Mi primera vez y fue con un transexual
Un encuentro casual lleva a una noche desenfrenada de descubrimientos
Era mi primer año en la Universidad y yo era claramente un recién llegado a la vida en la ciudad. Hasta entonces había vivido en el pueblo y me desplazaba al instituto en un pueblo de siete mil habitantes situado a treinta kilómetros. Ahora estaba sólo, conviviendo con dos desconocidos que sólo les interesaba como compañero de piso para compartir el alquiler, por lo demás cada uno íbamos por independiente.
Debido a mi ajustado presupuesto y a que no me gustaba beber no salía de fiesta ni los jueves, ni los viernes, ni los sábados. Mi rutina se componía de clase, cocina, correr por el parque, estudiar y dormir. No era muy excitante pero me bastaba.
Llegados a finales de octubre, y aprovechando que Todos los Santos caía en lunes, pareció como si la mayor parte de los estudiantes de fuera decidieran darse una vuelta por casa. El jueves antes del fin de semana había tenido un tirón muscular que achaqué al estar entrenando todos los días por lo que me di el viernes de descanso.
El viernes por la noche, harto de estar cerrado en el piso estudiando decidí probar un poquito la noche local. Como hacía bueno me vestí con una camiseta de manga corta, pantalón y chaqueta vaquera y unas cómodas deportivas para caminar.
Estuve dando vueltas de acá para allá pero no conseguía ver a nadie conocido. Como tampoco me gusta beber tampoco me atraían los grupos que compartían botellas de whisky y cola. Cansado me retiré aun Pub donde el ambiente era relajado a pesar de estar lleno casi hasta los topes. Me senté en una esquina y pedí una cerveza, miraba de vez en cuando el reloj para aparentar que estaba esperando a alguien mientras esperaba a que se pasara el rato.
De repente oí una voz femenina decir “lo siento” y sentí que me cogían por la cara y me besaban con intensidad en la boca. Abrí los ojos de par en par pero la cara que vi parecía pendiente de alguien que pasaba al lado nuestro… Quizás fueran unos tipos que iban discutiendo a media voz con cara de pocos amigos. Cuando pareció convencerse de que ya no había problema me soltó.
- Lo siento mucho, pero no quería que me vieran…
Era una chica de rostro dulce y agradable, con un pelo oscuro y liso que caía detrás de sus hombros. Era al menos un cuarte más alta que yo. Llevaba un vestido largo sin mangas con un discreto escote cuadrado y una fila de botones por todo el lateral pero sólo abotonados hasta por debajo de la cintura mostrando generosamente sus piernas y realzando un culo interesante y respingón. En los pies unas simples sandalias doradas de tacón (no menos de 10 cm.) sujetas con una fina correa al tobillo.
- No pasa nada. Relájate. Toma algo.
No lo dije muy en serio. Más que nada por parecer educado, pero ella me cogió la palabra y pidió un poco de ron con cola. Intentó explicarme de manera verdaderamente confusa la razón por la que huía de esos tipos, aunque tampoco me interesaba mucho. Luego se fue relajando y cuando se hubo bebido el segundo vaso ya tenía la suficiente confianza como para apoyarse entre mis piernas y acariciarlas con cierto nerviosismo… de vez en cuando. Inquieto y nervioso, por mucho que lo disimulase, miré el reloj y viendo la hora que era decidí retirarme.
- Deja que te de las gracias de nuevo, al menos.
Me pidió al comunicarle mi marcha. Me encogí de hombros y de nuevo me besó en la boca, pero esta vez sin agobios. Sentí como su lengua presionaba mis labios y le abrí paso sin saber muy bien como reaccionar. Creo que me comporté torpemente ante sus insinuaciones, pero aquel beso pareció despertarme. De nuevo habló con voz melosa:
- Déjame que te acompañe un rato.
Me cogió por el brazo y pegándose a mí como si fuera su salvavidas me sacó del local. Ya fuera su mano se deslizó por mi espalda hasta hacerse un sitio en el bolsillo trasero del pantalón, y apoyaba de vez en cuando su cabeza en mi hombro… Siempre sonriendo, con esa mirada de ansiedad y los labios luminosos que me atraían.
Apenas llevábamos diez minutos fuera cuando ella se puso rígida como si hubiera saltado una alarma. Se colocó frente a mí y abrazándome con fuerza volvió a besarme mientras sentía como sus piernas se frotaban contra la mía. Pasó un grupo de gente voceando, nos silbaron unos y otros nos deleitaron con varias propuestas sobre lo que tenía que hacer con ella antes de que se hiciera de día.
- Por favor, mi piso está por aquí cerca. Acompáñame. No me gustaría encontrarme con esos a solas.
Cómo iba a decir yo que no. Nadie hubiera sido capaz de resistirse a esa propuesta de hacer de caballero. Esta vez ella puso un paso rápido y en un par de minutos nos detuvimos frente al portal de un viejo edificio de piedra. De su escote sacó un colgante donde iba un manojo de llaves. Abrió la puerta y cogiéndome por la mano dijo:
- Déjame darte las gracias por lo que has hecho.
Estuve a punto de decir que no, pero me dejé llevar. Subimos por las escaleras al tercer piso y una vez allí entramos en su piso. Sencillo, acogedor, colorista, con alfombras coloristas en el suelo y un gran espejo en las puertas de un armario que había en la entrada. Me hizo descalzarme y ambos nos calzamos unas pantuflas. Me llevó a un pequeño salón ocupado en una pared por un sofá de tres plazas con una pequeña mesita de café frente a él; en el otro lado un armario acristalado, un televisor y una estantería repleta de libros. La tercera pared era un amplio ventanal que daba a la calle y que aparecía cubierto por una tupida cortina.
¿Qué quieres de beber?
Algo suave. No estoy acostumbrado al alcohol.
Me sonrió y pareció que su rostro se iluminaba. Sirvió en dos vasos grandes dos diferentes licores. El que me ofreció olía dulce.
- Un poco de moscatel. Es lo más suave que tengo.
Chocó el vaso suyo contra el mío como si brindásemos y se bebió de un trago todo el contenido. Yo me conformé con un pequeño trago dulce al paladar pero al que reconocí una importante carga de alcohol. Una vez hubo acabado me quitó el vaso y le colocó junto al suyo en la mesita de café. Me miró y volvió a besarme con la misma intensidad que la última vez.
- Déjame agradecértelo como mereces.
Dijo mientras me abría el pantalón. Se encontró con el pene crecido pero no totalmente rígido. Me sonrió y se la metió en la boca. Se comportó con delicadeza y logró que estuviera rápidamente dura y a tono.
- No sigas más o pronto me correré.
La avisé torpemente con educación. Ella abandonó el miembro y me volvió a besar. Esta vez seguí el juego a su lengua mientras sus manos apretaban mi culo contra ella. Luego me quitó de golpe la chaqueta vaquera, tirando de un brazo me llevó al dormitorio. Allí estábamos a media luz, suave y acogedora. Me fue abriendo la camisa, besándome el pecho, mordisqueándome los pezones y cuando acabó la arrojó al suelo. Me arrojó a la cama y terminó de desnudarme totalmente.
Era ella quien llevaba las riendas del juego y yo me comportaba como lo que era… un novato. Se desabotonó el vestido y lo dejó caer junto a una silla. Tenía unos pechos pequeños, casi infantiles, pero puntiagudos y con unos pezones prominentes. Más abajo un brillante pendiente en el ombligo de un vientre suave levemente plano. Y por último un tanga en cuero negro.
- Espero que no te moleste.
Me avisó a la vez que se deshacía de la última prenda. Entonces pude ver que lucía una delgada polla casi erecta de casi quince centímetros en cuya punta parecía adivinarse el brillo de cierta humedad. Me sorprendió pero no reaccioné como supongo que ella esperaba (era mi primera vez practicando sexo), sino que me levanté y la volví a besar pegándome a ella haciendo que nuestros miembros quedaran atrapados contra nuestros vientres.
Desde luego en ese momento me daba igual acostarme con una mujer o con un hombre. Sólo quería acostarme con ella o con él o con lo que fuese. Había logrado que la deseara. Me agaché y comencé por explorarla con la lengua, como si estuviera saboreando un helado.
- Espera… Déjame.
Me pidió tumbándome de nuevo en la cama. Luego ella se colocó sobre mí para que practicásemos un 69. Intenté suplir mi inexperiencia intentando imitar a lo que sentía hasta cierto punto. Ella era atrevida y no sólo se tragaba casi todo el miembro, o saboreaba los testículos, sino que su lengua se acercó al agujero de mi culo y comenzó a mojarlo logrando que estuviera a punto de estallar. Podía sentir como su lengua presionaba y aquello me encantaba. Cuando le avisé que iba a estallar se giró y comenzó a frotar su pene contra el mío mientras me devoraba por dentro con su lengua.
Pude sentir perfectamente como los chorros calientes de semen me llegaban casi hasta el pecho mientras ella observaba sin dejar de mover sus caderas y presionarme.
- Ya verás…- Me dijo cuando sentí uno de sus dedos entrando en mi culo. – No te vas a arrepentir.
En realidad sus dedos recogieron buena parte de mi corrida y la estaban utilizando como lubricante. Primero fue uno quien abrió camino y me devolvió el vigor a mi verga. Luego dos presionó para hacer sitio mientras ella me mordisqueaba los pezones, la oreja o el cuello y con la otra me atraía hacia ella. Entonces lo noté. Pude sentir como colocaba la punta contra mi culo y comenzaba a presionar.
- Relájate y déjate llevar.
Me sugirió. Intenté obedecerla. Hice por no oponer resistencia pero no pude evitar que mi agujero virgen aun fuera un poco pequeño para aquel afilado miembro y necesitase un tiempo para aceptarle. Era algo extraño y nuevo el sentir como iba penetrando dentro de mí. Para relajarme ella intentó distraerme besándome, pero ambos teníamos los pensamientos en otros sitios.
Cuando por fin paró por un momento no me hubiera importado que hubiera ido un poco más adentro.
- Esto es… Increíble.
Murmuré entre dientes mientras jadeaba sudoroso con los ojos cerrados intentando asimilar todo lo que mis sentidos me decían.
- Pues esto sólo es el principio.
Muy despacio comenzó un metesaca suave que me excitó aun más y sin poder evitarlo comencé a acariciarme luchando para no hacerlo demasiado bien y correrme antes de tiempo. Ella era complaciente. Quería que disfrutara. Los dos tumbados de lado con nuestros cuerpos pegados…
- Quiero verte mientras me follas.
Confesé según me vino la fantasía. Ella sonrió.
-De acuerdo.
Se retiró momentáneamente dejando un vacío que se me hizo inmenso. Me colocó boca arriba poniendo varias almohadas bajo mis riñones para alzar el culo. Me abrió de piernas y de nuevo me volvió a penetrar, esta vez sin problemas y con rapidez. Comenzó a bombear, esta vez con más energía. Cerré mis piernas contra su cuerpo para sentir más fuerte las sacudidas y ella se aceleró. Yo no podía resistirme y descaradamente me comencé a masturbar viéndola a ella gozar. Quizás por un momento pensé en el condón, pero ya no había marcha atrás. Ambos nos corrimos casi a la vez. Cuando sentí como me llenaba creí enloquecer y alcancé mi segundo orgasmo. De nuevo el semen corrió por mi vientre y agradecida recogió lo más grueso con su lengua para acabar compartiéndolo conmigo en un apoteósico beso que parecía no acabar nunca.
Me hice a un lado para que se tumbase. Los dos estábamos cubiertos por una fina capa de sudor. Ahora que ella de nuevo se había retirado sentía el vacío en mi cuerpo. Parecía agotada y su cara de niña buena hacía más tierna el verla. Como si necesitase mantenerla satisfecha y contenta mientras estuviésemos juntos. Comencé cubriendo de saliva su miembro y acariciándolo con mi mano como si le estuviera haciendo una paja. Ella me miró con interés. Cuando sentí que estaba lo suficientemente fuerte me coloque sobre ella y con mucho cuidado me fui sentando sobre su miembro hasta quedar totalmente empalado. Se la veía sorprendida.
Como tantas veces había visto en los vídeos pornográficos intenté emular a las actrices y cabalgar sentado sobre ella. Al principio lo intenté de rodillas, despacio y sin prisas era agradable pero parecía que así se me haría eterno. Cambié a cuclillas apoyándome con los brazos hacia atrás y esta vez si logré una cabalgada salvaje. Sentía como me ardía de deseo mi verga cuando me golpeaba una y otra vez contra el estómago. Podía oírla gemir, e incluso sus manos comenzaron a guiar mis movimientos para acelerarlos o ralentizarlos y cuando por fin se corrió no pudo evitar un pequeño grito de gozo mientras se relajaba totalmente.
- Creo que ahora me vendría bien un baño.
Sugerí aun sentado sobre ella sintiendo como su miembro iba perdiendo la erección.
Sales al pasillo, y la del fondo.
Gracias.
Con cuidado de retener todo lo que tengo, hecho una carrerita hasta el bidet donde dejo que vaya saliendo todo lo que ha recogido mi culo esa noche. Ella entra como si nada y enciende la ducha…
- Nos limpiaremos y lo pasaremos bien.
Me dice invitándome a entrar.
Comienza ella llenando una esponja de jabón y limpiándome de la cabeza a los pies, poniendo especial interés en limpiarme el culo con potentes chorros de agua templada… Muy sensual e higiénico, incluso mi polla recobra de nuevo la firmeza y turgencia que la caracteriza cuando está lista.
Mi turno es más lento. No tengo prisa en acabar ese rato. Cuido bien de recorrer todo su cuerpo con la esponja pero no puede impedir que me centre en algunos rincones más que en otros. Con la esponja acaricio su rabo y con la otra mano, cubierta de jabón tanteo su culo que se abre generoso a mis insinuaciones.
- Es increíble el ser joven… Después de toda la noche y todavía tienes vida…
Se gira dándome la espalda y con las manos abre su culo animándome a penetrarla. No me lo pienso y una vez embadurnada mi polla bien de jabón líquido, la coloco frente al agujero y empiezo a empujar.
Es estrecho pero entra sin problemas.
- Hummm. Es más gordita de lo que creía. La siento… Como me llena.
Yo también sentí como crecía un poco más una vez entraba en ella, como si aun pudiera crecer más.
- No tengas compasión. Fóllame como si fuera una puta. Rómpeme el culo.
Necesité unos movimientos para aprender hasta donde podía sacar y cuando lo tuve seguro entonces pasé a comportarme como un cabrón. Inicié un metesaca rápido y violento, con la izquierda rodeaba su cintura para no perderla y con la derecha comencé a pajear su polla que se mostraba dura y desafiante.
Ella se apoyaba con ambas manos en la pared y mantenía las piernas abiertas, y entre ambos caía el agua sonando los cuerpos al chocar de una manera obscena.
- Sí… Sigue así. Venga. Más adentro… Me viene… Lo siento.
Poco a poco se tensó hasta que en un instante todo su cuerpo pareció bloquearse y pude sentir los latidos de su polla en mi mano al correrse. Incluso como acaba chorreando su semen por entre mis dedos. Le ofrecí mi mano manchada y ella la saboreó como si fuera una ambrosia, se liberó de mi pene y arrodillándose frente a mí me finalizó con una mamada realizada sólo con la lengua bajo el agua. Tuve que apoyarme en las paredes para no caerme.
Terminamos de limpiarnos y secarnos, excitados pero sabiendo que estábamos demasiado cerca del límite de nuestros cuerpos ese día. Una vez acabados nos tumbamos en la cama. Ella inclinada sobre mí, con su cabeza en mi pecho y una pierna suya rodeando mi derecha. No me importó. Rápidamente me quedé dormido.
A la mañana siguiente me despertó la luz que se colaba entre los huecos de la persiana y la cortina. Sentía a mi polla dolorosamente tiesa como un palo y a mi culo escocido después de toda la marcha de la noche. Estaba de lado, mirando a la pared. Ella me tenía rodeado con un brazo y podía sentir su rabo entre mi culo más o menos crecido.
Con cuidado conseguí zafarme de su abrazo sin que se despertara. Me la quedé mirando y me pareció tan atractiva o más que por la noche. Por un momento estuve pensando en volver a retomar otra ración de sexo pero me contuve.
Recogí la ropa, me vestí y según me disponía a salir, cuando me estaba calzando las deportivas vi un taco de papel y un bolígrafo sobre una mesita junto al teléfono móvil. La dejé una nota:
“Éste es mi número de teléfono por si quieres repetir otro día. Ha sido genial para ser mi primera vez. Gracias”
Luego salí casi sin hacer ruido. Eran las diez y media. A la una menos cuarto, mientras preparaba algo de ensalada para comer sonó mi teléfono móvil.
Diga.
¿Te parece bien si quedamos esta noche a las diez?
Sin lugar a dudas era ella. Sonreí.
Puede que mi culo no esté totalmente recuperado.
Déjame a mí. Sabré ser cuidadosa.
AUTOR : Jorge R. Quinto