Mi profesor de educación física del instituto
Un fallo en las duchas del vestuario me llevó a un apasionante encuentro con mi profesor de educación física... y me dejó con ganas de más.
En los últimos días de instituto, ya mayor de edad, me decidí a hacer el trayecto desde mi casa en bicicleta. Para ello, tenía que llevar ropa para cambiarme, una toalla y demás utensilios de baño. Tenía que salir con tiempo desde mi casa. Y como no sabía si podría usar las duchas del instituto tan temprano decidí, antes de dirigirme a las duchas por primera vez, preguntar al profesor de educación física, que probablemente ya estaría allí sobre la hora en la que llegaba yo. Pues bueno, con la bicicleta llegué al edificio en el que estaría el profesor. Efectivamente, estaba allí y le pregunté si no le importaba que utilizara las duchas a esa hora tan temprano. Me contestó que sí, que no importaba, pero que dado que todavía no eran horas de clase era mejor que empleara las del último vestuario. Antes de salir de la habitación me dijo que podía dejar allí la bicicleta y recordó que esas duchas en concreto tenían un fallo. Para que saliera el agua caliente había que hacer algo con los grifos. Él me lo explicó, no obstante creo que mi expresión facial fue suficiente para que él agregara que no me preocupara que fuera bajando y al rato él bajaba y me explicaba.
Cuando llegué al último vestuario no había nadie allí, como era de esperar a esa hora, así que empecé a dejar las cosas encima de la banca y a abrir la mochila. Me quité la camisa, el chándal, todo lo demás y lo dejé encima de la banca igualmente. Entonces empecé a oír que el profesor, que se llamaba Andreas, se acercaba por el pasillo. A mí el corazón se me aceleró al instante de la vergüenza así que como andaba ya desnudo, y además súper excitado despues de tan intensa sesión de ciclismo, cogí la toalla inmediatamente y me la puse alrededor de la cintura. Cuando él entró en la habitación llevaba una toalla al hombro. Yo pensaba que era algo que tenía que traer para enseñarme ese algo que tenía que hacer con los grifos. Pero para mi sorpresa cuando entró en el vestuario me saludó y me dijo que esperase, que él entraba conmigo, que también quería ducharse.
Él empezó a desvestirse, cuando se quitó la camisa mostró unos abdominales marcados aunque no demasiado, lo suficiente, pensé. Su cuerpo al igual que su rostro era tostado y brillaba cuando las luces del vestuario y su movimiento al quitarse la ropa se unían. Luego empezó a quitarse los pantalones y los calzoncillos sin ningún tipo de pudor. Su pene en ese momento no estaba erecto, sin embargo, no estaba totalmente en reposo y en cuanto lo mostró yo desvié la mirada porque yo sí que sentía pudor. Él rio un poco al verme pasar un mal rato y entonces manifestó que no me preocupara, que dejara la toalla al igual que él iba a hacer y que entráramos a las duchas. Ya que hasta por lo menos la segunda hora de clase no iba a entrar nadie, así que teníamos como una hora y media, suficiente tiempo para ducharme e ir a primera hora, reflexioné yo.
Total, ya en las duchas, de estas que están pegadas a la pared y en las que no hay separadores, él se puso en la última y yo por no ser maleducado o darle su espacio decidí dejar una entre los dos. Él entonces empezó a explicarme que necesitaba abrir el grifo de agua fría y el de agua caliente a la vez. Entonces cerrar el agua fría, luego cerrar el de agua caliente y entonces abrir otra vez el de agua caliente. Yo no sé si era por los nervios de verme allí desnudo o verlo a él, pero yo no me aclaré y el agua caliente no salía. Nunca lo había mirado con esos ojos, sin embargo, ahora estaba desnudo y me había dado cuenta de que estaba de buen ver. Delgado pero fornido y con sus músculos muy visibles y además su complexión, aunque no extremadamente grande, era como la de un hombre maduro, cosa que en esa época era mi fetiche.
Cuando le dije que el agua caliente no salía me dijo que no me preocupara, cerró su ducha y se vino a la mía. Puso su mano derecha en mi vientre, yo notaba que todos los pelos se me erizaban a la vez, y la otra mano en el hombro y me apartó algo hacia atrás para dejar espacio y poder agarrar los grifos con él detrás de mí. Cuando se puso a mi espalda notaba que su pene rozaba con mi cuerpo. No sé si se dio cuenta, pero ya empezaba a excitarme su contacto. Cuando consiguió que saliera el agua caliente yo noté que su pene ya estaba erecto del roce y el mío iba en camino. Entonces, él al darse cuenta me volteó me miró de arriba a abajo y acercó sus labios a mis labios. Nos fundimos en un apasionado beso mientras el agua caliente seguí cayendo.
Después de unos segundos de besarnos y acariciarnos por todo el cuerpo, él paró y empezó a besarme por la quijada, bajando al cuello y pasando por mis hombros. Entonces llegó a mi pezón y con su lengua lo lamió hasta que yo no pude más y emití mi primer gemido de placer. Eso parece que lo excitó aún más y continuó más vigorosamente con mi otro pezón mientras yo no paraba de acariciar su cabeza suavemente. Luego siguió bajando con su lengua por mi costado hasta llegar a la altura de mi ombligo. Fue cuando se dirigió a la parte central de mi vientre y entonces, sin ayuda de sus manos, metió mi glande en su boca y empezó a sorber con gran pasión.
Después de unos minutos de gemidos, caricias y placer mientras chupaba mi miembro decidió voltearme de nuevo. Él estaba de rodillas en el suelo y yo de pie así que terminé con mi trasero a la altura de su cabeza. Entonces, me empujó hacia la pared de la ducha con sus manos y comenzó a jugar con mi esfínter. Primero metió un dedo, dos… y ya luego empezó a lamerlo con su lengua de fuego. Yo juro que casi me voy al momento de que metiera su lengua en mí, pero me contuve haciendo alarde de una contención inimaginable. Cuando él notó que yo estaba dilatado suficientemente entonces siguió con su pene. Lo sentí penetrarme, pero entre la excitación y la eficaz dilatación con ayuda de su lengua lo único que sentí fue placer. Además, ya tenía unas ganas tremendas de que empezara después de unos cuantos lameteos y sentir igualmente que mi ano se dilatara unos centímetros. Esa sensación de que sientes que te falta un miembro vigoroso y grueso allí abajo después de unos minutos de placer es maravillosa cuando se consigue efectuar la penetración.
Al principio me inclinó algo más hacia la pared para facilitar la penetración y para ello me agarraba por las caderas. Yo cada vez que me tocaba me sentía más y más excitado hasta tal punto que en lugar de empujar él, empecé yo a dar empujones contra su pelvis para que así la penetración fuera mayor. Después, él me agarró por los hombros y tiró hacia él con más fuerza aún. Yo le pedía que penetrara más y más fuerte mientras que él a veces lamía mi espina dorsal acercándose hacia mí cada vez que lo hacía. Después de unos minutos de total e indescriptible placer, cuando noté que él bajaba la intensidad, me incorporé hasta pegarme a su torso con mi espalda. Él me abrazaba por detrás con su pene aún en mí y me tocaba los pezones, dándome pequeños pellizcos, me lamía el cuello, me abrazaba con toda su fuerza y pasaba sus brazos por todo mi torso desde atrás. En ese momento giré la cabeza y comenzamos a besarnos apasionadamente. Yo le chupaba su lengua mientras él la sacaba entera para que yo tuviera aún más placer. De vez en cuando me daba una cachetada en la nalga y en el pecho para aumentar mi placer pero no demasiado fuerte.
En el momento, como digo, en el que noté que ya bajaba la intensidad terminamos de besarnos y le dije que yo no podía más, que notaba que había bajado la intensidad, que yo me iba, y que si no le importaba que yo me masturbase para terminar. Yo le expresé, sin embargo, que él podía seguir todo lo que quisiera aunque fuese menos intenso, que yo me excitaba igualmente. Su cara se iluminó entre travieso y excitado. Me dio un último beso mientras seguía abrazándome y abrasándome con sus brazos y lengua y entonces me volvió a empujar contra la pared. Esta vez terminé con las palmas de mis manos abiertas contra la húmeda pared mientras el agua seguía cayendo aumentado nuestra excitación. Me cogió de las caderas y me hizo inclinarme aún más contra la pared, por lo que terminé en ángulo recto y él con sus manos en mis caderas.
Yo no sé de donde sacó el vigor, pero lo que vino después me dejó totalmente sorprendido. Durante unos minutos él no dejaba de empujar a la misma velocidad que la primera vez que me penetró con fuerza. Yo no paraba de gemir cada vez que entraba entero en mí y no sé cómo pude sostener mi pene erecto mientras él golpeaba desde atrás con tanta fuerza. El caso es que después de unos segundos masturbándome conseguí irme en el mismo instante en el que él me penetraba con una de sus andanas poderosas de vigor. Yo ya no pude contener mi grito de placer, pero pareció no importarle, aparentemente nadie vendría hasta casi media hora más tarde, así que no había problema.
Antes de quince minutos de que pudiera empezar a venir alguien él paró y volvió a apretarme hacia él con sus brazos delgados, no obstante fuertes. Nos volvimos a fundir en un tierno, sin embargo, excitante abrazo, luego vino un beso mientras él no paraba de acariciar toda mi piel. Como aún estaba dentro de mí me pidió permiso para irse encima de mi espalda. Yo accedí con gusto después de un rato de tanto placer. Yo le pregunté que si quería que hiciera algo, pero él me dijo que ya había hecho suficiente. Cuando me inclinó de nuevo y se vino en mí yo notaba como lava salpicándome la piel. Ni el agua que aún seguía cayendo lograba quitarme esa sensación tan placentera. Entonces para terminar y he de mencionar que fue una de las sensaciones más placenteras que he tenido, comenzó a lamer su propio semen de encima de mi piel. Su lengua parecía un "bulldozer" raspando toda mi espalda mientras que con sus brazos acariciaba todo mi cuerpo por los costados. Cuando hubo terminado me dio la vuelta y volvimos a besarnos. Entonces terminamos de ducharnos y con su brazo sobre mi hombro nos condujimos al vestuario donde teníamos la ropa.
Él se vistió y yo también mientras charlábamos sobre la experiencia y sobre las ganas que teníamos de repetirla. Nos dirigimos hacia la habitación del profesor donde estaba mi bicicleta. Antes de que finalmente abandonara su despacho me agarró por los brazos, me acercó a él y terminó con un beso suave, a la vez que con su mano manoseaba mi entrepierna para que según él recordara el placer y repitiera al día siguiente si estaba de humor. Yo solo pensarlo y ya me estaba naciendo otra erección que conseguí ocultar conlocándome el pene por fuera del chándal.