Mi primera vez y de madura

Adulta conocí el placer con un perro

Soy una mujer de 50 años con una extraña afición sexual.

Estoy casada hace más de 20 años pero con una hija de 10, durante mucho tiempo disfruté del matrimonio con mi marido y sobre todo el sexo. Con él experimenté todo lo que creí posible y la pasé muy bien. Pero cuando nació nuestra hija por decisión propia renuncié a mi trabajo ya que el de mi marido bastaba y sobraba para mantenernos, trabajaba mucho pero gana bastante bien.

Lamentablemente eso hizo que descuidara mi figura. Siempre fui rellena pero ahora estaba gorda, muy gorda y descuidada. Mi marido hacía mucho que me cogía más por compromiso que por placer. Las ganas de coger yo la tenía pero hasta él me había dejado de interesar.

Tenía todas las mañanas para mí porque mi marido trabajaba y mi hija en el colegio ambos hasta la tarde y la señora que limpiaba llegaba después de almorzar, pero eso era algo que siempre hacía sola.

Mi marido me inició en los relatos hace mucho y me encanta leer de todo tipo salvo una categoría que nunca me interesó “zoofilia”, hasta ahora.

En mi vecindario hay un Golden retriever enorme que es de nuestros vecinos que es muy cariñoso, en extremo diría. Al principio me molestaba porque hasta ese momento pensé que no me gustaban los animales. Se llamaba Jaco y era un pervertido, siempre queriendo montar otros perros ya sean machos o hembras. Mi familia lo adoraba y siempre andaba por mi casa a cualquier hora porque hasta de su casa lo corrían.

Un día me encontraba buscando algo debajo de una mueble de la cocina y en una ráfaga de movimiento Jaco me montó con una potencia increíble. Cómo tenía un vestido largo no me pudo penetrar pero me costó zafar de él por la fuerza que me ejercía. Cuando me solté lo reté y corrí de casa. Enojada me fui a mi habitación y para calmarme prendí la compu para calmarme. La situación me había ofuscado y no podía entender que ese animal me haya querido coger, tampoco entendía cómo alguien podía tener relaciones de esa manera.

Todavía no sé qué me llevó a eso pero tratando de comprender esa situación entré en una página de relatos de zoofilia. Leí muchos pocos creíbles hasta que encontré uno que casi describía lo que me estaba pasando. Fue contando muy detalladamente cómo la falta de atención sexual la empujó a tener relaciones con su perro. Era tan descriptivo y vívido que sin darme cuenta me estaba masturbando.

Terminó el relato y salí hasta la calle, abrí la puerta y dejé entrar a jaco, lo subí al sillón e hice que se acostara. Mi mano fue hasta la pija de perro y lo empecé a acariciar, él se estiró disfrutando la situación. Solamente lo acaricié y se desplegó su pija, era grande, roja y muy venosa, salvo el tamaño no me parecía linda. Con las caricias se quiso levantar pero le puse una mano en cuello y se quedó quieto. Lo masturbé hasta que acabó pero él quería más.

Durante todo el día me sentí un poco culpable pero no dejaba de pensar en el perro.

Al otro día ni bien quedé sola busqué más relatos pero con el perro a mis pies, quería saber todo.

Lo primero que hice fue untar un poco de miel en mi concha y hacer que me la chupe, me hizo acabar tres veces con esa lengua rugosa. Me dejó exhausta y lo dejé recontra caliente al pobre.

Al otro día lo llevé hasta mi cama y sólo dejé que me chupara hasta segundos antes de acabar, me puse en cuatro (previamente le puse medias en las patas delanteras) y abracé una almohada. Jaco no demoró nada y me montó. Al principio empujaba pero no embocaba, me quedé quieta más por miedo que por calentura hasta que embocó.

La sensación fue extrema. Al principio sentí un pedazo pequeño de carne tocando mis nalgas que fue creciendo en cada embestida pero fue cuestión de segundos que se hizo enorme. Me dio un par de embestidas con su pija gruesa y sentí lo que me daba temor, el bulbo creciendo dentro de mí. Toda la pija del perro la tenía en mi interior y sin posibilidad de zafarse. Me caían lágrimas de placer. Jaco estaba quieto y fui quien tomó la iniciativa, de a poco fui moviendo mis caderas para que esa pija se mueva dentro de mí. De esa manera acabé dos veces hasta que se soltó. Esto lo repetimos CINCO veces seguida y Jaco podía seguramente varias veces más. Tenía la concha roja de placer y sus fluidos habían manchado toda la cama.

No dejé de coger ese perro durante dos semanas casi consecutivas salvo por los fin de semanas. El problema era que jaco no dejaba de buscarme y cuando me veía se le paraba la pija.

Lo único que me contuvo fue chupársela. Durante un tiempo me dio un poco de asco hasta que un día después que me sacara dos orgasmos con su lengua y dos más con su pija me pareció que debía compensarlo aunque él no lo pidiera (a mi marido se la chupe por menos).

Le empecé a acariciar la pija y cómo su dulce amante fui acercando mi cara a su miembro. No sé si entendió lo que iba a pasar pero juro que se volvió a estirar abriendo sus patas traseras. Mi instinto primero fue oler y a medida que lo hacía mis dedos lo acariciaban hasta que su pija salió en todo su esplendor. Mi lengua fue en busca de esa masa roja y lo recorrí en todo su largo, me gustó. Mis labios se abrieron y me lo tragué entero. Otra vez tuve que evitar con una mano que se incorpore porque quería terminar mi trabajo, lo estaba disfrutando. Se la chupé hasta que empezó a lanzar sus jugos y ahí pasó otra situación, no pude dejar de tragar, no dejé escapar ni una gota de su semen. Jamás mi marido consiguió lo que jaco y lo peor es que entendí que había perdido mis límites.