Mi Príncipe Azul.

Un sexólogo atiende un caliente relato de una joven paciente...que tiene una sorpresa para el.

Un día  vino a mi consulta de sexología semanal una chica llamada Laura, una estudiante de derecho de 18 años en la universidad de Málaga. Laura venía asiduamente a la consulta debido a las dudas con respecto al sexo,  que aún no había tenido. Pero en aquella consulta venía más contenta de lo habitual…

Me dijo que había conocido a un chico inglés, un tal Matthew, de 20 años y que estaba en un programa de intercambio con la universidad de Oxford. Sintió de pronto un flechazo instantáneo, como nunca antes lo había sentido en su corazoncito joven y sin adulterar.  Mi querida paciente me fue contando como poco a poco se iba enamorando cada vez más de aquel chico, que le había invitado a cenar justo la noche anterior a mi consulta en su casa. Me interesé claramente por lo que había pasado en aquella noche, lo que ella me contó con bastantes detalles.

Matthew llegó a  su casa para cenar, y allí estaba Laura, poniendo la mesa. Se sentaron a comer y fueron hablando de sus vidas, de sus perspectivas vitales, de la buena etapa que estaba representando la universidad en su vida… Se levantaron, y se fueron a ver alguna película  en Netflix, en concreto, la serie Sex Education. Esto les llevó a hablar de lo que les gustaba con respecto al sexo, y Laura confesó que era virgen, y quizás, fruto del alcohol bebido anteriormente,  que Matthew le gustaba. Nuestro protagonista masculino se sorprendió de las cosas que le estaba confesando Laura, y empezó a besarle en las cervicales suavemente. Laura se excitó un poco, jamás un hombre le había hecho eso… Pero como si fuera un instinto animal ella se aproximó al fuerte cuerpo del galán anglosajón y le fue descamisando.

Matthew dejaba que Laura le fuera quitando la ropa, el era pasivo, y fue el primero en quedarse desnudo, aunque Laura no tardó, y con un lenguaje inusual en ella le ordenó que jueguetease con su intacto clítoris. Le obedeció, y los gemidos de la joven empezaron a retumbar por el salón. ¡Ahora, cómemelo!, le imperaba al chico. Le hacía caso total, como si fuera alguien sin alma. Laura seguía gemiendo mientras pedía de forma desesperada el miembro viril de su compañero de juegos. El se lo ofreció, y ella bebía de aquella fuente carnosa y lechosa a la vez.

Ahora se escuchaban en la habitación gemidos masculinos entre respiraciones entrecortadas de Laura, pero aún ninguno de ellos había llegado al tan ansiado orgasmo. Matthew, totalmente excitado, introdujo su miembro de manera suave, a fin de evitar mayores dolores para la pobre Laura, con la rotura de su himen. De todos modos, gritó un poco de dolor pero poco a poco fue gimiendo de placer, hasta que su

amigo especial

se corrió dentro de su preservativo, y ella llegó al orgasmo.

Estaban ya sobre el sofá, habían terminado, y Laura había disfrutado bastante, y mirando a su nuevo follamigo le dijo

jo, me lo he pasado super bien, hay que repetir.

El asintió y se durmieron abrazados.