cosas me senté frente a él y solté un poco la corbata del uniforme.

El profesor, entonces, se paró para quitarse el jersey y pude notar que estaba sintiendo y pensando lo mismo que yo, ya que, vi su miembro duro y muy marcado a través del pantalón.

Es más, estaba segura de que él quería que lo notara. Nadie tarda tanto en quitarse un jersey, pensé.

Por seguirle el juego me quité el mío, suerte que ese día no llevaba sujetador y mis pezones rígidos podían verse a través de la blusa.

Él, que no paraba de mirarme de reojo fingiendo corregir los exámenes, lo notó enseguida, se cogió el miembro fuerte y dejó su mano ahí presionando su polla. Yo podía imaginarlo tan duro como acababa de verlo.

Entonces, presa de la excitación, acerqué la silla que estaba junto a mí para subir un poco mi pierna y facilitar lo que ya estaba haciendo desde hace un rato, tocarme el clítoris suavemente.

Mi coño pegado en la silla comenzaba a dilatarse.

En esos momentos, el profesor se levantó lentamente y con un golpe fuerte en la mesa me acuso de hacer trampa.

—   ¡Enséñeme que tiene ahí! — gritó con voz ruda.

Con gesto brusco, volteó mi silla, logrando ver así todas mis jugosas partes, se arrodilló y rápidamente me cogió de los muslos acercando mi coño a su boca.

Yo sentía que mi vientre iba a explotar y se detuvo justo antes de besarlo. Mi excitación, en ese momento, me llevaba a empujar mi coño a su boca.

Sus manos fuertes detuvieron mis movimientos y a un centímetro o menos su boca de mi vagina, me dijo muy agitado:

—Noto como me miras.

Ahí comenzó a darme fuertes lametones partiendo por mi ano, terminando en mi clítoris y viceversa. Así durante unos minutos, hasta que no aguante más, me cogí de uno de sus brazos para impulsarme, acerque mi cara a la de él y le pedí que me follara.

Entonces se levantó rápidamente y a mí con él, era tan fuerte, y me puso sobre su escritorio.

Su polla era tan gorda que costaba que me la metiera. Yo ayudé escupiendo mi mano y mojando aquella verga dura y gruesa.

Entró toda y mi cuerpo explotó placer. Él alternaba la intensa penetración con desgarrar mi blusa para comenzar a comer mis pechos.

Yo cada vez quería que me follara más duro y con mis piernas me ayudaba para que entrara toda y no quedara ni un poquito fuera.

Después de un rato, me la sacó. Mi coño dilatado estaba empapado y se contraía y dilataba deseando que la volviera a meter.

Así me levantó de su escritorio y me puso de rodillas obligándome a comer sus huevos.

Aunque para mi estaba siendo un placer increíble, estaba tan cachonda que me lo quería comer todo. De los huevos pase al ano y luego de sorpresa metí toda su polla dentro de mi boca hasta que mi nariz tocó su vientre y mis ojos se llenaron de lágrimas. Él me cogió del pelo, me la sacó de la boca para besarme y luego me la volvió a meter (así durante unos minutos).

Después me levantó y empujó boca abajo sobre el escritorio y comenzó a follarme mientras me cogía del cuello con las dos manos.

Que rico sentir cuando sus huevos chocaban con mi clítoris al ritmo de la penetración. Así comenzó a hacerlo cada vez más fuerte, a la vez que gemía y yo junto con él porque, a pesar de estar quedándome sin aliento, estaba llegando al mayor orgasmo que había tenido hasta entonces.