Mi primo me despierta... a pollazos.

En la casa del abuelo, Pablo despierta a su prima ... de una manera un tanto especial.

Mi primo me despierta.. con su polla.

La luz del día empezaba a subir y el ruido de los coches y la calle se colaba ya por los cristales de la ventana. Me encantaba ese momento que no sabes muy bien si estás aún soñando… Con la cara en la almohada, mi cuerpo ligeramente girado hacia la derecha del colchón, sentía en mi duermevela un ligero movimiento, como si me mecieran ligeramente. Me estaba encantado. Disfrutaba estar en la cama tirada, solo en bragas, cubierta por la sábana que me tapaba hasta pecho,  tranquila pero algo cachonda con ese movimiento desde detrás que me iba ligeramente sacando de la noche. Notaba dura una polla en el culo, entre las nalgas, que resbalaba muy bien al contacto con mi piel. Los pezones se me empezaron a poner duros y bajé una mano a mi coño para tocarme un poco y disfrutar de ese despertar. ¿Un momento? Pensé...pero si estoy sola, ¿de quién coño es esta polla?

Como si me tiraran un jarro de agua fría, mi cerebro se despertó y abrí los ojos todo lo que pude. Agarré ese rabo duro y me asusté, pero rápidamente entendí que era mi primo Pablo. Mi primito el pequeño, que ya no lo era tanto. Hice un movimiento rápido para girarme y zafarme, pero él fue aún más rápido, colocando una pierna sobre las mías, empujando mi cuerpo ligeramente contra la cama, e inmovilizándome con su peso y su mano y su brazo izquierdo. No, no, no, prima Paula, no te muevas, porfa… dejame que me frote un poco.

Pablo, joder, alcancé a decir, te dije que no podíamos hacer esto más. ¡Quítate de encima mía ahora mismo! Mi voz intentaba parecer autoritaria, pero el metro ochenta largo del niño, y la fuerza y el peso que tenía me imposibilitaba removerme mucho. Pablo era el hijo único de una de las hermanas de mi madre. Cuando él nació yo tenía 9 años y era mi muñeco nuevo. Esta Semana Santa decidí ir a ver mi abuelo porque se quedaba solo en la casa de Madrid. Y como mi tía estaba, otra vez, en una crisis profunda con su marido, nos envió una semana larga a su hijo Pablo. Que haga deporte y se distraiga, nos dijo a mi abuelo y a mi. Es super autónomo, ya lo sabes. Los dieciocho añitos del niño, la genética del imbécil de su padre, porque mi tío era rematadamente idiota pero estaba muy bueno, y el dichoso fútbol, le había dotado de un cuerpo imponente. Prieto. Duro. Marcado. Y el niño estaba salido como cualquier adolescente.

Me tenía muy inquieta que esa cosita a la que yo había cambiado pañales, sacado a pasear, llevado al cine, que me contaba sus primeros amoríos, que me preguntaba cosas sobre sexo que a sus padres no se atrevía... que mi bebé no sé cómo, una tarde que bebimos en secreto mucho vino, le terminé enseñando mis tetas, luego el me enseñó su polla para confirmar si era grande o no, y yo el coño para explicarle cómo era la genética de una mujer. Terminó tocándome los labios, le enseñe el clítoris y… y ya puestos, a como comerse un coño bien. Porque comer coño es una tema que tendrían que enseñar en la escuela. Pensé que estaba haciendo un favor a todas esas mujeres que Pablo se iba a tirar… y que era una sola vez en la vida y ya. Pero claro, Pablo vio una puerta abierta a follar cuando quisiera, y se pasaba el día tocándome y mirándome con un deseo que me calentaba tanto como que me asustaba. La niña buena que tengo dentro me decía que estaba loca, no se puede hacer eso con un primo, y la zorraza que también vivía dentro de mí, me preguntaba si estaba loca e iba a desperdiciar ese pollón que se gastaba el chaval.

Pablo, que no. En serio, quitate… Su rabo estaba muy mojado y me estaba guarreando de babas el culo, la zona de la entrepierna y llegando a los labios, por fuera… Colocó su brazo derecho por debajo de mi axila y me alcanzó las tetas. Y me empezó a tironear suavemente de los pezones, que en ese momento, los tenía durísimos.

Solo la punta, anda, porfa… ayer me hice una paja pensando en ti antes de dormirme, y me he levantado supercachondo y me estaba haciendo otra y he pensando que igual te apetecía que nos corrieramos los dos. Anda prima... un poquito!

¡Baja la voz! le dije. ¡Si te escucha el abuelo le da un patatús! Y quítate, en serio te lo digo … Intentaba parecer seria, pero la zorra ganó la batalla, y mi cuerpo empezó a colocar la cadera de tal forma que le dejaba espacio para alcanzar mis labios y que su polla llegara a poder entrar… Venga, quítate… ¿Quién podía creerme cuando estaba moviendo la cadera hacia atrás, buscando el ritmo que estaba empezando a coger Pablo? Notaba su estómago duro contra mi culo, y su piel joven que empezaba a oler a hombre, a sudor de la mañana… y ya me dió todo igual.

Desplacé un poco la pierna, y busqué con mi mano su polla para ayudarle a encontrar el camino. Ahuequé la mano y la acerqué a mi entrepierna, creando un camino e intentando que sus 19 cms, que no estaba nada mal, me empezaran a taladrar el coñito, y de paso me dedeé el clítoris para terminar de ponerme salida del todo.

Buff, que caliente está… que gusto primaaaa... que gustoooo… Su cuerpo, enorme, se giró y me colocó boca abajo. Yo arqueé un poco la cadera. Su peso me clavó contra el colchón. En un movimiento, me sujetó las manos y las recogió junto a mi pecho. Y se incorporó un poco, como haciendo el saludo al sol en yoga, y empezó a bombearme con intensidad. Notaba sus huevos contra mi suelo pélvico, y el flap flap flap de su piel contra la mía me estaba encantando. Mi coño era un charco ya de fluidos. Se notaba la ansiedad de la edad, la prisa, las ganas de tocarme toda… Otro movimiento rápido, y colocó sus rodillas en la cama y tiró de mi cadera para colocarme en posición perrito. A nada que se calme, este niño va a ser un amante cojonudo, pensé. Que suerte la tía que lo pille. Miré a hurtadillas al espejo de mi armario, y le vi, imponente, observando cómo entraba y salía su polla de mi coño. Le debía encantar ver cómo mi cuerpo engullía el suyo. La sacaba casi entera y la metía de golpe. Todo ese frotamiento a mi clítoris le estaba encantando. Cada vez que me me empujaba, el aire de mis pulmones salía fuerte, y movía mi pelo, alborotado, que caía sobre mi frente. Me sujetaba la cadera con la mano izquierda, y su mano derecha en mi hombro, manejándome a su voluntad. Así, pablo, así. Dame fuerte. Estaba loca por decir eso, pero me daba igual. Ya estaba ensartada y quería correrme y bien.

Fue obediente y me hizo caso. Empezó a darme fuerte, muy fuerte… mientras su voz se elevaba de tono con un uuuuuuuhhhhhhhhh, preludio de su corrida. Al fin y al cabo, 18 años es lo que tiene. Inmediatamente lleve mi mano a mis labios y comencé a mover rápido para conseguir alcanzar el orgasmo. Ni de coña me iba a quedar a dos velas. Encima del marrón de follarte a tu primo, lo tenía que disfrutar.

Pasó como un rayo. su uuuuhhhhh se transformó en ahogado aoooogghhhh, casi de berreo, mientras yo me mordí el labio para no fastidiarlo más.

Jodeeerr… que corriiiidaaaaa.  Era tan niño. Que me llamara primita lo odiaba, pero efectivamente, qué corridón.

Moví mi piernas y me saqué su polla, reluciente. Aún hinchada de sangre y gorda. Mi coño era una piscina en ese momento. Y mientras me iba al baño, le decía un Pablo, ni una más. ¿Entiendes? Ni una más. Esto está mal. ¿Pero no te ha gustado? ¿Lo hago mal? No cielo. Lo haces muy bien. Por eso, ni una más. Me senté en el taza y dejé que mis riñones se vaciaran a gusto. Sin meter presión. Fue como abrir el grifo y dejar que el líquido saliera. Arrastraba con él todos los restos de su semen y de mi corrida. Y me quedé mirando como el agua se llevó la fiesta que nos habíamos metido. Tengo hambre, pensé. Pablo, ¿me preparas el desayuno mientras me ducho?