Mi primo el del pueblo- 1
Cómo inició mi historia con mi segundo primer hombre.
A la tía la conocí cuando recien cumplí los 10 años porque mi madre volvió a hacer contacto con ella y fuimos hasta el pueblo donde vivía. Recuerdo que yo era la menor en esa casa porque Milena, que era la menor, me sacaba un año de diferencia, luego seguían Ingrid que me llevaba 3 años, Cristian que era 5 años más grande que yo y por último Oscar, que para ese entonces ya era mayor de edad.
Esta história la viví precisamente con mi primo Cristian, un muchacho alto, blanco, de cabello y ojos castaño claro y una sonrisa muy tierna. A mis 10 él me veía con adoración y casi que con miedo de tocarme para no romperme, y es entendible, era su nueva prima de la cual nunca había sabido. Cuando mis vacaciones terminaron, prometimos nunca más perder contacto. Y lo cumplimos, sólo que esa niña a la cual él veneraba, empezó a crecer y a convertirse en todo lo contrario a una piecita de porcelana, pues perdí mi virginidad a los 13 con un hombre que me doblaba la edad.
Siempre he pensado que lo más valiso no es la virginidad sino mantenerse decente luego de perderla, y creo gracias a eso no me volví una repartidora de sexo en seguida -eso vendría unos años después-.
No había vuelto a ver a mi primo, pero cuando cumplí 14, abrí mi primer correo electrónico -el cual mantengo y con el que me inscribí en esta página- y, aunque ahora no recuerdo cómo, él fue la primera persona que me agregó. En mi casa no había internet, por lo cual duraba horas en el cyber sólo hablando con él. Poco a poco la manera en que lo veía empezó a cambiar y dejó de ser el primo que me cuidaba en la distancia a ser el hombre con el que quería estar. No sé en qué momento a él le pasó lo mismo pero nuestras conversaciones cambiaron, dejó de decirme "prima" para decirme "amor", y nuestras video-llamadas se iban en hablar como un par de enamorados. Cuando me atreví a contarle que ya no era virgen, casi un año después, se molestó mucho conmigo porque creyó que la había perdido estando con él -si, nos habíamos hecho novios a la distancia-, pero cuando le expliqué, me hizo prometerle que no estaría con nadie más que no fuera él ¡y vaya que cumplí mi promesa!, los fines de semana me iba a la casa de una prima, que sí tenía internet, solo para quedarme hasta entrada la madrugada hablando con él y teniendo sexo virtual. Era sumamente exitante saberme creadora de tan maravillosa erección, no se si me haga entender pero me sentía poderosa al tener a un hombre de 19 años siéndome completamente fiel aún en la distancia, y tal vez haya sido porque yo era una niña de ciudad y él un hombre de pueblo pero hasta el día de hoy puedo decir que ese hombre era devoto sólo a mí. Fue el primer hombre al que me atreví a mostrarme completamente desnuda y con la luz encendida y, el primero al cual le mostré cómo jugaba con mi cuerpo, le encantaba mi trasero y cuando se iba a correr me pedía que me pusiera en pompas frente a la cámara. Yo lo hacía encantada y entonces me corría viendo los restos de su llegada esparcidos por toda la parte de su cámara.
Así pasaron 2 años de amor y mucho sexo a la distancia donde cambiamos de muchas formas, yo tuve un teléfono propio e internet en mi casa y me volví mucho más abierta con respecto al sexo, pero discutíamos mucho porque la distancia nos había vuelto inseguros y por lo tanto celosos hasta de la mosca que se paraba en nuestro hombro. Dos años en los que no nos vimos más que por cámara, hasta que, a dos meses de cumplir mis 17, mi madre falleció. Mi tía y mi prima Mile vinieron al velorio y luego de las 9 noches, me propusieron pasarme una temporada allá y yo acepté ya que me había graduado del bachiller y no entraba a la U sinó hasta el año siguiente.
Yo canalicé mi dolor de un modo muy curioso: me hice un piercing en la lengua y me compré ropa atrevida. Pero lo más curioso fue que me puse caliente y me hacía pajas hasta sin ver a mi primo. Era algo casi enfermizo, razón por la cual no dudé a la hora de irme al pueblo. Quizás mi tía creyó que era para pasar el dolor pero la verdad era que me urgía hacer el amor con Cristian.
Valdado de agua grande me cayó cuando al llegar a la casa donde vivían, él solo apartó su mirada del ordenador para susurar un frío: Hola prima, bienvenida al pueblo.