Mi primita utiliza mi bicicleta estacionaria

Historia de cómo una simple bicicleta estacionaria desencadena la primera vez de mi primita priscila, a quien tuve el gusto de inaugurarle todos sus agujeros.

Empezaré diciendo que vivo solo en mi departamento, a partir de la fecha en que me divorcié, por malos entendidos con mi esposa. Sucede pues que, entre nuestras compras realizadas en el matrimonio, adquirimos una bicicleta estacionaria bastante útil para nuestros ejercicios diarios. Aquella se encontraba completamente equipada y realmente nos había costado una fortuna. Pero valía la pena para conservar la estética de nuestros cuerpos.

Sucede que en la repartición de las cosas que quedaban para cada uno, yo pedí quedarme con dicha bicicleta. Es más, hace ya bastante tiempo que mi ex esposa no la utilizaba, así que no me costó mucho quedarme con ella.

Así pasó el tiempo hasta que un buen día, mi tío, que vivía en una ciudad lejana a la mía, me llamó por teléfono:

Sobrino, te quiero pedir un favor.

Dime, de qué se trata.

Sucede que Priscila, la menor de mis pequeñas, ha ingresado a la Universidad.

Que buena noticia tío – le respondí

Bueno, lo que pasa es que sus estudios son en la ciudad donde tú vives, así que allí está el motivo de mi llamada. Sé que vives solo en un departamento grande, no sé si podrás acoger por unos días a tu prima mientras va buscando un cuarto cerca de la universidad.

Me quedé pensando, aquello implicaba perder un poco de privacidad en mi departamento, pero a las finales decidí aceptar. No veía a mi prima desde que tenía 5 años, cuando era una pequeña gordita molestosa.

Ok tío, ¿cuando viene?

Mañana en la mañana.

Demasiado rápido, tenía todo desordenado, pero no me quedaba otra, así que acordamos que sea así.

Al día siguiente, suena el intercomunicador de mi departamento:

Sí? Buenos días.

Hola Juan, soy Priscila.

Ah, hola, pasa, le dije y apreté el intercomunicador.

Al llegar al departamento, me apresuré a abrirle la puerta para evitar ser descortés, encontrándome con una tremenda mujer que distaba de ser la niña regordeta de hace 11 años atrás cuando la vi por última vez.

Hola primito, a los años

Ho… la, le dije balbuceando producto del impacto que me había causado ver semejante escultura de mujer.

Y es que, en efecto, era una despampanante mujer, quien a su edad, ya lucía unas pronunciadas caderas y unas nalgas paraditas, y ni que decir de sus tetas que se marcaban en su polo rosado apretadito. Para colmo, había llegado luciendo una minifalda que con las justas si llegaba a tapar sus torneados muslos.

Pasa por favor primita, le dije y, mientras ingresaba, me daba la oportunidad de apreciar sus preciosas formas.

Luego de un dialogo intrascendente, se instaló en su habitación, pidiéndome de inmediato la ducha ya que en esta ciudad el calor es insoportable, clima que dista del frío de su ciudad.

No pasó desapercibida en dicha ocasión, la bicicleta estacionaria de la que les hablaba líneas arriba.

Que hermosa bicicleta, es completísima – afirmó Priscila poniendo una cara de sorpresa con la boca bien abierta (yo en ese momento la miraba e imaginaba mi pene cubriendo dicha cabidad).

Si deseas la puedes usar cuando desees – me apresuré en decirle.

Hay gracias, me será de mucha utilidad, dado que no creo tener tiempo para seguir con mi ritmo del gimnasio ahora que iré a la universidad.

Claro, era obvio que semejante cuerpo no era producto de la madre naturaleza, se lo había ganado con tesón en cada sesión del gimnasio.

Así pasaron los días y la rutina siguió su curso normal. Al parecer, Priscila no hacía grandes esfuerzos por buscar un cuarto, mientras que a mi no me disgustaba su compañía evidentemente.

Mi prima sabía ya, unas semanas después, mi horario de trabajo y los momentos en que no me encontraba en casa. Sucede que, una tarde, intempestivamente, decidí regresar al departamento por unos documentos que se me habían quedado. Ni se me pasó por la mente avisarle, simplemente me dirigí para allá.

Al llegar, abro la puerta y me encuentro con mi prima en el mueble de la sala, cubierta solamente con una pequeña toalla y la cabeza mojada que me indicaba que había salido de ducharse. Me pareció ver que tiraba debajo del mueble un pequeño objeto que no alcancé a percibir que era. Se le notaba muy agitada y sudorosa, lo que hacía contraste con su precioso cabello risado totalmente mojado.

Hola, disculpa por no avisar, es que dejé unos documentos.

Ups – Dijo tratando de cubrirse su desnudo cuerpo con unos nervios que denotaban que había estado haciendo algo más que descansar – Disculpa primito, soy yo la que no debo estar en estas fachas en casa, tu eres el dueño del departamento.

Diciendo eso corrió a su cuarto cerrando raudamente la puerta.

Ante eso, me apresuré a mirar debajo del mueble, para ver el objeto que había tirado. En su desesperación y nerviosismo, no se dio cuenta de ese detalle al correr a su cuarto.

Eureka, descubrí lo que había ocultado en ese momento, se trataba de un consolador. Que bien que olía, aún se encontraba húmedo y obviamente eran sus jugos vaginales los que se encontraban impregnados en dicho objeto.

Pensé en guardármelo, pero preferí atormentar a mi primita. Saqué inmediatamente mi lapicero de tinta indeleble y puse mis iniciales en dicho consolador y lo dejé donde lo había encontrado. Con ello, Priscila sabría que yo lo había encontrado.

Ese día me retiré al trabajo normalmente y la cosa no pasó a mayores.

Unos días después, regresé del trabajo y para mi sorpresa mi prima no se encontraba en casa. Había dejado una nota que decía: Búscalo nuevamente en el mismo lugar.

Me quedé intrigado pero, recordando el episodio de hace algunos días atrás, pensé que se trataba de su consolador. Para mi sorpresa, en efecto, había dejado su consolador debajo del mueble, al igual que la vez anterior. Esta vez, aparte de mis iniciales, se encontraban sobrepuestas con tinta indeleble las suyas.

Ya la tenía en mis manos, solo era cuestión de dar el primer paso y eso iba a desencadenar una de las que serían, mis mejores folladas.

Yo sabía que mi prima todos los días a las seis de la mañana hacía treinta minutos de ejercicios en mi bicicleta estacionaria. La verdad es que solo la escuchaba salir de su cuarto a hacer su rutina de ejercicios, dado que era tanto el cansancio que me vencía y prefería quedarme en mi cuarto.

Pero ese día sería distinto. Al día siguiente de encontrar la nota dejada por mi prima y el consolador con sus iniciales, decidí no ir a laborar, para así reponer fuerzas y poder despertar a las seis de la mañana.

6.00 a.m.

  • Hola primo, que milagro despierto – me dijo Priscila con una mirada coqueta que se deslizaba sobre mi cuerpo cubierto solamente con una estrecha pijama.

Yo también le eché un vistazo. Que espectáculo me había perdido todos estos días. Mi prima hacía su rutina de ejercicios con un pequeño short que ni siquiera cubría totalmente su entrepierna y con un top deportivo que dejaba ver sus preciosos y puntiagudos pezones.

Bueno primita, es que desde hoy quiero hacer ejercicios contigo.

Ahhhh, pero tendrás que esperar que termine de usar la bicicleta, porque ya te gané por derecho de llegada.

No hay problema, yo espero, le dije mientras tomaba un vaso de agua y me colocaba atrás suyo a una distancia media para observarla mientras hacía sus ejercicios.

Pasaban los minutos y yo seguía observando como movía las caderas y las nalgas al ritmo de la música y pedaleando lentamente, mientras que en algunas ocasiones notaba como de reojo me lanzaba una mirada furtiva como coqueteando.

Primito, podrás levantar un poquito más el asiento de la bicicleta, desde hace varios días que está duro – Me dijo señalándolo pero no haciendo absolutamente nada por sacar sus grandes nalgas de allí para hacer mi trabajo.

Ok muñeca, ahorita lo soluciono, le dije.

Mientras trataba de aflojar el tubo, que realmente estaba duro, Priscila se quedaba sentada mirando a la pared, manteniendo sus nalgotas a pocos centímetros de mis manos, que pugnaban por solucionar el problema. Era realmente imposible hacerlo mientras mi prima estuviera allí sentada.

En ese momento me di cuenta que esa era la oportunidad. Mientras le iba diciendo que levante un poco el cuerpo para que se pueda aflojar, le di un par de palmadas en las nalgas como indicándole que las hiciera para arriba. Priscila no me contestó ni se inmutó ante mi pedido y menos ante las nalgadas, así que decidí entrar en acción. Metí mi mano izquierda entre su culo y el asiento, levantándoselo levemente para poder, con la derecha, aflojar el tubo. No había reacción, tenía mi mano entre sus nalgas, sintiendo lo caliente que se encontraba esa zona.

En ese momento olvidé totalmente mi trabajo y utilicé mi mano derecha para acariciarle las nalgas, mientras mi otra mano seguía levantándoselas.

Ya estaba en mis manos, ella no decía absolutamente nada y se dejaba hacer, lo que me indicaba que debía continuar, dejando por un momento sus preciosas nalgas y empezando el recorrido hacia arriba, sobando sus hermosos senos por encima de su top. Pero que duritos se sentían sus pezones, que caliente que estaba mi prima en ese momento que acerqué todo mi cuerpo pegándomele sobre su espalda. Ella lanzaba pequeños gemidos que me indicaban que debía seguir mi recorrido.

Así, logré sacarle el top y ver por primera vez sus rosados senos, acompañados por unos preciosos pezones rosados, que me invitaban a quedarme todo el día chupándolos.

Mi prima solamente gemía, mientras ya su mano se acercaba lentamente hacia las tiras que amarraba el pantalón de mi pijama. Con buena destreza, las desamarró, con lo que cayó inmediatamente mi pantalón, dejando afuera mi gran tranca que ya en ese momento se encontraba más grande de lo normal producto de la gran excitación que se había generado.

Ella aún pedaleaba mientras que con su mano empezaba a masturbarme, subiendo y bajándola lentamente haciéndome delirar con esa paja sensacional.

Yo le besaba la nuca para excitarla aún más y ella respondía con pequeños gemidos pero sin decir nada expresamente. Volteó su cara hacia mí, encontrándose por primera vez nuestros labios, iniciando un tremendo beso apasionado entrelazando nuestras lenguas desesperadamente. Se había desencadenado la pasión y no sabía hasta donde sería capaz de llegar mi primita, quien a sus escasos años, ya me demostraba que era una ardiente mujer.

En ese momento, decidí dar un paso más, me separé de ella, y me senté encima del timón de la bicicleta, dejando frente a sus ojos, mi tremendo pene. Priscila entendió el mensaje y rápidamente se inclinó metiéndose medio pene en su pequeña boquita, sin dejar su posición y sin dejar de pedalear, empezó a darme una mamada de película. Yo para ese entonces estaba en la gloria, Priscila hacía lo posible por no posar sus dientes en mi pene, pero era tan reducida su boquita, que la sentía realmente bastante apretadita. Y ni que decir del calor que desplegaba su cavidad bucal y su lengua que revoloteaba alrededor de mi glande. Priscila se agarraba de mis nalgas tratando de introducirse la mayor cantidad de pene posible en su estrecha boquita, metiéndola y sacándola haciéndome estallar la cabeza de placer.

En ese momento ya la sensación de correrme se hacía cada vez más evidente, así que sin avisarle, le lancé chorros de leche acumulada en su preciosa boca, los cuales servilmente degustó y se los pasó, limpiando totalmente mi pene hasta sacarle la última gota.

Para esto, yo había descansado lo suficiente el día anterior y no estaba dispuesto a dejar eso allí no más, así que me bajé de la bicicleta y poniéndome nuevamente de espaldas a ella, empecé a sacarle el shorcito que cubría su hermoso culo. Priscila solo tenía dicha prenda, no usaba calzón, lo que me facilitó las cosas. Su hermosa vagina se encontraba totalmente depilada y se mostraba muy caliente, percibiéndose pequeños hilitos viscosos que me indicaban que ya se estaba lubricando naturalmente producto del momento. Procedí a lamer y a morder dichas nalgas rosadas, grandes, preciosas, aquellas nalgas que habían sido la inspiración para mis pajas nocturnas. Le metía la lengua por todos los lados, de la vagina al ano y viceversa. Su ano se mostraba palpitante y no dejaba de agrandarse y achicarse a cada arremetida de mi lengua. Pensé que este era un festín a plato completo, así que metí mi dedo meñique en su orificio anal, haciendo que pegue un pequeño respingo.

  • Tranquila, le dije únicamente.

Y nuevamente se relajó y se dejó llevar. Hundía mi dedo cada vez con más consistencia y cada vez más adentro. Cuando observé que aquel ano que en los primeros minutos apretaba fuertemente mi dedo iba cediendo, procedí a meterle otro dedo, haciendo que Priscila lance un gemido mezcla de placer y dolor. Pero no me iba a detener, ese culo tenía que ser mío, ya habían sido muchas las noches de pajas nocturnas pensando en cómo serían esas nalgas y cómo sería hundirle mi pene al final de sus entrañas, por lo que no iba a desperdiciar dicha oportunidad. De vez en cuando la miraba, ella con la boquita abierta y apoyaba en la parte delantera de la bicicleta, gozaba con la situación, haciendo sus gemidos cada vez más sonoros.

Mientras mis dedos entraban y salían de su ano, otros dos entraban y salían de su preciosa vagina, para así dilatar ambos huecos que recibirían posteriormente mi pene que latía como diciéndome que ya necesitaba entrar en acción.

Hazlo ya primito por favor.

Por primera vez mi primita hablaba en ese momento. ¿Era una orden o una suplica? Sea lo que fuere, no la debía hacer esperar, me paré y levantándole un poco las nalgas, le encajé mi polla dentro de su apretada vagina, pensando que por lo que me había demostrado, ya dicho hueco estaba bien recorrido.

Me equivoqué, la entrada no me fue muy fácil a pesar de los jugos que fluían por dicha zona. Ingreso lenta pero firmemente mi pene en aquel estrecho canal, cuando de repente veo que salen pequeños fluídos rojos, que indicaban que me había llevado consigo su precioso tesoro: su virginidad. Rápidamente dirigí la mirada al rostro de mi prima, viéndola con el ceño fruncido y con el dedo medio metido en su boca, dando gemidos confundidos entre el dolor que le había causado su desvirgamiento y el placer que sentía.

Ya estaba adentro, así que tenía que seguir no más, así que comencé a bombear lentamente para ir, poco a poco, aumentando el ritmo de mis arremetidas.

Ya en unos minutos, Priscila nuevamente gemía únicamente de placer, así que le sujeté firmemente la cintura con ambas manos y empecé un bombeo radical, fuerte, veloz, incesante que no hacía más que hacer gritar de placer a mi prima. Creo que ese día todo el edificio se dio cuenta que la habían follado por la manera como gritaba la condenada.

Que hermoso culo, subía y bajaba al ritmo de mi pene, ella sujetándose del timón de la bicicleta, ligeramente inclinada, me daba un espectáculo sensacional.

Pero mi plato de fondo no se debía hacer esperar, así que bajándola de la bicicleta la hice poner a cuatro patas, apoyando su cabecita en el suelo, con lo que me dejó todo su culo en pompa listo para ser empalmado.

Desde mi posición se podía apreciar como aquel ano pedía batalla, se abría y cerraba de una manera alarmante producto de la inserción de mis dedos por allí minutos antes.

Posé mi glande en la entrada, empezando a hacer fuerza poco a poco.

Por allí no primito, por favor, con el descomunal aparato que te manejas me lo vas a destrozar. Dijo en un tono poco convincente.

No te preocupes, que intentaré ser lo más delicado mi muñequita. Le mentí.

Poco a poco, mi glande se habría paso estirando sus pliegues exteriores y, mientras hacía eso, no paraba de mirarle la expresión de dolor de la cara de mi hermosa primita. Eso me excitaba aún más. De repente, ya estaba adentro el glande, con lo que procedí a hacer pequeños devaneos sacándolo y metiéndolo poco a poco para que se vaya acostumbrando ese hermoso culo a dicha invasión.

Al ver que iba cediendo, no me aguanté más y dejé caer mi peso sobre su cuerpo, con lo que mi tranca se enterró hasta el fondo de su ser. Ella solamente atinó a abrir su boca sin lanzar expresión alguna, como una nena privada que no puede pronunciar palabra. Lo peor ya había pasado, le dejé por unos segundos toda mi tranca enterrada en sus entrañas, sintiendo como me la apretaba dentro de sí, lo que me invitó a, segundos después, iniciar el bombeo respectivo. Mi primita chillaba como si la estuvieran torturando, qué iba a pensar yo en esta situación hace once años atrás cuando vi por última vez a mi primita que en dicho momento era una pequeña niña regordeta de escasos cinco años. Ahora era toda una mujer, una preciosa mujer que había sido inaugurada por sus tres huecos en un mismo día y por una misma tranca. La tranca de su primo, que se había deleitado con tan estrechos conductos, que se había deleitado completamente y hasta la saciedad.

No pude resistir más, sentí como mi pene se hacía cada vez más grande, sentí los deseos incontenibles pero excitantemente agradables de vaciarme por segunda vez, así que cogí nuevamente las caderas de mi primita y arremetí contra ese culote, vaciando mi semen dentro de su ser, llenándola con caliente y abundante leche que ponía el punto final para dicha inauguración. Dejé unos instantes mi pene dentro de mi primita, hasta que vaya bajando poco a poco producto del cansancio, a ella se le veía sudorosa y con la cara totalmente roja. Cuando saqué mi pene, vi como su entrepierna se encontraba empapada, la condenada también se había corrido, yo no lo había notado porque sus gemidos eran gritos estrepitosos mientras me la comía.

Ambos nos levantamos y nos dirigimos a la ducha, ya que obviamente después de un buen ejercicio siempre es reconfortable un buen baño.

Así empezó mi rutina de ejercicios con mi primita, la cual continúo con nuevas historias a ser contadas a futuro.