Mi primera vez. (Relato ampliado).
Traspasé la delgada línea que separa el placer del dolor, me pregunto cómo es posible que recuerde con añoranza algo que fue tan doloroso e incluso humillante, que extraño es el ser humano.
Mi primera vez.
Traspasé la delgada línea que separa el placer del dolor, me pregunto cómo es posible que recuerde con añoranza algo que fue tan doloroso e incluso humillante, que extraño es el ser humano. Hoy me he dado cuenta de ello, han pasado ya mucho tiempo. Aun no existía Internet ni los teléfonos móviles. Tenía yo entonces 25 años, casado y con una vida de las que se llaman normales. Una noche después de tomar unas copas, estábamos mi mujer y yo viendo un vídeo porno de temática bisexual, en el cual el protagonista era follado por el culo en varias ocasiones durante la película. Para mi sorpresa me dí cuanta de que las escenas de sexo gay me estaban excitando tanto como las heterosexuales. No le dí importancia, y después de aquello nos fuimos mi mujer y yo a la cama a follar como era habitual, sobre todo después de ver una película porno. Durante lo días siguientes mi cabeza siguió dándole vueltas al asunto, tal vez no era tan malo que te metieran una polla por el culo, si tantos hombres lo hacían, algo bueno tendría aquello. Hasta que un día decidí comprar una revista de contactos para adultos. En ella vi un anuncio que me llamó la atención. Decía algo así: "Hombre 40 años bix, me ofrezco para parejas, y también para hombres solos preferentemente pasivos. Ofrezco y pido seriedad y discreción... etc." Y de nuevo mi cabeza empezó a darle vueltas al asunto, sobre todo en las horas interminables de trabajo rutinario en una oficina. Estaba obsesionado con aquel anuncio, ¿Que podía perder llamando? Tampoco me iban a desvirgar por teléfono. Hasta que una noche, envalentonado por un par de copas, me decidí a llamar a la revista. Creo recordar que me dijeron que debía dejar un nombre y un número de contacto. No podía dejar el de mi casa, así que dejé el número de la oficina y de mi extensión. Al día siguiente recibí la primera llamada. Nervioso y en voz baja le pedí que me diera un número donde llamarle, allí no podía hablar con libertad. Accedió sin ningún problema. Prometí llamarlo al salir de trabajo y así lo hice. Le conté que todo había sido un error por mi parte, que ahora estaba arrepentido de haber llamado, que a mi nunca me habían gustado los hombres etc. Me escucho pacientemente sin interrumpirme. Luego con tono cariñoso respondió: --No te preocupes, se muy bien como te sientes, si no me vuelves a llamar, lo haré yo. Sé que al final me dirás que si. Y colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca. Pasó una semana, y ya me estaba olvidando del incidente, cuando de nuevo recibí una llamada en la oficina. --Hola Toni, soy yo, Carlos, el del anuncio. --Por favor no me llames aquí, estoy trabajando. --¿Donde quieres que lo haga si no tengo otro número? --Yo te llamaré luego. --Y colgué el teléfono. Al salir del trabajo le volví a llamar desde una cabina. --¿Carlos? Soy Toni. --Hola Toni, ¿Que, te lo has pensado ya? --Creí habértelo dejado claro el primer día? --Pero que tienes que perder, sé que lo deseas pero tienes miedo. --Si es verdad que tengo miedo, por eso ya no deseo hacerlo. La conversación se alargó durante varios minutos, poco a poco se fue ganando mi confianza, y fui bajando la guardia. Me sorprendí contándole experiencia de mi vida sexual, y de mis deseos más ocultos. Como que a veces me metía un dedo en el culo estando en la ducha, imaginando que era una polla. Termine por ceder a su deseo y acepté tener una cita. La voz de aquel hombre me había conquistado, deduje que debía ser sensible y encantador. No podía temer nada malo de él. Quedamos para el día siguiente en una gasolinera a unos veinte kilómetros de mi casa. Me hizo una señal desde su coche, y le seguí. Nos dirigimos a las afueras de la ciudad, debo decir que yo estaba algo asustado, no sabía dónde íbamos ni si aquello era algún tipo de trampa o broma de mal gusto. Hoy día aun me sorprendo pensando en mi inconsciencia. Al poco tiempo llegamos a una casa rural, había luz dentro y y se veía la televisión encendida. Por lo que dudé cuando me invitó a entrar. --No te preocupes, --Dijo riendo--Se trata de que dejo la televisión encendida cuando salgo, para simular que hay alguien en la casa. Respiré aliviado... Ya dentro de la casa lo pude ver mejor, era un hombre alto, moreno y algo mayor que yo, quizá unos 40 años y de aspecto agradable, y guapo, o eso creo. Nos sentamos en el salón en silencio, el me ofreció una copa de licor y me la bebí de un golpe, la necesitaba. Intentando romper un poco el hielo, le dije: —Bueno, tú dirás por donde empezamos. Entonces se giró hacia mí y vi como su boca buscaba la mía, yo me dejé llevar y respondí a su beso lo mejor que pude, no era tan malo como dicen besar a un hombre, no sentí asco alguno e incluso me gustó. Entonces me puse en pie y empecé a desnudarme, pero él me dijo que estaríamos mejor en el dormitorio, y allí fuimos. Una vez desnudos nos tumbamos en la cama y entonces todo empezó a ir muy deprisa, como es normal me cuesta recordarlo todo con detalle, al principio, caricias y muchos besos, cada vez más largos. Aquello me estaba gustando. Estaba a la vez contento y desconcertado, aquello iba en contra de las cosas que me habían enseñado. ¿Entonces soy maricón? me pregunté. ¿Si siempre he dicho que no me gustan los hombres, como es que estoy disfrutando con esto? ¿No debería sentir asco? Mi cabeza era un hervidero de preguntas sin respuesta mientras mi cuerpo se iba calentando cada vez más. Luego su boca buscó mi polla y se puso a chuparla despacio mientras esta crecía dentro de su boca. Entre tanto mi mano fue a buscar su verga, la tenia muy dura, me pareció más grande que la mía, lo cual me provocó un poco de envidia. Le pedí que dejara de chupármela, estaba a punto de correrme. Ahora era mi turno, agarré su polla con mi mano, seguía estando dura y de su glande escapaba un liquido espeso. Sentí un deseo loco de meterla en mi boca, y así lo hice. De nuevo me sorprendí al sentir que aquello me gustaba. Así que se la mamé lo mejor que supe hasta que me pidió que parase. Con voz ronca y entrecortada mi pidió que me pusiese a cuatro patas, y dócilmente lo hice, para mi sorpresa no preparo mi ano de forma alguna, al instante sentí como su polla, sin más lubricante que el que manaba de ella, intentaba abrirse camino a través de mi culo aún virgen. --Relájate, lo que viene ahora no lo olvidaras en toda tu vida. Me hacia daño, y en varias ocasiones le pedí que parara, el dolor era terrible, pero él me pedía que aguantara y volvía a la carga. --Déjalo por favor, no lo soporto. --Rogué mientas mi ojos se llenaban de lagrimas. Pero él no me hacia ningún caso. Aun hoy no entiendo porque seguí allí aguantando a pesar de todo. A fuerza de insistir, aquello fue entrando, hasta que me la metió entera. --Ya le tienes toda dentro. ¿Te gusta? --Sabes muy bien que no. Me duele mucho. --Pronto estarás mejor, relájate e intenta disfrutar. Pero no fue así, seguí sintiendo dolor, mucho dolor cada vez que empujaba y también mucho calor por dentro. Cada vez empujaba más fuerte y deprisa yo gemía de dolor y él me volvía a pedir que aguantara que ya faltaba poco y al fin después de un tiempo que me pareció interminable, oí como un alarido ahogado escapaba de su boca. --Ya esta, me corro. ¡Que gusto! Sus últimos empujones, fueron muy fuertes e incontrolados sentí sus espasmos y el calor del semen dentro de mí al correrse. Siempre recordare algo curioso que me paso, en los últimos momentos del polvo que me estaban echando, a pesar del dolor, tuve una erección, y me corrí yo también casi a la misma vez que él, sin necesidad de tocarme. Se puso el pie y lo imité, el semen que salia de mi culo caía por el interior de mis muslos. Eso me hacia sentirme un poco ridículo, era como el símbolo de la victoria de aquel hombre sobre mí, como la sangre que mana del guerrero herido y humillado. --Bueno, pues ya esta hecho. ¿Te ha gustado? --No mucho, ¿Era necesario hacerme tanto daño? ¿Por qué lo has hecho? --Dices que no ta ha gustado, pero si hasta te has corrido solo. --Dijo señalando mi polla. --No se como ha sido, no lo entiendo. --Dije entre dientes. --Digamos que lo he hecho así para que nunca olvides tu primera vez, y tampoco te olvides de mí. No eres el primer hombre que desfloro, y te puedo asegurar que pasado un tiempo, casi todos me han pedido repetir. Esto es como una droga, yo también pasé por lo mismo que estas sintiendo ahora. Todos hemos tenido una primera vez. --Dudo que ese sea mi caso. --Respondí con tono enfadado. --Tiempo al tiempo. --Me respondió sonriendo a la vez que me daba una palmada en el culo. --Venga, será mejor que vayas a ducharte. Me metí en la ducha mientras que el se lavaba la polla en el bidet. Para mi sorpresa, durante la ducha volví a tener una erección. Intenté disimular, pero Carlos estaba mirando. --Vaya, solo han pasado unos minutos, y ya te apetece otro polvo. --No es nada de eso. --Respondí enfadado, creo que hasta me ruboricé como un niño al que han sorprendido haciendo una travesura. Me vestí, estaba deseando salir de allí, una vez en la calle respiré una bocanada de aire fresco y subí a mi coche, el se acercó para despedirse. --Espero que nos volvamos a ver muy pronto. --Me dijo a través de ventanilla del coche. No respondí, solo lo saludé ligeramente con la mano y me fui de allí tan rápido como pude. Me sentía herido en mi amor propio, ese tío me había follado de forma brutal. Me sentía humillado, estafado. --Ahora debe estar riéndose a mi costa --Pensaba con rabia-- Afortunadamente nadie sabe nada de esto. A mis pensamientos les siguió un momento de pánico. ¿Que pasaría si esto se supiera en la oficina? ¿Y si se entera mi mujer? Ese tío estaba ahora en condiciones de hacerme chantaje. Afortunadamente, los días fueron pasando, y los fantasmas se fueron disipando. Solo el dolor de culo que aun sentía me obligaba a recordar que aquello no había sido un sueño. Temía que Carlos me volviera a llamar a la oficina, pero pasó el tiempo y no lo hizo. Y yo terminé por perder su número de teléfono, por lo que tampoco hubiese podido llamarlo. Y para terminar os diré que un año después se cumplió lo que Carlos me había dicho, estando viendo de nuevo una película porno, sentí como mi corazón se aceleraba. Y mi ano se tensaba, eran como latidos, me costaba estar quieto en mi sillón. Inexplicablemente para mí, sentí un enorme deseo de ser penetrado, de sentir toda la fuerza de un hombre empujando dentro de mí. Y para que más detalles... Otras muchas pollas han probado mi culo desde entonces. Y NO, no me arrepiento de nada. Gracias por leerme, un abrazo.
Espero vuestros comentarios.