Mi primo me toca y luego me coge.

Comencé a mover mi cola contra su miembro. Quería despertarlo y excitarlo. Por suerte lo logré. Relato de la primera vez que mi primo me metió mano y terminamos teniendo sexo, mientras el resto dormía en la misma habitación.

Esta es la historia de mi primer encuentro con uno de mis primos. Él es más joven que yo, en aquel entonces yo tenía 23 y él 18.

Para ser honesta nunca le habia prestado demasiada atención en un sentido físico, de hecho siempre fantaseaba con su hermano mayor que es dos años menor que yo.

Ese fin de semana fuimos con mi madre a la casa de mis tíos, y como viven en otra ciudad, cuando los visitamos dormimos en la casa de ellos. Por cuestiones de estudios, yo hacía mucho tiempo no iba de visita, más de un año.

Al llegar a la casa de mis tíos, me sorprendí con lo grande que estaban mis primos, en especial Gabriel. Ya era un enorme y guapo muchacho. Estaba mucho más alto de lo que lo recordaba y se podía notar que bajo su remera tenía un muy buen cuerpo tonificado. Y por supuesto me encantó.

El día transcurrió normal pero ya a la hora de la cena habíamos comenzado a coquetear de manera inocente y discreta. Al final de la noche, accedí a ir al bar con mi primo más grande y sus amigos.

En el bar, me divertí mucho y por supuesto tomé alcohol. Al final de la noche, estaba un poco ebria y bastante cachonda después de bailar pegada al cuerpo de varios extraños.

Cuando llegué a la casa, debía acostarme en un colchón en el piso junto a mi madre. Pero cuando entré en la habitación noté una cama libre, era la de Gabriel que aún no había llegado, y por supuesto me acosté en ella.

Me acosté y de inmediato me dormí. Al cabo de un tiempo, me desperté al sentir que alguien me tenía abrazada. Y cuando reaccioné, note que Gabriel estaba dormido abrazándome.

Sentir su cuerpo pegado al mío me puso muy excitada y curiosa. Asique sin pensarlo, comencé a mover mi culo contra su miembro, quería excitarlo y despertarlo. Por suerte, lo logré.

A medida que pasaban los minutos podía sentir como se endurecía el miembro de Gabriel, y eso me hacía mojar. En un momento, me tomó fuerte de la cintura, haciendo que deje de moverme y comenzó a moverse él. Y ahí me di cuenta que los dos queríamos lo mismo.

Soltó mi cintura y me agarró del cuello. Sentía su respiración agitada en mi oido mientras me apoyaba con fuerza su verga dura en mi cola y yo estaba prendida fuego. Gemí del placer que me generaba toda la situación y en ese momento me tapó la boca y dijo muy suavemente en mi odio “Silencio que nos van a escuchar”. Y recién ahí recordé que no estábamos solos en la habitación.

Continuamos así un rato más hasta que no aguanté más y le rogué que me tocara. Mi cuerpo necesitaba más que el roce de su verga.

Bajo la mano de mi cuello lentamente hasta mis pechos, los acarició un poco por sobre la remera mientras seguía moviendo su duro miembro sobre mi.

Nuestras respiraciones estaban agotadas y sincronizadas. Comenzó a besarme el cuello y tuve que morderme el labio para evitar que un grito escape de mi boca. Su mano continúo bajando hasta llegar a mi pelvis. Metió su mano en mi tanga sin pudor y con sus dedos recorrió mi vagina.

Tenía mi cara de contra a la almohada para intentar ahogar allí los gemidos que quería gritar pero no podía.

Mi concha estaba muy húmeda, lo que hacía que sus dedos se muevan con facilidad en ella. Y mientras jugueteaba con mi clítoris me hablaba al oído.

  • Te gusta lo que te hago? Querés que siga?

Estaba tan excitada que si intentaba abrir la boca para contestarle, solo iba a poder gemir. Asique solo asentí con la cabeza.

Sentía su respiración agitada en mi cuello, su verga dura y gruesa en mi cola y sus dedos en mi sexo. Dejó de presionar mi clítoris y metió dos de sus dedos en mí. No lo pude evitar y gemí. Los saco de inmediato y dijo “Si no te comportas no voy a seguir tocándote”.

No podía creer que mi pequeño primo, cinco años menor que yo estuviera dándome tanto placer y que me tuviera así de dominada.

Por supuesto volví a asentir e intenté quedarme lo más en silencio que me fuera posible. No quería que dejará de tocarme.

Volvió a meter sus dedos en mi, los sacaba y metía con fuerza y rapidez. Lo hacía al mismo ritmo en que apoyaba su verga en mi.

Empezó a besar mi cuello y yo llevé mis manos a mis pechos. Estaba tan excitada que quería sentir tanto placer como me fuera posible. Mis pezones estaban erectos y sensibles, asique me dedique a jugar con ellos.

Sentía cada parte de mi cuerpo ser estimulado por el placer que me estaba dando Gabriel y también yo misma.

En un momento gire mi rostro para poder verle la cara y entonces le dije,

  • Si me seguís tocando así voy a acabar.

  • Entonces voy a seguir.

  • Yo también quiero que acabes Gabriel.

  • Primero vos.

Me dio un beso y finalmente termine por darme vuelta del todo para quedar frente a él. Nunca quitó la mano de mi tanga, continuaba tocándome mientras su lengua y la mía se tocaban dentro de nuestras bocas.

Metió su mano libre dentro de mi remera y empezó a jugar con mis pechos, me sujeté fuerte de su espalda y ahogaba los gemidos que me provocaba en su boca mientras nos besábamos.

Estaba completamente excitada y mojada. No podía creer que mi primo me estuviese tocando tan rico, como si fuese un experto.

Aumento la intensidad de sus movimientos dentro de mi concha y finalmente exploté del placer que hacía tiempo venía sintiendo a manos de él. Mi cuerpo entero se tensiono y me quedé con mi boca pegada a la suya intentando que de esa manera mi grito de placer se escuchará menos.

Después de empapar su mano y mi tanga con mis fluidos, me llevó mi mano a su bóxer. Y por supuesto si dudarlo, metí mi mano.

Tenía la verga muy gruesa y dura. En cuanto la toqué me hizo desear aún más, tenerla dentro.

Le baje el boxer sin dudar, y comencé a bajar lentamente hasta que llegue a la altura de su miembro y me la metí en la boca de una. En cuanto lo hice pude sentir sus piernas tensionarse. Estuve un buen rato chupándosela. Me la metía lo más hasta el fondo de mi garganta. Y le pasaba mi lengua por su glande de manera juguetona.

Mientras subía y bajaba mi cabeza para meter y sacar su verga de mi boca, le tocaba los testículos. Podía escuchar como se resistía a gritar y eso me hacía excitarme mucho.

Finalmente me sujetó de la cabeza y me dijo lo mismo que le había dicho yo hace unos momentos “Si seguís así voy a acabar”. Entonces me levanté y le dije que quería sentirlo dentro. Quería tener su gruesa verga dentro de mi.

Ninguno tenía preservativo a mano, pero igualmente lo hicimos. Se acostó encima de mi, y metió su verga en mi. Yo estaba tan mojada que entró sin problemas.

Ambos gemimos al sentirnos de esa manera. Por supuesto teníamos que hacerlo en silencio ya que mi madre y su hermano estaban durmiendo en la misma habitación.

Rodeé su cintura con mis piernas y él comenzó a moverse lentamente. Tenía mis manos clavadas en su espalda. Y nuestras bocas estaban pegadas, respirando lo mismo, intentando ahogar los gemidos de placer.

De a poco fue aumentando la velocidad del movimiento. Nuestros cuerpos ya estaban sudados y nosotros ya no sabíamos cómo hacer para no gritar.

Me dijo que estaba a punto de acabar asique salió de mi, se recostó en la cama y comenzó a tocarse. De inmediato baje hacía su miembro y me lo metí en la boca, empecé a masturbarlo con su verga en mi boca hasta que sentí como se contraía dentro y como su semen caliente salía expulsado.

Me quedé con su verga en mi boca hasta que terminara de expulsar todo el semen. Finalmente lo tragué, le chupe la verga un rato más y me detuve.

Le di un beso en el cuello, y me recosté a su lado.

Después de unos minutos, me di cuenta que si al despertar nos veían durmiendo juntos en ropa interior, iba a ser para problemas. Asique lo volví a besar, y me acosté con mi madre.

Al otro día, a la hora del almuerzo, actuamos como si no hubiese pasado nada. Pero en su mirada sabía que al igual que yo, no veía la hora de que volviera a pasar.