Mi primera y única infidelidad.

Dedicado a una autora muy especial.

Un saludo lectores.

Me llamo Vanessa, tengo cuarenta y un años, estatura baja alrededor de metro sesenta y cinco, castaña con melena hasta los hombros, talla noventa y cinco de pecho, complexión delgada con una ligera tripita, he dado a luz dos veces y uso gafas.

Me casé a los veintisiete años, aunque antes de conocer a mi marido tuve un par de novios sin que llegase a más.

Trabajo en una agencia de seguros, por motivos obvios no os diré en qué ciudad vivo.

Tengo dos hijos, la parejita, de siete y cinco añitos. La relación con mi esposo es muy buena, aunque existe cierta monotonía y rutina en el día a día.

Por motivos laborales acudí a un congreso de tres días en una ciudad del este de España. El viernes a la tarde ya me encontraba en Madrid donde haría noche en casa de mi prima Sonia para el Sábado a la tarde coger el tren que me llevaría de vuelta a mi hogar.

Sonia me recogió en la estación y ya en su casa, tras ducharme, cenamos tranquilamente.

Sentadas en el sofá viendo una serie en la tele nos pusimos al día tras casi un año sin coincidir.

Alrededor de las diez y media la puerta de entrada se abrió, entrando un hombre de color.

-Buenas noches Marcus, saludó mi prima.

-Buenas noches, respondió el joven mirándome directamente como si me estuviese analizando.

Mi prima hizo las pertinentes presentaciones y el hombre se fue directo a la cocina con intención de cenar.

Marcus realmente impresionaba, negro como el ébano, cercano al metro ochenta y cinco, rapado al cero y perilla. Bien formado, muy musculoso, con unas espaldas anchísimas. Vestía unos vaqueros y una camiseta muy ceñida que resaltaba sus pectorales y fuertes brazos.

Miré a mi prima con cara de sorpresa. Según me comentó, Marcus era un estudiante del programa Erasmus que estaba cursando un grado en España mientras hacía prácticas. Estaba de alquiler en su casa.

-Por un momento pensé que te habías echado un noviete, y menudo noviete, - comenté en tono divertido a mi prima-.

-Noooo, después del divorcio no quiero ningún hombre en mi vida, otra cosa son follamigos - contestó guiñando un ojo-

Su gesto cómplice y el modo singular de elevar las cejas por parte de mi prima llamó mi atención.

-Tu..., tu y ese joven,...., habéis,...., habéis..., ya sabes - susurré.

-¿Habéis que?, - preguntó-.

-No te hagas la tonta, contesté intrigada.

Mi prima no contestó aunque el rictus de su cara y su sonrojez lo dijo todo.

-¿Y que tal es el sexo con él?, - pregunté con curiosidad -.

Mirando hacia la puerta no sea que Marcus apareciese contestó:

-Un verdadero semental, me deja totalmente destrozada, es brutal. No te enfades pero creo que tu marido no tiene ninguna comparación con el poderío de Marcus.

Mi prima debió percatarse de mi gesto de notando enfado ya que se disculpó al momento.

-¿Y,...., y..., es cierto lo que dicen del tamaño?, - proseguí con el interrogatorio-.

Mi prima se sonrió ruborizándose como una adolescente.

-Digamos que todas las veces que lo hemos hecho, y repito TODAS, me ha dejado más que satisfecha, más que mi ex marido en ocho años de matrimonio.

Me vino a la cabeza la figura del ex de Sonia, particularmente nunca me cayó bien, un auténtico gilipollas además de vago y chulo.

En ese instante el móvil de prima sonó. Mientras hablaba su semblante cambió, había varias urgencias en su clínica veterinaria y tenía que irse.

-A ver que me haces con Marcus, acuérdate de tu marido y el voto matrimonial de fidelidad que hiciste, - se río de broma mientras cerraba la puerta-.

Tras hablar con mi esposo, me fuí directamente a la cama. Cruzando el estrecho y corto pasillo, me percaté que la puerta de la habitación de Marcus estaba entreabierta, la débil luz de una lamparita alumbraba la estancia.

El chico estaba tumbado en la cama sin pijama leyendo, un bóxer de color rojo ocultaba su zona genital. Me quedé embobada y con los ojos abiertos como platos observando a ese joven de color, sus poderosos pectorales, los grandes brazos y sus piernas musculadas de hacer mucho ejercicio.

Nuestras miradas se cruzaron, en ese instante sentí una leve punzada en el estómago.

-Voy,..., voy,..., voy a acostarme, - balbuceé estúpidamente.-.

-Buenas noches Vanessa, si necesitas algo ya sabes donde me tienes, - contestó-.

Si tono de voz me pareció especial, sonrojada como un tomate y totalmente azorada entré en mi habitación. Apoyada contra la puerta sentí mi corazón latir desbocadamente, recordé las palabras del apuesto joven, ¿se me había insinuado descaradamente?.

Mientras me desnudaba delante del espejo me contemplé, la imagen que me devolvía era la de una mujer madura, con un cuerpo que si bien no era el de una colegiala, todavía provocaba que los hombres se volviesen al pasar.

Me quité el sujetador maldiciéndome internamente, cuando hice la maleta no metí pijamas sino un par de camisones que llegaban hasta medio muslo.

Nuevamente me vi en el espejo, mis pechos algo caídos no eran los de una joven, me giré, el hilo dental de mi tanga negro dejaba a la vista unas nalgas que ya no eran tan firmes y duras como antaño.

En mi mente resonaron nuevamente las palabras de Marcus: "si necesitas algo ya sabes donde me tienes". Sentí como se empitonaban mis pezones y algo de humedad en mi sexo

En ese instante llamaron a la puerta, me sobresalté al ver que la manilla se movía.

-Soy Marcus.

-Estoy desnuda, no pases, no pases grité agarrando con fuerza la manilla.

-No pretendía asustarte Vanessa escuché tras la puerta, he quedado con unos amigos y me voy, se queda sola.

-Va..., vale...., contesté.

Tras Cerrar Marcus la puerta de casa se hizo el silencio. No podía dormir, el calor era sofocante y no dejaba de dar vueltas sobre la cama.

Un leve ruido me sobresaltó, vi que la manilla lentamente giraba hasta abrirse la puerta, la tenue luz de la luna me permitió ver como a mi dormitorio accedía Marcus.

Me encontraba totalmente desnuda sobre mi cama, tenía lo boca muy seca y pastosa, no podía articular palabra. El hombre se acercó lentamente:

-¿Me estabas esperando Vanessa?.

Su enorme mano se posó sobre mí desnudo muslo. En ese instante desperté sobresaltada, encendí la luz y respiré aliviada, había sido una maldita pesadilla.

Respirando agitadamente me observé en el espejo, totalmente despeinada sudando copiosamente. Me quité el camisón, mis pezones estaban duros como las piedras y en mi prenda íntima nítidamente se marcaba una enorme mancha de humedad.

Me cambié de tanga y camisón. La casa estaba silenciosa, fui al aseo a orinar, lavarme la cara y domar mi cabello.

Al salir del baño me fije que la puerta de la habitación de Marcus se encontraba cerrada, todavía no había llegado, aliviada respiré profundamente.

Me sentía muy sedienta y entrando en la cocina abrí el frigorífico cogiendo un botellín de agua. Tras de mí escuché un ruido, me giré exhalando un gritito mientras el botellín caía al suelo.

-Soy Marcus, estaba fumando en la terraza, - escuché su voz-.

No pude articular palabra. Gracias a luz de la nevera abierta ví como el hombre se acercaba muy lentamente, con los ojos desorbitados me recreé en su formidable y joven cuerpo. Era la viva imagen del pecado.

-Siento haberte asustado, creo que deberías recoger el botellín alguien podría pisarlo y caerse, - ordenó más que insinuó -.

-Yo,...., yo,..., yo, - balbuceé tontamente-.

-RECOGELO, - su tono fue duro-.

Temblando me agaché en cuclillas entreabriendo ligeramente mis piernas. Sin percatarme le ofrecí una espléndida visión de las piernas y en especial de la parte interna de mis muslos.

-Me excitan las braguitas negras, o ¿usas tanga? - preguntó mientras se acercaba aún más - .

Mi boca seguía seca y pastosa, no pude contestar. Marcus estaba a menos de metro y medio.

Muy lentamente me fui incorporando observando con todo lujo de detalles las poderosas y musculadas piernas de ese joven negro hasta llegar a la altura de su bóxer de color rojo muy intenso que apenas podía ocultar una tremenda erección.

Puesta en pie, y ante la impresionante presencia de Marcus yo parecía insignificante, en ese momento, de nuevo recordé lo que mi prima implícitamente había comentado sobre el tamaño de las vergas de esos hombres.

-¿Que llevas puesto ahora, braguitas o tanga ?,-insistió de nuevo-.

-Ta..., tanga - contesté sin saber realmente lo que decía-.

-Mejor,...., mucho mejor,..., me excitan las mujeres que la usáis, sobre todo si sois blancas y estáis casadas, llevas una alianza preciosa, - se jactó con un tono chulesco-.

Mis pezones se empitonaron, estaban tan duros y tiesos que el fino roce del camisón me provocó un escalofrío de placer, con la respiración desbocada sentí una leve contracción en mi vagina, una especie de pequeño orgasmo, mientras mi sexo lubricaba como nunca en toda mi vida.

Marcus se aproximó a escasos centímetros de mi cuerpo, debido a su tremenda altura tuve que levantar mi cabeza, su sonrisa dejaba a la vista una hilera de dientes blancos perfectos.

Sus enormes manazas asieron mis muñecas, un tremendo escalofrío sacudió mi cuerpo, mientras Marcus sin atisbo de duda se percataba de mí tremenda calentura...

CONTINUARÁ....

Gracias mi musa.