Mi primito Edu
Unas vacaciones de verano, toda la familia reunida, son un buen marco para un encuentro íntimo entre primos.Unas vacaciones de verano, toda la familia reunida, son un buen marco para un encuentro íntimo entre primos.
Mi primo Eduardo era muy sexy. Tenía el mejor cuerpo del mundo y su cara era típica de modelo de revista. En esa época yo debía tener unos 17 años, y él me atraía mucho. Recuerdo muy bien un verano en el que fuimos con toda la familia a la playa. Ese día yo llevaba puesta una ombliguera y unos shorts. Mi ombliguera era bastante escotada, y pillé a mi primo mirándome el escote más de una vez. Esa noche todos llegaron cansados después del largo viaje y se fueron a dormir. Sólo quedamos Eduardo y yo en el balcón, mirando al mar. Hablamos hasta las dos de la madrugada, ambos estábamos un poco tomados y la conversación empezaba a ponerse caliente. De repente, él paró de hablar, se acercó a mí, me miró a los ojos, me agarró por la cintura y me dio un largo y jugoso beso. Sin decir nada más se fue a dormir.
Al día siguiente, él como si nada, me saludó muy cariñoso como siempre y me propuso ir caminando a la playa con él. Yo ni corta ni perezosa acepté. Unos minutos después caminábamos cogidos de la mano por un sendero hacia la playa. Él no se atrevía a decir nada, yo tampoco. Llegando a la playa, él paró en seco. Levanté mi cabeza en signo de interrogación y en ese momento me volvió a besar aún más apasionadamente que la noche anterior. Nadie nos veía, así que él me cogió el culo y me acercó a él. Los besos y caricias iban aumentado cada vez más, y empecé a sentir la presión de su pene. Estaba muy excitada y no quería parar, pero sabía que en cualquier momento alguien nos podía ver. Así que paré y seguí caminando hacia la playa.
Lo perdí de vista por unos minutos, tal vez una media hora. Ya estaba más calmada, me puse boca abajo acostada en la playa para tomar el sol. Me solté la parte de arriba de mi bikini. Después llegó mi primo, y al verme así me propuso echarme la crema antisolar. Sus manos recorrían toda mi espalda suavemente, estábamos los dos solos en la playa así que empezó a pasarme las manos debajo de mis calzones cogiéndome las nalgas. De repente sentí su dedo en mi sexo acariciándome lenta y suavemente. Yo estaba muy excitada y muy mojada, él empezó a acariciar mi clítoris con suaves movimientos circulares. Abrí mis piernas y me puse en cuatro patas, él empezó a penetrarme con sus dedos. Yo me movía al compás de sus penetraciones cada vez más fuertes y rápidas.
Rápidamente tuve un orgasmo, sentía la electricidad que recorría mi cuerpo, unos segundos después me hallaba tirada en la arena sin más energías. Él se recostó a mi lado, y me acariciaba la cara, diciéndome que bella era y que hace rato que él quería hacerme eso.
Sentí que ya era el momento de darle a él el mismo placer que él me estaba dando a mí. Por lo tanto le dije que se recostara sobre la arena porque era mi turno de divertirme con él. Así lo hizo y empecé a jugar con su pene, cuando lo tuve en plena erección lo metí en mi boca y empecé a chupárselo vigorosamente. Sentía cómo su respiración aumentaba y de vez en cuando uno que otro gemido se escapaba de su garganta. De repente, sentí cómo su pene se puso completamente rígido y empecé a sentir su leche entrar en mi garganta, yo seguí moviendo mi cabeza dándole aún más placer. Cuando terminó, me puse a limpiarlo y lo dejé absolutamente brillante. Él estaba rendido, se quedó recostado sobre la arena con los ojos cerrados. Me agradeció con un dulce beso. Yo me acosté a su lado. Estuvimos así durante un largo tiempo.
Ya era la hora del almuerzo, así que nos pusimos en marcha hacia la casa. Estuvimos abrazados todo el camino, de vez en cuando parábamos para besarnos o abrazarnos. No paramos de mirarnos durante la comida. Por debajo de la mesa sentía como sus pies acariciaban los míos.
Después del almuerzo toda la familia se fue a la playa a bañarse y a tomar el sol. Eduardo y yo nos quedamos en la casa bajo el pretexto de arreglar los platos y la cocina. Nos pusimos a hacerlo lo más rápido posible, pero durante que lo hacíamos, hacíamos lo posible por tocarnos o besarnos. Cuando terminé, él me abrazó por detrás, empezó a tocarme por todas partes, me acariciaba el vientre, después los senos y por ultimo empezó a acariciarme tiernamente el sexo. Empecé a mojarme, y a sentir electricidad por mi cuerpo, sin querer empecé a gemir. Me di la vuelta y le di un beso apasionado. Después empecé a besar su cuello, su pecho hasta llegar a su sexo. Él ya estaba en erección así que le di unos cuantos lengüetazos, pero sentí cómo él me tomó por las manos para darme otro beso.
Me llevó hasta su habitación y cerró la puerta, me puso delicadamente sobre su cama y empezó a besarme por todas partes. Empezó por mis piernas y al llegar a mi sexo paró, y me besó en la boca. Fue bajando hasta llegar a mi ombligo. Yo estaba ya bastante mojada y quería más. Así que empecé a quitarme la camiseta que llevaba puesta y los shorts. Quedé en ropa interior. Él paró y se quedó mirándome y diciéndome lo bella que era. Después él retomó su trabajo. Mientras yo le quitaba sus bermudas él me quitó el sostén y luego los calzones. Me preguntó si era la primera vez. Yo le dije que no.
Mirándome a los ojos, se puso un condón, y besándome empezó a penetrarme lenta pero fuertemente. Paró cuando llegó a la mitad y me penetró hasta el fondo con mucha fuerza. Yo no pude evitar el gemido que salió de mi garganta. Él iba aumentando el ritmo y la fuerza cada vez más. Los dos sudábamos entre las sábanas y gemíamos apasionadamente. Después de unos minutos, sentí cómo un orgasmo empezaba a crecer dentro de mí. Le pedí que fuera más rápido, más fuerte, quería más, más, más, ¡¡¡MAS!!! Las paredes de mi vagina empezaron a contraerse y una fuente de líquidos bañó su pene. Cuando terminé él empezó a gemir y a darme más fuerte, lentamente sentí cómo un segundo orgasmo aún más fuerte que el primero crecía con fuerza dentro de mí. Para él era lo mismo, me daba más fuerte y más fuerte, con una fuerza de animal. Ambos terminamos completamente cansados pero felices. Nos quedamos ahí, acostados como una hora, sintiendo el roce de nuestras pieles y el ritmo de nuestra respiración.
Al final de la tarde bajamos a la playa. Todos se preguntaban que nos había pasado, a lo que respondimos que me dio un fuerte dolor de cabeza y que preferí quedarme en la casa y que mi primo muy amable me acompañó, cuidándome ya que yo era su prima preferida.