Mi primo el mujeriego
Tras retarme a cogerme a una de sus hembras, mi primo toma una actitud que no me esperaba.
Era una hermosa y calurosa mañana de verano, tal y como acostumbraba, aun no me había levantado. Cerré los ojos en medio del trinar de los pájaros, y al volver a abrirlos lo vi, estaba ahí parado, con la camisa abierta, apoyado en la pared mientras me miraba con esos ojos verdes que parecen ocultar algo.
Caminó hasta mí, se recostó a mi lado, su aire masculino me distrajo, y no me atreví a mover ni un solo músculo al ver que acercaba su rostro al mío.
Nuestros labios estaban a punto de tocarse, cerré los ojos para esperar el tan ansiado beso, y entonces, justo cuando estaba a punto de probar su boca por primera vez el sonido del timbre hizo que abriera los ojos, regresándome a la realidad, no había sido más que un simple sueño, otro de los que con frecuencia tenía con Jonás, mi primo.
Su pelo era rubio oscurecido por el sol, ojos verdes de la misma tonalidad, sonrisa descarada de acorde a su personalidad despreocupada y cómoda, tenía una cara de cínico el condenado que cada vez que lo veía no podía resistírmele.
Debido a un desliz que tuvo con su entonces novia se había casado a los 15 años con ella, pero eso no lo detuvo para ver a otras mujeres, y mucho menos tener otro hijo con otra hembra, como él llamaba a las mujeres.
A pesar de tener personalidades tan diferentes siempre se portaba amable conmigo, en las fiestas era el único que se quedaba a platicar conmigo toda la noche, contándome de cómo se cogía a sus hembras, montándolas como si fueran yeguas salvajes a las que terminaba domando.
No me importaba si se dedicaba a robar cosas para venderlas, como decía la familia, lo único que me importaba era él, su actitud descarada y su cuerpo de ensueño.
Recuerdo perfectamente que una noche, después de una fiesta de la familia, me invitó a seguirla en una cantina, a lo cual yo accedí gustoso.
Fuimos en su carro, el cual olía a nuevo, porque lo era, no se como le hacía que cambiaba cada dos meses de auto.
Llegamos a una cantina que apenas tenía algo de luz, alumbrada solo por unos quinqués antiguos que tenían unas velas casi consumidas en su totalidad.
Ocupamos una mesa al fondo, y pronto se acercó una mesera algo buena y guapa, aunque no se comparaba con la esposa de Jonás. Lo saludó con un beso en la mejilla, y sentí que mi sangre hervía de celos.
Él pidió dos cervezas, y comenzamos a hablar antes que nos las trajeran al igual que salchichas y botanas de cantina.
Jonás: Pues que te parece el lugar Paco, ¿Te gusta? Francisco: Sí, no está mal
Jonás: Pensé que te asustaría estar en un lugar así
Francisco: Jajaja-reí divertido, pues todos pensaban que seguía siendo el inocente niño de cinco años que conocían, si supieran-Para nada, he estado en lugares peores. Por cierto, que onda con la mesera, parece que te conoce
Jonás: Ah sí, se llama Angélica, es otra de mis hembras
Francisco: Dios, ya son varias que te conozco
Jonás: Que te puedo decir, les gusta lo bueno, jajaja
Francisco: Jajaja
Jonás: Pero que me dices tú Paco, no te he conocido una novia formal
Francisco: Tendré novia formal cuando conozca a una chava inteligente a la que le interesen más cosas que irse de antro todos los fines de semana
Jonás: Pues suerte chavo, aunque no hay nada más rico que cogerse a una de esas chavitas calenturientas y pedas de antro
Francisco: Jajaja, cierto, por eso voy cada que puedo, aunque siempre me las ligo ya pedas para que no consuman más
Jonás: Pinche Paco, si dinero no te falta
Francisco: Demasiado trabajo le costó a mi papá ganarlo como para que yo lo despilfarre
Jonás: ¿Te interesaría ganar tu propio dinero?
Francisco: ¿Cómo?-pregunté intrigado mientras nos traían otra ronda que Jonás había ordenado con la mano
Jonás: Es fácil, Jorge y yo lo hacemos-Jorge era su hermanito, igual de rubio y piel blanca, algo atractivo, pero esos lentes que usaba impedían que su verdadera belleza saliera a relucir-Él hecha aguas y yo tomo las cosas, ¿No me digas que nunca has escuchado que la familia lo diga?
Francisco: Sí, pero no creí que fuera cierto
Jonás: Veo que me tienes en un buen concepto
Francisco: Sí-dije antes de darle un trago a la cerveza-Algo así
Jonás: ¿Sabías que eres un misterio para todos?-preguntó apoyándose un poco sobre la mesa, mirándome inquisidoramente, como nunca antes me había visto-Todos nos preguntamos que pedo contigo
Francisco: ¿Qué pedo conmigo?, no congenio con tus primos, lo sabes
Jonás: También son tus primos
Francisco: Sí pero ush, por ejemplo, Javier es todo un pijo, Ernesto y Reinaldo ni decir, las chavas igual, con los únicos que me llevo así chingón es contigo y con tu hermano
Jonás: Y aún así no sabemos mucho de ti
Francisco: ¿Qué quieren saber?-picado, pedí otra ronda con una señal
Jonás: Pues por qué no te gustan las mujeres
Francisco: ¿Quién dijo que no me gustan?
Jonás: No sé-dijo levantando los hombros-Es solo que no te vemos con muchas chavas, casi siempre estás con tus amigos
Francisco: Es porque no estoy obsesionado con el sexo como tú, además, si tuviera tu misma galanura y porte las mujeres se me botarían como a ti
Jonás: Por Dios, si eres guapo
Francisco: No, no tanto como tú
Jonás: Claro que sí, ya verás-jaló a Angélica por el brazo justo cuando pasaba a su lado, haciendo que se sentara en sus piernas, le dio un beso en la boca y luego le agarró la barbilla para voltearle la cara hacia mí-¿Qué opinas de mi primo?
Angélica: ¿Qué opino de que?
Jonás: ¿Te gusta?
Angélica: ¿Es esta otra de tus pruebas?
Jonás: No, no lo es, solo dime si te gusta
Angélica: Sí-me miró con esos hermosos ojos negros de arriba a abajo, bueno, hasta donde pudo, y luego me sonrió-Es hermoso
Jonás: ¿Aceptarías que te cogiera?-dijo mirándome con una lasciva sonrisa en la cara
Angélica: Sí, se ve que es tierno en la cama
Yo no sabía donde meter la cara, estaba avergonzado por toda esa situación, y lo que más me preocupaba es que no sabía donde terminaría todo eso.
Jonás: Perfecto, es todo, vete
Angélica se levantó y comenzó a irse, pero la mano de Jonás acertó darle una nalgada en el culo antes.
Jonás: No mames, tiene un culote esa vieja que mmmmmm
Francisco: ¿Por qué hiciste eso?
Jonás: Para que te dieras cuenta que las mujeres te desean
Francisco: Eso ya lo sé, solo quería ser amable contigo, yo puedo tener a cualquier chava cuando yo quiera, pero me gustan las cosas difíciles, ¿Entiendes?, es muy fácil ir a un antro a ligar, y de hecho lo hago cuando estoy muy urgido, pero me agrada más el reto que representa conquistar a una chava decente por así decirlo
Jonás se quedó sorprendido por la rapidez con la que hablaba, ese era el único efecto que tenía el alcohol en mí.
Jonás: Pero nunca nos cuentas de tus amoríos
Francisco: Porque no es mi estilo, no me gusta contar mis intimidades
Jonás: Veo que te gustó Angélica-dijo cuando pedí otra ronda
Francisco: ¿Qué?
Jonás: Sí, pediste otra ronda para verla
Francisco: Eh, no, pedí otra ronda porque estoy picado
Jonás: ¿Es eso, o acaso quieres emborracharme para después chupármela mientras estoy hermético?-su risa fue fuerte y desvergonzada, yo me quedé congelado, ¿Se habría dado cuenta de algo?-Tranquilo cabrón, es broma
Francisco: No me gustan ese tipo de bromas
Jonás: Ush, eres un apretado
Francisco: No lo soy
Jonás: Demuéstralo, vamos a cogernos a Angélica entre los dos, ¿Te parece?
Me quedé callado por varios minutos, no sabía que responder, cogerme a Angélica, no estaba tan mal la chava, y si era cierto lo que decía Jonás tendría la oportunidad de verlo desnudo, como siempre había querido.
Al calor de la cuarta ronda escuché nuevamente la proposición de Jonás. Me miraba esperando una respuesta, y yo lo miraba con una expresión de asombro en mi rostro.
Francisco: Está bien, hagámoslo
Jonás: Perfecto-hizo nuevamente la señal para una quinta ronda, y cuando se acercó Angélica para traer las cervezas la volvió a jalar-¿Qué vas a hacer saliendo?
Angélica: Irme a casa
Jonás: Uy, que aguada, si la noche aun es joven
Angélica: ¿Joven?, son las dos de la mañana, yo salgo a las tres
Jonás: Bueno, ¿Vas a querer coger con nosotros o no?
Angélica: ¡¿Con los dos?!-preguntó sorprendida, pero no para mal, al contrario
Jonás: No te hagas de la boca chiquita, bien que le entraste la otra vez con Jorge y su amigo
Angélica: En ningún momento dije que no, claro que acepto, espérenme a ver si podemos irnos ahora mismo
Nos terminamos la quinta ronda, y pronto apareció Angélica sin su uniforme para decirnos que podíamos irnos, afortunadamente su jefe la había dejado salir temprano.
Abordamos el auto de Jonás, Angélica y yo en la parte de atrás ante su insistencia. La mesera pronto comenzó a desabrocharme la camisa, lamiendo mi torso mientras sus manos sobaban mi despertante verga. El auto se puso en marcha, pero eso era lo que menos nos importaba.
La lengua de Angélica me complacía como ninguna otra chava lo había logrado hacer, y pronto me encontré besándola lascivamente, mis manos sobándole las grandes tetas que tenía, y con la rodilla rozaba su chocho.
Noté que Jonás nos miraba de reojo por el retrovisor cada que podía, y entonces comencé a ponerle más ímpetu a mis caricias y a mis besos.
Abrí la blusa de la chica, y al momento de deshacerme del estorbo al que llamaba brassier saltaron sus tetas en el aire como un par de balones rebotando en el suelo. Sus pezones, oscuros por su piel morena, estaban ya bien parados, listos para ser mamados, y así lo hice, los chupe como si quisiera beber leche de ellos.
Deslicé una mano hasta debajo del calzón de Angélica, y hundí dos dedos en su ya abierta puchita, lista para recibirme con sus jugos, y con el otro brazo la tenía aprisionada por la cintura. Al sentir mis dedos en su interior, comenzó a menearse frenéticamente, gimiendo mientras yo continuaba mamándole las ubres.
Jonás: Pinche Paco, y nosotros que creíamos que no te gustaban las hembras
Llegamos al departamento de soltero de Jonás, justo en el mismo edificio donde yo vivía antes.
Rápidamente Angélica se tapó los senos desnudo con su blusa, tomó su brassier y entonces bajamos para entrar el departamento que ocupaba Jonás, justo el número uno, en el primer piso.
Recordé que antes había pertenecido a una señora, con cuya nieta había tenido mi primera relación sexual. Tantos recuerdos, y ahora Jonás lo tenía como guarida para sus puterías.
Esta vez fui yo quien se lanzó contra Angélica, prácticamente la tiré sobre la cama del cuarto de Jonás, y le arranqué la blusa y la falda en medio de un ataque de deseo y pasión.
Me deshice de su calzón, tirándolo al piso sin importarme donde cayera, y de inmediato me embriagó el olor de su concha lubricante, soltando deliciosos y cálidos jugos que no tardé en beber.
Únicamente me separaba de esa deliciosa pucha para irme quitando prenda por prenda hasta quedar totalmente desnudo.
Saqué un condón de la bolsa de mi pantalón, y fue en ese momento que me alejé de Angélica que noté que Jonás también estaba desnudo, excepto por sus bóxers negros que no podían disimular la tremenda erección que tenía, pero ni eso me importó, estaba caliente, quería "montar esa yegua" como decía mi primo, y así lo hice, entré en ella de un solo golpe, y conforme iba embistiéndola gritaba más, chillando de placer.
Angélica: ¡No mames! ¡Me matas! ¡AAAAHHH! ¡AHHHHHHHH!
Sentí hincharse mi verga dentro de Angélica, y el condón contuvo mis descargas de semen al tiempo que ella alcanzaba el orgasmo, no así yo, que solo caí sobre la cama exhausto por la cogida que acababa de darle a la mesera.
Francisco: Tu turno
Dije sonriendo a Jonás, que caminaba lentamente hacia la cama, mirándonos como poseído, era evidente que ya no me veía más como aquel chavo serio y mamón que me creía, ahora sabía de lo que era capaz.
Tomó a Angélica por el brazo y la levantó con suma facilidad, abrazándola para aprisionarla contra su cuerpo.
Giré sobre la cama para ver como iniciaría con los juegos sexuales, pero me sorprendí cuando en vez de darle un beso en los labios se los reventó con una cachetada dada con el dorso de la mano.
Me puse de pie instintivamente, aunque no me atreví a defender a Angélica, pues Jonás me supera por mucho en fuerza, simplemente lo seguí mientras la jaloneaba del pelo y le gritaba que era una golfa al darle su ropa que yacía tirada en el piso y sacarla del apartamento.
Sin importarle el llanto de la mesera cerró la puerta al haberla sacado, y se dio vuelta para verme de una manera que me dio cierto temor. Sus ojos verdes tenían un extraño fulgor que nunca antes había percibido en él, creí que la ira era su ama en ese momento, y me preparé para defenderme por si intentaba golpearme.
Pensé que estaba molesto porque me había cogido a una de sus hembras, pero incluso en esa situación no pude dejar de contemplar su hermoso cuerpo, marcado no por el gimnasio, sino por todo el esfuerzo que su trabajo de raterillo de quinta exigía. Su abdomen estaba un poco sellado, no tenía cuadritos pero era muy sexy, sus piernas gruesas y duras, cubiertas con una leve selva casi invisible por su color, sus brazos se notaban levemente gruesos, no como otros que había visto, pero se me antojaban de sobremanera.
Jonás: Vaya que te montaste bien a mi yegua cabrón, ahora veo que no eres el mismo Paquito que conocí a los cinco años
Francisco: Tú fuiste el de la idea
Jonás: Y no me arrepiento, ahora sé de lo que eres capaz. Esa perra se equivocó
Francisco: ¿Qué?
Jonás: Dijo que seguramente eras tierno en la cama, y a juzgar por como te la cogías yo digo lo contrario, eres un salvaje, una bestia que busca saciar su hambre sexual devorando a su presa
Jonás se iba acercando cada vez más a mí, y yo iba retrocediendo a cada uno de sus pasos, hasta que la pared me lo impidió. Como si fuera un bravucón colocó las manos a los lados de mi cabeza, clara señal de aprisionamiento, lo recuerdo porque en muchas ocasiones me encontré en esa situación.
Jonás: Eres como yo, Paco, eres un cabrón que busca saciar sus instintos sea como sea, que disfruta del sexo a tope y no le importa nada más que su propio placer, la prueba está en que te olvidaste que yo estaba ahí también, y eso me excita
No podía creer lo que escuchaba, ¿En verdad mi primo había dicho eso o fue un truco más de mi sucia mente?, y antes que terminara de preguntarme eso sentí los fuertes labios de Jonás comiéndome la boca, metiéndome la lengua casi hasta la garganta para envolver la mía.
Estaba tan sorprendido que al principio no respondí al beso, pero cuando sentí sus manos recorriendo mi espalda me atreví a responder.
Bebí el dulce néctar de su boca, con su sabor característico, mezcla lasciva de su saliva y el alcohol que habíamos bebido horas antes.
Jonás: Cabrón-dijo cuando sus manos llegaron hasta mis nalgas-Tienes un culito riquísimo, ¿Te molestas si te digo que me gustaría mamártelo?
Francisco: Para nada
A diferencia de lo que había hecho con Angélica, me volteó con gentileza, colocándome empinado con los brazos sobre la pared, de manera que mi culito estaba a su merced.
Su lengua ahora se deslizaba entre mis nalgas, acariciando la entrada a mi agujerito con la punta. Un cosquilleo provocó que me abriera para él, y cuando lo hice penetró con su lengua para poder lamerme y chuparme todo.
Jonás: No mames, que rico culito te mandas, pinche Paco, esta mejor que el de todas mis hembras
Me metió una nalgada, que lejos de molestarme me excitó mucho más, pues ahora comenzaba a tratarme como a una de sus yeguas.
Era evidente que no me golpearía por lo de su vieja, estaba consumido por el deseo, por la calentura, al igual que yo.
La manera en que me comía el culo me hacía estremecerme, y por más que trate de contener mis jadeos fue inútil, ahí estaba yo, gimiendo de placer como cualquier otra de sus putas.
Apoyé la cabeza en la pared cuando sentí dos dedos suplir la húmeda lengua de Jonás. Gemí de placer conforme iban saliendo y entrando nuevamente, y para mi sorpresa Jonás metió la cabeza entre la pared y mi polla, de modo que pudo chuparla sin importarle que estuviera mojada de semen.
Los movimientos que hacía con la lengua y la forma en que chupó también mis huevos lo delataron, no era la primera vez que estaba con un hombre.
Succionaba con fuerza mi verga en reposo, y lo hizo tan bien que provocó que se me volviera a poner dura. Recorrió el glande con la lengua, y al meterse casi más de la mitad de mi virilidad en la boca comenzó a lamer y masajear el tronco.
Sacó por última vez los dedos con los que me poseía por el culo, e igualmente apartó sus calientes labios de mi pene para levantarse delante de mí.
Me abrazó con fuerza y devoró mi boca nuevamente. Esta vez fui yo quien se atrevió a acariciar su fuerte pecho y abdomen, bajando hasta su vientre y metiendo la mano debajo del bóxer que aprisionaba un tremendo y grueso palo.
Traté de asir el pene con la mano, era grueso en demasía, era un monstruo. Ahora sabía por qué les decía yeguas a sus mujeres, la tenía casi como la de un caballo, casi igual de gorda y larga.
Debajo del bóxer comencé a meneársela, primero lentamente, y luego incrementé la velocidad añadiendo movimientos con la muñeca, por momentos dejaba quieta la mano, y cuando la volvía a mover lo hacía con fuerza, provocando que Jonás suspirara.
Jonás: ¿Te gusta?-preguntó cínicamente con una de sus sonrisas
Francisco: ¿No es obvio?
Jonás: Siempre sospeché algo de ti
Francisco: ¿Sí?, pues yo nunca me imaginé que alguna vez estuviéramos así, esto solo era posible en mis más calientes sueños
Jonás: Esto no es un sueño
Francisco: Ya sé, pero si lo fuera nunca quisiera despertar
Le brinde una sonrisa con los ojos cerrados, muchos dicen que cuando lo hago parezco un tierno niño, y supongo que él también lo creyó, pues acarició mi mejilla y me dio un rápido beso sin abrir la boca.
Jonás: Ven-tomó mi muñeca, y me condujo hasta la habitación donde minutos antes había cogido con Angélica-Quiero que me la mames
Jonás se sentó al borde de la cama, abriendo las piernas tras quitarse el bóxer que lo cubría y apoyando los brazos sobre el colchón, de modo que estaba recostado hacia atrás.
El tremendo garrote de mi primo estaba totalmente erecto, apuntando hacia el techo como si quisiera tocarlo. Fue hasta entonces que me di cuenta del verdadero tamaño, era tremendo, titánico simplemente. El grueso del tronco hacía parecer a la cabeza diminuta. Su color rosado coronando en un glande un poco más claro contrastaba un poco con la claridad de su piel, casi tan blanca como la leche misma.
Me hinqué entre sus piernas, tomé la verga con ambas manos y lamí la punta delicadamente. Di un gran suspiro para olerle la verga, y me calenté aun más cuando percibí ese aroma a macho que tenía.
Respiré hondamente antes de atreverme a tragarme aquel miembro, y para mi sorpresa me metí cerca de la mitad, aunque claro, dejándolo descansar un rato en mi garganta, aunque ya estaba acostumbrado a eso de tantas vergas que había mamado antes.
Arqueé las cejas como si me costara trabajo, y miré a Jonás, que observaba preocupado si algo me ocurría.
Jonás: ¿Estás bien?-preguntó
Francisco: Mjú
Contesté balbuceando, pues tenía la boca llena para decir que sí. Saqué el trozo de carne lentamente, como si fuera uno de esos tragaespadas de los circos que dejan sorprendidos a los niños.
Relamí mis labios antes de chupar de lado esa tremenda tranca, dándome la oportunidad de chupar y succionar levemente las verdes venas que recorrían el tronco. Las lamí una y otra vez sin hastío, el sabor de mi primo nunca me cansaba, era un delicioso sabor que me embriagaba y ponía aun más cachondo de lo que ya estaba.
Borracho de deseo, lamí y chupe todo lo que quise ese palo mientras escuchaba la voz de Jonás jadeando de placer.
Alejé mis labios una vez que sacié mi hambre, y subí las caricias de mis labios por todo su torso, pasando por la selva de vellos rubios en su pubis, los cuales dejé húmedos por mi saliva.
Sus pezones eran perfectos a mi gusto, rosaditos y redondos, aunque disminuían de tamaño cuando se ponían duros no me importaba, así era con todos, y además lo mejor viene en frascos pequeños.
Lamí, chupé, pellizque, mordí con cuidado esos pezones, y cuando estuvimos cara a cara nuevamente noté que había empezado a sudar, tal vez por el constante calor de la ciudad, tal vez por todo lo que le había hecho, lo cierto era que lucía mucho más sexy y varonil con el sudor iluminando su rostro.
Abracé su cuerpo, y acomodando la cabeza en su hombro tras darle un beso en la mejilla le dije en un tono casi imperceptible.
Francisco: Quiero que me cojas
Jonás: ¿Estás seguro de poder resistirlo?
Francisco: Claro que sí, tú no te preocupes por eso
Lo miré directamente a los ojos, tratando de parecer lo más indefenso y dulce posible, le sonreí nuevamente, y luego le di un tierno beso en la mejilla antes de recostarme boca arriba.
Levanté las piernas, sosteniéndolas con los brazos mientras él se ponía el condón, y esperé ansioso a sentirlo dentro de mí.
No lo niego, he cogido con varios hombres, en diversas ocasiones me ha dolido, pero nunca antes como con Jonás.
Cuando lo sentía entrando en mí parecía que me partía en dos, ni siquiera la primera vez me dolió tanto. Traté de relajarme todo lo que pude, pero aun así su tamaño era lo que me lastimaba.
Sus embestidas eran bestiales, parecía un auténtico caballo montando a una potra salvaje y duramente. Comenzó a moverse circularmente, y en ese preciso momento comencé a disfrutar de la cogida. Aferré mis pies a sus caderas cuando solté mis piernas, y aunque mi instinto me decía que debía cerrar los ojos no lo hice, quería contemplar a ese macho poseyéndome, conquistando mi cuerpo.
Él fue quien busco mis labios sin importar la posición para besarme, y yo disfruté ese momento más que nada.
Quiso cambiar de posición, ahora estábamos acostados de lado, él detrás de mí, sosteniéndome una pierna en el aire con un brazo, y con el otro tenía rodeado mi cuello. Apoyó la barbilla en mi hombro, y comenzó a besarme el cuello e incluso el oído de vez en cuando.
Jonás: Que rico, estás bien apretadito
Me decía sin dejar de poseerme salvajemente, yo solo alcanzaba gemir lo más fuerte que podía, el placer era tremendo, nunca antes había gozado tanto con un hombre, ni siquiera con Luís había disfrutado tanto, aunque eran placeres distintos.
Bajé la vista, y miraba como la verga de mi primo se hundía entre mis nalgas, desapareciendo unos segundos para salir casi de inmediato.
Mis ojos parecían perdidos en el horizonte por el placer, pero volvían a la normalidad cuando descubría a Jonás mirándome.
Pasó lo que no creí posible, la tranca de mi primo se hinchó aun más dentro de mí, y después de eso no la sentí más en mi interior, Jonás la había sacado para quitarse el condón y venirse libremente sobre las sábanas.
Cayó exhausto sobre el colchón, sin importar que su pene quedara en el mismo lugar donde había descargado toda su leche.
Estaba acostado boca abajo sobre la cama, con los brazos cruzados sosteniéndole la cara. Me monté sobre él, y le fui besando la nuca, la espalda, las nalgas, los muslos, todo.
Reaccionó dándose media vuelta, ahora estaba boca arriba, se sentó para atraerme aprovechando su fuerza, haciendo que me sentara sobre sus piernas, y me dio un apasionado beso.
Francisco: Si esto fue cosa del alcohol entonces procuraré salir más contigo a cogerme a alguna de tus yeguas
Jonás: Esto no fue cosa del alcohol, desde hace tiempo me preguntaba cómo sería cogerte
Francisco: Yo desde que se me empezó a parar la verga pensaba en ti, pero dime, ¿Alguna vez habías estado con otro hombre?
Jonás: Sí, con Jorge
Francisco: ¡¿Con tu hermano?! ¡¿Cómo, cuando?!
Jonás: De hecho perdimos la virginidad juntos, desde que él comenzó a soltar leche cogemos, y nunca hemos dejado de hacerlo
Francisco: Nunca lo creí de ustedes, aunque que rico, jajaja
El silencio se cernió cuando Jonás, teniéndome abrazado por la cintura, me miraba fijamente a los ojos, pensé que estaba molesto o arrepentido de lo que había pasado, y entonces temí no volver a saborear su deliciosa verga entre los labios y taladrándome el ano.
Jonás: Dios, tenía razón Angélica
Francisco: ¿A qué te refieres?
Jonás: Eres tan tierno
Esta vez la sonrisa de Jonás no reflejaba cinismo, era algo que no pude descifrar. Me recostó sobre la cama, y devoró mi cuerpo a besos, entonces fui feliz por saber que aquello no había terminado, y que mucho menos había sido un sueño.