Mi profesor de filosofía

Mi profesor de filosofía me folla muy duro en su despacho.

Mi profesor de filosofía es un hombre misterioso, que siempre va distraído pensando en sus cosas, ese misterio me resulta muy atractivo. A pesar de su aire pensativo siempre va con prisas a todas partes, y yo quiero conseguir que deje a un lado esas prisas y me dedique tiempo.

Hoy en clase noto que mi profesor está especialmente estresado, y deseo profundamente que se desestrese. Cuando termina la clase me acerco a él.

-Tengo varias dudas sobre algunas partes del temario, como no quiero quitarte tiempo de clase, ¿me puedes decir cuándo te viene bien que te haga las preguntas?

-Estoy muy ocupado, pregúntame cuando me veas por ahí.

-Es que tengo muchas dudas y creo que tardaremos bastante, ¿no tienes ningún rato libre? Por favor, necesito entenderlo.

-Vale, de acuerdo, ven esta tarde a mi despacho.

Por fin llega la tarde, tengo muchísimas ganas.

Llamo a la puerta de su despacho y me dice que pase.

-Hola, vengo a preguntarte las dudas que te comenté esta mañana.

-Perfecto, siéntate en la silla que hay enfrente de mí y me las dices.

-¿Y no puedo ponerme a tu lado? Es que así me resultaría más cómodo hablar contigo mientras te señalo partes de mis apuntes.

-Es que si llegase alguien y nos viese tan pegados podría malinterpretarlo.

-Por favor, estamos solos, no hay nadie, y en cualquier momento podemos cerrar la puerta con llave.

-De acuerdo, permíteme entonces que cierre y así puedes ponerte junto a mí.

-Perfecto, muchas gracias.

Se levanta y tras cerrar la puerta con llave se sienta a mi lado.

Yo no puedo evitar pegarme a él lo más que puedo, intento situar mis pechos muy cerca de su cara, hacer que nuestras piernas se choquen, pequeñas sutilezas que vayan poniendo a tono el ambiente.

En un momento dado él roza mis pechos con la mano sin querer, me pide perdón y le digo que no pasa nada; poco después yo deslizo mi mano lentamente por su pierna. Todo esto me está poniendo bastante cachonda, tengo que admitirlo.

Finalmente me resuelve todas las dudas que tengo y ya no sé qué más excusas ponerle para quedarme con él. Así que improviso lo mejor que puedo justo cuando ya iba a irme.

-¡Ay! Se me ha desabrochado el sujetador. ¿Me lo puedes abrochar por favor? —le digo mirándole fijamente.

-No sé si es adecuado.

-Por favor, yo no soy capaz y no sabes lo molesto que es —le digo mientras falsamente intento abrochármelo.

-De acuerdo, lo intentaré.

-¡Muchas gracias! —digo esbozando una gran sonrisa.

En ese momento me quito la camiseta y me quedo ante él en sujetador.

-No está desabrochado —me dice con seriedad.

-Ahora así —afirmo tras quitarme el sujetador y dejar mis pechos al aire.

Mi mira fijamente sin saber qué hacer, pero veo que está muy empalmado. Así que me acerco a él y le susurro al oído.

-Sé que deseas esto tanto como yo, así que hagámoslo.

El instante después de decirle eso, le beso con pasión y arrimo su cuerpo al mío. Se empalma aún más. Yo estoy cada vez más y más cachonda.

Cuando ya estamos desnudos se la chupo un poco para lubricarla, me encanta lo dura que tiene su polla perfecta.

Me coge a horcajadas y me empuja contra la pared mientras me besa. Me encanta sentir su polla contra mi tripa. Estoy muy cachonda, pero no quiero que me folle todavía.

Se la chupo aún más, y me hace parar porque si sigo haciéndole esa mamada se va a correr, y ninguno de los dos queremos que eso ocurra todavía. Vamos a llevarnos al límite, a follar como animales y a corrernos sólo cuando no podamos aguantar más.

Me pongo de espaldas a él y dejo que me haga lo que él quiera, me besa el cuello, y mientras me retuerzo de placer por la sensación de sus labios y su barba pasando por mi cuello, me va acariciando los labios vaginales, pero le paro antes de que introduzca sus dedos dentro de mí. Me giro bruscamente y le beso hasta saciarme mientras él agarra mi culo apretándome contra su cuerpo.

Le susurro al oído una vez más.

-He sido una alumna muy mala haciendo esto contigo, creo que debes castigarme —le digo con voz inocente.

-Así es, te voy a castigar.

-Hazlo por favor.

Me pone mirando hacia la mesa y comienza a darme azotes en el culo, cuando ya lo tengo lo suficientemente rojo para su gusto, me pone a cuatro patas encima de la mesa.

-Ahora sí que te voy a castigar de verdad —me susurra al oído.

En ese momento hunde su polla dentro de mí, me da embestidas muy fuertes, me penetra tan duro que ninguno de los dos podemos parar de gemir. Continuamos con ese sexo tan animal hasta que los dos nos corremos al unísono soltando un gran gemido. Una vez saca su polla de dentro de mí me da un suave azote indicando que puedo levantarme.

Los dos nos vestimos y le digo que tengo que irme. Se acerca a decirme algo antes de que salga por la puerta.

-Vuelve siempre que quieras a preguntarme todas las dudas que tengas.

-No lo dudes, lo haré.

Nos sonreímos y me voy guiñándole un ojo.