Mi primo Julio
Me acerqué y metí mi mano en el bolsillo del vaquero de Julio para sacar el paquete de tabaco. Él no estaba en absoluto pensando en nada erótico, pero yo sí. Al coger el tabaco procuré bajar con los dedos hasta lo más profundo del bolsillo y lo moví hacia el lugar apropiado. La verdad es que solo pretendía gastarle una broma, pero lo cierto es que toqué su pene, blandito, maravilloso.
Oí una voz desde el interior del chalet, sonaba lejana pero poderosa.
-Ivana, ven a la cocina, te necesito-
Dejé abandonada la jardinería, estaba podando unos rosales, y me dirigí hacia la casa.
Al entrar mi piel agradeció el fresco del interior. Me sudaba todo, creo que hasta el tanga lo tenía húmedo de sudor. Eran las doce del medio día de un calurosísimo mes de agosto. Yo pasaba unos días en el chalet que la hermana de mi madre tiene junto al mar, en Conil, un maravilloso pueblo gaditano.
Mi primo se encontraba haciendo la masa para una tarta. Estaba descalzo, era su costumbre, vestía unos vaqueros piratas, de esos con rotos en los muslos, y una camiseta blanca de tirantes. Me pareció súper sexy, sobre todo el culo. Julio tiene un culo precioso para ser un tío, respingón y duro. De esos a los que las mujeres, nos gusta aferrarnos cuando te tienen como tú quieres.
Julio tenía las manos embadurnadas de harina y golpeaba una masa color amarillo contra una tabla de raíz de olivo.
Me oyó llegar y volvió su cabeza. Me encanta esa sonrisa que me dedica cada vez que nos vemos.
-Hazme un favor, primita-
-¿Qué quieres?
-Me muero de ganas de fumar pero no puedo dejar de mover la masa para que haga efecto la levadura. Tengo el tabaco y el mechero en el bolsillo del pantalón. ¿Me enciendes uno y me lo vas dando, vale?- Me miró con ojitos tiernos. -¡Anda se buena, me tienes aquí solito!-
Le miré directamente a los ojos y le dediqué la mejor de mis sonrisas.
Siempre he estado enamoradísima de mi primo Julio. Y la verdad es que no sé porqué. No es guapo, aunque sí que tiene todo un cuerpazo. Creo que mi atontamiento por él se debe a su forma de ser. Me trata desde niña con un algo que no sé explicar. Dulzura y rudeza a la vez. A veces me hace rabiar y otras cuando me da un beso, y pone su mano en mi cintura, tiernamente, como si fuésemos novios, se me erizan, y perdona la expresión, hasta los pelos del coño.
Yo intuía que le resultaba atractiva. Sobre todo mis pechos, no paraba de mirarlos. Él tiene cinco años más que yo, y cuando sucedió esto yo acababa de cumplir 18.
Me acerqué y metí mi mano en el bolsillo del vaquero de Julio para sacar el paquete de tabaco. Él no estaba en absoluto pensando en nada erótico, pero yo sí. Al coger el tabaco procuré bajar con los dedos hasta lo más profundo del bolsillo y lo moví hacia el lugar apropiado. La verdad es que solo pretendía gastarle una broma, pero lo cierto es que toqué su pene, blandito, maravilloso.
Él se encogió con un respingo. No lo esperaba.
-¿Qué haceeeeees, Ivana, estás loca?- Su voz sonaba enfadada.
Le sonreí discretamente. –Perdona tonto. No te pongas así. Ha sido un accidente-
Él no me creyó. –Sí, ya, un accidente. Anda enciéndeme el cigarro y no seas mala. Una prima no debe hacer esas cosas-
Me miraba sorprendido, no se esperaba aquello. Yo le volví a sonreír, con sonrisa malvada, intencionadamente descarada, invitando, insinuando, dándole entrada. Encendí el cigarrillo sin hablar pero mirando de aquella forma, como lo haría una putita de verdad.
Julio se sentía desconcertado. Siempre le había gustado, incluso me había deseado, a pesar del parentesco, pero no se esperaba que su primita fuese a tomar aquel tipo de iniciativas. Estábamos solos en el chalet. Eso le daba tranquilidad, pero aún así desvió la mirada y se concentró de nuevo en su tarea. Amasaba con rudeza, apalizando la masa del pastel, le añadía harina y la doblaba y extendía mil veces.
Acerqué la mano a su boca con el cigarrillo y él inspiró una bocanada de humo. Rocé en mi retirada sus labios con mi dedo meñique, dulcemente. Estaba consiguiendo que julio se pusiese nervioso. Le notaba inseguro, tembloroso, me encanta provocar en un chico que me guste esas reacciones.
Pase el dedo por su barbilla. No se había afeitado, me encantó el tacto rudo del pelo pinchoso.
-Me encanta tu barbilla, Julio. Este hoyito del medio es perfecto, yo diría que muy romano- Acaricié la hendidura que dividía en dos la barbilla.
-¡Coño Ivana, me vas a joder el pastel!-
Yo llevaba una faldita blanca, infinitamente corta, y camiseta roja, de esas de tirantes que se ciñen en las tetas. No llevaba sujetador y la situación había erizado mis pezones que se marcaban descaradamente grandes y duros. Me senté en la encimera, junto a la tabla de olivo donde mi primo trabajaba la masa. Al subirme hice lo necesario para que la falda quedase bien subida. Julio podía ver junto a sus manos blancas de harina, mis muslos redondos y jóvenes, y más arriba el triangulito del tanga negro que transparentaba mi coñito.
-¡Joder Ivana, así no hay quien trabaje! ¿Cómo quieres que me concentre, contigo así?-
-¿Has jugado alguna vez a pasar una calada de tabaco a otra persona?- Le dije cambiando de tema – Ven-
Abrí las piernas para que se colocara entre ellas y le hice un gesto para que se acercara. Mientras, cogí una buena calada de humo denso y blanco en mis pulmones.
Obedeció como un corderito, mirando mi tanga transparente, con los brazos abiertos para no mancharme de harina. Se acercó hasta rozarse con el interior de mis piernas, mirando de reojo el espectáculo del tanguita negro. Miraba atónito, expectante. Supe que se había rendido. Supe que le tenía a mis pies. Supe exactamente lo que iba a pasar, porque mi primito se había convertido en un cordero dócil.
-Abre la boca- Obedeció. Sople el humo acercando los labios, él aspiraba y el blanco gas caliente pasaba mágicamente desde mi interior al suyo. Acerqué más y más la boquita hasta tocar con mis labios los suyos.
Súbitamente, con violencia. Sentí sus manos llenas de harina abrazarme y su lengua entrando en mi boca. Por fin, había despertado mi tigre.
-¡Julio, no, por favor, no!-
Mi voz sonó a propósito fingida, para que él lo notara, como una resistencia falsa, como el inicio de un juego sátiro, en el que yo me resistiría y él forzaría mi voluntad.
-¡Como que no!- Agarró mi melena con fuerza y tiró de mi cabeza hacia atrás. Me hizo daño el tirón del pelo, pero mi coño sufrió un súbito cauce de esencias destiladas por la excitación. Me gusta jugar a ser forzada, sentir algo de violencia en el trance sexual. Puse voz de zorrita consentida.
-No Julio. ¡Te lo suplico!-
-¡Callaaa!- Su grito sonó más rudo de lo que esperaba. Había comprendido el juego.
Con la otra mano me subió la camiseta por encima de las tetas. Todo, camiseta y tetas, quedó pringado de harina. No pude resistir un pequeño jadeo de pasión cuando sentí mi pezón mordisqueado. Una gota de saliva quedó colgando de él cuando mi primo se separó para mirarme. Con sus ojos fijos en los míos, me cogió los muslos con las dos manos.
-Eres toda una zorra Ivana, siempre lo he sabido, desde la primera vez que me enseñaste el culo con diez años en la playa, desde cuando buscabas rozarte con mi paquete al sentarte en mi regazo en el coche de tu padre-
Yo estaba saladísima. Puse la voz más cachonda que pude. Muy apagada, casi susurrando.
–Te deseo desde que tengo uso de razón- Le dije acercando mi boca a su orejita. Luego le dediqué un buen lametón, paseando la lengua por todo el pabellón, provocando que la piel de sus brazos se tornase de gallina.
Tiró con brusquedad de mis muslos hacia él. El tanga negro topó con el bulto del vaquero. Ya gigante.
-¡Qué guarra eres mi cielo, y como me gusta!-
-Soy tu zorra Julio. Quiero serlo. Llevo soñando estar así, con mis tetas en tus morros muchos, muchos años-
Solté la correa y desabotoné el vaquero lentamente, mientras él me pellizcaba los pezones y jugaba con mis pechos. El coño me ardía. Luego nos mirábamos en silencio, yo sin parar de desabrocharle los botones del pantalón. Le sonreía excitada. Él tenía esa sonrisa de tonto que se le pone a los tíos cuando les das lo que quieren.
-¿Me la vas a chupar? A que sí-
-¿Tú qué crees?- Le dije bajando la mirada con la lengua entre los labios en un gesto malvadamente insinuante.
-Espera, la masa ya está y el horno lo tengo en temperatura. Tendremos veinte minutos después-
Me jodió infinito aquel intermedio. ¿Cómo coño podía pensar en el puto pastel cuando estaba a punto de desenfundarle el rabo?
Lo hizo rápido, eso sí. Luego se paró delante del horno. Yo aún sentada en la encimera, manchada con la harina y abierta de piernas.
Se quitó de una tacada pantalón y calzoncillo. No le había visto nunca erecto. Tenía una polla preciosa.
Vino hacia mí, con el pene meciéndose apuntando al cielo. Me bajó de la encimera, me besó la boca tocándome el coño sobre el tanga y de un salto se sentó en el lugar que yo había ocupado. Me miró a los ojos y luego se miró el leño. Comprendí la invitación. En pocos segundos lamía, comía y chupaba aquella piruleta deliciosa mientras él profería lamentos, jadeos y grititos de placer.
Le miraba a los ojos mientras cogía la polla con la mano. Me dirigí para darle un beso en la boca. Él me pellizco el pezón, haciéndome daño.
-Sigue comiendo pene. No pares- No fue una petición, fue una orden. Me encantó.
Mi lengua lamió sus testículos y luego bajé un poco más.
-Abre más las piernas cariño- Le dije – Voy a comerte el culo- Julio sacó el culo de la encimera y abrió las piernas recostándose hacia atrás.
Vi aparecer el agujero de su culo rodeado de vello negro, y lo lamí mientras le masturbaba con la mano.
-Joder, Ibana, me vas a matar-
-Joder, no aguanto más. Métela en la boca. ¡Me corroooooo!-
No la metí en la boca. Jugué con mi mano mientras salía el semen, extendiéndolo por su pene en la frenética masturbación. Él gritó, ronco y fuerte.
Me encantó.
-Leche y harina. Vaya pastel-
Le dije riendo y él me acompañó en la risa mientras se limpiaba con un trapo de cocina.
-Te debo una, Ivana-
-No te preocupes primito. Ya me la cobraré-
Y vaya se me la cobré. Pero eso lo contaré en mi próximo relato.
ivanalavecinadeallado@outlook.es