Mi primo Miguel 1
Primera experiencia con mi "primo" Miguel, ninguno de los dos pudimos aguantar más.
Conocí a Miguel gracias a que una tía mía se casó con su padre. Desde el primer momento congeniamos y nos llevábamos estupendamente. Apenas teníamos un par de años de diferencia y nuestras aficiones eran parecidas. Nos gustaban los videojuegos y los mismos deportes, y como algún tiempo después comprobaría, también teníamos los mismos gustos sexuales, a ambos no nos importaba probar cosas nuevas, sin importar el sexo de la persona que tuviéramos delante.
Poco a poco nuestra confianza fue en aumento, de hecho nos convertimos en los mejores amigos, y era habitual el que pasáramos alguna noche en casa del otro. Más de una vez vimos amanecer después de toda una noche jugando al ordenador, viendo películas o simplemente charlando y riendo. Aunque no éramos familia carnal, al final Miguel y yo nos considerábamos primos el uno del otro.
Poco a poco nuestras conversaciones también se centraban hacia el sexo, hablábamos de nuestras pajas, de lo buena que estaba tal o cual actriz, de lo genial que sería follarse a esa compañera de clase que me traía loco y esas cosas. Era habitual que acabásemos haciéndonos pajas mientras veíamos porno. Lo que Miguel no sabía era que le miraba de reojo mientras se tocaba, y que gran parte de mi excitación venía de ver como su polla crecía y se humedecía. Ver como se corría era para mí tan excitante que en muchas ocasiones yo también acababa haciéndolo.
Lo habitual era que cada uno se colocara a un lado de la cama, y mientras veíamos como la chica de turno era follada, nos desnudábamos, nos tocábamos y disfrutábamos. Una noche en cambio Miguel se puso junto a mí, ambos ya desnudos y rozando nuestros muslos. Estábamos viendo como una chica rubia era follada a cuatro patas por otra con un arnés. La habitación olía a desnudez, y nuestras pollas estaban cada vez más duras, húmedas y calientes.
Mientras que la chica era penetrada en la pantalla, yo miraba de reojo la polla de Miguel, no podía evitar pensar en lo excitante que sería tener sus 17 centímetros en mis manos, sentir lo dura que estaba y saborear cada milímetro de aquella polla que me volvía loco de excitación. En un movimiento involuntario puse la mano encima del muslo de Miguel, algo que no pareció importarle, todo lo contrario, llevo su brazo por encima de mis hombros para estar más cómodos, y lo que me dio pie para pensar en como tocar su polla y hacer que se corriera de placer.
Cuando ya estaba a punto de lanzarme y coger aquel miembro que tanto me excitaba Miguel me dijo algo que me dejó clavado, casi petrificado, y que nunca podré olvidar:
- Quiero ser yo quien haga que te corras.
Mi excitación se descontroló, nunca había imaginado que Miguel quisiera lo mismo que yo. Para cuando quise reaccionar Miguel se había subido encima de mí, sentado en mis muslos, rozando su polla con la mía y mirándome con cara de lujuria. Acercó su cara a la mía y nos besamos, noté como su lengua buscaba la mía y como su mano rodeaba mi polla, lo que me hizo soltar un gemido.
Sus manos recorrían mi polla, dejando salir el glande y escondiéndolo una y otra vez, nunca había sentido otra mano en mi polla y mi excitación iba cada vez más en aumento. Sus dedos recorrieron mis huevos, apretándolos un poco, lo que hizo mi polla se endureciera todavía más.
Mi glande estaba ardiendo y a punto de explotar, su mano subía y bajaba por mi polla mientras me besaba el cuello y me decía que quería sentir como me corría. Y eso hice. Chorros de semen empezaron a salir de mi polla, a mi pecho, al suyo, en sus manos y en su cara.
Sin soltar mi polla, con la otra mano limpió todos los restos de líquido blando que pudo encontrar en su cuerpo y en el mío, llevando su mano a la boca dio buena cuenta del festín que acababa de salir de mi polla. Limpiando su mano y tragando todo lo que allí había. Se acercó a mí y me besó de nuevo, sintiendo el sabor de mi propio semen y notando como su polla palpitaba en mi pecho, lista también para recibir placer y correrse.
Miguel se sentó de nuevo en la cama sin separar sus labios de los míos, mis manos recorrieron su pecho y bajaron hasta su húmeda polla:
- Ahora te toca a ti - le dije mientras mi mano envolvía aquel trozo de dura carne que deseaba ser tocado.
Sin apartar mi mirada de la suya mi mano recorría cada milímetro de su sexo, pasando de su dura polla hasta sus calientes huevos. Miguel no dejaba de moverse, buscando todavía más placer, así que me puse de rodillas entre sus piernas. Mis manos seguían subiendo y bajando la piel de su polla, dejando ver su glande ya a punto de correrse.
Apenas pudo avisarme de que se corría de la excitación que tenía. Su polla empezó a soltar su chorro de semen y yo me acerqué para recibirlo en mi cara. Quería notar su sabor y sentir todo lo posible el orgasmo que por fin Miguel había tenido conmigo. Al igual que él pasé mi mano por mi rostro para llevar la mayor parte de ese líquido caliente a mi boca y tragarlo con gusto. Me encantó su sabor, y así se lo hice saber a mi amante, que me besó de nuevo.
Los dos desnudos como estábamos, nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro, sintiendo que habíamos cumplido una fantasía. A la mañana siguiente, después de un caliente despertar que ya os contaré en otro momento, estuvimos hablando y aclaramos que tanto él como yo queríamos seguir experimentando y cumpliendo algunas de las fantasías que teníamos.