Mi primito y yo
Como le conte a Luisa lo currido con mi primo cuando me daba clases de recuperacion.
A- Hola, Luisa, buenas tardes. ¿Cómo estas?.
L- Bien, ¿Tu?. ¿Como estas después del acontecimiento del otro día?.
A- Aparte de un poco cortada ahora aquí, por tu presencia, bien. La verdad es que se me han despertado cosas que creía dormidas para siempre.
L- No seas tonta. ¿Te vas a cortar ahora conmigo después de tantos años de amistad?.
A- Eso no evita que me sienta cortada. No creas que es que no me gustó. Solo que me resulta sorprendente. El acontecimiento... ese encuentro entiéndeme, placentero- no dejo de ser una autentica sorpresa, no se me había ocurrido que pudiese ocurrir algo así, contigo y con tu marido, que cosas. Lo pienso y aun me pongo colorada.
L- ¿Estas arrepentida?.
A- No, claro, que no. De ninguna manera. Todo lo contrario. Por mucho apuro que me de, que me da, he descubierto algo que no solo me sorprende sino que me ha despertado al pasado. Es como si los nervios de las primeras experiencias hubiesen regresado reviviendo otros momentos. Me ha traído esos recuerdos
L- ¿Los recuerdos de las primeras experiencias?.
A- Si, a eso me refiero. A la manera en que viví aquellas primeras experiencias. Sus nervios, sus temores y su ansiedad. Por que no se que es lo que era mas excitante, si hacer o la duda de que iba ocurrir y que vendría después.
L- Tienes razón. En aquellos momentos adolescentes, la espera de que el chico te cogiese la mano, o te besara creaba una ansiedad insoportable. El corazón parecía desbocarse, una y otra vez que la situación parecía aproximarse y eso resultaba terrible, tremendo. No te digo nada de los primeros roces libidinosos en los que creí que dejaría de respirar, creía que me iba a morir de ansiedad. Y quizás esa ansiedad es la que se repite ahora, aquella misma que ponía un grado de temor tal que hacia de la espera algo insoportable a la vez que imposible de abandonar. ¿Tu recuerdas tus primeras encuentros?. ¿Cómo no te vas a acordar, eso nunca se olvida?.
A- No, nunca se olvida. Un primo, mío, del que estaba enamorada desde niña y del que muchas otras ocasiones anteriores había fantaseado que algo ocurriría.
L- Vaya. Un primo. Que tendrán los primos que siempre pasa algo con ellos. Supongo que la edad justa en el sitio justo. ¿No fue así?.
A- Claro. Entre que tendría unos 17 o, 18, cuando yo tenia 15 que me hacían percibirlo como un hombrazo hecho y derecho y que me daba clases, para superar las matemáticas, dejándonos solos mas de una vez en casa parecía inevitable que ocurriera. La verdad es que yo estaba mas pendiente de él que del álgebra, no lo podía evitar. No hacia otra cosa que estar lo mas cerca de el que podía, me gustaba olerlo y sobre todo, si alguna vez notaba su aliento sobre mi cuello accidentalmente me deshacía.
L- Ya imagino. Así que supongo que en algún momento la cosa exploto.
A- Como era normal. Pero no creas que no le costo, arrancarse. Yo pensaba ya que no le gustaba, o que no me vía como yo quería que me viese. Así que después de muchos momentos de esos en los que si, pero luego no, un día cuando menos lo esperaba, estando sentado a mi lado, mientras me explicaba, sentí su mano en mi rodilla. Creí que me iba deshacer y que solo era un roce accidental, pero después de un rato de seguir apoyada en sobre mi piel sin retirarse por supuesto yo inmóvil como una estatua- me di cuenta que quizás mi suerte había cambiado. El calor me subió al rostro y el corazón temía explotar, mientras rezaba aturdida por que siguiese.
L- ¿Y siguió?.
A- Siiiiiiii. Aunque tardo lo suyo. Yo seguía inmóvil, sin articular palabra, oyendo de fondo su voz, casi diluida el una lejanía falsa mientras solo prestaba atención al tacto de sus dedos que apenas se movían despacio hacia el interior de mi rodilla. La sensación me estaba diluyendo haciéndome perder la noción del tiempo. No se cuanto transcurrió en ese primer momento. Solo me daba cuenta, después de un rato, que inerte y empapada, como su mano estaba en todo el interior de mis muslos. Era asombroso la sensación, los nervios, el placer, mi inmovilidad, la angustia... todo estaba mezclado retorciéndose en una madeja de goce imposible.
L- Que bien descrito. ¿Y que pasó?.
A- Ya te puedes imaginar, a partir de aquel día, solo esperábamos que mis padres se marcharan en algún en de las horas de ayuda escolar, -que gracias a Dios, ocurría con cierta frecuencia- para entra en ese mundo nuevo de sensaciones insospechadas que se empezó abrir para mi. En los días que nos quedábamos solos, fuimos descubriéndonos, avanzando y sintiéndonos asfixiados el uno en el placer del otro. No sabes la intensidad de las cosas que descubrí, quizás por lo desconocidas o quizás por lo nuevo, pero fue fantástico.
L- Así que el primito te enseño a sentir. Te descubrió un mundo nuevo de sensaciones y de misterio que hasta entonces solo imaginabas. Que solo era una sospecha.
A- Claro. Hasta entonces cualquier acontecimiento había sido solo imaginario. Ningún chico me había tocado, solo en la fantasía había visto a alguien besarme o tocarme. Así que cuando sentí sus dedos recorriéndome las piernas me falto poco para asfixiarme de manera tan extraña que la fatiga se convirtió placer. El roce me penetraba desde un cosquilleo de la piel de las ingles hasta un calor dulce en mi interior que me diluía las entrañas. Estaba empapada solo deseaba sentir sus dedos entre mis labios que no tardaron en llegar, haciéndome exhalar un profundo suspiro cuando recorrió, despacio, toda su longitud llevándome a un punto que iba a explotar en orgasmo.
L- Dios santo, solo de oírte soy yo la que tiene las bragas mojadas. Pensar en esa experiencia a los quince años me hace imaginar tu estado de excitación y me revuelve. ¿Qué ocurrió después?.
A- Con el sentido medio perdido por el placer y los nervios, mientras me acariciaba, tomo mi mano y se la coloco sobre la bragueta presionando la palma contra el bulto duro y largo que ocultaba la ropa. No puede evitar que toda mi atención se centrase en semejante experiencia. Me agarre a él sintiendo la enorme potencia que representaba su rigidez y su volumen y lo acaricié una y otra vez, entre el deseo de sentirlo y el temor de ser interpretada como una fresca. El tiempo y la impresión mantenida por los dedos disolvió esta duda, llevándome a un punto que no sabia si quería mas notar sus yemas en mi raja, o su erección en mi mano. Fuera como fuese, todo estaba por encima de lo esperado envolviéndome en una nube de placer que me obligaba a abandonarme aflojándome las fuerzas con la misma intensidad con que aumentaba el placer. Note como a través da la tela de su pantalón aquel cuerpo entraba en su limite y empezaba a convulsionar en espasmos repetidos y rápidos, poco después de que él se tensara como una tabla, que se alargaron, en el tiempo, entre un golpe y otro mientras una mancha humada aparecía atravesando el tejido al final de aquel cuerpo. Aquello fue el limite que rompió mi resistencia. La poca conciencia recuperada con el aviso de su corrida y la percepción repetidamente convulsa de su eyaculación se perdió en la misma impresión morbosa que sus golpes produjeron en mis cerebro, que espesando la niebla mental que me envolvía me aflojo el cuerpo entregándome a una dulce sensación creciente que me invadió hasta explotar en contracciones que no podía soportar. Se me aflojo todo el cuerpo hasta el punto en que los gemidos se hicieron llanto y me quede laxa, inerte, entregada.
L- La verdad es que tal y como me has contado tu primera experiencia, describe que la viviste y la conservas en el recuerdo con extraordinaria excitación. Es maravilloso, ver que un acontecimiento vivido hace tanto tiempo puede conservarse tan vivo y tan fresco en la memoria. No se trata de juegos de palabras, sino de que el contenido libidinal, sin perderse un segundo, conserva la intensidad que solo en esos años se puede experimentar. Solo de imaginarlo, -créeme-, me he excitado. Casi he podido ver a tu primito tocándote agitado y nervioso, y casi notar la sensación que tus manos al agarrarlo, de tu cuerpo al sentirse acariciado. He vivido tu orgasmo, casi y me entran deseos de sentir un cuerpo joven como el de el tocándome y tocándolo. Ufff, chica que calentón me has dado.