Mi primera visita a un Club Naturista en París

Muchas veces había fantaseado con ir a un club de sexo a hacer realidad mis más oscuras fantasías. Nunca había osado. Estando de viaje de trabajo en París me animé a ir a l’Impacte, un club naturista masculino en el que por fin pude cumplir con creces algunas de estas fantasías

Mi primera visita a un club naturista en París.

Por motivos laborales, de nuevo tenía que pasar un par de días en París. Había cogido el maldito “killer flight” de las 6 de la mañana para llegar lo antes posible a la reunión en nuestras oficinas del centro de la ciudad. Al llegar al aeropuerto de Orly, justo empezaba a nevar, nada extraordinario a finales de febrero. Por suerte ya había reservado,  y me ahorré esperar en las colas interminables de taxis de los lunes por la mañana. A pesar del tráfico bajo la nieve, conseguí llegar a tiempo a mi primera reunión de día. En la oficina, el día fue muy intenso, reunión tras reunión. Afortunadamente tanto el plan anual y como presupuesto que presenté fue aprobado por los “Jefes” de la Sede.

A las cinco de la tarde había terminado mi jornada laboral y decidí irme al hotel muy cerca del Arco de Triunfo.  Debido a mi trabajo, viajo muy a menudo, así que siempre intento ir a Boutique Hotels, que tienen  un poco de personalidad que no te dan las grandes cadenas. Al llegar, tuve la agradable sorpresa de encontrarme en la recepción con Nishan, el guapo conserje armenio con el que me había compartido algo más que una conversación  en mi última estancia en el hotel.

- Bienvenido a nuestro hotel Monsieur Girbau. Es un placer contar de nuevo con su presencia.

- Nishan, el placer es mío. Espero poder gozar de tu compañía una vez hayas terminado tu turno.

- Lamento decirle M. Girbau que hoy, al terminar mi turno, tengo otros compromisos. Si en su próxima visita me avisa con tiempo, con gustó subiré a hacerle una visita a su habitación.

Una pena que Nishan no estuviera disponible para amenizar mi velada. Nishan es muy majete, además está super bueno y en nuestro último encuentro compartimos una noche de sexo desenfrenado. 190cm de morenazo puro músculo, con barba, peludo y super varonil.

En cualquier caso, a pesar del frío, antes de cenar tenía que salir a correr 25 km ya que en 3 semanas tenía que correr una Maratón. Tengo 43 años, 185 cm, cuerpo atlético por las horas de deporte que llevo acumuladas a lo largo de los años, ojos azules y pelo canoso. Mi físico, junto a el buen tamaño de mi pene, 19cm, me ha ayudado siempre a la hora de ligar.

Subí a cambiarme a mi habitación, me calcé mis zapatillas y con música de Red Hot Chili Peppers salí a hacer la tediosa “tirada larga”. Por suerte había dejado de nevar. Me dirigí al Bois de Boulogne, hacía muchos años que no iba y casi había olvidado que era un sitio de cruising y prostitución de travestis. En los senderos del bosque, cada cierto tiempo me iba encontrando con camionetas aparcadas con luces (guirnaldas) de colores en el interior en la cabina. Dentro había travestis, la mayoría mulatas. Según pude deducir cuando las luces decorativas estaban encendidas estaban disponibles. Cuando llegaba algún cliente, apagaban las luces y se lo llevaban a la parte de atrás para hacer el servicio.

Después del entreno volví al hotel. Estaba helado y empapado ya que los 5 últimos km los hice corriendo bajo la aguanieve. Nishan ya no estaba en la recepción, deduje que ya había terminado su turno. Subí a la habitación, me duché, pedí Room Service para cenar en la habitación y repasé unos cuantos emails. A eso de las 10h cuando ya disponía a acostarme, me acordé de un consejo que me había dado una  amigo: “Tú que vas tan a menudo a París, deberías ir algún día a l’Impacte”, un club nudista de crusing que hay en le Marais”. Cuando me lo dijo, casi ni le escuché ya que yo nunca había visitado este tipo de locales, pero de repente me había acordado del tema. Seguramente tendría que ver que Nishan no hubiese estado disponible para pasar la noche conmigo y me hubiese quedado con las ganas.

En realidad, siempre había tenido curiosidad de ir a un local de este tipo y experimentar cosas que nunca había osado hacer, pero por pudor nunca me había atrevido. Qué carajo, qué mejor sitio para iniciarme que París, una ciudad en la que conocía poca gente y las posibilidades de encontrarme con alguien conocido eran casi nulas.

Decidí vestirme llamar a un taxi e ir. El taxi me dejó delante de una discreta puerta a pie de calle. La puerta estaba cerrada, llame al timbre y al cabo de un minuto abrió la puerta un negro tipo armario que llevaba unos vaqueros apretadísimos y una camiseta a reventar, le debía ir dos tañas pequeñas.

- Buenas noches, ¿es su primera vez en l’Impacte? ¿Está usted al tanto de que esto es un club nudista para hombres?

- Sí, es mi primera vez, ¿podría explicarme cómo funciona?

- La entrada son 15€, le incluye una bebida. Al entrar tendrá que desnudarse y dejar toda su ropa salvo calcetines y zapatos que tendrá que llevar puestos, en una bolsa. Vaya a la barra con la bolsa y le darán un brazalete con un numero para la consumición y recuperar sus pertenencias cuando se vaya….

Pagué el ticket y crucé una cortina que había al lado de la entrada. Detrás de la cortina había un bar. Tal como me habían indicado, me desnudé y dejé todas mis pertenencias en una bolsa de plástico negra, me dirigí a la barra y me entregaron mi brazalete. El camarero me indicó que había unas escaleras para bajar a la zona de “acción” En la zona de bar, además de la barra con taburetes, había 2 pantallas grandes proyectando porno y una especie de jaula de cristal para los fumadores. Supongo que, por ser un lunes, todo estaba tranquilo. En el bar, además del camarero, sólo había sólo 3 clientes: un jovencito oriental, pequeñito, con gafas y poco dotado. También había una pareja de guapos treintañeros franceses que parecían ser asiduos ya que estaban hablando animadamente con el camarero.

Al ver que no había mucho movimiento en el bar, decidí ir a explorar el resto del local. Bajé una empinada escalera que llevaba al sótano, la decoración era tipo mazmorra con paredes de piedra, techos abovedados y luz tenue. Una vez allí, descubrí una zona con una gran cama y un sling colgado del techo, en aquel momento no había nadie. Seguí un pasillo y me encontré una zona de cabinas separadas unas de otras por redes de camuflaje de inspiración militar, también vacías. Por todo el local había dispensadores de condones y lubricante, cogí unos cuantos por si acaso. Seguí por otro pasillo y me encontré con una especie de mini laberinto hecho por mamparas llenas de gloryholes. Allí me encontré con un atractivo tipo de unos 35 años. Cuerpo fibrado, ojos verdes, castaño con bigote, unas botas de caña alta. Llevaba un botecito de poppers en la mano.

Me pareció de lo más lo más apetecible. Me acerqué despacio y empecé a acariciarle todo el torso y a besarle el cuello. Pareció gustarle pues empezó a acariciarme todo el cuerpo y a comerme los pezones. Estuvimos un rato jugando, disfrutando tranquilamente de nuestros cuerpos hasta que se puso de rodillas y empezó a chuparme la polla. Lo hacía muy bien. Siempre digo se nota mucho si el que te como la polla lo está disfrutando, si lo disfruta y se entrega, entonces lo disfrutas tú tambien. Empezó comiéndomela tranquilamente, alternando el glande y las pelotas. Yo cada vez me estaba poniéndome más cachondo, me animé y empecé a follarle bien la boca. Le vinieron algunas arcadas, abrió el poppers, esnifó un poco, mágicamente su garganta se abrió y pude metérsela bien hasta el fondo. Estaba desbocado, follándole a saco la boca a aquel desconocido. Entonces recordé que aquella noche podía llevar a cabo muchas fantasías que nunca había experimentado antes. Para empezar, estaba al lado de una mampara con un agujero a la altura de la polla, nunca había estado en un glory hole así que le pedí al colega que me la chupara des del otro lado del agujero. ¡Qué morbo de situación! ¡!Estaba cachondisimo! me tenía a mil. Al cabo de un rato de comerme la polla en el glory hole, vi que el tio se daba la vuelta y ponía el culo a mi disposición. Me di cuenta de que el asiático del bar estaba poniéndose las botas viéndonos y me puse todavía más cachondo. Me enfundé un condón y empecé a follármelo a través del agujero. Estaba tan dilatado que entró de golpe, empezando un mete y saca frenético. Lo del glory hole tenía su gracia, pero me dificultaba la maniobra y no podía metérsela bien hasta el fondo así que fui al otro lado de la pared. El buenorro del bigote, apoyó sus manos en la pared y puso su culo en pompa. Me encanta la visión de una espalda en forma de V con el culo en pompa cuando me estoy follando a alguien. ¡Qué caída de riñones! Empecé a follarle hasta el fondo y se veía que el tipo disfrutaba como una perra.

Entonces me acordé de otra de mis fantasías no cumplidas: probar un sling. Fuimos a la zona del sling. Por el camino vi a la pareja de francesitos de antes en la cama en 69 comiéndose respectivamente sus grandes pollas. Una vez en el columpio, el colega del bigote se montó en el aparato. ¡Qué maravilla de invento!, tenía su culo a mi disposición a la altura perfecta, me enfundé otro condón y empecé a follármelo de nuevo. La postura permitía una penetración muy profunda y sin cansarme, él le dio de nuevo al Popper y entró en una especie de estado de tránsito. Recuerdo que cada estocada que le metía seguía el ritmo frenético del “chumba chumba” de la música que se oía de fondo desde el bar. Fue una follada memorable. Estuvimos follando un buen rato, el colega se corrió un par de veces sin tocarse… hasta que yo me corrí exhausto.

Subimos al bar un rato a descansar y recuperarnos de tanta actividad. En el bar se nos acercó René, un chico de unos 20 añitos, pero con un físico imponente, casi 2 metros de altura, rubio, pelo recogido en una coleta, unos ojos verdes preciosos y cuerpo de nadador. Un Adonis, vaya. Nos comentó que nos había visto follando en el sling y que se había puesto super cachondo, que tenía en ano palpitando… Se me acercó, me puso su mano en el paquete, y me cogió la mía y se la llevó a su culo. Estaba claro que René quería marcha…

Bajamos al sótano y nos fuimos a la gran cama, al lado de la parejita de franceses que seguían con su fiesta. Sólo llegar, René se abalanzó encima y me pegó un morreo impresionante. Que bueno estaba el tío. Mientras tanto, el de bigote ya se había amorrado de nuevo a chuparme la polla como si no hubiera mañana…  Al cabo de un rato René se puso a cuatro patas, abriéndose los cachetes del culo. Qué pedazo de culo, todo depiladito, me lancé a comérselo. Olía a limpio, a cloro de piscina. Estuve lamiendo, chupando y metiéndole la lengua un buen rato, apoyó la cabeza y el pecho en la cama y el culo se veía todavía más impotente. Me molaba un montón tener a semejante gigante sometido a mi voluntad, pidiéndome polla y que lo follara. Me enfundé un condón y le metí la polla en aquel culazo. Estaba tan lubricando que entró sin demasiada dificultad. La pareja de franceses que teníamos al lado había parado y al ver René tan entregado le pusieron sus grandes pollas cerca de su boca. Este no les hizo ascos e intentó comérselas, a  pesar de que con las embestidas que le estaba metiendo era difícil atinar a todo. Así estuvimos unos minutos hasta que la parejita se acabó corriendo en la cara de René y yo en su culo. Al terminar René me dijo que había disfrutado un montón de mi polla y que se lo había pasado de puta madre. También era la primera vez que iba a un local de este tipo…  Estuvimos un rato tumbados en la cama reponiéndonos.

Eran las dos de la madrugada, me dirigía hacía la salida, dando la noche por terminada, cuando me animé a dar la ultima puti-vuelta. Pasando por la zona de cabinas de camuflaje, vi que el portero que me había abierto la puerta estaba enculando al pequeño asiático. Me hizo una señal para que entrara y me pidió que le follara. A pesar de mi agotamiento, la idea de follarme a aquel armario que estaba, a su vez follandose a otro, me hizo sacar las últimas fuerzas. ¡Participar en un trenecito era otra de mis fantasías no cumplidas! Le enchufé la polla a la boca del asiático para que me pusiera a tono y una vez tieso, me puse un condón y dirigí mi polla al culo del portero. Éste se abrió las cachas para facilitar la entrada. Después de dos ó tres intentos, conseguí metérsela y lentamente le fui penetrando hasta llegar al fondo. Me costó un poco sincronizar el ritmo de mis estocadas con las suyas con el asiático, pero cuando lo conseguí fue una experiencia indescriptible… Me corrí una última vez, desplomándome encima de su espalda.

Como pude subí al bar recuperé mis cosas y volví al hotel.

Estaba exhausto, había madrugado, después de un largo día de trabajo, había corrido 25 km y me había pegado una “maratón” de sexo cumpliendo algunas de mis fantasías…

Le debía una al amigo que me había recomendado ir a “l’Impacte”. Seguro que encontraría la manera de recompensarle. 😉

Joan Girbau