Mi primo Enrique (4)

Sergio iba a estar un par de semanas fuera. Yo tenía unos días sin clases en la Uni, y sólo Enrique seguía con su rutina escolar. Llamé a Bruno para que pasara algún día por casa...

Sergio iba a estar un par de semanas fuera. Yo tenía unos días sin clases en la Uni, y sólo Enrique seguía con su rutina escolar. Llamé a Bruno para que pasara algún día por casa. Antes le mandé un mensaje a Sergio para decírselo y me respondió “OK”. Tampoco pasaba nada si no se lo decía. Sergio es mi novio, sí. Pero tanto él como yo tenemos permiso del otro para acostarnos cuando y con quien queramos. Porque ésto es precisamente lo que perseguía llamando a mi amigo: follar una tarde para relajarnos ambos. Bruno me preguntó por Enrique: se acordaba muy bien – incluso demasiado bien – del día en que lo llevé a su tienda a “comprar pantalones” y acabó dándole por el culo. Hacía poco que Bruno tenía un dependiente nuevo y muy atractivo – lo vi una tarde pasando frente a su escaparate – y podía dejarlo a cargo del negocio por unas horas. Un fin de semana lo invitaría también, si Bruno me lo autorizaba. Suponía que, antes de contratarlo, mi amigo se había asegurado de sus gustos y quizá ya lo había enculado.

Bueno, pues a lo que íbamos. Bruno llegó temprano, cuando yo me estaba tomando un café. Le invité a compartirlo, pero venía con prisas. Se abalanzó sobre mí y empezó a comerme la boca mientras me manoseaba el paquete por encima del pantalón de deporte. Enseguida se nos pusieron las pollas duras. Le metí mano y noté la suya chorreante. Dejé un momento de morrearle para lamer mis dedos. Su prese era pegajoso y salado, delicioso. Mientras él hacía lo mismo volví a meterle mano por atrás. Tenía el culo al aire, debía llevar un jock. Mejor. Insinué un dedo hacia su agujero y presioné. Se hundió con facilidad. Le di unas vueltas, lo saqué y lo llevé a la boca de Bruno, quien lo chupeteó encantado. Cuando pudo hablar susurró a mi oído:

  • Quiero que me la metas y me preñes.

  • Claro, le respondí. Voy a hacerte mío

  • Ya soy tuyo

Qué complaciente estaba hoy Bruno. Debía andar muy caliente.

  • Pues más todavía

Con todo eso seguíamos en el pasillo. Le bajé los pantalones. Efectivamente llevaba un jock azul. Se lo quitó y lo dejó tirado por el suelo. Al inclinarse para recogerlo aproveché para separarle las nalgas poniendo a la vista su ojete rosado y depilado.

  • ¿Te han metido muchas últimamente?

  • Qué va, y ninguna como la tuya

  • Venga, mentiroso. ¿Y tu dependiente te folla?

Diciendo esto le clavé dos dedos. Se estremeció.

  • Aún no sé si le van los tíos

  • Pues ya es hora de enterarse, que está muy bueno. A ver si me lo presentas o lo traes aquí.

Hice girar los dos dedos. Mi polla estaba para explotar.

  • No aguanto más, fóllame de una vez

  • Aquí en el pasillo no. Vamos a mi habitación.

Bruno se incorporó y lo besé otra vez.

  • Vamos

Una vez en mi cuarto aparté la colcha floreada de la cama. Bruno se puso de cuatro patas encima, yo me situé detrás y sin más preámbulo le metí la verga hasta el fondo. Gimió débilmente, pero la tragó toda. Yo estaba supercachondo y, sin demasiados miramientos, le aticé duro unos minutos, frotándola sin parar con el interior de su recto. No resistí mucho tiempo. La presión que ejercía su intestino me subió la temperatura hasta que solté toda la leche en su interior.

No me salí enseguida. Bruno se desplomó jadeando y yo hice lo mismo sobre su espalda. Los dos estábamos sudados. Le dije:

  • Bravo, campeón. Aguantas que es la hostia.

Saqué mi polla aún chorreando, mientras contemplaba el boquete negro que se cerró inmediatamente. El esfínter de Bruno es muy elástico y y puede retener muy bien la corrida ajena. Nos dimos la vuelta. El largo y delgado rabo de Bruno permanecía enhiesto sin correrse aunque mojadísimo de sus jugos, que habían dejado una buena mancha en la sábana de color azul pálido. Tuve un impulso muy fuerte de empalarme en él. Cedí a la tentación, me subí a la cama y me senté encima de su “sable” introduciéndomelo casi de golpe. La polla de Bruno me llegó muy al fondo, más de lo que suelo tolerar en otras. Era una sensación muy intensa, que tenía casi olvidada, como si me tocara en un punto que yo mismo desconocía. Dado que Bruno estaba deseoso de vaciarse, necesité muy poco movimiento para quedar inundado por su semen.

  • Joder, qué bárbaro

Asentí

  • Nos hemos quedado K.O.

  • Vamos a descansar, anda

  • Primero voy a sacarme la leche, dije. Tú guárdala. Me encanta saber que la tienes dentro.

Volví del lavabo con un trozo de papel para que Bruno se limpiara la polla. Después, sin darnos cuenta, nos quedamos adormilados, Bruno mirando hacia la puerta que había quedado abierta y yo detrás, con la mano en su culo.

En eso – en realidad no sé cuánto tiempo había pasado – oímos cerrarse la puerta del piso y tras una brevísima pausa apareció Enrique en la habitación llevando en la mano el jock que Bruno había dejado en el pasillo y voceando con picardía:

  • ¿Quién ha perdido ésto?

Cuando nos vio y sin cortarse lo más mínimo saludó:

  • ¡Hola Miguel! ¡Hola Bruno!

Y se acercó a la cama. Yo le propuse:

. ¿Quieres venir con nosotros?

  • Enseguida, voy a tomarme un vaso de leche.

Eso me dio una idea:

  • Venga, túmbate aquí que te la damos

Enrique se quitó el pantalón de deporte que llevaba quedando con un boxer violeta y se lanzó entre los dos. Le sugerí a Bruno:

  • Pon el culo sobre su cara

Y a Enrique:

  • Abre la boca

Entonces dilaté con dos dedos el ano de Bruno y salió de golpe todo mi semen de la follada anterior, cayendo en la boca del chaval, quien la tragó de inmediato con una sonrisa de satisfacción.

  • ¿No hay más?

  • Anda, guarro, siempre estás pensando en lo mismo

Con una carcajada, nos levantamos los tres. Fuimos al lavabo, nosotros a limpiarnos los rabos y Enrique a enjuagarse la boca. Bruno se recolocó el jock y se pavoneó un poco:

  • Mirad qué bien me sienta

Realmente Bruno tiene un buen culo, que la prenda ponía más en evidencia. Mi primo le acarició las nalgas:

. ¿Me lo puedo follar?

  • Que te crees tú eso, pequeño

  • Cuando seas mayor

  • ¡Pues ya tengo ganas de probar lo que se siente cuando la metes!

  • Lo pruebas con tus compañeros de colegio

Y añadí:

  • ¿No tienes ninguno que te ponga y que se deje?

Enrique pasó con entusiasmo a hablarnos de sus colegas. Fuimos al salón, a sentarnos en el sofá. Yo llevaba sólo una toalla atada a la cintura y Bruno el jock; Enrique seguía en boxer. Lo apreté contra mí metiendo su mano bajo la toalla para que fuera manoseando mi verga como sabe hacer. Luego ya veríamos.

  • Ha venido un chico nuevo la semana pasada. Me gusta, se llama Nil.

  • ¿Cómo? (a dúo)

  • Sí, igual que el río de Egipto. Y su madre es egipcia, su padre de Barcelona. Han venido a vivir aquí. Parece un poco egipcio.

  • ¿En qué sentido?

  • Es alto, más delgado que yo, muy moreno, ágil como una gacela. Eso le dice la profe de Educación Física, que se lo come con los ojos.

¿Y está bueno?

  • A mí me va. A las chicas también, pero no les presta mucha atención

  • ¿A ti te la presta?

  • Bueeeno... Digamos que un poco. Hemos charlado en el patio y en los vestuarios.

  • ¿Algo más que charlar?

  • Hoy en el vestuario le he pasado la mano por el culo, se ha girado y me ha sonreído.

  • No está mal para empezar

  • Quisiera invitarle una tarde a casa. Pero...

  • Puedes estar tranquilo. Tú me avisas antes para que yo me organice y podáis estar solos

  • ¿De veras?

  • Pues sí, cuando quieras.

  • Si no tienes nada que hacer vente a la tienda – terció Bruno – y te presento a mi dependiente

  • ¿Sabes que Bruno tiene un chico para ayudarle en la tienda?

  • Vaya, cuántas novedades

  • Es mayor que vosotros

  • Ya lo suponía. Pero si se deja ...

  • Habrá que invitarlo también

Reímos todos. Bruno tenía que irse a ver cómo le iba la tarde a Aldo, que así se llamaba su empleado. Se levantó para ponerse los pantalones. Le costó un poco, porque la polla le había engordado y ya manchaba de prese la parte frontal del jock. Yo también me levanté y solté la toalla. Enrique había estado toqueteándome hasta dejarla como un poste de teléfonos de los de antes. La exhibí ante los ojos de los dos. Enrique tomó con el dedo una gotita de la punta para llevársela a la boca.

  • Te la daré luego por el culo... si te portas bien

  • ¿Mejor todavía?

  • Anda, despide a Bruno

Como despedida nos acariciamos los penes entre los tres. Cuando Bruno se hubo ido conminé a Enrique:

  • Vístete y vete a estudiar. He dicho que has de portarte bien

Por la noche, antes de follar, pactamos proponerle una visita a Nil para el viernes siguiente. Enrique se lo diría mañana en clase. No me fiaba mucho del éxito, pero aceptó. Cuando llegó el viernes intenté darle algunos consejos a mi primo. Le pareció exagerado:

  • ¡Venga, Miguel, que me tomas por un crío! No voy a portarme como un estúpido

  • Como tú quieras, ya te las compondrás solo. Pero luego me lo cuentas todo.

Esperé que Nil llegara.Cuando sonó el timbre fui a abrir la puerta. Nil apareció en el umbral. Me dejó asombrado. Era alto, como yo, moreno y guapísimo, con una camisa amarilla entreabierta sobre un torso bronceado y una sonrisa exultante que se congeló una décima de segundo al verme hasta que le dije:

  • Soy Miguel, el primo de Enrique. Ahora mismo me iba. Sé bienvenido y que os divirtáis

Ahora fui yo quien puso una sonrisa de oreja a oreja. Llegó Enrique al instante, lo abrazó y fueron hacia adentro. Yo volví a sonreír, esta vez para mí mismo, pensando “¡Ay, la adolescencia!” Y me marché.

Pasé la tarde en el bar con unos amigos. No podía quitarme de la cabeza la imagen de Nil. Deseaba estrecharlo entre mis brazos, acariciar su cuerpo, lamer su piel morena... ¿Sería virgen? Me figuraba cómo sería su ano y con la imaginación pasaba mi lengua por él antes de empalarlo en mi verga... verga que se estaba excitando por momentos, mojando de prese mi slip rojo, mientras charlaba con mis colegas tomando cerveza. Javier, mi vecino de mesa, que era gay como yo, no dejaba de fijarse en mis pantalones. Me levanté para ir al lavabo del bar. Javier se vino conmigo. Cuando entramos en el lavabo vacío, me echó mano al paquete:

  • ¡Cómo te has puesto!

  • Será que me excitas

  • Pues eso tiene fácil arreglo

Y me bajó la cremallera del pantalón para meter la mano dentro. Cuando notó la humedad se apresuró a sacarme la polla del slip y pasar la lengua por el glande.

  • Oye, que puede entrar alguien

Entramos en un espacio que podía cerrarse. Nos morreamos un poco, porque Javier quería volver a la mamada. Me propuso:

  • Cuando salgamos te llevo a casa y me das por culo

  • Ya tengo ganas, pero he de volver a la mía. Están mi primo con un amigo

Javier no era tío para preocuparse por eso. Yo tampoco, la verdad. Pero tenía que quedar bien, era la primera visita de Nil. No había que asustarlo apareciendo dos más por allí. Por eso presioné la cabeza rapada de Javier diciéndole:

  • Sigue, que lo haces muy bien.

Mientras chupaba con ganas, Javier se había bajado los pantalones y el boxer gris para pajearse. Me incliné hacia adelante para meterle un dedo en el culo. Hice presión. Nos corrimos enseguida, a la vez. Le llené la boca de leche. Se la tragó en seguida. De vuelta al interior del bar no hubo ningún comentario. Debimos pasar desapercibidos.

Pronto nos despedimos. Quedamos con Javier en vernos muy pronto. Cuando llegué al piso no encontré ni rastro de Enrique. Me extrañó. Llegó poco después. Había acompañado a Nil a su casa, me dijo.

  • ¿Todo bien? le pregunté

  • Sí, claro. De maravilla

  • Pues ahora mismo me lo cuentas

Como hago muchos días, bajé el pantalón y el boxer de Enrique y le toqué el ojete, probando su elasticidad.

  • Creo que no hay novedades por aquí

  • No, ninguna. Nil es un poco tímido

  • Pues no lo parece. Venga, canta, que después te meteré lo que esperas.

  • Bieeen... Hemos jugado con la consola, hemos merendado, nos hemos contado cosas de la familia y de nuestras vidas,

  • No le habrás dicho nada de lo nuestro, espero

  • Ni palabra

  • Ya lo irá descubriendo. ¿Tiene hermanos?

  • Dos gemelos, menores que él. Son monos, pero demasiado críos

  • Sigue, que te he interrumpido

  • También hemos mirado fotos en el móvil. Fíjate qué foto suya me ha pasado

Aluciné al enseñarme Enrique una foto de Nil en la playa, completamente desnudo. Una polla hermosa, fina y bastante oscura le colgaba entre las piernas

  • En su casa son naturistas, me aclaró

  • Vaya, es majo. Aunque no parece muy tímido, ¿no? Le habrás comentado algo de la foto

  • Pues sí, que me gustaría verlo al natural

  • ¿Y...?

  • Se ha puesto colorado como un tomate pero se ha sacado la camisa

¿Sólo la camisa?

  • Yo también me he quitado la camiseta, me he acercado a él y he puesto la mano en su pecho. Él, como sin atreverse, ha rozado mi piel. He tomado su mano para apretarla contra mí. No se ha apartado. Entonces le he besado en los labios

  • No lo he hecho nunca con otro chico, me ha susurrado

  • ¿Pero te gusta?

  • Sí...

  • Como he visto que debía darle impulso, me he quitado los pantalones para quedarme en bolas frente a él. Se ha visto obligado a hacer lo mismo. Ambos hemos empezado a empalmarnos y a tocarnos las pollas

La mía se estaba poniendo dura mientras Enrique me contaba todo esto.

  • ¿Y?

  • Al cabo de unos minutos nos hemos corrido a la vez. Tranquilo, lo he limpiado todo

  • Menos mal. ¿Algo más?

  • Nil no ha querido ... por ahora. Yo iba a tocarle el culo, ya sabes, pero se ha escabullido

  • O sea que te has quedado sin follarle. Por lo menos habrás probado su semen

  • Es muy claro y suave, me ha sabido a gloria

  • Poca cosa, chaval. Supongo que irèis a más

  • Creo que él no acaba de decidirse, aunque ha dicho que se lo había pasado muy bien y que otro día seguiríamos jugando

  • Como volváis a quedar aquí creo que también voy a jugar yo

  • No, qué va, me ha invitado a su casa. El miércoles, en principio, que tenemos fiesta y no estarán sus padres.

  • Eso pinta bien. Bueno, vamos a cenar.

Enrique se acostó muy pronto porque se caía de sueño. Yo necesitaba vaciarme los huevos otra vez, o sea que antes de acostarme pasé por la habitación de mi primo que ya dormitaba para sacudirle un poco:

  • Venga, Enrique. Te he traído un dulce

Y puse mi verga, bien dura, entre sus labios. Él no se hizo de rogar. Con los ojos semicerrados, me la mamó como es su especialidad. No tardé en recompensarle por su esfuerzo: mi leche manó abundantemente llenándole la boca.

  • Traga y vuelve a dormirte. Hasta mañana.