Mi primita y la tentación

Había cambiado la manera de verla, se volvió toda una tentación para mí.

Mi primita y la tentación

Quiero que sepan que el relato a leer es completamente verídico. Lo que me pasó fue una de las cosas más placenteras que he vivido y pienso que tal vez algo así ya no me volverá a pasar, la vida no te regala semejante placer dos veces.

Vivo en Paraguay, me llamo Ariel, tengo una familia normal con dos hermanas, una mayor que yo. Esto me pasó hace un año, cuando llevaba yo 21 años encima. Soy moreno claro, solo un tanto tostado, mido 1,72, ojos miel, cabello corto y negro y una silueta normal.

Un viernes, luego de haber llegado de la facu, mi tía llama por teléfono y me pregunta si al día siguiente (sábado) podía yo enseñar matemáticas a Dana, mi prima. Yo accedí encantado...

Dana es una chica morena, pequeña, de 18 años, con 1,65 m y con un estado físico como para comértela. Posee un excelente trasero y unos pechos hermosos, pelo largo, labios carnosos, nariz pequeña y ojos negros. Perfecta para mí. Siempre fue mi querida primita, nunca la vi más que simplemente una prima porque desde pequeña que nos visita con mis tíos. Lo raro, es que esa manera de verla fue desapareciendo y se convirtió en una atracción intensa. Cada domingo que mis tíos nos visitaban y almorzaban con la familia yo me volvía loco. Me excitaba el solo verla; mi imaginación volaba cuando frente a mis ojos se dibujaba su silueta, hasta soñaba con ella en las madrugadas. Fue así que yo de a poco fui queriendo conquistarla, poseerla y ella de a poco fue cayendo en mis redes, al menos eso creía yo.

Cada domingo de encuentro familiar nosotros jugábamos a intercambiar miradas, pero nada más que eso. Yo me volvía loco porque no sabía si ella sentía alguna atracción aun cuando hacíamos juegos de miradas. Es que ella es muy fría, tan calculadora, callada, que no sabía qué podía estar pensando en esos momentos. Sin embargo, yo no arrojé la toalla. Comenzaba a ir más seguido al gimnasio, hacía ejercicios y cada domingo de visita de mis tíos yo andaba sin remera y exibiéndome para ella, claro, era mi casa y andar así era sumamente normal. Trataba disimuladamente de acercarme a ella. Cuando la saludaba la estrechaba o cuando nos cruzábamos yo jugaba a molestarla inocentemente con cosquillas. De verdad que solo intentaba manosearla...

Fue pasando el tiempo y nuestras miradas se hacían más evidentes, pero nadie lo notaba en realidad, lo disimulábamos muy bien, nadie sospechaba nada. Sentía cuando me observaba estando sin remera o se acercaba a mi en demasía cuando necesitaba algo. Yo también así aprovechaba toda clase de oportunidad discreta para estar con ella.

Lo malo de todo esto es que si mi tío se enteraba me decapitaba. Aun así yo corrí el riesgo. Uno de esos domingos me encontraba leyendo el diario sentado en el sofá cuando ella se acerca y se sienta a un costado, en el respaldo de brazos, quedando sus muslos a la altura y en contacto con mis pectorales. Ella llevaba puesto una linda calza que marcaba sus muslos y levantaba sus nalgas.

D (DANA)- Qué leés?

Yo- Nada, mirando solamente.

Aprovechó que nadie estaba cerca y colocó su antebrazo sobre mi hombro, quedando sus muslos muy pegados a mí, observando el periódico que yo estaba leyendo. Conversamos así un rato, yo estaba contentísimo y hasta excitado por tenerla así de cerca. Pero solo duró algunos minutos porque mi hermana se acercó a pedirme dinero y Dana rápidamente se retiró antes que nos viera juntos.

Pasaron los días normalmente hasta que un viernes en el teléfono...

Tía- Hola, papito, podés enseñarle matemáticas mañana a tu primita? Está un poco floja y ya comienza sus exámenes.

Yo- No hay problema tía, mañana a la mañana puedo. A la tarde no porque voy al inglés.

Tía- Bueno, va a estar por allí temprano entonces. Chau, papito, gracias.

Yo- Chau, chau, tía, la espero.

Normalmente yo enseñaba a Dana aquí en casa, pero como siempre había gente yo nunca había intentado nada y me limitaba a rozarla supuestamente desprevenido. Dana se mostraba neutral con esos roces y yo no sabía qué pensar. No quería dar un paso en falso, faltarle el respeto y que al final me acuse con mis tíos, debía ser muy cauteloso. Tantas veces me sentí muy confundido, no sabía qué terreno estaba pisando, no quería cometer una locura. Pero ese viernes me dije a mi mismo que esto debía resolverse, como sabía que casi todos iban a salir ese sábado, me propuse comérmela la mañana siguiente, tirármela de una buena vez.

Amaneciendo un sábado soleado, me despierta mi hermana a las 8 y 10 de la mañana diciéndome que Dana ya está en la casa y que me está esperando. Me levando, me baño, visto, arreglo mi cama y salgo junto a Dana. Casí morí al verla, traía una blusita blanca apretada a sus pechos, una linda sandalia marrón, el pelo suelto hasta la mitad de la espalda y una faldita de vaquero increíble que dejaba ver gran parte de sus perfectos muslos. Era un sueño!!! Tomé aliento disimuladamente:

Yo- Hola Dana, tan temprano, pasá pues.

D- Hola Ariel, gracias.

La ubiqué en mi escritorio, retiré mis libros de él y le pedí su cuaderno y claro, cerré la puerta sin llave. Mis padres habían salido con mi hermana menor, solo quedaba la mayor que salió después de compras y nos dejó completamente solos.

Pasaban las horas y yo me volvía loco, no sabía como dar el primer paso, me encontraba re ansioso con una taquicardia increíble. Cada vez que me pedía que le explique algo yo me acercaba completamente a ella, y estando parado colocaba uno de mis pies encima de la silla sobre la que ella estaba sentada. Le explicaba los ejercicios distraído por tan hermosos pechos turgentes que se dejaban ver.

Pasaba el tiempo hasta que estando yo leyendo en la cama mientras ella hacía sus ejercicios se levantó y fue al baño. En ese tiempo me levanté y me senté en su asiento a controlar cómo estaba haciendo los ejercicios que le acababa de explicar.

Luego de tres minutos vuelve y sonríe:

D- jeje, que hacés, todavía no termino.

Yo- Ya sé, solo estoy viendo si lo estás haciendo bien.

D- Pero...

Y se acerca a mí mientras yo todavía estoy sentado. Tanto se acerca que su abdomen queda apoyado a mi brazo. Sentía esa faldita tan cerca, qué ricos se veían esos muslos. Me volvía terriblemente loco! Entonces, me di la vuelta hacia ella como para levantarme y darle su asiento y cuando me levanto, como ella no dio ningún paso atrás, quedo frente a ella, pegado a su cuerpo. Pensé rápido e inventé algo:

Yo- Tenés algo en el cabello

D- En serio? Quitame...

Fingiendo yo que algo desenredaba de su cabellera aprovechaba el tiempo, que parecía infinito, cerca de su cuerpo. Mientras fingía yo con su cabello sentía su respiración y me excitaba de manera tremenda.

D- Me lo quitaste?

Yo- Espera, ya sale...

Estaba excitadísimo y aparentemente ella también, bueno, así lo pensé en ese momento. Fue así que estando mi rostro tan cerca del suyo me decidí y llevé mis labios a los suyos. Al instante se echó para atrás un momento para mirarme y decir:

D- Ariel, que hacés?

Yo- Dana, -acercándome más- sos hermosa.

La besé de vuelta y esta vez no retrocedió, se dejó besar sumisamente. Lo hacíamos despacio y yo sentía esos labios fríos derretirse en los míos. Me fui cogiéndola de la cintura, una mano por vez, tímidamente. No quería que se me escapara, yo estaba en las nubes. Sus labios sabían a miel y yo los disfrutaba más y más. Me animé y mis manos comenzaron a bajar hacia sus muslos lentamente. La acariciaba las nalgas por encima de la faldita hasta que suavemente fui introduciendo una de mis manos por debajo de esa pollerita. Sus nalgas duras y firmes me tenían a mil. La fui empujando suavemente hacia el escritorio hasta que quedó apoyada a él. Seguíamos besándonos más rápida e intensamente. Sentí que ella estaba ya super excitada. Mis manos levantaron sutilmente su tanga hasta que deje de besarla, la miré, me agaché despacio, quedando mi rostro frente a su pelvis. Cogí su ropa interior, ella entreabrió las piernas y bajé despacio esa tanguita blanca que, para mi sorpresa, se encontraba bellamente húmeda. Levantó el pie izquierdo, luego el derecho, la despojé de la tanga y la puse a un lado en el suelo. La tomé de los muslos y lentamente fui subiendo por ellos a la vez que levantaba su falda. No dudé un segundo y comencé a besar sus entrepierna. Entreabiertas las piernas y un poco agachada comenzó a disfrutar. Mis labios recorrían su vagina húmeda, era una delicia, mi lengua restregaba incesantemente su clítoris. Ella se retorcía de placer y emitía pequeños gemidos y jadeos que a mi me enloquecían. Sus jugos mojaban mi rostro y me deleitaba con su tibio sabor. Seguí así un buen tiempo hasta que retorció sus piernas y dio unos gemidos entre cortados mientras que aprisionaba fuertemente mi rostro a su entrepierna.

Me puse de pie, la veía exhausta, la besé apasionadamente y ella jadeando sin aire. Se echa para atrás y toma mi pantalón, lo baja torpemente hasta toparse con mi boxer, lo baja de una vez y mi pene salta frente a su rostro. Sus ojos brillan, coge con una mano y lo comienza a sobar lentamente hasta llevarlo a la boca. Comienza a chupármela despacio acelerando el ritmo más y más. Yo me sentía en el cielo!!! No lo podía creer! Cogía yo su cabeza con ambas manos mientras me hacía el pete de mi vida. Sentir sus labios allá abajo, su saliva y lengua mezclándose en el movimiento, arriba abajo. Ese sonido increíble de mi pene rozando sus labios, era un paraíso!! Seguía con más fuerza hasta que sentí contraerse mis testículos y una lluvia de semen se disparó a su boca manchándola hasta el mentón y las mejillas. Verla bañada en mi leche fue algo que nunca voy a olvidar. Esa imagen me ha quedado impregnada en el cerebro.

Inmediatamente después de eso la levanté, me saqué la remera y le limpié el rostro. Seguí luego besándola y acariciando sus muslos. Mi pene aún estaba firme, me había dado media eyaculación. Abrí el cajón de mi escritorio detrás de ella y saqué un preservativo, me lo puse rápido, la cogí de la cintura y la tiré a mi cama. Espontáneamente ella abrió las piernas y me abalancé sobre ella. Mientras ubicaba mi pene en dirección a su vagina mis manos manoseaban sus firmes senos por debajo de aquella blusita blanca. Levanté la blusa y la saqué el sostén, fue allí que comencé a devorar desesperadamente sus pechos al mismo tiempo de oírla jadear como loca. Mi pene lentamente se fue abriendo paso entre sus piernas, sentí su himen pegado a mi glande e hice un movimiento brusco:

D- Ahhhhhmmmmm

se le escapó un grito agudo y fuerte de dolor y placer. Mi mano rápidamente calló su boca, me quedé quieto unos segundos, como arrepintiéndome de haberlo hecho así de fuerte. La observé y ella tenía los ojos húmedos.

Yo- Disculpame, Dana, disculpame.

Abrazada a mi cuello:

D- Seguí, Ariel.

Mi falo ya estaba completamente dentro. Me sentía un dios!!! Había robado la virginidad a mi primita. Comencé a embestirla suavemente por un momento, pero después de unos minutos la cabalgaba con una fuerza tremenda que movíamos la cama y esta rechinaba, a mi ya no me importaba el ruido a esas alturas, ya estaba completamente entregado. Me la estaba tirando con la faldita puesta, como en mis sueños. La cabalgué una y otra vez mientras le sobaba las senos y me devoraba su cuello. Sentía mi pene húmedo ir y venir apretado a su vagina hasta que los dos nos corrimos simultáneamente. Ella gimió y estrechó sus muslos contra mí regalándome una ola de jadeos, unos seguidos de otros. Qué fantástico, qué delicia.

Después de eso estuvimos ahí un rato acostados, abrazados y hablando, luego nos levantamos y ella comenzó de vuelta hacer sus ejercicios. Media hora más tarde llegan mis padres y mi hermana. Pasó un año y nadie se enteró de lo ocurrido. Después de aquella vez ya no hemos vuelto a hacerlo, pero quedamos como muy buenos amigos. Si por ahí surge alguna oportunidad, tal vez lo haga de vuelta.