Mi primo Julio. Continuación

Todo comenzaba siempre igual. Él me salpicaba agua y yo le respondía. Luego me capturaba entre sus poderosos brazos. Habíamos hecho aquello tantas veces, que lo que mis tíos no sospechaban era, que ahora Julio me arrimaba su pene erecto y lo restregaba bajo el agua contra mi culo.

Dos días más tarde nos íbamos a quedar solos de nuevo mi primo Julio y yo. Mis tios salían de fiesta al chalet de unos amigos y dado que la cosa iba a acabar tarde, y que en aquel chalet al que iban había habitaciones de sobra, mis tíos no dormirían en casa. Saldrían al día siguiente con sus amigos para pasar visitar un pueblecito cercano, Vejer.

En cuanto nos comunicaron la noticia, nuestras miradas se cruzaron. No hizo falta hablar, nuestros ojos lo dijeron todo. Supimos que mientras mis tíos gozaban de su fiesta se saldaría aquella deuda que mi primo tenía conmigo.

La conversación tenía lugar en el porche. Mis tíos, mi primo y yo estábamos sentados al fresco, en el exterior, en los sillones de mimbre que siempre me han encantado, súper cómodos. Habíamos cenado y en pocos minutos ellos saldrían para su fiesta.

La fragancia del jazmín inundaba el aire cálido de la noche. Los grillos amenizaban con su canto. Era nun noche  perfecta, el aire calido del este la hacía casi calurosa.

Me había puesto una minifaldita blanca y en la parte de arriba un top cortito que dejaba mi tripita al fresco. Mi tío y su hijo gozaban del espectáculo de mis piernas, de mi ombliguito redondo y de mi melena roja sobre los hombros dorados por el sol de aquel dia de playa.

Julio rompió el silencio de la noche. -¿Tú no vas a salir con tus amigas hoy, primita?- Yo sabía que preguntaba con segundas. El cabrón se relamía con solo imaginar la ocasión que se nos presentaba. Se había pasado aquellos dos días pegado a mí como un caracol. Se rozaba contra mi cuerpo en la pequeña piscina de la casa, simulando juegos inocentes. No le importaba que mis tios estuviesen allí. Y lo cierto es que ellos no sospechaban nada. Desde pequeños, mi primito y yo hemos jugado mucho y ellos pensaba que aquellos, eran juegos como los de siempre.

Todo comenzaba siempre igual. Él me salpicaba agua y yo le respondía. Luego me capturaba entre sus poderosos brazos. Habíamos hecho aquello tantas veces, que lo que mis tíos no sospechaban era, que ahora Julio me arrimaba su pene erecto y lo restregaba bajo el agua contra mi culo.

Yo movía mi trasero contra su dureza, gozando con su excitación, provocándole para sublimar su estado de frenesí sexual. Me encantaba llevarle al límite del deseo, a la enervación de sus pasiones.

Y cuando mis tios no estaban, o simplemente no prestaban atención a nuestros juegos, le dejaba sobarme las tetas y él sacaba el pene del bañador para que mi estómago, y mis muslos, y mi culo respingón pudiesen catar aquel leño potente, hinchado al máximo y dispuesto a penetrar cualquiera de los orificios de mi anatomía, en directo, sin la cortina del boxer.

-No, no voy a salir- le contesté. -Loli y Emilia son unas pazguatas, no saben divertirse- Miré hacia Julio con ojos de complicidad, con mirada ladina, mal intencionada, de putita salida.

Mi tio, que también se llama Julio intervino.

-Ivana. No creo que una chica de dieciochos años y menos estando de vacaciones, como tú lo estás, deba quedarse encerrada aquí toda la noche. Y menos con la marcha que hay en Conil. Si tus amigas son aburridas, tarde o temprano conoceras a alguien más interesante. No seas tonta. Sal, y diviértete.

Con lo bonita que es la noche aquí. Y el ambientazo que hay en la calle. No hay quien os entienda. A mí me tenía que pillar esto con vuestra edad-

Mi tio había puesto voz pícara, dando a entender que ese "alguien más interesante", podría ser algún chico de mi agrado. El cerdo del esposo de mi tía me miraba con ojos sucios los últimos años. Sé que le gustaba verme en bikini tumbada al sol. Y además no disimulaba, aunque mi tía estuviese presente. Más de una vez le note excitado al observarme, acariciándose clandestinamente mientras me miraba el culo.

Mi primo tomó la palabra.

-Papá. Yo tampoco voy a salir hoy. Ivana y yo jugaremos a la play, tengo un juego nuevo- Se giró y me giñó un ojo. ¡Que cabronazo!

  • Y ¿se puede saber por qué no sales tú tampoco?-

-Alberto y Zacarías han ido a Cadiz y no vuelven hasta mañana. Pero si Ivana está de acuerdo, máñana se viene con nosotros a la playa. Han ido a buscar a unas amigas que visitan por primera vez Conil. Se las presento a Ivana y seguro que hace mejor miga con ellas que con las tontas con las que sale ahora- Me miró. -Nunca me han caído bien tus amigas, Ivana. Loli es una creída y a Emilia le falta un hervor. No sé cómo las aguantas.

¿Te vendrás mañana con nosotros a la playa?- Julio me miraba con una sonrisa en la boca. Era evidente que hablaba por hablar, que lo que le preocupaba no era precisamente ni sus amigos, ni mis amigas. Sino el que nos fueramos a quedar a solas toda una noche. Con el chalet para nosotros solos.

-Ya veremos. Me lo pensaré. No me hace gracia plantar definitivamente a mis amigas. Se han portado muy bien conmigo- Al contestarle aproveche que mi tío se había girado para abrir las piernas y enseñar a mi primito el tanguita balnco. Todo con una sonrisa de complicidad parecida a la suya. Con cara de niña zorra. Golosa y mimosita.

Mi tio se levantó para marcharse. Me dedicó una de sus miradas largas y profundas a los muslos y las tetas.Casi me pilla con las piernas abiertas enseñandole mi entrepierna a su hijo.

En el fondo no me desagradaba su observación.

¡Si supiese en lo que estabamos pensando su hijo y yo le daba un pasmo! Seguro que él estaría dispuesto a cogerme como una perrita y a obligarme a que se la chupara.

Me extrañé excitada al tener aquel pensamiento.

Vimos a la hermana de mamá y a su marido bajar al garaje. Oímos el encendido y vimos salir el auto lentamente, por la rampa. Cuando el Mercedes de mi tío abandonó el garaje y la finca, mi primo y yo nos quedamos observando las luces rojas alejarse y volvimos a los sillones de mibre.

-¿Así que vamos a jugar a la play no?- Le pregunté medio tumbada en el inmeso sillón. Julio rió.

-Ivana, nadie me ha hecho lo que tú, de esa manera. No te lo he dicho pero me he masturbado tres veces reviviendo aquello. Cuando me pediste que abriese las piernas....¡Joder! ninguna tía la chupa como tu!. Te lo juro-

Yo también había estado planificando que hacer con mi primito cuando llegase la ocasión. Sentada en el sillón de mimbre, abrí un poquito las piernas para dejarle ver lo suficiente y provocar sus instintos.

-Julio, tengo una fantasía secreta, hace mucho tiempo y he estado pensando que quisiera cumplirla hoy contigo-

-¿Una fantasia sexual?- Parecía un niño con un juguete nuevo. Radiante, excitado, con la ilusión de lo nuevo.

Me hice la remolona en contestar. Aumentando su expectación.

-Si. Desde niña-

Él preguntó enseguida, incorporado de su sillón, mirando mis muslos tersos y desnudos, clavando sus ojos en mis tetas y en el trocito de tanga blanco que podía ver.

-¿Cuál es?- había cambiado el tono de su voz. Estaba cachondo con solo imaginarme, con solo recordarse dos días atrás, mi lengua juguetona lamiendo su culo peludo.

-He fantaseado mucho con la idea de que me atan. Me amordazan y me tocan sin que yo pueda hacer nada por evitarlo.

-¡Joder prima, eres una puta caja de sorpresas!- Ser rió con risa nerviosa. Estuvo un rato largo en silencio. Como pensando.

-Espera, un momento, tengo algo que nos servirá- Se levantó y bajó al garaje. A la carrera, como un pura sangre. Al segundo volvía con algo en la mano. -¿Sabes lo que es?-

-No. Bueno............ si. Parece cinta de envalar-

-No Ivana. Es cinta americana-

Se acercó y me asió por el brazo haciéndome levantar. Yo estaba nerviosita perdida. Algo tímidamente, como si me fuese a negar, metió sus manos bajo mi falda. Le dejé hacer. Y él se envalentonó.

Bajo el tanga blanco hasta los tobillos. Yo fui a sacar los pies, para terminar de quitarlo, pero pero no me dejó.

-No, no, no. Quédate así. Bueno no, así no- Me subió el tanga hasta las rodillas. -Procura que no se te caiga. Me gusta esta imagen. El verte con el tanga en las rodillas hace que te imagine más guarra, más caliente y zorra-

Sentia mi coño desnudo bajo la falda, y la goma del tanga en las rodillas. Mi excitación subió hasta las nuebes con sus palabras.

Llevó mis manos a la espalda y las ató con la cinta, a la altura de las muñecas, dejando las palmas hacia afuera. No podía verlo, estaba detrás, callado. Oí rajar un trozo de cinta y sorpresivamente sentí su mano, de golpe, sobre mis labios, sellando mi boca con el trozo de cinta. Rudamente, con cierta violencia que me encantó.

Quedé muda. Ya sólo podía hablar él.

-Eres una puta asquerosa. ¿Lo sabías?-

Aquella frase me sentó como un latigazo. En el pubis. Un latigazo de placer. Me encantó el tono con el que me había insultado. Susurrando junto a mi oido mientras me rozaba con su aliento y con sus labios el borde de la orejita.

El jardín exterior era discreto, pero había un par de edificios cercanos desde donde alguien podría estar mirando. Era una noche sin luna, muy oscura, y aquellas ventanas estaban como a cincuenta metros. El jardín tenía una farolita, pero la teníamos apagada para no llamar a los insectos.

No dije nada. Si alguien nos veía mejor para él.

Julio seguía detrás de mi. Escuche el sonido de la cremallera de su pantalón.

-No te muevas puta- ¡Joder, como me gustaba que me insultara!

Su pene erecto se posó en la palma de una de mis manos.

-Acaricíalo, ramera-

Era la primera vez que tocaba un pene con la boca amordazada. Las yemas de mis dedos acariciaron los testículos peludos con suavidad mientras él me subía el top, dejando los pechos al aire.

-El otro dia me dijiste que tomabas la píldora-

Moví la cabeza afirmativamente.

-Asi que te puedo follar sin condón, ¿he puta?. ¿Eso es lo que quieres, zorra?-

Me quedé quieta. Mi coño depuraba el placentero nectar que manaba de mi excitación. Una gotita viscosa salía de los labios de mi entrepierna.

-¡Contesta joder! ¿Te follo sin condón?-

Quise hablar pero sólo salio una especie de murmullo a través de mis fosas nasales. Volví a mover la cabeza afirmativamente.

-Asi me gusta. ¡Perra!. Se que te gusta estar atada, con mis güevos en la mano y las bragas en las rodillas. Sé que disfrutas sometiéndote a tu primito.

Coge el rabo-

Cerré mi mano en torno a su pene inmenso y duro como el cristal. Julió me pellizcaba las tetas. Creí que me volvía loca. Había tenido mil fantasias parecidas, pero ¡joder!, vivirla así en aquel jardín del chalet de mis tios y con mi propio primo me provocaba tal éxtasis, que estas palabras no pueden reflejarlo.

Julio se agachó y terminó de quitarme el tanga. Retiró mi pelo y me anudó la braguita al cuello. Depués cogió un trozo largo de cinta americana y selló el nudo del tanga, confeccionando una especie de correa con la cinta.

-De rrodillas, puta-

Obedecí. Sentí la humedad del cesped en mis rodillas y en la palma de mis manos. El olor del jazmín era penetrante y mi frenesí inménso, eterno, insuperable. Muda por la cinta. Expuesta a los caprichos de Julio. Mi coño estaba deseando ser poseído aquel rabo que salía obsceno del vaquero aún sin quitar.

Subió la faldita hasta mi cintura, dejando el culo expuesto. Sentí su mano recorrerlo y su dedo entrando en mi coñito.

-¡Joder prima! jCóomo lo tienes!

¿Ya estás mojando eh zorra?-

Su dedo entraba y salía. Al quinto o sexto envite, metió tres de golpe. -¡Cómo te gusta Ivana, ¿eh?, te gusta que te folle con mis dedos perra. ¡Cómo me gusta lo zorra que eres!-

Gemí. Un gemido ahogado por la cinta en mi boca. Tenía los pezones como rocas. Él se tiró boca arriba, sobre la hierba, con su polla tiesa. Colocó su cabeza bajo mis tetas y comenzó a lamerlas mientras me frotaba el clítoris y el chochito.

-Gime más, me gusta que gimas todo el rato, como la gata putona que eres-

El gemir me pone muy, muy caliente. Y ya lo estaba tanto que no podía creer que cada vez me estuviese poniendo más, y más cachonda. Hubiese querido decirle que no esperase más, que me poseyera ya, que necesitaba ser penetrada.

La lengua de Julio lameteó mis tetas. Uffff, eso me pone a mil por hora. Mordisqueaba los pezones. Yo abrí las piernas para que  me tocara el chochito con más livertad. Lo tenía goteando.