Mi profesor
Mi primer orgasmo proporcionado por un profesional.
Yo perdí mi virginidad con mi novio un poco antes de cumplir los 17 años, él para ese entonces tenía 17 y ambos experimentábamos. Cuando pasé a cuarto año de bachillerato, en un colegio de monjas, ingresó un nuevo profesor de física, que resaltaba ante los demás porque era el más joven del grupo; su pinta era de unos 28 años, y a pesar de no ser tan buen mozo, poseía un sex appeal que llamaba enormemente mi atención.
Era el primer adulto que me gustaba y para atraerlo a mí, me valía de mi uniforme que constaba de una falda azul marino y una blusa blanca. Mientras transcurría sus clases procuraba sentarme en la segunda fila y fijar mi mirada en él, mientras cruzaba mis piernas de tal manera que la falda dejara ver gran parte de mis muslos; de vez en cuando me movía de tal forma, que lograba zafar un botón más de mi blusa cuando le hacía alguna pregunta en su escritorio. Todo formaba parte de un juego: lograr gustarle a un hombre maduro.
La mayor de mis oportunidades la tuve en una convivencia que el colegio organizó en una ciudad que queda a seis horas de donde vivo; la mitad de mi grupo íbamos a quedarnos una semana y media en el lugar, para ello tres profesores vendrían con nosotras y felizmente uno de ellos era el profe Efraín. Siempre que podía trataba de tener contacto físico con él mientras le hacia preguntas tontas o intercambiaba apreciaciones de la actividad del día. En una de esas ocasiones, mientras la mayoría de las chicas estaban de paseo por la ciudad acompañadas por una de las profesoras, le pedí a Efraín que me explicara un problema que vi en una revista, y mientras él explicaba, yo que estaba sentada a su lado, puse mi mano en su pierna y me incliné sobre el escritorio para supuestamente ver mejor. Teníamos los rostros muy cerca y yo me portaba más coqueta; aprovechaba cada pregunta para inclinarme más y mover mi mano rumbo a su paquete, a los minutos la tenía a centímetros de su entrepierna y rozaba mis senos en sus brazos. Quería avanzar más pero no me atrevía, hasta que no tuve más excusas para seguir allí y regresé a mi habitación.
Caminando al dormitorio sentía en mi chocho la respuesta automática a tantos roces; calientita y frustrada por no lograr más que un coqueteo, bajé mis jeans y mi tanga (estando allá, sólo usábamos uniforme para ir a misa) y mi acosté en mi cama abriendo las piernas, valiéndome de que mi compañera no regresaría hasta dentro dos horas, cerré mis ojos y acaricié cariñosamente mi chochita. Inesperadamente abrieron la puerta, mi corazón dio un vuelco del susto ¿cómo pude haber olvidado cerrar la puerta con llave?, y allí estaba mi profesor de pie viéndome en esa posición; atónita, no logré moverme y me dijo con voz profesional "no quise interrumpirla Ramírez, por favor continúe", ante mi asombro, cerró la puerta con seguro y se sentó en la cama de mi compañera para observarme. A pesar de su tono de voz, su mirada era absolutamente lasciva, sin estar muy segura de qué hacer, cerré mis ojos y me concentré en mi mano y sus movimientos; cuando creí llegar al orgasmo abrí mis ojos para ver a mi profesor, que no dejaba de verme con esa mirada lujuriosa. De la vergüenza y el miedo reprimí mis gemidos y los hice apenas audibles.
Sólo estimulé mi clítoris y al culminar, mi profesor se acercó para decirme "Ramírez vaya a mi habitación, y colóquese el uniforme", luego dejó la recamara. No lo podía creer, estaba tan emocionada que inmediatamente me desvestí y busqué mi uniforme, seleccioné cuidadosamente mi ropa interior y me decidí por un blumer clásico de adolescente, me eché perfume y salí rápida y cautelosamente directo a su cuarto. Dentro de su habitación simplemente había una cama y un escritorio, donde él estaba sentado chequeando su laptop, "ven acá Ramírez" me dijo; me pare a su lado y me mostró la pantalla: había poses del kamasutra; mencionaba y explicaba las posiciones, diciéndome cómo debía hacer la mujer y cómo tenía que actuar el hombre. Prestando atención a la clase, sentí la mano de mi profesor acariciando la parte posterior de mi pierna; mientras él tecleaba con la mano izquierda, me acariciaba con la derecha. Pronto dejé de prestar atención a sus palabras y me concentré en sus caricias que ya se extendían a mis muslos "no dejes de atender a tu clase Ramírez", me decía mientras buscaba unos videos porno que tenía en su PC; me mostró uno de un 69, enfocando más que todo a la mujer, que se engullía gustosamente un buen trozo de carne. Yo observaba atentamente y comencé a sentir sus manos acariciando mis nalgas, después sus dedos se deslizaban expertamente dentro de mi ropa interior, hasta que llegó a mi chochita, reaccioné inmediatamente, pero él siguió hablando y ordenando que continuara viendo el video que me había excitado bastante.
Movía su mano por toda mi chocha explorándola descaradamente y logrando ponerme sumamente cachonda. Finalmente cerró su laptop y la colocó en el suelo, me miró a los ojos y con ambas manos dentro de mi falda, buscó mi braga y me la quitó; después con una mano acariciaba mis nalgas y con la otra jugaba en mi entrepierna indicándome que me abriera un poco más. Obedecí a ese gesto y separé las piernas para que mi profesor me estimulara a sus anchas; me sujeté de la mesa cuando aceleraba el vaivén de sus dedos y cuando comencé a morderme los labios, se detuvo. Hizo que me sentara en el escritorio frente a él, tomó cada una de mis piernas y las colocó sobre sus hombros, alzó mi falda y me dejó completamente a su merced. Acercó su cara y yo me estremecí sintiendo cómo su lengua saboreaba mi hoyito, mis labios y mi clítoris; jamás había sentido algo así, mientras me chupaba la vulva introdujo uno de sus dedos y yo solté un aaahhh, "no te contengas Ramírez, si quieres gritar ¡grita!". Pronto mis partes comenzaron a temblar, y eché mi cabeza hacia atrás cuando me metió su luenga ayudándose con un dedo, que agitaba divinamente. Perdí el control de mi respiración y mis pulsaciones, y en medio de la tensión y mis gemidos, cada vez más elevados, decía "oohhh Dios"; apoyé las piernas en sus hombros y las manos en el borde de la mesa, para alzar la pelvis como si así fuera a lograr que él introdujera más la lengua, fue entonces cuando temblé fuertemente.
"ooohhh ¡Dios!, profesor ¡hágalo ya!" le repetía "¿quieres esto Ramírez?" me preguntó a la vez que agarraba su paquete todavía oculto por la ropa; tomó mi mano, quitó mis piernas de sus hombros y me dijo "tómalo". Me bajé desesperada del escritorio y me arrodillé entre sus piernas para desabrocharle el pantalón, él se levantó un poco para que yo lograse bajarle el pantalón y el bóxer; y allí estaba, jamás había visto un pene tan grande y que se me antojara tan delicioso. Me lo metí rápidamente a la boca, pasando mi lengua por su puntita y así saborear ese líquido calientito que le salía; mientras tanto lo pajeaba con mi mano, tal y como lo había visto en el video porno. Abrí más mi boca y comencé a succionarlo, Efraín me tomó por mis cabellos y los haló de tal forma que quedé con el rostro hacia arriba, viéndolo y él viéndome a mí. Con sus manos movía mi cabeza y marcaba el ritmo en un meter y sacar el pene de mi boca; me encantaba la expresión de su rostro al verme, así que me concentré aún más en la mamada que le estaba proporcionando, aceleré un poco el movimiento de mi mano, y él aceleró también el movimiento con el que controlaba mi cabeza. De pronto se detuvo, hizo que me pusiera de pie, él también se puso de pie, me agarró por el brazo y me lanzó a la cama.
Inmediatamente, después de quitarse bien el pantalón, él se subió a la cama acercándose a mí; con ambas manos agarró mi blusa y la abrió violentamente, provocando que los botones volaran por la habitación. Yo estaba estallando de la excitación y sentía como un cosquilleo en la chochita me avisaba que quería a mi profe dentro de mí lo más rápido posible, así que me abrí de piernas para recibirlo. Él quitó mi sujetador y se contuvo unos segundos para observar mis tetas, no muy grandes pero redonditas y tersas; se abalanzó sobre mi y las chupo como si fueran lo más divino que algunas vez hubiera probado. Al mismo tiempo me quitó la falda, y me acariciaba la espalda, las nalgas, las piernas, el abdomen; no sólo sus manos me recorrieron, sino que su lengua y labios se apresuraron a seguir todas las marcas que habían dejado sus dedos. No hubo lugar que no tocara, excepto mi entrepierna, yo me retorcía de placer y cada vez se incrementaba más ese cosquilleo en mi chocho hasta que no pude más y grite "métamela profe, por favor métamela".
Efraín se acostó boca arriba y me indicó que me sentara sobre su verga, yo la sujeté y me abrí para introducirla; al principio me dolía y no quise seguir, entonces él insistió y finalmente pude estar sentada sobre él. Me quedé un rato inmóvil, y mi profesor me manoseaba todo lo que podía, incluyendo mi clítoris; en un momento tomó mis nalgas y me levantó un poco para después dejarme caer suavemente, lo hizo varias veces y yo seguía ese movimiento. De pronto sentí una gran tensión y me movía sola y más intensamente, hasta que él me introdujo uno de sus dedos por atrás y me seguía moviendo.
Mis pulsaciones se desbordaban y yo cabalgaba sobre él mucho más rápido, mientras mordía mis labios y me agarraba las tetas; sintiéndome completamente extasiada gemí como nunca lo había hecho, y al escucharme hacer sonidos como cualquiera de las mujeres que había visto en los videos anteriores, me ponía a mil. Cabalgaba sobre mi profesor y dejé que sólo una de mis manos acariciara mis senos, para que la otra rozara mi clítoris. Fue lo más glorioso que jamás había sentido. Tuve un gran orgasmo, mi profesor me tomó por las caderas para retirarme de encima de su gran pene y me dijo "ahora bebe tu leche como niña buena" y acabó en mi boca, yo procuraba no perder nada, lamí como si la vida se me fuera en eso, succionando suavemente su cabecita.
Quedé sumamente embriagada de tanta leche y con ganas de repetición, pero mi profe me mandó a mi habitación y no pudimos vernos a solas durante el resto de la convivencia; sin embargo al regresar, obtuve nuevas lecciones, pero eso es parte de otra historia.